Costumbres comunales de Aliste: las rozadas (1/3)


«Subsisten muchas y aún quedan tantos usos, prácticas y costumbres comunales, que bien puede decirse que el comunismo está en la sangre de estas gentes y constituye un signo indeleble de su raza

Con estas palabras define Don Santiago Méndez Plaza en la introducción de las costumbres antiguas de Aliste en su Memoria «Costumbres Comunales de Aliste» (1897). Más o menos hasta mediados del siglo pasado se usaba el sistema comunal de cultivo «rozada o roza», denominado así porque eran unos terrenos comunales en los que existían grandes cantidades de jaras y robles que se «rozaban» o desbrozaban para dejarlos limpios de matas y poder roturarlos para aprovechamiento cerealista.

En aquellos tiempos existían aparte de estos terrenos comunales (ahora también existen) de los que parte se utilizaban para aprovechamiento de las rozadas, terrenos en propiedad de los vecinos de cada pueblo que labraban y cosechaban individualmente.

También en algunos pueblos tenía el Marqués de Alcañices terrenos que mediante renta les arrendaba para, en ellos, hacer las rozadas. La extensión utilizada para los terrenos de común aprovechamiento variaba de un pueblo a otro, en unos era igual que el privado, en otros incluso la rozada ocupaba más que el particular o al revés.

La tierra comunal solía ser de peor calidad que la particular ya que estos escogieron la mejor al privatizarse, también porque la particular recibía abono y la roza ninguno. Este cultivo en común se hacía en unos pueblos todos los años, otros cada tres y algunos cada cinco o seis.

¿Quién tenía derecho a la rozada?

En este asunto ya se atisbaban principios democráticos. Tenían derecho a la rozada todos los vecinos del lugar, sin excepción, fuesen o no labradores, a condición de contribuir personalmente con su trabajo y ganado. Lo mismo que los hombres en igualdad de condiciones eran admitidas las viudas, las cuales contribuían en las labores comunes lo mismo que los hombres. Pero esto no debe sorprender ya que en esta comarca siempre han participado en los trabajos del campo por igual mujeres y hombres, atendiendo ellas además a las labores domésticas.

Una cosa hay que dejar clara, no era obligatorio inscribirse y participar en las rozadas, pero pocos dejaban de hacerlo.

Javier Blanco 

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