La entrada de hoy es de esas medio pesadas, que trata sobre cosas de historia. Y, ya saben ustedes de sobra, que los historiadores somos unos aburridos y unos ‘pesaos’ que nos gusta dar la lata con ‘nuestras’ cosas.
En la entrada de la semana pasada contábamos que hubo pueblos que, aprovechando la venta de los bienes de la Iglesia, compraron montes y otras propiedades que pasaron así a ser comunales. También en otra entrada nos referimos a dos ‘cosinas’ que conviene tener en cuenta; una es que a principios del siglo XIX una parte importante del territorio español estaba en las consideradas «manos muertas» (principalmente la Iglesia); la segunda ‘cosina’ a tener presente es que los concejos de vecinos arrendaban montes, cotos redondos o quiñones que eran explotados colectivamente por todos los vecinos.
Bien. La entrada de hoy va dedicada a las grandes fincas del clero sacadas a subasta; en este cuadro se ofrece un listado con alguna de esas grandes fincas:
Aunque en el cuadro no están incluidas todas las grandes fincas, sí que salta a la vista la gran extensión de éstas y el ‘carácter’ comunal al que aludíamos; así por ejemplo, las 939,41 hectáreas de terreno pertenecientes al Monasterio de San Esteban de Nogales (397,02 hectáreas de «apréstamos», 157,8 has. de monte alto, y 101,45 hectáreas del despoblado de La Vizanica), eran aprovechadas de forma colectiva por los vecinos del pueblo (San Esteban de Nogales) bajo la forma de foro (posteriormente fue redimido por los vecinos, que de este modo pasaron a ser propietarios de las fincas).
Como dijimos, algunos concejos aprovecharon para comprar estas grandes propiedades del clero aunque la Administración del Estado les diese ninguna facilidad. En primer lugar no permitió la división de estas fincas en lotes más pequeños lo que claramente favorecía a los más ‘ricos’, a los que tuviesen grandes fortunas y no a los pequeños propietarios.
Además, como pueden imaginar, en el caso que un concejo quisiese hacerse con una de estas propiedades todo eran obstáculos: había que poner de acuerdo a todos los vecinos, había que buscar el dinero, había que buscar un intermediario que fuese a la subasta a Madrid, etc. En segundo lugar, como veremos en una próxima entrada, el poder económico y político se confabularon para quedarse con estas apetecibles propiedades. Pura especulación, ya que en algunos casos la venta de la madera ya cubría el precio de tasación de la finca y además esta se podía seguir arrendando a los vecinos que ya las venían explotando.
Estas grandes fincas despertaron muchísimo interés de los compradores de bienes desamortizados de este período; sin embargo, se desconoce qué paso con muchas de ellas, como por ejemplo la Dehesa de La Mata del Moral de unas 930 hectáreas. Aunque uno sepa quien fue el comprador queda saber qué pasó con los vecinos de los pueblos que explotaban estas fincas y las consecuencias de su ‘privatización’: ¿pasó el comprador a cultivarlas directamente y los vecinos fueron ‘desposeídos’ de la tierra que habían venido explotando durante siglos? ¿se mantuvieron las mismas condiciones económicas o fue aumentado el precio de los arriendos quedando excluidos los más pobres?
Lo que sí sabemos es que con motivo de las desamortizaciones se gestaron las grandes fortunas agrarias de la provincia de León; así por ejemplo, el Marqués de Astorga durante el Trienio Liberal adquirió en Astorga 287 fincas pertenecientes al Priorato de Villavicencio de los Caballeros; el Marqués de Montevirgen y el de San Isidro compraron fincas de los monasterios de San Marcos y de San Claudio de la ciudad de León; también Felipe de Sierra-Pambley compró varios puertos de en la zona de Laciana.
Precisamente, en una próxima entrada veremos los ‘chanchullos’ de los compradores (políticos y altos funcionarios del Estado) para quedarse con las mejores propiedades de la Iglesia.