Recientemente, el periódico decano de nuestra provincia publicaba un articulo aparecido en su homólogo inglés The Guardian. El artículo recogía las impresiones de un periodista británico que se despachaba a cerca de León diciendo que era una ignominia que “La cuna del parlamentarismo en Europa” se vea ninguneada dentro de una autonomía que no siente rubor alguno en apropiarse de sus logros, no así de sus desavenencias con la región castellana. Ahí está el postigo bautizado de la traición en Zamora para que no nos olvidemos de la sumisión debida.
Pero León sigue con su miopía histórica con la vocación de alcanzar los mismos resultados que un mosquito lanzado contra el parabrisas de un coche. Y lo que nunca nos cansaremos de ponderar es el feo de nuestros procuradores que procuran suspendernos en el limbo de la historia, como corresponde a la bajeza del linaje de los leoneses. Proverbial es la humilde y humillante peregrinación de los políticos sin distinción de siglas que viajan a Valladolid como los musulmanes viajan a la Meca, a postrarse ante una piedra sagrada o ante las Cortes que surten con sus ubérrimas ubres la panza irredenta de representantes que no representan.
Esto, salvando las distancias zoológicas y ganaderas, esta actitud recuerda, y de que modo, a la técnica empleada para cruzar yeguas con asnos en Galicia cuando se criaban mulos – machos en León – para venderlos como animales de tiro a Castilla. El pobre semental asnal, llegado el momento de mostrar su virilidad, se mostraba reacio a prestar sus servicios a una yegua que no deja de ser una especie extraña a su condición pollina. Tal inconveniente se solventaba encontrando una burra que estuviera en celo y recogiendo un cubo de su orina, que, según cuentan los conocedores de esta técnica, excitaba los más bajos instintos del pobre semental fuera cual fuera la situación.
Así es que, debidamente pertrechados con este aromático licor, se le aplicaban al pobre asno una buena rociada de brocha gorda sobre el hocico y ya, confundido con aquel elixir, generoso se prestaba a la faena sin más objeción, aunque la compañera sentimental fuera la yegua que antes rechazaba. Tal parece que en Valladolid haya excedente de orina estrogénica para no pocos de nuestros compatriotas que se ven sólidamente impelidos a las amorosas demandas de la política pucelana.
Y mientras León, con su ciudadanía ajena a este tierno lance, sigue miope viendo como en Villalar se celebran grandes fastos donde se festeja algo que nos es totalmente ajeno. ¿Hay alguna cosa que festejar? Tenemos que poner más ópticas en León, no llega con las que hay.
León no acaba de ver el pozo en el que lo han metido y del que difícilmente puede salir
¿Para cuando una fiesta para León al margen de Villalar?
Urbicum Fluminem, abril 2018
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