Años atrás, cuando se cultivaba más el campo, había más animales de trabajo, la mayoría eran vacas, cada familia disponía al menos de una pareja. Una persona de cada casa se encargaba de llevarlas al pasto «ir con las vacas» significaba llevarlas personalmente al pasto de prados particulares que como estaban «murados» (cercados con paredes o fincones) permitían dejarlas sueltas. En primavera se llevaban a las riberas de los ríos que producen hierba abundante para la vacada, por las tardes a toque de campana se llevaban las vacas allí al cuidado casi siempre de los «rapaces» que pasaban la tarde pescando, bañándose o jugando más que al cuidado de las vacas. Por ello no había escuela por la tarde a finales de mayo y principios de junio.
En las épocas del año en las que las vacas no eran utilizadas para el trabajo se mandaban a la «vacada», costumbre comunitaria en la Tierra de Aliste. Comunal porque se cuidaban en una gran manada en común «a la roda» (por turnos) según el número de vacas de cada vecino y también porque pastaban en praderas comunales de abundante hierba, que los vecinos se encargaban de cuidar y mantener durante todo el año en «días de concejo» (prestación personal)
La vacada común se reunía en verano.
La vacada comunal
Cuando la vacada comenzaba muy temprano, como todas las actividades comunales a toque de campana, que según el número de campanadas que sonasen se iba a un lugar u otro de pasto (en Riofrío solían ser tres, La Ribera, Las Chanas o El Chano). Se echaban las vacas a la calle y según en la dirección que las dirigiesen, ellas solas salían hacia el lugar elegido procedentes de todas las calles del pueblo formando la gran vacada.
Según el número de vacas que se mandasen así era el número de vaqueros que cuidaban de ellas, iban varias personas mayores al mando y las familias enviaban a los más jóvenes para ayudar, librándose así de las ingratas labores de la siega. Se pasaba la vacada pastando por los terrenos comunales, rastrojos, monte bajo, hasta la hora de «sestiar» (sestear) en la que aprovechando una pradera específica hacían una larga parada, también los vaqueros. Después de sestiar salían lentamente pastando en dirección al pueblo.
Al oscurecer regresaban las vacas y vaqueros a casa, saliendo cada vecino a recogerlas al sonido de cencerras y mugidos.
El vaquero
Antiguamente algunos pueblos, como en Riofrío, en alguna época, se contrataba a un vaquero, digamos, «profesional» que era «ajustado» (contratado) en concejo por un año – normalmente de San Pedro a San Pedro (29 de junio) o de marzo a marzo- a sueldo en especie, por «cargas de grano» (una carga 16 cuartales o alqueres), según el número de vacas. Si había varios candidatos, después de ver las condiciones de cada vaquero se nombraba al que más gustaba a la mayoría.
Este llevaba por su cuenta «un zagal» o ayudante. En la época de mayor número de reses, el verano, asistían al vaquero «los reveceros» designados por «roda de calles» y días según el número de vacas que mandase cada familia.
En el pueblo de Riofrío, en 1958, siendo uno de los últimos vaqueros Daniel Fernández (falleció el 15 de junio de 2.015 a los 83 años) se llegaron a juntar 608 vacas. Cobraba en grano: en torno a 3 o 4 cuartillos de trigo o centeno por vaca.
Solía dormir la vacada en el campo por el verano solo al cuidado del vaquero y el zagal, por lo que los reveceros regresaban al atardecer a dormir a casa avisando a los de la siguiente roda al pasar por su puerta, a golpes de «cayata» (cayado) y al grito de, por ejemplo:
«Ti Usebiu… mañana de reveceru».
Copiado del muro de Riofrío de Aliste (reproducido con permiso del autor)
Photo by Light is colour on Foter.com / CC BY-NC-ND