Amigo oso


Dicen que un oso despedazó al asturiano rey Favila, segundo rey asturiano, en una cacería a las que, al parecer, era un gran aficionado. No es de extrañar, se trata de un animal robusto, bien armado, y a pesar de su aspecto patoso es capaz de correr a gran velocidad, muy superior al más rápido velocista humano.

En fechas no muy lejanas, un ”osado” ejemplar ursino se ha permitido el capricho, en su errático devaneo, de vagabundear por el Norte de Portugal. La noticia ha sido recibida con alborozo por la prensa portuguesa pues, al parecer, hacía más de 200 años que ningún plantígrado visitaba tierras portucalenses. Ni que decir tiene que para llegar a su lugar vacacional tuvo que atravesar la provincia de Zamora, donde parece que ya fue visto algún congénere hace algunos años.

Si no fuera porque nuestra educación judeocristiana no concediera la más mínima posibilidad de raciocinio, y menos aún de sentimiento patriótico a estas despiertas criaturas, podríamos concederle que ha tenido a bien recorrer los territorios que le son propios. Los osos cantábricos ya sólo son patrimonio sensible que compartimos asturianos y leoneses, con permiso de la escasa participación de Palencia y Santander y esporádicamente en Lugo, llegados de León.

El oso, junto con el casi extinto urogallo y el rebeco, son tres especies que prácticamente tienen su santuario en la cordillera cantábrica – escasamente en los Pirineos-, que honran con su existencia a asturianos y leoneses como nobles especies que han sobrevivido milagrosamente a la pérdida de hábitat y a la dañina acción del hombre que los ha perseguido con saña. No hemos sido vecinos amistosos con ellos, y su conservación debería ser cuestión primordial para cualquier leonés pues son nuestros más selectos embajadores silvestres.

Nuestro oso itinerante no nos siente como compatriotas. Todo el mundo es su patria, pero mientras no prosperen su ámbito territorial, están afincados en el viejo reino de León. Bien seguro que tiene un concepto mucho más elevado que nosotros acerca de la tierra que lo acoge. Su tierra es la suya y él sabe que forma parte de ella.

Evidentemente, a diferencia de Fávila, hay que tener precaución con ellos aunque, como afirma el holandés que regenta un restaurante en Murias de Paredes, pocas personas que viven en su entorno han llegado a verlos. Nadie podrá negar que estos magníficos animales lucen palmito de nuestra provincia. Quizá nunca los lleguemos a ver, pero están ahí, cerca y al igual que tú, amigo lector, muchos de ellos nacieron en León. ¿Cuántos pueden presumir de algo así?

Como contrapartida hay que reconocer los estropicios que causan en colmenares y pudiera ser que incluso en el ganado, pero todo lujo ha de tener alguna contrapartida y bien harían las autoridades destinando fondos para compensar sus “osadías”. Son inversiones en “nuestro” patrimonio.

Subiendo el Puerto del Manzanal hay una construcción visible desde la A- 6 que pudiera ser un “cortín” o una “albariza” la fortificación de los apiarios frente a las tropelías del oso, si bien esta obra, pudiera ser que tuviera otros fines. ¡Habrá que informarse!

No todo son alegrías con nuestros peludos paisanos, recientemente, un oso rescatado herido en un río Palacios de Sil falleció en instalaciones del parque de Cabárceno, allá en Santander – parece ser que en León no estamos capacitados para atender a este tipo de pacientes – y hasta ha llegado la información, sin contrastar, de que un osezno ha sido hallado muerto en el canal del Páramo. ¡Ojalá no sea cierto!

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