Antes de que sea tarde… el desastroso estado de los archivos en León


A pesar del fervor reciente por pendones y ramos de nochebuena, conviene recordar que en muchos pueblos de León ramos y pendones fueron abandonados en sacristías para disfrute de polillas y carcomas.

Es loable que un buen número de pueblos hayan recuperado el ramo y el pendón. Es sin duda un paso adelante. Pero lo que sería el no va más, es que dijesen: «Ahora que hemos recuperado el ramo y el pendón, toca recuperar el arcón concejil y los documentos del pueblo».

Ahí está el problema. Es fácil recuperar el pendón o el ramo; únicamente hay que preguntar a los más viejos del lugar:

– «Sí ome, era morao, con unas tiras verdes como de un palmo de ancho»

– «No, ome, no. Era verde con unas tiras moradas, con unas borlas y un bordao alredor».

Efectivamente, aunque cada uno te pinte un pendón diferente no será una gran dificultad encargar un pendón muy parecido al que había. Ahora bien, vete y pregúntale a los paisanos del pueblo qué documentos tenía el arcón de concejo:

– «Sí ome, sí. Había documentos muy antiguos. Pero el arcón lo comió la carcoma y los documentos se quemaron, se pudrieron, o que se yo… Y eran cosas de valor…»

– «¿Yo que sei lu que habia?. Habia de todu. Las escrituras del monte, las ordenanzas, las cuentas del pueblo…»

Efectivamente. Ora.. gibraie’l rabu!, que decían antiguamente en mi pueblo (y que en traducción libre sería: ¡Ahora, inciensa con los cojones!). Los documentos destruidos o expoliados no se pueden recuperar. Y esa es la pena, que en la mayoría de pueblos y ayuntamientos no hay ningún cuidado en la conservación de la documentación histórica y muchos documentos ya se han perdido para siempre.

Todos aquellos historiadores profesionales o aficionados que hayan tenido ocasión de peregrinar por ayuntamientos de la provincia de León en búsqueda de información, habrán comprobado el estado de abandono en el que se encuentra la documentación histórica. Uno visita los ayuntamientos en busca de información y se le cae el alma al suelo. En la mayoría de casos apenas se conservan documentos antiguos; en otros casos, la poca documentación ‘conservada’ está abandonada en un almacén municipal en cajas destartaladas juntando polvo, suciedad y moho.

Un ejemplo ilustrativo de la situación en la que se hayan la mayoría de archivos municipales de la provincia es el Archivo Municipal de Valencia de Don Juan. A los incendios, inundaciones o purgas indiscriminadas que han mermado notablemente los fondos documentales históricos, se une el abandono por parte de la institución municipal. Cuando yo lo visité estaba lleno de suciedad y con muchos documentos históricos –como el catastro de Ensenada– deteriorados y abandonados por el suelo. Recuerdo que el Alcalde y el Secretario municipal me dieron facilidades para la consulta del Archivo. Sin embargo lo que sería deseable es que regidores y funcionarios municipales se esforzasen un poco más por conservar el legado documental de municipios como Valencia de Don Juan, cabeza de partido judicial, y con una importante historia.

Lo de otros ayuntamientos es todavía peor. La excepción a la regla la constituyen unos pocos concejos de la montaña leonesa que siguen conservando la documentación o la han trasladado para su custodia al Archivo Histórico Provincial. En fin…

Como ya dijimos, el pendón o el ramo son recuperables, sin embargo es imposible recuperar documentos históricos destruidos que prueben la propiedad del monte o ilustren sobre aspectos del pasado. Así que más vale que quienes tengan documentos y los quieran conservar, empiecen a hacerlo ya. Eso sí sería un verdadero amor por la tierra y la cultura leonesa.

¿Cómo está este tema este en el municipio donde resides? Cualquier comentario al respecto es bienvenido…

El ataque del Estado liberal a los concejos de vecinos…


 

Ayer, 6 de enero, en el Diario de León aparecía una muy buena noticia.  Ya se encuentra en fase de montaje La voz del concejo, un documental sobre los concejos de vecinos. Este proyecto, liderado por Isabel Medarde y Teresa García Montes a través de la productora Bambara Zinema y apoyado económicamente por la Fundación Cerezales, tiene como uno de sus objetivos que los concejos sean reconocidos por la UNESCO como patrimonio inmaterial.

Para grabar y documentar el funcionamiento y la historia de esta arraigada institución, han recorrido unos cuantos pueblos de la provincia y han entrevistado a numerosas personas; sin embargo, el documental no gira exclusivamente sobre los concejos sino sobre la rica cultura comunal leonesa. En este sentido, son muy loables y necesarias iniciativas como esta ya que, como las autoras reconocen, este documental: «servirá para registrar y documentar gráficamente su historia, pasado y presente, cuando aún estamos a tiempo y que en el futuro no tengamos que lamentarlo«.

¿Qué les podría contar yo sobre el concejo de vecinos? Pues que en el siglo XIX estuvieron a punto de desaparecer. El Estado liberal despojó a los concejos de vecinos de sus capacidades y atribuciones e hizo todo lo posible por eliminarlos. La pregunta es ¿por qué pervivieron entonces? Sigue leyendo y quizás encuentres alguna respuesta…

Según el jurista leonés Diez Canseco el origen del concejo rural se sitúa en el Medievo como exigencia de la organla-voz-del-concejo-antiguo_concejo_en_omanaización de la vida económica. Durante la Edad Moderna el concejo de vecinos ya era una institución clave en la provincia de León asentándose en él el poder de las comunidades rurales, siendo éste el encargado de la toma de decisiones y de la organización de la vida económica; entre sus funciones estaban: 1) elaborar las ordenanzas, 2) administrar los recursos colectivos, 3) regular los aspectos agrarios, 4) dictar la normativa ganadera, y 5) administrar las propiedades comunales.

A partir de 1812, con la creación de los municipios, se produjeron cambios trascendentales y diversas leyes promulgadas por el Estado liberal fueron quitando capacidades a los concejos de vecinos, como era por ejemplo la confección de ordenanzas concejiles para el gobierno local. Otro de los ámbitos donde los concejos perdieron atribuciones fue en la gestión de sus montes; la Ordenanza de Montes de 1833 establecía que todos los trámites en relación a los montes tenían que hacerse obligatoriamente a través de los ayuntamientos que, como ya vimos en otra entrada del blog, han sido la columna vertebral del caciquismo.

Aunque en 1870 se reconocieron las Juntas administrativas, no se clarificaban sus funciones, puesto que se les negaron muchas de las atribuciones que tradicionalmente habían tenido los concejos; una de ellas era por ejemplo, la posibilidad de castigar a quienes cometiesen infracciones en los montes pertenecientes a los concejos. Como detalla Flórez de Quiñones, se estaban subordinando de manera clara los intereses de los concejos y de las juntas vecinales a los ayuntamientos, con lo cual los concejos perdían la potestad de gestionar sus propios bienes.

Posteriormente la Ley Municipal de 1877 recogía nuevas disposiciones sobre las Juntas Vecinales –art. 90–, manteniendo que los pueblos que tuviesen territorio propio, aguas, pastos, montes o cualesquiera derechos que les fuesen peculiares, conservarían sobre ellos su administración particular. Sin embargo seguía correspondiendo a los Ayuntamientos tramitar todo aquello que tuviese que ver con comunales y montes: expedientes de excepción, solicitudes y propuestas de aprovechamientos, pago del 10% destinado a mejoras, tramitación de las multas, etcétera.

A pesar que que la ley no les reconociese capacidades, los concejos siguieron funcionando. La razón de ello la explica Flórez de Quiñones: “Cuando uno de los pueblos agregados al término municipal necesita construir una escuela, concurrir con el Estado a la construcción de caminos vecinales; cuando precisan, en fin, cualquier otra mejora imprescindible, tienen ellos mismos que acudir a la tradición, a sus antiguas costumbres, que es del único modo que sus necesidades pueden ser atendidas. Esta es, acaso, una de las causas de la tenaz supervivencia del antiguo Derecho”. Es decir, la reacción de los pueblos frente al ataque del Estado que ponía en peligro su supervivencia, fue cerrar filas en torno a los viejos usos y costumbres. Por decirlo de otra manera, vieron que la ‘autogestión’ era la mejor manera de gestionar sus asuntos.

De esta manera hasta las décadas centrales del siglo XX, en muchos pueblos los concejos siguieron teniendo amplias competencias en el gobierno local y en la organización de la vida comunitaria. Literalmente dice López Morán:  “El concejo entiende en todo lo que afecta al régimen de la comunidad, y en ocasiones, en algo que se relaciona con la vida puramente privada. Hace el libro del pueblo ó reglamento que ha de regir durante el año la vida del común; toma acuerdos semanales acerca del pasto de los ganados; determina la apertura ó coto de los pagos y de los comunes, la corta de leñas en los montes, el arreglo de los caminos y días en que ha de practicarse, el riego de los prados y su forma, la elección de toros para las vacas y de sementales para las ovejas, la venta del abono de las majadas, reparación de los molinos y sus presas; acuerda acerca de la policía en las casas, en las calles, en los ríos y en las fuentes; entiende en la relaciones del pueblo con el ayuntamiento y con otros pueblos; juzga de la legitimidad de las multas impuestas por el guarda de frutos, pastos y montes, mandando apuntarlas a cargo del infractor, si o hay, ó, en otro caso á cargo del guarda; dispone la inversión de fondos, y toma cuentas de su administración á los Alcaldes de barrio salientes”.

Al igual que en siglos anteriores, tal y como ha estudiado Laureano Rubio, la fuerza del concejo residía tanto en el propio compromiso y sometimiento de los miembros de la comunidad, cuanto en la posibilidad legal de frenar la injerencia de elementos externos que pudiesen modificar de alguna forma el consenso o equilibrio social, necesario para la reproducción del régimen comunal.

A lo dicho por L. Rubio, hay que añadir que el concejo estaba legitimado por la comunidad, aspecto que se refleja en la toma de decisiones. En primer lugar, el concejo funcionaba como la asamblea de todos los vecinos (en la que además un hombre era un voto) lo cual implicaba anteponer el interés del grupo frente al individuo. En segundo lugar, la actuación del concejo tenía una dimensión moral de primer orden; no sólo regulaba aspectos de la vida religiosa de la comunidad, sino que organizaba los trabajos comunitarios, como hacenderas o veceras, e incluso establecía obligaciones solidarias con el resto de los vecinos. Por último, a pesar de la derogación de las ordenanzas, el concejo siguió legislando sobre la vida económica de los pueblos; como explican López Moran, Flórez de Quiñones o Ruth Behar, a finales del siglo XIX y principios del XX los vecinos siguieron redactando acuerdos, ordenanzas ganaderas, o libros de pueblo que, firmados por todos los vecinos, eran de obligado cumplimiento.

En el funcionamiento del concejo la costumbre tenía un gran peso. Es erróneo suponer que la costumbre era algo fijo e inmóvil y que en el siglo XX los concejos funcionaban y se regían por las ordenanzas como lo hacían en la Edad Moderna. También es erróneo pensar que los concejos son una reliquia del pasado; como veremos en otra entrada, las costumbres y tradiciones estaban en continuo cambio y  los concejos no han sido una excepción. En el último siglo y medio han pasado muchas cosas: una guerra civil y una dictadura de 40 años, hemos entrado en la Unión Europea, ya casi no queda gente en los pueblos, apenas vive gente de la ganadería y de la agricultura… Todos estos cambios han marcado la vida de los pueblos y han modificado el funcionamiento de los concejos, pero éstos han pervivido no como reliquias sino como instituciones válidas y legítimas.

De la historia se pueden aprender cosas. La principal lección aprendida de lo ocurrido en el siglo XIX es que frente las amenazas del exterior los pueblos optaron por sacarse ellos mismos las castañas del fuego y defender sus propiedades y gestionar sus asuntos como lo venían haciendo durante siglos…

(Continuaremos tratando del tema…)

Lo dicho: ¡Muchas gracias a Teresa García Montes y a Isabel Medarde (y también a la Asociación Cultural Faceira y a la Fundación Antonino y Cinia de Cerezales) por esta iniciativa! Estamos esperando el documental ‘como agua de mayo’…

Miguel Torga, escritor trasmontano y casi leonés


Para empezar bien el año, me gustaría recomendarles a un escritor que ha narrado mejor que nadie la vida de la gente del campo. Se llama Miguel Torga y nació a principios del siglo pasado en São Martinho de Anta en Tras Os Montes, esa región de Portugal con la que los leoneses tenemos tantas afinidades.

Torga no es un escritor demasiado conocido y descubrir su obra es un placer único. Sus cuentos, recogidos en varias obras (Bichos, Contos da Montanha, Rua, Novos Contos de Montanha, Pedras Lavradas), son de una belleza extrañísima. Su cuidada manera de escribir hipnotiza, y sus relatos e historias sobre la vida áspera de la gente de la montaña, aunque nos son familiares, trascienden todo tiempo y lugar. Los personajes de Torga son héroes que luchan con dignidad contra la fatalidad cotidiana.

Además de los cuentos, Torga publicó poesía, varias novelas (El Senhor Ventura, Vindima), libros de viajes (Portugal), varios volúmenes con sus diarios y una gran obra autobiográfica titulada «La creación del mundo». La mayoría de su obra está traducida al español y publicada por Alfaguara.

Para acabar les dejo con un trozo de un relato suyo sobre las rivalidades entre pueblos vecinos. En este caso, los protagonistas son Agarez y Donelo que rivalizaban en casi todo haciendo mofa unos de otros a la menor ocasión. Para escarnio de los de Agarez los de Donelo habían colocado en la torre, en el hueco del reloj que nunca llegó a comprarse, la estatua de San Blas; como era de esperar, los ánimos estaban soliviantados y los de Agarez estaban esperando tomarse la revancha. Así lo narra Torga:

“La procesión sale de la iglesia a las diez y media, y atraviesa Agarez antes de meterse sierra arriba camino de la ermita. Pero los de Donelo, en vez de presentarse a la hora debida, como los demás ¡no señor!: sólo cuando estaba pasando frente al crucero se les ocurre dar señales de vida.

Roberto en cuanto oyó el estallido de los petardos que anunciaban esa llegada provocadora, corrió hacia el palio a recibir las órdenes de Manuel da Tia, mayordomo principal, que llevaba una de las varas.

–Ahí vienen… –le dijo.

–Déjalos que vengan… –respondió el otro secándose el sudor de la frente-, hacemos como si no los viéramos…, que se pongan detrás si quieren. Y, según canten ellos, así bailamos nosotros…

–¡Calma! –recomendó el señor párroco, que entre dos acólitos –el padre Rego de Paços, y el padre Capão, de Covas_ llevaba la Santa Cruz apoyada en el pecho.

Los de Donelo entraron por el camino viejo. El paso, descomunal, se balanceaba como un castillo en noviembre. Iban cuatro hombre con cuerdas para evitar que se desplomase.

Los forasteros, ajenos a la intención mortificadora de aquella torre y de aquel reloj, admiraban asombrados aquella maravilla. Los de Agarez, se mordían los labios de rabia.

La procesión seguía su marcha. La música de Magueija, que alternaba con la de Constantim, tocaba el Queremos Dios. Las celadoras trajinaban lo suyo para que no deshiciésemos las filas.

El encuentro tuvo lugar en la Plaza. El fanfarrón de Rodrigo, como una cuba –el vino de Donelo es de los que se suben–, se adelantó unos pasos a sus compañeros y, solo en medio de la carretera, levantó las manos y gritó:

–¡Qué pare la procesión!

El animal del Peloto, que llevaba el estandarte y abría el cortejo, titubeó, apoyó el mástil en el suelo, y se quedó allí, tragando saliva, como idiotizado. Las imágenes, claro, también se fueron parando en seco.

Roberto, que, entretanto, había entrado en la venta del Tío Faustino a refrescarse la garganta, cuando volvió y le puso la vista encima a aquel bellaco, que cortaba el camino, perdió la cabeza. De un salto, se acercó al pendón y le gritó:

–Pero a ti, hijo de puta, ¿quién te ha mandado parar?

–¡Yo! –bravuconeó el de Donelo.

–¡Sigue adelante, so cagón! ¿Te da miedo un espantajo de éstos?

–¡Qué pare la procesión! –insistió el otro–. ¡Queremos ir en ella!

–Pónganse detrás, si quiere.

–¿Detrás?

–Y ya es un gran favor…

–Nosotros no somos perros para tener que ir detrás…

Y se armó el cisco. Sigue, no sigas, que sí, que no, y Rodrigo, cuando iba a meterse la mano en el bolsillo para tirar de la Mauser, ya tenía las tripas fuera.

Los de Donelo, apenas vieron caer a uno de los suyos, se pusieron ciegos de rabia: levantaron las cayadas y daban donde podían.

Griteríos, carreras, las varas del palio convertidas en estacas y el mismo padre Capão, pistola en ristre, defendiendo su pellejo y metiendo en cintura a los más enfurecidos.

No murió nadie, felizmente, pero fue lo suficiente para dejarnos acongojados. San Blas perdió un brazo y Santa Ana, que venía en las andas de Arca, se quedó completamente derrengada. El Chicanas recibió tal porrazo en la cabeza que le tuvieron que hacer la trepanación. A partir de entonces no volvió a estar en sus cabales (…)”

¿Qué les parece? Pues esto no es nada, comparado con los cuentos o los Diarios. Ya les digo que nunca un dinero fue mejor empleado que para comprarse los libros de Torga.

Cuidadín, que los comunales siguen en peligro…


09 Acarreo tractorSe acaba el año 2013. Para los pueblos de León ha sido un año complicado no sólo por la crisis, sino porque a lo largo de este año se tramitó y se acabó aprobando la Ley de Sostenibilidad y Racionalización de la Administración Pública que preveía la desaparición de las juntas vecinales.

Europa mandaba ‘adelgazar» la Administración Pública y al hombrecillo Montoro no se le ocurrió una mejor manera de reducir el gasto público que suprimiendo juntas vecinales y ayuntamientos. En cambio nada dijo de eliminar a los ‘Carromeros’ de turno, personajes sin oficio ni beneficio que, nombrados a dedo por los políticos, están comiendo la sopa boba a costa de ayuntamientos y otras administraciones públicas, y por ende de todos los ciudadanos. ¡Hay que ser sinvergüenza!

Es mucho lo que se ha escrito sobre lo que supondría la desaparición de las juntas vecinales. Así que en esta última entrada del año hemos recopilado unos pocos artículos de opinión publicados en la prensa leonesa sobre las consecuencias que podría tener la Ley Montoro.

Uno de los primeros en alertar sobre las consecuencias desastrosas de la Ley Montoro fue Laureano Rubio, catedrático de Historia de la Universidad de León, el cual en un artículo titulado Juntas vecinales, una supresión injustificable se preguntaba: «¿Qué va a ocurrir con ese patrimonio comunal o concejil que desde su titularidad gestiona cada comunidad a través de su respectiva junta? ¿Va a pasar el dominio y gestión a los ayuntamientos cuando en ellos no están representados los intereses de cada pueblo? (…) Acaso se olvidan que los propios concejos y sus juntas vecinales han sido y son los que llevaron el agua corriente a los pueblos, empedraron sus calles, defendieron el monte del fuego, administraron sus recursos, costeaban y siguen costeando con sus propios recursos la fiesta y no pocas asistencias sociales? Ante esto, ¿cómo pueden tener los legisladores españoles la desfachatez de suprimir las instituciones que en mayor medida representan y son garantes de pasado histórico y del futuro de nuestros pueblos?»

En El concejicidio evitable, el abogado y catedrático de Derecho de la Universidad de León, Carlos González Antón enumeraba numerosos argumentos que avalan el mantenimiento de las Juntas vecinales; además «el intento de transferir la titularidad de las históricas propiedades comunales provocará gravísimos conflictos no previstos y que amenazarán la convivencia local«.

Valentín Cabero, catedrático de Geografía de la Universidad de Salamanca, en ¿Ordenación del territorio o apropiación? alertaba sobre la amenaza inminente que se cernía sobre una gran parte de los pueblos y de los bienes comunales y públicos. Por otro lado, subrayaba que «la supresión de las juntas vecinales y la pérdida del control de sus recursos pueden convertirse en el hachazo definitivo y más doloroso para las áreas rurales más desfavorecidas y más necesarias para nosotros desde la perspectiva vital, medioambiental, cultural y económica«. Para Cabero, la supresión de la juntas vecinales podría ser la muerte definitiva del medio rural.

En términos similares se expresaba José A. Serrano, autor de una tesis doctoral sobre los comunales. En el artículo En defensa de lo comunal concluía que «Con una economía en manos de especuladores, se corre el riesgo de que los montes y las propiedades de los pueblos acaben vendidos a precio de saldo; es más, lo peligroso es que hoy con una economía globalizada estas propiedades acaben en manos de empresas extranjeras y que acabemos sintiéndonos extraños en nuestra propia tierra«.

En fin… Como dice el refrán: «A buen entendedor pocas palabras». Aunque se está diciendo que al final la Ley Montoro no suprimirá las juntas vecinales, habrá que tener siete ojos ya que como hemos alertado en otras entradas, el patrimonio de los pueblos es un bien muy goloso. ¿Por qué, si no, los ayuntamientos leoneses callan y otorgan? Así que: ¡Cuidadín, que el peligro no ha pasado!

Si crees que falta algún artículo importante, te animo a que dejes el enlace en los comentarios.

Ah! ¡Feliz y próspero 2014!

Los palomares o las pallozas también son cultura tradicional


Horreo AncaresHace unas semanas comentábamos que la cultura o el folclore son bienes comunes, que es necesario cuidar y proteger, ya que forman parte de nuestro bagaje cultural. También lo es la arquitectura tradicional, como las pallozas, los hórreos, o los palomares.

Os dejo con un video colgado en Youtube por La Utopía de Irma. Es una excelente metáfora de lo que está pasando en la provincia de León: al igual que los palomares, la provincia camina lentamente hacia la desaparición o la ruina…

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La foto es del hórreo de Balouta, en los Ancares; su autor es Abilio Estefania @elliodeabi , y en este enlace podéis acceder a su interesante blog.

Una tradición muy peculiar: el ramo leonés de Nochebuena


Hoy, 24 de diciembre, en muchos pueblos de la provincia de León en la misa de gallo se cantará y se ofrecerá el ramo a San Antonio, Santa Bárbara o a la Patrona del lugar. Es mucho lo que se ha escrito sobre el tema y en las líneas que siguen la idea es contarles algo que no les hayan contado ya sobre el ramo de navidad.

Es posible que, como señalan Nicolás Bartolomé y Emilio Gancedo en el Diario de León, en origen el ramo hubiese sido una rama de árbol de la que se colgaban los adornos y ofrendas. Es posible que sea una tradición anterior al cristianismo relacionada con el culto a la fertilidad y al solsticio de invierno.

No importa que en origen fuese una fiesta nacida como un rito de culto a la naturaleza. En los últimos siglos el canto del ramo de navidad tenía una importante carga social que no religiosa; es decir, era un acto social enmarcado en una tradición religiosa. A ver si soy capaz de explicarlo…

En las sociedades tradicionales, donde saber leer y escribir era el privilegio de unos pocos, las tradiciones y la cultura se trasmitían de forma oral. De la misma manera que de madres a hijas se trasmitían los saberes y la experiencia sobre la crianza de los hijos, la medicina tradicional, o la alimentación, la experiencia social se trasmitía a través de este tipo de celebraciones. Las tradiciones y el sentimiento de comunidad eran perpetuadas por la transmisión oral y el ‘ramo de Nochebuena’ era una de tantas del amplio repertorio que tenían las comunidades rurales.

Estas tradiciones y ritos eran el ‘pegamento’ que mantenían ‘unida’ a la comunidad. En este caso, el ramo, se llevaba a cabo en la iglesia del pueblo ya que era el lugar donde la comunidad se reunía en las fechas señaladas. La noche más larga y, quizás una de las más importante del año junto con la de San Juan, era una ocasión única para reunirse y celebrar. Quizás la mejor manera de hacerlo era con la ofrenda y el canto del ramo; las mozas lo dedicaban a la patrona, las niñas a Santa Bárbara, y los pastores a San Antonio.

El ramo, al igual que el pendón, tenía un fuerte sentido identitario. No hay dos ramos iguales, al igual que no hay dos pendones iguales. Además dentro de la propia celebración había una importante carga simbólica. Así por ejemplo el ramo a Santa Bárbara era ofrecido por una persona del lugar y luego subastado; no se oculta que había una cuestión de estatus y de poder detrás de ello. También el canto del ramo a veces funcionaba como ‘válvula de escape’ de las tensiones sociales; en el ramo que cantaban los pastores se expresaban preocupaciones, demandas, e incluso hay lugar para la sátira o la crítica a algunos vecinos del pueblo. No era algo improvisado. El ramo era algo preparado y ensayado… 

Por último, esta celebración era reflejo de la vida en los pueblos y de los ciclos ligados a la naturaleza y a las estaciones. Cada año por esta época, cuando se acababa un ciclo agrícola y estaba a punto de empezar otro, había que agradecer los frutos y pedir por el año que estaba a punto de empezar. De alguna manera, las tradiciones formaban parte de ese sentido circular de la vida; de ese empezar de nuevo cada año encomendándose a la providencia. Al igual que otras muchas tradiciones, el ramo desapareció en paralelo a la actividad agraria y ganadera… hubo un momento que ya no era necesario pedir a Santa Bárbara por las cosechas, ni a San Antonio por los ganados.

En fin. No quiero aburrirlos más. Que me alegra que se haya recuperado el canto del ramo en los pueblos y que ‘el ramo leonés’ luzca en las casas. Quizás algún día recuperemos un poco del sentido identitario que tenía…

Lo dicho: ¡Qué tengan de verdad una feliz nochebuena!

 

Si a alguien le interesa el tema y quiere saber cómo era el rito del ramo le recomiendo este artículo de José Luis Díez Pascual sobre Pobladura de la Sierra y esta otra publicación de Francisco J. Fuente Fernández sobre el ramo de Navidad en la Montaña de Riaño.

La foto que acompaña el texto está tomada de Wikipedia y es de Santiago Pastrana (@pastranec)

Os dejo también con un video del canto del ramo en Cistierna

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