Dudo que haya algún leonés medianamente ilustrado que no conozca a Vela Zanetti. Pues, aunque en León es reconocido, hay un país donde sienten auténtica veneración por él. Pues sí, imagino que, leyendo el título de esta entrada, ya lo adivinaron: República Dominicana.
Casualmente, en uno de mis viajes a ese país tuve que ir a una reunión a Baní. Dos grandes murales adornan las paredes de la Municipalidad de esta ciudad. Mi acompañante me cuenta que en República Dominicana hay una gran tradición muralista, y que el maestro de todos estos muralistas dominicanos fue Vela Zanetti, y me pregunta si lo conozco.
– «Por supuesto que lo conozco», respondo «Es paisano mío». Les cuento que soy leonés, bla, bla, blá.
Ese mismo día, ya de vuelta al hotel compruebo en internet que Vela Zanetti se exilió en 1939 en República Dominicana y allí empezó una prolífica carrera como muralista con más de un centenar de obras. Además fue unos años director de la Escuela Nacional de Bellas Artes. Descubro también que su padre, Nicostrato Vela Esteban, un reconocido veterinario, fue fusilado en León. Leo que Nicostrato, «progenitor bueno y comprensivo, hizo cuanto pudo para dar rienda suelta a las inquietudes artísticas de su hijo». Me emociona leer algo así.
Años más tarde, tuve ocasión de volver a República Dominicana y decidí buscar los murales de Vela Zanetti. En algún sitio leí que alguno de sus murales estaban en la Biblioteca Nacional y una tarde me dirigí raudo a visitarlos. Llegado a la Biblioteca Nacional Pedro Henríquez Ureña, me dirigí a la Recepción donde ‘sestiaban’ como media docena de personas. Les pregunté por Vela Zanetti y mi impresión es que les sonaba a chino, así que solventaron el trámite derivándome a un mostrador que se veía al fondo, al cual me dirigí. Antes de poder hacer la consulta tuve que mostrar un documento identificativo y anotarme en el libro de visitas. De nuevo le explique que estaba buscando los murales de Vela Zanetti. No me entendió y le expliqué que Vela Zanetti era un pintor muralista y que había leído en una guía que había pinturas suyas en la Biblioteca Nacional. “Ah, las pinturas. Sí, ahí al fondo están”. Sí, allí al fondo estaban colgados los retratos de unos señores con mostacho que habían dirigido la institución. Recuperé mi mochila y salí a la calle.
Mientras esperaba el taxi, pensé en los funcionarios que me atendieron. Ni idea de nada. En República Dominicana llaman ‘botellas’ a toda esa gente colocada a dedo en los ministerios y que, además de no tener ni idea de nada, no dan un palo al agua. Hay algunos, los más privilegiados que, aunque a nómina del Estado, ni siquiera va a trabajar. No piensen que es algo único de República Dominicana. Se da en todos los países de América Latina. En Argentina los llaman ‘ñoquis’ y en Méjico, creo que ‘aviadores’. En Honduras he visitado oficinas oficiales que tienen en plantilla 1ó 2 motoristas y no hay vehículos, pero… Quizás el lector se pregunte el por qué de estas cosas. Muy sencillo: es así como se ‘compran’ los votos y se hacen los manejos electorales. No se imaginan cuántos líderes vecinales ‘trabajan’ en organismos públicos como chóferes, ordenanzas, señoras de la limpieza. En fin…
Para remate de males, el taxista que me devolvió al hotel me aturdió con comentarios soeces y racistas sobre sus compatriotas y las mujeres dominicanas. En estos casos uno no sabe muy bien cómo defenderse. Se comprueba que la vulgaridad y la estupidez no entiende de razas ni de culturas y en cualquier rincón del mundo te puedes encontrar con un energúmeno con estas características.
No estaba yo dispuesto a tirar la toalla con los murales de Vela Zanetti y al día siguiente, acabada la jornada laboral, me dirigí al Cabildo al lado de la catedral. Allí, un soldado uniformado con casaca me impidió al acceso. Parecía que todo intento era inútil.
Con el ánimo por los suelos, empecé a caminar por una céntrica calle que llaman del Conde. Ensimismado contemplando la fauna local llegué al final del bulevar. Allí, al lado del Palacio Nacional, un grupo de personas agitaba banderas españolas y dominicanas esperando a alguien importante. Un cantante, pensé. Justo en ese momento, apareció Pedro Sánchez, el presidente del Gobierno español, acompañado por su homólogo dominicano. Pura casualidad. Salgo a buscar a Vela Zanetti y me encuentro a Pedro Sánchez.
Volví al hotel caminando y reflexionando cómo, en ocasiones, el destino nos estafa… Visto lo visto, me di cuenta de que no valía la pena seguir buscando. Me consolé pensando que, ya en el futuro, tendría ocasión de viajar de nuevo al país. Quizás me tocase ir a Santiago o a otras zonas del país con murales del pintor leonés (o burgalés, como ustedes prefieran), y con un poco de fortuna pudiese verlos.
Pensará el lector que la historia acaba acá. Pues no.
Antes de liquidar la cuenta en el hotel acostumbro a revisar el dinero que tengo en metálico y separo el monto necesario para pagar el taxi al aeropuerto. El resto lo gasto. Es fácil: comidas, regalos, propinas al personal del hotel, etc. Así hice en esta ocasión, pero algún cálculo hice mal que, después de comprados los regalos, me faltaban unos pocos pesos para pagar el Hotel. Recordé que al final de esa misma calle, llamada Isabel la Católica, casi pegando a la Plaza de España o de la Hispanidad, había un cajero automático.
Salí a la calle y empecé a caminar en dirección al cajero. Justo antes de llegar al destino, veo que a mano derecha hay un banco que se llama Banreservas. Pensé que era más seguro (y más barato) sacar dinero en una entidad bancaria y me dirigí raudo hacia allá. Bien. Subiendo por la escalinata me doy cuenta que es la sede central de un banco con lo que me entran dudas y casi doy media vuelta. Aún así entré y justo al frente, al levantar la vista me encuentro con un majestuoso mural de Vela Zanetti. Se trata de «La economía nacional liberada» y en la foto que ilustra esta entrada lo pueden ver…
¡Qué se yo! ¿Qué más les podría contar? Pues que regresé feliz a España… Misión cumplida.