Curiosidades #1: Se vende: “Pinar de Lillo”. Razón: Ministerio de Hacienda


Allá por los primeros años de la década de 1870, en uno de los elencos del Boletín Oficial de Ventas de Bienes Nacionales se anunciaba la subasta de un monte denominado el “Pinar de Lillo”, con una extensión de 14.556 áreas, y con 37.500 pies de pino y haya. ¿Sorprendente, no?

Pues no. Lo anterior no fue algo excepcional ya que en el marco de la desamortización de Madoz fueron puestas en venta numerosas propiedades de los pueblos, incluso de montes que habían sido declarados exceptuados de la venta.

Afortunadamente en este caso la subasta quedó desierta sin licitadores, ya que de haberse vendido, seguramente el comprador hubiese convertido los treinta y pico mil pies de pino silvestre en metálico y difícilmente hubiese pervivido un paisaje tan singular como el Pinar de Lillo.

No deja de ser curioso que el Pinar de Lillo saliese a la venta ya que, junto con el Pinar de Tabuyo, desde muy pronto despertó el interés de los ingenieros forestales en la segunda mitad del siglo XIX. En estos dos pinares se establecieron las primeras casas forestales de la provincia con guardería, fueron los primeros sometidos a los planes de repoblación y ordenación, y a ellos fue destinada una buena parte de los medios materiales y humanos de la recién creada Administración forestal. Las razones de esta predilección por los pinares eran de índole económica ya que, como se reconocía en una memoria forestal, las maderas de pino eran “muy apreciadas en el mercado”.

En este sentido, el Distrito Forestal permitió en el Pinar de Lillo cortas aclaratorias de haya, considerada una “especie de escaso valor y limitadas aplicaciones” que no interesó a los forestales hasta principios del siglo XX, que con el desarrollo de la minería era una madera ‘económica’ para la elaboración de apeas para las minas. En cierta manera, a los forestales más que el Pinar de Lillo en sí, lo que le interesaba era la madera de pino y las semillas para repoblar otros montes. De hecho, manifestaron un nulo interés por conservar y restaurar los encinares del sur de la provincia ya que no eran montes «productivos» al no producir maderas con la rapidez exigida. En fin…

Esperemos que el preocupante endeudamiento del Estado español, que como se puede ver aquí está a punto de superar el 100% del PIB, no acabe como el siglo XIX con la puesta en venta de los bienes de los pueblos, porque (ahora sí) el desastre puede ser mayúsculo. Hoy el Pinar de Lillo es una joya al tratarse un pinar autóctono, único en el sur de Europa. Sin embargo, como hemos visto, en el siglo XIX se salvó de ser vendido porque no había suficiente demanda de maderas, y no salía rentable comprarlo, hacerlo vigas y tablones y venderlos.

Lo dicho: que cada uno saque sus propias conclusiones… pero no conviene olvidar que la Hacienda Pública es voraz y cuando está necesitada de dinero no hay miramientos.

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