El fracaso de las primeras ordenaciones de montes en la provincia de León


 

La intervención de los forestales en la provincia de León en la segunda mitad del siglo XIX y primer tercio del siglo XX fue una calamidad, un desastre sin paliativos… acá un poco de historia del tema.

Aunque con anterioridad se habían dado algunas instrucciones para la ‘ordenación’ de los montes públicos[86], no sería hasta 1890 con la creación del Servicio de Ordenaciones, dependiente directamente de la Junta Consultiva, cuando comenzarían de verdad la ordenación de los montes públicos, dejando de figurar los montes ordenados en los PAFs. Cuando un monte era sometido a ordenación se establecía también un «Plan de Aprovechamientos y Mejoras»[87], en el cual se detallaba el tipo de aprovechamientos de productos primarios, esto es las maderas y el plan de cortas; en segundo lugar aparecían los productos secundarios como las leñas, los pastos, el ramón, la caza o incluso los cultivos agrícolas; y finalmente el plan se concluía con el Plan de Mejoras, esto es las siembras, cerramientos, los aclareos, etc.; el fin último no era otro que someter los montes a las leyes económicas[88].

De acuerdo a los datos presentados en el Cuadro 4.1, lo primero y más llamativo es que las ordenaciones comenzaron en aquellos montes que se encontraban en mejor estado; es decir, los trabajos se iniciaron en los montes de la zona de Riaño donde estaban los mejores montes. En segundo lugar, la superficie de montes sometida a ordenación fue muy pequeña, comparada con otras provincias de Castilla y León como Segovia o Soria, pero las producciones maderables no eran nada despreciables comparadas con el resto de montes maderables; por ejemplo en el Plan de aprovechamiento forestal de 1901 a 1902 se consignaba la extracción “únicamente” de 2.125 metros cúbicos de madera de la totalidad de los montes leoneses, mucho menos de lo consignado para los 5 montes incluidos en el 1er Grupo de Riaño. Algo similar ocurría unos años más tarde, en 1904, ya que de algo más de 900 montes del Catálogo de Utilidad Pública se extraían anualmente 1.400 m3 de madera, mientras que 13 montes sometidos a ordenación producían 13.452 m3.

De los datos se infiere que en cuanto a orientaciones productivas se pretendía dar un salto cuantitativo y cualitativo grande; cuantitativo, porque se incrementó notablemente la producción maderable de algunos montes y, cualitativo porque este cambio en la orientación productiva de los montes tuvo unas consecuencias negativas y en parte no previstas. Respecto a la orientación cuantitativa, como las cifras indican, a partir de este momento y con la puesta en marcha de las ordenaciones se pretendió hacer un doble uso del monte. Por un lado estaban aquellos montes destinados a la producción maderera, situados en la parte más septentrional de la provincia; y por otro lado aquellos montes que, “abandonados” por la Administración forestal, se dedicaban al pastoreo, y en los cuales ésta se había de conformar con cobrar el 10% de los aprovechamientos. Con el pretexto de aumentar la producción de los montes, la idea era ir sometiendo al resto de los montes progresivamente a ordenación, ya que el destino de éstos iba quedando claro que era el producir madera. En cuanto a la orientación cualitativa, a pesar de la retórica forestal, y de haber sido creado el concepto de utilidad pública y de todo el discurso conservacionista, detrás de las ordenaciones había un claro criterio economicista, como ya señalé. Como se verá en los párrafos siguientes el resultado fue que estas ordenaciones contribuyeron más a la destrucción de los montes que a su restauración.

Las ordenaciones de montes concluyeron con un rotundo fracaso y paralizadas a petición de las Juntas Administrativas de los pueblos propietarios o por iniciativa de los Ingenieros encargados de ejecutarlas, que se dieron cuenta de la imposibilidad de realizar cortas tan intensas. Así, por ejemplo, en julio de 1929, un vecino de Riaño realizó una denuncia ante el Gobernador Civil, formulando cargos por abusos contra el personal de guardería y contra los encargados de la dirección de los aprovechamientos en los montes ordenados 1er Grupo de Riaño, lo que obligó al Ingeniero Jefe a abrir un expediente y a paralizar los aprovechamientos en los referidos montes[89]. Ésta fue una de las muchas irregularidades cometidas por la Administración forestal, sobre las cuales tendremos ocasión de entrar en detalle. Incluso, años más tarde de comenzadas las ordenaciones, la propia Administración forestal reconoció que la historia de éstas fue “bien lamentable y anormal” y que la mayoría de los montes no debieron ordenarse, o de haberlo hecho, se debería haber hecho con más conocimiento y criterio[90]. Como reconocía el ingeniero Jefe del Distrito en 1940, a excepción del monte nº 584 perteneciente a Almanza, el resultado de las ordenaciones “no ha sido otro que empobrecer su capital maderable hasta llegar á su agotamiento en alguno de ellos, sin conseguir ninguna ó casi ninguna repoblación natural”, aunque en algunos, como reconoce este informe, se habían conseguido repoblaciones artificiales de pinos[91].

Repasando un poco esta historia de los montes ordenados destacan varios aspectos, entre ellos la inutilidad de unos cálculos que, aunque avalados por la experiencia científica, llevados a la práctica se demostraron erróneos. A pesar de que uno de los objetivos teóricos de las ordenaciones era aumentar las producciones maderables, en la práctica se comprobó cómo la posibilidad maderera de los montes se fue reduciendo progresivamente:

1) El 1er Grupo de montes de Riaño. A estos montes, cuyo estudio de ordenación se terminó en 1900, se les asignó una posibilidad inicial de 5.500 metros cúbicos en su conjunto (4.387 metros cúbicos de roble y 1.113 de haya). Por diversas incidencias ocurridas con la sociedad rematante –La Unión Resinera Española– sólo se realizaron dos aprovechamientos anuales, revisándose de nuevo este plan en 1915. En ella, la posibilidad se estimaba en 3.669 metros cúbicos de roble y 972 de haya, sumando un total de 4.641 m3 el total; de acuerdo con esta nueva posibilidad se ejecutaron los aprovechamientos de 1915-16 a 1918-19, pero al llegar a este último año, y en vista de la escasez de existencias se produjo un conteo y se decidió una nueva reducción de la posibilidad. Con arreglo a ésta se ejecutaron los planes correspondientes a los años forestales comprendidos entre 1919-20 y 1922-23, efectuándose una nueva revisión, la 3ª, cuyo resultado fue la reducción de la posibilidad a 793 metros cúbicos (443 de roble y 350 de haya). Finalmente, por Real orden de 25 de enero de 1924 se suspendieron las cortas de roble.

En 1925, se levantó dicha suspensión, y con la posibilidad establecida en la 3ª Revisión se continuó la explotación de estos montes, dejándolos “materialmente destrozados”, como reconocía el Distrito Forestal de León que en enero de 1936 acordó suspender la ordenación[92]. A partir de esta fecha, ya no se realizaron más revisiones, y se ordenó un estudio razonado de la regeneración de la masa forestal.

2) El 2º Grupo de Montes de Riaño. El proyecto de ordenación de estos montes se aprobó en 1903, asignándoles una posibilidad de 6.868 metros cúbicos de roble maderable (2.900 m3) y leñoso (3.414 m3), y de haya maderable (484 m3) y leñosa (71 m3). Al igual que sucedió con el resto de los montes sometidos a ordenación, a medida que se producían revisiones se iba rebajando la posibilidad calculada. Así, en 1923 se produjo la 1ª revisión de esta ordenación pasando a establecerse la posibilidad más ó menos en una quinta parte de las previsiones iniciales; esto es en 1.120 metros cúbicos, de los que más de la mitad era roble maderable (615 m3). En 1935, se realizó una nueva revisión –la tercera–, aumentando ligeramente el total de metros cúbicos, 1.399, aunque se hizo a costa del incremento de las cantidades de roble leñoso, ya que el roble maderable descendió a 515 m3. Desconozco lo ocurrido más adelante, ya que hubo una cruenta Guerra civil por medio, pero en 1939 se cortaron 65 m3 de roble, y se terminó por suspender la ejecución de esta ordenación[93].

3) Montes de Villacorta (nos 544 y 547) y Valle de las Casas (nos 591 y 595). Estos montes comenzaron su ordenación en 1903 y siguieron una evolución muy similar a los anteriores. A los dos primeros se les asignó una posibilidad de 412 metros cúbicos, pasando ésta a 357 metros cúbicos en 1917 por la 1ª Revisión realizada, para finalmente en 1936 desaprobarse la 2ª revisión, quedando paralizada la ordenación de estos montes. Estos proyectos de Revisión fueron devueltos por el Consejo Forestal, el cual indicó al Ingeniero que “más que ordenar es necesario aplicar á las masas existentes, cortas, mojones y demás reglas selvícolas conducentes a su regeneración[94]. En los otros dos montes (nos 591 y 595) comenzó la ordenación con una posibilidad de 486 metros cúbicos, reduciéndose a 258 en la 1ª Revisión, aunque aumentó ligeramente –304 m3– en la 2ª, a costa del incremento de las producciones leñosas, ya que las producciones maderables descendieron. El aumento de las producciones respondía también a que en esa última revisión del año 1935 se acordó abandonar el Proyecto de Ordenación, y la aplicación de un régimen especial destinado a sustituir la masa leñosa por pino, elevándose la cantidad de los productos destinados a mejoras.

4) Montes de Almanza (nº 584), Santa Olaja de la Acción (nº 590) y de Cebanico y La Riba (nº 598). El proyecto de ordenación de estos montes fue aprobado en 1907, asignándoles una posibilidad anual de 339 m3 para el primero, y de 152 y 36 m3 para el segundo y tercero respectivamente. Mientras que en los montes nos 590 y 598 sucedió lo mismo que en los anteriores, es decir que después de varias revisiones, se terminó suspendiendo las ordenaciones, en el monte nº 584, la ordenación parece haber sido “exitosa” a los ojos de la Administración forestal; es decir, se consiguió la regeneración de una buena parte del monte, aunque las posibilidades calculadas fueron disminuyendo en cada una de las revisiones realizadas. Un aspecto llamativo de la ordenación de este monte es la poca cantidad de madera consignada en el proyecto si bien era el esquilmo dominante buscado; independientemente del estado de dichos montes, el nº 584 ocupaba 1.730 hectáreas calculándosele 339 metros cúbicos (algo menos de 0,2 m3/ha.), mientras que por ejemplo al monte nº 521, perteneciente a Escaro, de 686 has. e incluido en los del 1er Grupo de Riaño se le asignaban 1.243 m3 (1,8 m3/ha); o al nº 524 de Riaño de 1.599 hectáreas de cabida se le calculaban 2.471 m3 (1,5 m3/ha.); ello muestra que los montes de Riaño fueron sometidos a una mayor presión, tal vez porque tenían una productividad más alta.

5) El Pinar de Lillo ( nº 485). Como ya indicamos, este monte, al estar poblado de pino silvestre, fue de un gran interés para los forestales, y sobre él se centró una buena parte las actuaciones de los ingenieros. Su ordenación comenzó en 1903, y se le calculó una posibilidad de 186 m3 de madera, que se mantuvo durante una serie de años; así en la 1ª Revisión de 1929, comenzada a ejecutarse en 1935, se estableció una posibilidad un poco menor de 170 m3.

6) Monte nº 191. Este monte, perteneciente a Palacios del Sil y otros pueblos de municipio del mismo nombre, y de una gran extensión –10.751 hectáreas– comenzó a ordenarse en 1917, aunque terminado el 1er quinquenio se suspendió la ordenación.

7) Pinar de Tabuyo (nº 24) y Torneros (nº 81). A diferencia de los montes anteriores, estos montes fueron los únicos montes de la provincia dedicados a la producción resinera. Sometidos a ordenación, su posibilidad maderera anual era muy baja, 38 m3 para el primero y 8 m3 para el segundo. Excepto que hubiese algún incendio la cantidad de pinos que se extraían era mínima, aunque en la Memoria de Ejecución del Plan de Aprovechamientos y Mejoras del monte “El Pinar” de Tabuyo de 1918 a 1919 figura la extracción de 13.713 pinos debido a unos incendios que hubo en julio de 1917 y julio de 1918, y que fueron destinados a la entibación de galerías mineras.

8) Finalmente, la ordenación del monte nº 545 de Caminayo (Valderrueda), fue paralizada a petición de la Junta Administrativa del pueblo propietario, por ir en contra de la conservación del monte. Habría que señalar también que, en 1928 aunque no se pusieron en marcha las ordenaciones, sí se realizaron los proyectos de ordenación del monte nº 441 –perteneciente a Casasuertes (Burón)–, y del monte nº 345 de Caminayo (Valderrueda)[95].

En resumidas cuentas y conforme a lo visto en los párrafos anteriores, se podría afirmar que las ordenaciones en la provincia de León se saldaron con un claro fracaso. En las memorias de los planes de aprovechamiento, la Administración culpó a los ganaderos del fracaso de las ordenaciones y repoblaciones de montes, ya que según ésta los ganados comían los brotes del arbolado joven. Sin embargo, parece que hubo un cúmulo de causas entre las que habría que incluir la mala gestión realizada por los forestales, y la intensa explotación a la que fueron sometidos los montes; baste recordar que detrás de algunas de estas ordenaciones, como la de los montes del 1er Grupo de Riaño, estaba la empresa privada LURE (La Unión Resinera Española)[96], tal vez más interesada en el beneficio empresarial que en la conservación y “restauración” de los montes que estaba ordenando.

Según diversos autores, las ordenaciones de montes de finales del siglo XIX y principios del XX permitieron un incremento notable de la productividad de los montes públicos, y fueron el principal instrumento de penetración en el monte de los intereses ajenos a la comunidad local; es decir, éstas afectaron a unos espacios muy limitados pero altamente productivos, dadas las cotizaciones que alcanzaban en el mercado los principales esquilmos. En la provincia de León no parece que esto sea así; no sólo porque las ordenaciones fuesen una calamidad, sino porque a grandes rasgos se mantuvo la utilización tradicional del monte. A diferencia de lo ocurrido en otras provincias de Castilla y León, en León únicamente unos pocos montes fueron sometidos a ordenación siendo la producción monetaria de éstos mínima respecto al total.

Según diversos autores, las ordenaciones de montes de finales del siglo XIX y principios del XX permitieron un incremento notable de la productividad de los montes públicos, y fueron el principal instrumento de penetración en el monte de los intereses ajenos a la comunidad local; es decir, éstas afectaron a unos espacios muy limitados pero altamente productivos, dadas las cotizaciones que alcanzaban en el mercado los principales esquilmos[97]. En la provincia de León no parece que esto sea así; no sólo porque las ordenaciones fuesen una calamidad, sino porque a grandes rasgos se mantuvo la utilización tradicional del monte. A diferencia de lo ocurrido en otras provincias de Castilla y León, en León únicamente unos pocos montes fueron sometidos a ordenación siendo la producción monetaria de éstos mínima respecto al total.

[87] Por ejemplo el 17 de mayo de 1865 fue promulgada la “Instrucción para la ejecución de las ordenaciones” y la “Instrucción para llevar á efecto la ordenación definitiva de los montes públicos” [Colección (1866), pp. 220-229].
[88] Los planes de ordenación requerían un estudio detallado de cada monte (estado legal, natural y forestal) fijándose los aprovechamientos que se iban a realizar en los años siguientes; es decir, se enajenaba el derecho de usufructo durante un tiempo, y se concedía a los particulares su explotación [Jiménez Blanco (1991a), p. 271 y (2002), p. 156; también en Gómez Mendoza y Manuel Valdés (1999) se describe la evolución de las instituciones forestales y los “instrumentos” utilizados por éstas en la España contemporánea].
[89] Véase Jiménez Blanco (2002), pp. 156-158.
[90] AHPL, Fondo ICONA (Denuncias). Libro 85, fol. 303, nº 26, 27/07/1929.
[91] AHPL, Fondo ICONA, Legajo 9. “Memoria de ejecución correspondiente al año 1940”.
[92] AHPL, Fondo ICONA, Legajo 9. “Memoria de ejecución correspondiente al año 1940”. En esta memoria se hace un estudio detallado de las ordenaciones puestas en marcha en la provincia de León por la Administración forestal.
[7] AHPL, Fondo ICONA, Legajo 9. “Memoria de ejecución correspondiente al año 1940”; AGA. Agricultura. Legajo 12.821. “Expediente pidiendo que se deje en suspenso la Ordenación del 1er Grupo de Montes de Ordenación en Riaño, 7/04/1936”; según este expediente, debido a las lamentables condiciones en que se encuentra el vuelo de roble se pide que quede en suspenso esta ordenación.
[93] AHPL, Fondo ICONA, Legajo 9. “Memoria de ejecución correspondiente al año 1940”.
[94] AGA, Agricultura, Legajo 12.807. “Aprobación por la Dirección General del Proyecto de Revisión de los montes nos 591 y 595, 1935”
[95] AGA, Agricultura, Legajo 12.709. “Expedientes varios sobre Ordenaciones de Montes”.
[96] Una visión de conjunto de la historia y evolución de esta empresa puede verse en Uriarte Ayo (1996) y (1998).
[97] Jiménez Blanco (1991a), p. 271; Gallego Martínez (1998), p. 20.

Reproducido con permiso del autor. Haciendo click en este enlace encontrarán el resto del capítulo.

Curiosidades #1: Se vende: “Pinar de Lillo”. Razón: Ministerio de Hacienda


Allá por los primeros años de la década de 1870, en uno de los elencos del Boletín Oficial de Ventas de Bienes Nacionales se anunciaba la subasta de un monte denominado el “Pinar de Lillo”, con una extensión de 14.556 áreas, y con 37.500 pies de pino y haya. ¿Sorprendente, no?

Pues no. Lo anterior no fue algo excepcional ya que en el marco de la desamortización de Madoz fueron puestas en venta numerosas propiedades de los pueblos, incluso de montes que habían sido declarados exceptuados de la venta.

Afortunadamente en este caso la subasta quedó desierta sin licitadores, ya que de haberse vendido, seguramente el comprador hubiese convertido los treinta y pico mil pies de pino silvestre en metálico y difícilmente hubiese pervivido un paisaje tan singular como el Pinar de Lillo.

No deja de ser curioso que el Pinar de Lillo saliese a la venta ya que, junto con el Pinar de Tabuyo, desde muy pronto despertó el interés de los ingenieros forestales en la segunda mitad del siglo XIX. En estos dos pinares se establecieron las primeras casas forestales de la provincia con guardería, fueron los primeros sometidos a los planes de repoblación y ordenación, y a ellos fue destinada una buena parte de los medios materiales y humanos de la recién creada Administración forestal. Las razones de esta predilección por los pinares eran de índole económica ya que, como se reconocía en una memoria forestal, las maderas de pino eran “muy apreciadas en el mercado”.

En este sentido, el Distrito Forestal permitió en el Pinar de Lillo cortas aclaratorias de haya, considerada una “especie de escaso valor y limitadas aplicaciones” que no interesó a los forestales hasta principios del siglo XX, que con el desarrollo de la minería era una madera ‘económica’ para la elaboración de apeas para las minas. En cierta manera, a los forestales más que el Pinar de Lillo en sí, lo que le interesaba era la madera de pino y las semillas para repoblar otros montes. De hecho, manifestaron un nulo interés por conservar y restaurar los encinares del sur de la provincia ya que no eran montes «productivos» al no producir maderas con la rapidez exigida. En fin…

Esperemos que el preocupante endeudamiento del Estado español, que como se puede ver aquí está a punto de superar el 100% del PIB, no acabe como el siglo XIX con la puesta en venta de los bienes de los pueblos, porque (ahora sí) el desastre puede ser mayúsculo. Hoy el Pinar de Lillo es una joya al tratarse un pinar autóctono, único en el sur de Europa. Sin embargo, como hemos visto, en el siglo XIX se salvó de ser vendido porque no había suficiente demanda de maderas, y no salía rentable comprarlo, hacerlo vigas y tablones y venderlos.

Lo dicho: que cada uno saque sus propias conclusiones… pero no conviene olvidar que la Hacienda Pública es voraz y cuando está necesitada de dinero no hay miramientos.

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