Caciquismo y comunales


Hoy martes, 17 de diciembre, está previsto que el Senado apruebe la polémica Ley de racionalización y sostenibilidad de la Administración Local que pone en el punto de mira a las juntas vecinales y a los bienes de los pueblos. Finalmente parece que la ley permitirá que las juntas vecinales mantengan su personalidad jurídica, con lo cual en los próximos días veremos como los representantes leoneses en Madrid, tanto populares como socialistas, tratan de anotarse el tanto. Lo triste es que, con todos los respetos, esta manera de gestionar los asuntos de los pueblos no deja de ser una versión actualizada del tradicional caciquismo.

Precisamente esto del caciquismo es viejo. Aunque pueda parecer sorprendente, en la provincia de León gracias a las redes clientelares, entre otras razones, los comunales han pervivido hasta la actualidad. ¿No te lo crees? Sigue leyendo el resto de la entrada, y quizás me des la razón.

Cuando a mediados del siglo XIX se planteó la desamortización de Madoz, los poderes políticos provinciales y las redes caciquiles que de él se derivaban, como alcaldes, gobernadores, e incluso diputados en Madrid intermediaron y defendieron a los pueblos para que éstos continuasen disfrutando de los montes leoneses. ¿Por qué sucedió así?  Porque a la vez que los caciques satisfacían las necesidades de sus “clientes” afirmaban su poder en las zonas rurales; un ejemplo de ello es la labor de Alonso Cordero diputado en Madrid, que “intermedió” en compras colectivas de montes por parte de los vecinos de los pueblos.

Para mantener las redes de poder caciquiles era imprescindible que los pueblos conservasen sus montes o que los que fuesen vendidos fuesen adquiridos por los caciques. La estrategia era doble: por un costado, los representantes políticos intervinieron en defensa del comunal en la mayoría de comarcas; por el otro costado, allí donde los comunales fueron vendidos, mediante las cesiones /arriendos a los campesinos de las redes clientelares, la burguesía urbana y los grupos rentistas podían controlar el voto de las áreas rurales. Además, la forma cómo se llevaron a cabo las desamortizaciones consolidó las relaciones caciquiles.

También el caciquismo jugó un rol importante en la gestión de los montes que quedaron en manos de los pueblos.  El entramado caciquil, cuya figura central en la provincia era el Gobernador Civil también fue clave a la hora de tramitar u ocultar infracciones forestales. En la provincia de León se comprueba como durante la segunda mitad del siglo XIX los alcaldes de los ayuntamientos ni el Gobierno Civil no colaboraron en la tramitación de las denuncias impuestas por el Distrito Forestal de León; así, muchas denuncias impuestas por los empleados forestales o la Guardia Civil eran paradas por el gobernador. Ello tuvo su parte positiva y negativa; lo positivo es que los pueblos estaban amparados frente a los ingenieros de montes que, ignorando los usos tradicionales del monte, ponían multas desproporcionadas a diestro y siniestro; lo negativo fue que los caciques de los pueblos con contactos políticos, y sabiendo que las denuncias no iban a ser tramitadas, podían hacer lo que les viniese en gana con el monte.

Durante el siglo XIX, los caciques controlaban la vida social y económica de comarcas enteras, y en períodos electorales se encargaban de los manejos destinados a promover el candidato elegido en Madrid. Dentro de las sagas de caciques leoneses, destacan figuras como Demetrio Alonso Castrillo, el cual ocupó el cargo de Gobernador Civil, y en el tiempo que fue Diputado en Madrid medió entre los pueblos y la Administración para la compra de montes; Eduardo Dato, diputado por el distrito leonés de Murias de Paredes, que llegó a ministro de Gobernación; o Fernando Merino, yerno de Sagasta y diputado a Cortes por León desde 1891 hasta 1923 por los distritos de La Vecilla y Riaño y ministro de Gobernación en 1910. ¿Les suena esta manera de proceder?

Parece que las cosas no han cambiado demasiado. Aparentemente el leonés del medio rural es un persona esencialmente libre, pero sigue delegando muchos de sus asuntos el cacique de turno, llámese diputado provincial, alcalde del ayuntamiento o senador en Madrid. Sin embargo, en el siglo XIX cuando los caciques defendían los intereses de los pueblos, estaban defendiendo el suyo propio; hoy en día, los votos se recogen en ciudades como León, Ponferrada, San Andrés del Rabanedo, o  Astorga y no en los pueblos pequeños. A todo ello se añade que desgraciadamente, las decisiones de lo que compete a León, se toman en Valladolid. En fin… pinta mal la cosa: aunque en esta ocasión se salvó la bola de partido, los caciques no se juegan nada en los pueblos de León.

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Santificarás las fiestas… aunque sean de origen pagano


 

Hoy, 13 de diciembre, en distintas localidades leonesas se celebra la festividad cristiana de Santa Lucía, que literalmente significa ‘portadora de luz’, o ‘la que trae la luz’. Lo que mucha gente desconoce es que esta festividad tiene un origen pagano, relacionado con el culto a la naturaleza y la celebración del solsticio de invierno.

Es bien conocido que la Iglesia durante los primeros siglos de su existencia trató de prohibir todos aquellos cultos considerados paganos. Sin embargo, a pesar de las prohibiciones, en las zonas rurales de León y de otras partes de Europa se siguieron manteniendo ritos y celebraciones relacionadas con la fertilidad y la naturaleza. Como dicen en León ‘Pa’ con Dios, hay que tener del carro’; es decir, los campesinos siguieron manteniendo aquellas costumbres que pensaban que favorecían una mejor cosecha, unos animales más sanos, etc. Por su parte la Iglesia visto que no podía erradicar esas celebraciones las ‘asimiló’.

– Que la gente sigue con el culto al agua y al fuego y celebra el solsticio de verano, pues ponemos ahí la festividad de San Juan Bautista (24 de junio). – Que poco antes de la cosecha, se siguen ritos para purificar campos y animales, ponemos a San Antonio (17 de enero). – Que los campesinos siguen celebrando el solsticio de invierno y el re-nacimiento del sol, ponemos el nacimiento de Dios (24 de enero). – Que siguen encendiendo hogueras para ‘acompañar’ la llegada de la luz y de los días que van creciendo, buscamos un santo o una santa que tenga que ver con la luz, y ¡mira tu por dónde! tenemos a Santa Lucía (13 de diciembre), una mártir del siglo III d.C. que significa ‘la que trae la luz’…

Y así se podrían enumerar una larga lista de ritos o festividades paganas que han sido ‘asimiladas’ por el culto católico. No se oculta que de esta manera, al incluir los cultos populares en su propio calendario, la Iglesia afianzaba su poder y legitimidad.

En lo que se refiere a Santa Lucía, antiguamente la festividad se celebraba el 23 de diciembre y de ahí que queden dichos en el refranero como «Por Santa Lucía, se acortan las noches y crecen los días», o «En llegando Santa Lucía, un palmo crece el día». De hecho, en países como Suecia se sigue celebrando Santa Lucía como festividad asociada a la luz y a la lucha que cada año se produce entre la oscuridad y la luz. Precisamente, antiguamente en Escandinavia, donde los inviernos se caracterizan por la falta de luz, la principal celebración del año era la festividad de Yul y el re-nacimiento del Sol; era una fiesta centrada en la familia, y dedicada a la fertilidad y los solsticios, con especial atención a los antepasados y la hospitalidad hacia los forasteros.

Para los curiosos, hay que señalar que Lucía de Siracusa, la santa cristiana que da origen a la festividad, fue una devota mujer conocida por su generosidad y fidelidad. Obligada a casarse con un pagano, parece ser que se negó por lo que fue martirizada. Quizás era ciega, o le arrancaron los ojos (esta parte de la historia no aparece hasta el siglo XVI en las hagiografías de la santa) de ahí que sea representada con un plato con sus ojos.

En fin… aunque aparentemente Santa Lucía sea una festividad religiosa, también se celebra que, de alguna manera, la luz se impone a la oscuridad. Por ello: ¡feliz Santa Lucía! y que la santa nos haga más lúcidos y traiga un poco luz para ir saliendo de la oscuridad que nos rodea…

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¿Se celebra Santa Lucía en tu pueblo? Coméntalo en el blog. Nos gustaría saber en qué pueblos se celebra esta festividad, y cómo se celebra o celebraba en el pasado.

La desamortización de Madoz o el intento de quitarle las propiedades a los pueblos


Quizás un ministro como Montoro, aparentemente bastante mediocre, acabe pasando a la historia. Podría darse (aunque sería penoso) pasar a la posteridad por haber hecho desaparecer las juntas vecinales y  los bienes de los pueblos gestionados por éstas.

De alguna manera sería poner el final a siglos de historia y de resistencia a los ataques del Estado. Como ya contamos en otra entrada del blog, los comunales siempre han estado amenazados. Cuando más comprometida estuvo su existencia fue en el siglo XIX con los gobiernos liberales, ya que su idea era acabar con aquellas formas de propiedad –como los comunales–  ‘incompatibles’ con el modelo de propiedad liberal que se buscaba imponer; en segundo lugar otra de las finalidades de la venta de los bienes de los pueblos era aumentar el número de propietarios y atraer adeptos al régimen liberal; en tercer lugar no se oculta tampoco que la Hacienda Pública necesitaba obtener más dinero (¿les suena de algo?).

De esta manera, el 1º de mayo de 1855 (por aquella época los primeros de mayo no eran festivos), el ministro de Hacienda de la época, Pascual Madoz, presentaba a las Cortes un proyecto de Ley de Desamortización que declaraba enajenables, entre otros, “todos los predios rústicos y urbanos, censos y foros pertenecientes al Estado, y (…) a los propios y comunes de los pueblos”. A partir de ese momento cualquier finca reclamada por un comprador debía ser sacada a pública subasta. También se establecía que la posibilidad de exceptuar de la venta algunos predios que tuviesen una clara funcionalidad social como eran los montes y algunos terrenos de aprovechamiento común; así por ejemplo en provincias como León, situada en la parte montañosa de España, fueron exceptuadas amplias superficies de montes.

León fue una de las provincias de España donde se desamortizó una menor superficie de comunales y montes de los pueblos, si bien hubo comarcas como El Bierzo o Tierra de Campos donde las ventas de comunales sí que fueron importantes. Parece que los bienes de los pueblos más vendidos eran aquellos a los cuales se les podía sacar una mayor rentabilidad económica como molinos, quiñones de cultivo, o incluso puertos de merinas. Sin embargo llama la atención que en León la venta de los pueblos no tuviese el mismo alcance que en otras áreas del país. Las razones parecen haber sido varias; en primer lugar el propio Estado dejó fuera de la venta amplias superficies (más de 400.000 hectáreas de montes fueron exceptuadas de la desamortización); en segundo lugar parece que se privatizó poco porque la mayoría de los comunales eran montes, y únicamente en aquellas comarcas donde podían ser roturados y sometidos al cultivo agrícola despertaron un mayor interés por parte de los compradores. Sin embargo, en León hubo comarcas donde las tierras sacadas a subasta tenían una clara funcionalidad agrícola y no se privatizaron –por ejemplo en la Ribera del Órbigo–, y ahí entran precisamente las formas de organización como los concejos abiertos de vecinos y la significación de estos bienes y espacios colectivos en las formas de organización social.

Se intuye por tanto que, en tercer lugar, hubo un consenso social para el mantenimiento de los bienes comunales. Amplios sectores de la sociedad leonesa se mostraron contrarios a la venta de los montes, tal y como se reflejó en la prensa. Uno de los periódicos más beligerantes contra la venta de los montes fue El Porvenir de León, de orientación demócrata progresista y ligado a la figura del republicano Gumersindo de Azcárate. Esta publicación se argumentaba que las desamortizaciones no solucionaban los problemas reales  y además habían empobrecido a los grupos sociales con menos medios de producción. Es decir, con la venta de los pastizales, las dehesas boyales y los pastos en común, indispensables para la reproducción de las economías de aquellos más pobres, se estaba haciendo más daño que beneficio. También desde la prensa conservadora se criticó la desamortización de los montes argumentando que no era muy conveniente que los montes pasaran a propiedad particular por la incapacidad de los vecinos para conservarlos y por los efectos que los montes tenían sobre las aguas, la agricultura y la vida en general, los cuales se verían mermados en caso de ser vendidos.

En resumen, uno de los factores –quizás el más importante– que explicaría la escaso impacto de la desamortización civil en la provincia de León sería la resistencia del campesinado a perder  los comunales y, en consecuencia, de las estrategias puestas en marcha por comunidades vecinales para defender usos y recursos comunales. Quien quiera sacar conclusiones, que las saque…

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Si estás interesado en el tema y quieres conocer el volumen, las características, los ritmos y otros detalles de la desamortización en la provincia de León puedes consultar el capítulo 3 de la tesis doctoral de José A. Serrano Álvarez y a la que puedes acceder libremente haciendo click aquí.

Menos pendones, y mas c…


Antes de nada, les aviso para que no se lo tomen a mal: esta entrada del blog es una opinión más, con la que pueden estar de acuerdo, o no. Y ya les advierto también que toda discrepancia serena y argumentada es buena.

De un tiempo a esta parte en la provincia de León son muchos los pueblos que han decidido recuperar el pendón. Loable iniciativa, pero (siento verlo así) todo esto poco tiene que ver con la recuperación de la cultura. La cultura tradicional leonesa agoniza. Lo de los pendones es pura frivolidad, como lo de las fiestas medievales y toda la parefernalia asociada. Dejamos perder la esencia y nos contentamos con recuperar lo superficial.

La cultura tradicional leonesa, antaño vigorosa, hoy agoniza asfixiada a partes iguales por la desidia, la frivolidad y la ignorancia. En el camino a la modernidad se ha perdido la esencia de las cosas, y no va a ser fácil recuperarla. Basta echar un vistazo a las casas construidas últimamente en los pueblos. Son feas, feas, feas. ¿Dónde está la piedra, la pizarra, la teja, la madera, o el barro que siempre se utilizó? ¿Dónde están las galerías y los pórticos, tan comunes en otra época? Ya no se construyen casas con puertas de entrada de madera. Ahora todas las casas tienen una puerta de aluminio blanca, tipo Downing Street. Penoso. Por supuesto, no toda la culpa es de quien construye. No hay una regulación municipal que favorezca embellecer los pueblos. Tampoco hay apoyo a la construcción tradicional.

Aprovechando que son las fiestas del pueblo celebramos justas medievales, que eran el pasatiempo de cuatro nobles ociosos, y dejamos desaparecer la cultura de los antepasados, lo tradicional, las raíces verdaderas. Y las raíces de lo leonés están en el campo, en los pueblos, en lo rural. Además, mucho torneo y mucho mercadillo medieval, pero a duras penas podríamos nombrar dos reyes leoneses (y si no valiese nombrar a Ordoño II, el acertijo sería imposible de adivinar).

Los saberes y costumbres tradicionales se han ido perdiendo. Recuperamos el pendón, el magosto, o el ramo de navidad, pero ¿quién sabe preparar embutidos, manteca de vaca, queso o jabón? ¿cuánta gente conoce las hierbas medicinales que abundan en nuestra provincia? Las preguntas son muchas: ¿cómo están los montes, las fuentes, los caminos tradicionales? ¿por qué en los parques de León no se encuentra un solo roble o encina? ¿cuántos menores de 70 años utilizan boina? ¿y galochas o capa? ¿qué pasó con las ruinas de Lancia? ¿cuántos libros se publican sobre León? ¿dónde está la mantequera leonesa? ¿cuántos oficios tradicionales se mantienen en la provincia?… Mucho reclamar y culpar a Valladolid pero, ¿estamos haciendo los deberes para recuperar lo ‘nuestro’?. Mucha cuna del parlamentarismo, pero ¿qué peso político tiene hoy León? ¿dónde están los concejos de vecinos? En fin…

Porque, se quiera reconocer o no, las formas de gobierno tradicionales han desaparecido o están en vías de hacerlo; ¿en cuántos pueblos se siguen llevando a cabo los concejos abiertos de vecinos para tomar las decisiones? ¿en cuántos pueblos se mantienen las hacenderas? Los pueblos están abandonados confiando en el Estado provisor. Pues nada, ¡a seguir confiando! que como la Ley Montoro se acabe aplicando y desaparezcan las juntas vecinales, ya no hay más cuentas que echar: ¡adiós, muy buenas! ¡se acabó!

En fin. Ahí queda eso. Como rezaba el título de este post: ¡Menos pendones, y más CULTURA!.

Ya saben, que sus comentarios son bienvenidos.

La foto que acompaña la entrada es de Javier Díaz Barrera (javierdiazbarrera.es) on Foter.com / CC BY-NC-ND

Riaño como «tragedia de los cerramientos»


En una entrada anterior, hacíamos referencia a la ‘tragedia de los comunales’. Decíamos que allí donde se privatizaron los comunales, los campesinos más pobres se vieron despojados de sus medios de vida, ocurriendo la llamada ‘tragedia de los cerramientos’ (Tragedy of Enclosure, en inglés).

La privatización o cerramiento (enclosure) de los comunales ocurrido a lo largo y ancho de la mayoría de países europeos durante los siglos XVIII y XIX fue un verdadero drama. Miles de campesinos desposeídos de sus comunales vagaban por los campos en busca de trabajo, viéndose obligados finalmente a emigrar a las ciudades y los centros industriales, donde hacinados subsistían con salarios míseros.

En España, con la desamortización de Madoz se pusieron en venta los bienes de los pueblos, lo que en algunos casos tuvo como resultado la venta de molinos, fraguas, cantinas, quiñones, montes o puertos de merinas. Posteriormente, con la intervención del Estado en los montes se vio limitado el acceso a las leñas, maderas, o pastos. Antonio Ortega Santos en su libro «La tragedia de los cerramientos: desarticulación de la comunidad en la provincia de Granada» estudia este proceso para Andalucía, afirma que con los “cerramientos” y la intervención estatal en los montes se subordinó la lógica de la subsistencia a la lógica del mercado. Es decir, allí donde los comunales fueron privatizados, la prioridad de los compradores era hacer dinero con ellos: se talaron bosques, se roturaron montes, y se impusieron arrendamientos abusivos a quienes los venían explotando. Por otro lado con las restricciones impuestas por el servicio forestal, aprovechamientos del monte que eran gratuitos fueron prohibidos y sacados a subasta; por tanto, si alguien necesitaba maderas o leñas, debía acudir al mercado a comprarlas. 

En León, como ya veremos, la desamortización de Madoz no tuvo demasiada importancia. Sin embargo en aquellas comarcas donde hubo privatizaciones es posible que ocurriese como en el resto de España, que el pequeño campesinado quedase excluido de los beneficios ya que las oligarquías gobernantes habrían utilizado las reformas agrarias en su provecho adquiriendo tierras. En León, es posible que, allí donde los comunales fueron vendidos, los campesinos más pobres se viesen despojados de recursos que eran fundamentales para su supervivencia (tampoco hay que olvidar, no obstante, que el uso de muchos de estos bienes ya había sido privatizado, dado que eran bienes de propios, arrendados al mejor postor.

Una versión de la tragedia de los cerramientos en la provincia de León podría ser la desaparición de numerosos pueblos bajo los pantanos. El ejemplo más evidente es Riaño, donde para satisfacer los intereses de las empresas eléctricas y de unos pocos regantes fueron anegados los pueblos  y propiedades de Anciles, Éscaro, La Puerta, Huelde, Burón, Pedrosa, Salio y Riaño. Imagino que los vecinos fueron indemnizados por las fincas que perdieron, pero ¿qué indemnización recibieron por los comunales que quedaron bajo el pantano?. Lo grave no fue sólo que los vecinos tuviesen que abandonar los pueblos y sus medios de vida sino que la construcción de la presa, para satisfacer intereses de unos pocos, dejó tocado de muerte todo el valle.

Una vez más los bienes comunales de toda la provincia de León están en peligro y un nueva tragedia se cierne sobre ellos: La Ley Montoro. Si los bienes de los pueblos pasan a ser gestionados por los ayuntamientos, visto el endeudamiento de éstos, el peligro es evidente. Parece que de nuevo se quiere expulsar de la tierra a los pocos agricultores y ganaderos que viven de ella. Los pueblos de León agonizan por el envejecimiento y porque apenas queda gente que trabaje las tierras. Si desaparecen las juntas vecinales estaríamos contemplando una nueva versión de la ‘tragedia de los cerramientos’. De la misma manera que el pantano de Riaño perjudicó a toda la comarca, estas medidas no sólo afectarían a quienes dependen de los comunales, sino a la provincia entera. Es triste reconocerlo, pero hoy en día, los pocos agricultores y ganaderos que quedan, son los que mantienen a los pueblos con vida.

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Foto: J.M. Pando Barrerro / Color: Antonio Aláiz

Elinor Ostrom, un premio Nobel por el estudio de los comunales


Elinor OSTROM

Fíjense en la foto. Se trata de Elinor Ostrom, la primera mujer en recibir el Premio Nobel de Economía por su «análisis de la gobernanza económica, y especialmente los comunales». Efectivamente, Elinor Ostrom fue una politóloga americana que, entre sus muchas aportaciones a las ciencias sociales, destacó por su estudio de los recursos de propiedad común o ‘common-pool-resources’ en terminología anglosajona.

Ostrom,  a diferencia de lo que sostenía la teoría económica tradicional que consideraba que la mejor manera de administrar los comunales era la privatización o la supervisión por una autoridad central, demostró que el autogobierno podía ser más eficiente. ¿Recuerdan la entrada en este blog sobre la ‘tragedia de los comunales’?, pues básicamente Elinor Ostrom defendía lo contrario que Garrett Hardin. En esencia, tal como indica Sandro Pozzi en el obituario publicado en El País (y al que podéis acceder en este enlace), «su trabajo trató de probar que ni la gestión pública ni la privatización son siempre la mejor alternativa posible. Y demostró que las comunidades, cuando están bien organizadas, son más eficaces y logran un uso más sostenible de los recursos porque tienen un conocimiento más directo de la realidad”. 

Ostrom ha venido a ratificar que se justifica la existencia, el uso y la gestión de los bienes comunales por parte de pequeños campesinos y ganaderos. En una entrevista publicada con motivo del Nobel decía: “Hemos estudiado varios cientos de sistemas de irrigación en el Nepal. Y sabemos que los sistemas de irrigación gestionados por los campesinos son más eficaces en términos de aprovisionamiento de agua y presentan una mayor productividad que los fabulosos sistemas de irrigación construidos con la ayuda del Banco Mundial y la Agencia Norteamericana de Ayuda al desarrollo (USAID), etc. Así, sabemos que muchos grupos locales son muy eficaces”. 

Lo interesante es que Ostrom hace estas afirmaciones en base a estudios empíricos y experiencias históricas, y en este sentido su trabajo y el premio recibido ha sido inspiración y un empuje a todos aquellos que estudian los bienes comunales.  Su obra más importante es Governing the commons. The evolution of institutions for collective action, publicada en 1990, y que a pesar de su importancia nunca ha sido publicada en España (sí en Méjico bajo el título El gobierno de los bienes comunes. La evolución de las instituciones de acción colectiva, y que además es fácil de encontrar en .pdf en internet)

Tendremos ocasión de volver sobre la obra de Ostrom, pero si te interesa el tema en estos enlaces puedes consultar una entrevista que otorgó cuando se supo de la concesión del Nobel en 2009 y un artículo en la prensa sobre sus aportaciones.

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