Así se conoce en Aliste al espantapájaros. Un método o dispositivo artesano con forma de figura humana, brazos extendidos, normalmente un muñeco vestido con ropas viejas llenas de hierba, lo mismo que «el mayo» que en este mes presidía en las alturas de una viga los pueblos alistanos. Se utiliza para ahuyentar de los cultivos a los pájaros, sobre todo tordos, que arrasaban los cultivos y en especial los árboles frutales.
También se acompañaban de unos artilugios “mecánicos» hechos de hojalata con las tapas de las latas de conservas de escabeche, sardinas, etc., a modo de pequeños molinos de viento que el aire hacen girar y provocan enorme ruido, sin embargo los pájaros pronto acaban acostumbrándose a ellos.
Otro método común de asustar a los pájaros consistía en poner a uno de ellos muerto colgando de un palo y una cuerda que el viento movía.
Los espantayos «modernos» ya no toman forma humana, con la aparición del plástico, se colocan bolsas o montones de botellas atadas a las ramas o palos.
Con la llegada de los discos compactos CD llegó la «revolución tecnológica» a nuestros campos, viñas, frutales, sembrados e incluso jardines se llenan de estos artilugios que se atan a las plantas para crear reflejos y espantar además de las aves también al jabalí y al corzo, tan abundantes en las cercanías de la Sierra de la Culebra.
Lo último en estas técnicas son las largas cintas plateadas de aluminio altamente reflexivo de película PET que se atan a las plantas para crear reflejos del sol y que ondean al viento con la misma misión que el jubilado y añorado espantayu.
El problema de estos espantayus modernos es la contaminación ambiental que producen, los antiguos eran ecológicos, se deshacían en poco tiempo al estar hechos de paja, hierba, trapos. Los plásticos de ahora tardan años en desintegrarse si es que lo hacen. Otro precio del progreso que hay que pagar… y muy caro.