«La Gran Transformación» de Karl Polanyi


 

Una de las lecturas fundamentales para entender los cambios en sociedades rurales tradicionales es el libro de Karl Polanyi «La Gran Transformación. Crítica del liberalismo económico».

Como el propio título indica es una crítica al liberalismo económico, mostrando cómo el capitalismo transformó la economía, sociedad y naturaleza al convertir en mercancía factores de producción como la tierra, el trabajo, o los propios trabajadores.

Este libro, un clásico de las ciencias sociales, no puede ser reseñado en unas pocas líneas por lo que prefiero presentar al autor y quizás así despertar el interés hacia su obra.

De padre húngaro y madre de origen rusa, Karl Polanyi nació en Viena en 1886. Pasó su juventud en Budapest donde estudió Derecho y participó de forma muy activa en los círculos políticos y culturales de carácter radical-socialista. En 1919 regresó a Austria, trabajó como escritor y periodista definiéndose como socialdemócrata. Con la llegada del nazismo, emigró primero a Inglaterra y más tarde a los Estados Unidos, muriendo allí en 1964. En 1947 fue nombrado profesor visitante de Economía en la Universidad de Columbia.

Polanyi es difícil de clasificar profesionalmente, ya que no era un economista de pleno derecho, sino que era un poco historiador, antropólogo, o filósofo social. Su pensamiento estaba influenciado en gran medida por estudios antropológicos, ya que concebía la naturaleza del hombre como eminentemente social. Entiende que las relaciones humanas se rigen por dos principios básicos de comportamiento: “reciprocidad” y “redistribución”. Considera Polanyi que la actividad económica forma parte de un contexto más amplio como son las relaciones sociales y culturales, siendo a través de éstas cómo adquiere importancia como base para los procesos de reproducción material; por tanto, el mercado nunca ha de determinar los objetivos y motivos de la acción humana.

Esta visión idílica de la sociedad “natural” es la base de la dura crítica de Polanyi al capitalismo industrial, o más bien, a las economías de mercado. En el capitalismo, la actividad económica aparece aislada y es a partir de ahí que adquiere importancia la justificación utilitaria de la acción humana. Sin embargo, para Polanyi, el llamado mercado «autorregulado” (en el que la oferta y la demanda operan “ferocidad absoluta”) fue creado para exaltar la eficiencia productiva y destruir la esencia natural y humana de la sociedad. En opinión de Polanyi, el mercado no tiene nada de primigenio ni de preinstitucional, a pesar de lo que puedan decir los ideólogos del libre comercio. El mercado es, en efecto, un conjunto de instituciones y como tal, no ha podido ser creado sin la intervención consciente por parte de la autoridad del Estado.

Para Polanyi, y para ser más exactos, el mercado “autoregulado” sería una de las cuatro instituciones fundamentales en que se asienta el capitalismo moderno. Los otros tres eran: el sistema del patrón oro y el aparato bancario y financiero, los cuales regulan la producción de dinero; el Estado constitucional y su base liberal, que regulan las relaciones jurídicas; y el sistema de equilibrio de poderes mundial que permite la expansión a nivel mundial del mercado y del capitalismo (por cierto, con estas afirmaciones, Polanyi fue uno de los primeros teóricos de la globalización capitalista). Es decir, habría tres instituciones que juegan un papel decisivo en la creación del llamado mercado “autoregulado”.

Sin embargo, según Polanyi, el mercado moderno se desarrolló al ser creadas tres “mercancías ficticias” fundamentales del capitalismo industrial: trabajo, tierra y dinero. Defiende Polanyi que el trabajo, la tierra y el dinero, por su propia naturaleza, no son mercancías. El trabajo no es otra cosa que la expresión de la vocación social y creativa del hombre. La tierra es una manera de designar a la «naturaleza» y, desde luego, que no fue creada por la actividad humana. Y el dinero es simplemente un sistema de convenciones. Por tanto, el Estado, a través de una intervención reguladora y coercitiva, sería el creador de las instituciones que regulan los intercambios determinando el precio de estos tres bienes los cuales, precisamente de esta manera, pasan a ser mercancías. Por tanto, y de acuerdo a este planteamiento, habría muy poco de auto-regulación en el mercado «autorregulado».

Para Polanyi, la sociedad de mercado no sólo no es deseable, sino que es insostenible desde el punto de vista social y ecológico, razón por la cual critica al capitalismo por su carácter natural y deshumanizante. Sin embargo, estas críticas estaban centradas más en el propio mercado que en el capitalismo, y a diferencia de autores como Marx, no contempló una filosofía política revolucionaria para superar el capitalismo. En este sentido, Polanyi desarrolló su doctrina del “doble movimiento”, señalando que frente a la desestructuración causada por la expansión de los mercados, la sociedad tiende a proteger su cohesión creando a su vez organizaciones e instituciones para salvaguardar la naturaleza social del hombre. Así, la legislación dirigida a proteger el medio ambiente y regular el uso de la tierra; el Banco Central y su gestión de los mercados financieros; las regulaciones antimonopolio y las políticas macroeconómicas; las agencias de protección de los consumidores y las asociaciones; las autoridades encargadas de la protección y cuidado de los niños y los ancianos; o las asociaciones civiles que protegen los intereses de determinadas categorías sociales, serían formas de acción social que contribuyen a crear este “movimiento” de defensa con la que la sociedad se esfuerza por contrarrestar el efecto devastador del avance del mercado.

Polanyi no sólo criticó el mercado capitalista, sino que también hizo importantes contribuciones a desenmascarar el “fanatismo” y «fervor evangélico» de las teorías económicas que lo justifican. La crítica de Polanyi analizó detalladamente y demolió todas las escuelas económicas de tendencia liberal, enfatizando su naturaleza utópica y, sobre todo sacando a la luz sus cimientos psicológicos ocultos. La contribución más importante hecha por el pensamiento de Polanyi, al menos desde el punto de vista de la teoría económica, es su crítica al concepto de mercado como una entidad natural.

Este libro se puede descargar en español en este enlace.

“El gobierno de los comunes” de E. Ostrom


Como ya señalamos en una anterior entrada, Ostrom fue la primera mujer en recibir el premio Nobel de Economía.

Quizás su obra más conocida sea «El gobierno de los bienes comunes. La evolución de las instituciones de acción colectiva». Básicamente en ella estudia cómo los individuos afrontan los problemas de actuar colectivamente en la gestión de los recursos comunes, y concretamente por qué individuos plenamente racionales toman decisiones que llevan a resultados irracionales.

Ostrom identifica tres modelos de acción colectiva, el de Hardin (la burra de todos la come el llobu, o lo que es del común es de ningún); el otro modelo es el llamado dilema del prisionero (dos detenidos sin información que piensan que sale más a cuenta denunciar al otro, con lo cual se acaban perjudicando los dos); y el tercero es el de M. Olson que sostiene que en grupos grandes donde no se puede excluir a quien no coopera, la acción más racional es la del gorrón que sin aportar nada, aprovecha el esfuerzo de los demás.

Frente a estas situaciones habría dos salidas para gestionar los recursos comunes: la privatización o que el Estado se haga cargo. Se supone que el interés individual, por la cuenta que le trae, vigilaría por la conservación del recurso, aunque la experiencia histórica muestra más bien que cuando un individuo compra un bosque generalmente no es para conservarlo sino para convertirlo en madera.

Por otro lado, el que el Estado asuma la gestión del recurso común no siempre tiene como resultado una mejor conservación. Así por ejemplo en el caso de los montes el leonés E. López Morán ya, a principios del siglo pasado, lo resumía muy bien: “Nunca, al menos en lo que yo conozco, estuvieron los montes más expuestos al descuaje y al arrasamiento, que cuando el poder central se encargó exclusivamente de su custodia (…) Precisamente ahora que el Estado tiene todo ese personal de ingenieros, ayudantes, capataces y guardia civil, es cuando los montes sufren más; y sufren porque los más directamente interesados en su conservación han sido privados de los medios eficaces de que antes disponían para procurarla y para conseguirla«.

La intervención del Estado supone por un lado quitar competencias a quienes dependen del recurso (y por tanto deberían estar interesados en su conservación) y por otro abrir las puertas a elementos ajenos a la comunidad como por ejemplo las empresas (movidas por la lógica del beneficio y que no les importa si el recurso se agota o no); incluso ante la posibilidad de sean «gente de fuera» la mayor beneficiada del recurso común, se opte por su destrucción (piense el lector por ejemplo en los incendios forestales).

Bien. El caso es que Elinor Ostrom observa que en los modelos de acción colectiva reseñados anteriormente no hay incentivos para la cooperación y parece haber una búsqueda de un beneficio inmediato por parte de los individuos. Ostrom acertadamente identifica que los problemas vienen por la ausencia de normas o instituciones, y muestra diversos casos en los que el manejo de los recursos comunes han sido exitosos.

Ostrom examina numerosos casos donde se da una cooperación exitosa e identifica 8 principios de diseño que caracterizarían a comunales bien gestionados.  En el siguiente cuadro tomado de un artículo de Aguilera Klink, al que se puede acceder clickando en este enlace, se muestran cuáles eran estas reglas:

Ostrom - Es decir, si se dan una serie de «condiciones» se puede  llevar a cabo gestión exitosa y duradera de los comunales; precisamente, en la provincia de León hay numerosos ejemplos de bienes comunales (puertos, montes, etc.) donde parecen haberse dado las condiciones establecidas por Ostrom. Ello pone relieve algo que parece de cajón pero no lo es; la mejor garantía de la conservación de los recursos comunales no es ni el individuo ni el Estado, sino la organización colectiva con reglas claras.

En resumen, lo interesante de esta obra de Ostrom es que arroja luz sobre la toma de decisiones, poniendo de relieve la importancia de las instituciones o reglas de juego y la gran diversidad de contextos y situaciones donde éstas se aplican. En fin… espero disculpen el rollo y se animen con la lectura de Ostrom.

Lecturas de verano #4: Peralvillo de Omaña – Rubyn de la Calzada


Se acaba el verano… y a partir de la semana que viene el blog volverá a tratar los aburridos temas habituales.

Para cerrar las recomendaciones estivales, hemos elegido una obra muy peculiar: «Peralvillo de Omaña» del agustino David Rubio (Posada de Omaña en 1883-Madrid 1962), aunque firmada bajo el seudónimo de Rubyn de la Calzada.

¿Por qué la recomendamos? Aunque presentada como una novela picaresca, es una obra más bien costumbrista con numerosas referencias a los paisajes y gentes de la comarca de Omaña, así como a sus costumbres y tradiciones.

Reeditada en 2006 por Diario de León, también se puede descargar gratis en este enlace.

 

Lecturas de verano #3: Los Bravos – Jesús Fernández Santos


 

Jesús Fernández Santos es un escritor leonés poco conocido.

Su primera novela «Los Bravos» está ambientada en un pueblo de la montaña leonesa, siendo esta una de las razones de aparecer recomendada aquí.

Considerada como una de las obras pioneras del llamado realismo social, es una obra rara con un estilo de narración muy peculiar, muy cinematográfico. Además gira sobre la vida cotidiana en el mundo rural, siendo sus protagonistas personajes anónimos que sobreviven a los tiempos duros de la postguerra.

En fin, creo que estas pocas líneas ofrecen suficientes argumentos para atreverse con esta lectura. De todas maneras, si alguien tiene interés en saber más, en este enlace encontraréis una reseña más completa de esta obra.

Os dejo también con un capítulo de «Esta es mi tierra» un espacio documental y literario que recoge el trabajo de escritores y los relaciona con los paisajes que han impregnado sus obras. Concretamente aquí Jesús Fernández Santos habla de su obra y de León, su tierra.

Lecturas de verano #2: Cuentos en dialecto leonés – Caitano A. Bardón


Imaginando que muchos lectores de este blog conocen esta obra, al autor y los detalles de cómo fue gestada, no tiene sentido hacer una extensa explicación. Además, para eso están Wikipedia y otros blogs más eruditos.

¿Por qué la recomiendo? Porque básicamente se trata de una obra entretenida. Desde el punto de vista literario no es gran cosa, pero la temática es sugerente: narra anécdotas y costumbres de la época.

Insisto: para quienes les interese la cultura rural, es una lectura más que provechosa.

Ah! y está escrita en leonés.

Puesto que no se si es fácil conseguirla en las librerías o no, en este enlace la tenéis en formato digital. También podéis descargarla en este otro enlace.

Lecturas de verano #1: Puerca tierra – John Berger


Me aburrooooooo…

Llegaron las vacaciones, y con estos calores escribir sobre comunales es bastante aburrido. A tenor del número de visitas del blog en estas fechas, imagino que todavía es más aburrido leerme.

Lo entiendo, y además sería deseable que el lector del blog desconecte de blogs, redes sociales, internetes y cultive un poco más las verdaderas relaciones sociales.

Bien, para evitar todo este aburrimiento mutuo y en un intento de ser más saludables, empezamos una nueva serie con recomendaciones sobre lecturas que, de alguna manera, estarán relacionadas con la temática tratada en el blog.

Ya con anterioridad ya hemos recomendado alguna que otra lectura como el libro de Ruth Behar sobre Santa María del Monte, sin embargo la idea es salirse un poco del surco, y empezar a abrir el blog a nuevos temas.

Como reza el título la obra recomendada es «Puerca tierra» de John Berger. Aclaro que la idea de esta serie no es reseñar obras sino dar alguna pista de por qué podría ser interesante la lectura propuesta.

¿Quién es John Berger? John Berger es un bicho raro. No porque sea inglés, sino porque es ensayista, escritor, dibujante, poeta, crítico de arte, activista… y en este caso no se cumple el refrán de que “quien mucho abarca, poco aprieta”: John Berger lo hace todo bien.

¿De qué va Puerca Tierra? Como dice la contratapa del libro “Puerca Tierra es la primera parte de la trilogía «De sus fatigas», un fresco fundamental que traza, con una dignidad y una sobriedad magistrales, el ocaso de los entornos rurales y el inevitable desplazamiento a las grandes ciudades”.

Ambientado en una pequeña aldea de los Alpes franceses, este libro es más que un relato sobre la vida diaria de hombres y mujeres del campo. En cierta manera es un ensayo sobre la cultura campesina, y en este sentido Berger entiende a la gente del campo mucho mejor que algunos que llevan décadas estudiándolos.

¿Por qué recomiendo esta lectura? Porque Berger escribe bien: su prosa es sencilla y cuidada… Porque como ya dije, trata de una cultura y un modo de vida campesino que se extingue; una cultura que desaparece engullida por la prosperidad del mundo urbano industrial, y como suele pasar esto tiene un coste… Porque Berger es un tipo AUTÉNTICO (y eso es mucho)… Porque la obra de Berger es universal, es literatura…

En fin. Espero que se tomen en serio mis recomendaciones y disfruten de esta lectura.

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