La desamortización olvidada. León (1810-1840)


 

Hace unas semanas en una entrada de este blog, comentábamos que en 1855 el ministro de Hacienda Madoz intentó vender las propiedades de los pueblos para hacer frente a las necesidades presupuestarias del Estado.

Aunque en León los pueblos conservaron la mayor parte de las propiedades comunales, en muchos lugares antes de la desamortización de Madoz ya habían ‘desaparecido’ una parte importante de los patrimonios comunales.

La venta de propiedades de los pueblos fue especialmente importante en la primera mitad del siglo XIX, en el período que transcurre entre 1810 y 1840, a causa de la Guerra de la Independencia y las guerras carlistas. Debido a estos conflictos bélicos, ayuntamientos y juntas vecinales acabaron muy endeudadas, por lo que fue frecuente recurrir, entre otras medidas, a la venta de bienes para paliar esta escasez presupuestaria.

Basta con mirar los protocolos notariales de las primeras décadas del siglo XIX de cualquier partido judicial de la provincia para constatar la venta de numerosas fincas comunales en distintas localidades de la provincia, motivo por el que este proceso es considerado como una ‘desamortización olvidada».

En lo que se refiere a las guerras napoleónicas, con el vacío de poder surgido se dio una coyuntura muy favorable para la venta de tierras concejiles. Aunque las ventas parecen haber sido más intensas en las zonas de ribera y en aquellos municipios urbanos que padecieron la ocupación francesa de facto, como por ejemplo Valencia de Don Juan, el fenómeno se dio a lo largo y ancho de toda la provincia.  

Precisamente en la antigua villa de Coyanza, ocupada por distintos ejércitos entre 1808 y 1813, las actas municipales dan testimonio de las ventas producidas durante este periodo. Así por ejemplo en febrero de 1810, el Ayuntamiento agobiado por las cargas de la guerra vendió varios predios (la Chopera, Molino Caído, Soto de Abajo, Fuentes de Aja y Marialba); en julio se aumentaron los impuestos; y en septiembre fueron marcadas nuevas fincas que fueron vendidas en febrero del año siguiente. También en febrero de 1811 se arrendaron los molinos de la villa; en abril se vendieron los predios de Pontecillos y Cañamales; y en noviembre (con un nuevo impuesto de guerra) se enajenaron las eras y otras fincas del común. Y así en los años sucesivos…

El caso es que en Valencia de Don Juan la situación desastrosa de la Hacienda municipal (quizás originada en estos años) se mantuvo a lo largo del siglo XIX. Ello obligó a nuevas ventas de comunales, como el “Monte pequeño” vendido en 1851. El remate de todos estos procesos fue la desamortización de propios que acabó liquidando el amplio patrimonio comunal de Valencia de Don Juan.

También en pueblos de la montaña leonesa, como Riaño, Burón, Acebedo, Maraña, o Boca de Huérgano hubo enajenaciones de bienes concejiles con motivo de la ocupación napoleónica. En Acebedo, entre 1809 y 1819, el concejo autorizó la venta en pública subasta de más de un centenar de fincas; según figura en la documentación notarial la razón de estas ventas fue el “remediar las necesidades que padece la citada villa por falta de medios para atender el socorro de nuestras tropas españolas en defensa de los enemigos que ymbaden la patria”.

El otro hito fueron las guerras carlistas, ya que en 1835 y 1838 se autorizó la venta de Realengos o baldíos y la venta de leña de los montes para indemnizar a los perjudicados por las incursiones carlistas en la provincia. Acogiéndose a este decreto, fueron vendidas fincas concejiles en numerosas localidades leonesas.

Lo más destacable es que la privatización de comunales de la mitad del siglo XIX estuvo plagada de irregularidades. Las oligarquías locales y los más ricos, aprovechando el vacío de poder y a la inseguridad jurídica, controlaron el proceso y lo aprovecharon para  aumentar sus patrimonios rústicos. La premura con la que se hicieron las subastas a causa de las exigencias y amenazas del ejército francés facilitó todavía más los manejos ya que se ignoró toda legalidad.

Estos ‘chanchullos’ provocaron que vecinos y concejos de unos cuantos pueblos acudieron a denunciar las irregularidades a la Diputación Provincial. Por ejemplo el concejo de Santas Martas alegaba que “cuatro ricos manipulantes fraguaron el enredo para ganar como vendedores, y después como compradores»; también los vecinos de Bustos señalaban que los ‘cuatro ricos’ para pagar las contribuciones habían dividido en quiñones varios terrenos concejiles poniéndoles un precio que no era asumible por los más pobres; de esta manera la mayoría de vecinos tuvieron que ceder su parte a los ricos que se hicieron con las tierras por ‘cuatro reales’.

En fin. Interesante, ¿no?. Ya lo saben…  “Quien reparte, y bien reparte se queda con la mejor parte”.

Si te interesa el tema, en el Capítulo 2 de la Tesis doctoral de José A. Serrano Álvarez, entre las págs. 191 y 208, tienes más información del tema. Aquí tienes el enlace.

Antes de que sea tarde… el desastroso estado de los archivos en León


A pesar del fervor reciente por pendones y ramos de nochebuena, conviene recordar que en muchos pueblos de León ramos y pendones fueron abandonados en sacristías para disfrute de polillas y carcomas.

Es loable que un buen número de pueblos hayan recuperado el ramo y el pendón. Es sin duda un paso adelante. Pero lo que sería el no va más, es que dijesen: «Ahora que hemos recuperado el ramo y el pendón, toca recuperar el arcón concejil y los documentos del pueblo».

Ahí está el problema. Es fácil recuperar el pendón o el ramo; únicamente hay que preguntar a los más viejos del lugar:

– «Sí ome, era morao, con unas tiras verdes como de un palmo de ancho»

– «No, ome, no. Era verde con unas tiras moradas, con unas borlas y un bordao alredor».

Efectivamente, aunque cada uno te pinte un pendón diferente no será una gran dificultad encargar un pendón muy parecido al que había. Ahora bien, vete y pregúntale a los paisanos del pueblo qué documentos tenía el arcón de concejo:

– «Sí ome, sí. Había documentos muy antiguos. Pero el arcón lo comió la carcoma y los documentos se quemaron, se pudrieron, o que se yo… Y eran cosas de valor…»

– «¿Yo que sei lu que habia?. Habia de todu. Las escrituras del monte, las ordenanzas, las cuentas del pueblo…»

Efectivamente. Ora.. gibraie’l rabu!, que decían antiguamente en mi pueblo (y que en traducción libre sería: ¡Ahora, inciensa con los cojones!). Los documentos destruidos o expoliados no se pueden recuperar. Y esa es la pena, que en la mayoría de pueblos y ayuntamientos no hay ningún cuidado en la conservación de la documentación histórica y muchos documentos ya se han perdido para siempre.

Todos aquellos historiadores profesionales o aficionados que hayan tenido ocasión de peregrinar por ayuntamientos de la provincia de León en búsqueda de información, habrán comprobado el estado de abandono en el que se encuentra la documentación histórica. Uno visita los ayuntamientos en busca de información y se le cae el alma al suelo. En la mayoría de casos apenas se conservan documentos antiguos; en otros casos, la poca documentación ‘conservada’ está abandonada en un almacén municipal en cajas destartaladas juntando polvo, suciedad y moho.

Un ejemplo ilustrativo de la situación en la que se hayan la mayoría de archivos municipales de la provincia es el Archivo Municipal de Valencia de Don Juan. A los incendios, inundaciones o purgas indiscriminadas que han mermado notablemente los fondos documentales históricos, se une el abandono por parte de la institución municipal. Cuando yo lo visité estaba lleno de suciedad y con muchos documentos históricos –como el catastro de Ensenada– deteriorados y abandonados por el suelo. Recuerdo que el Alcalde y el Secretario municipal me dieron facilidades para la consulta del Archivo. Sin embargo lo que sería deseable es que regidores y funcionarios municipales se esforzasen un poco más por conservar el legado documental de municipios como Valencia de Don Juan, cabeza de partido judicial, y con una importante historia.

Lo de otros ayuntamientos es todavía peor. La excepción a la regla la constituyen unos pocos concejos de la montaña leonesa que siguen conservando la documentación o la han trasladado para su custodia al Archivo Histórico Provincial. En fin…

Como ya dijimos, el pendón o el ramo son recuperables, sin embargo es imposible recuperar documentos históricos destruidos que prueben la propiedad del monte o ilustren sobre aspectos del pasado. Así que más vale que quienes tengan documentos y los quieran conservar, empiecen a hacerlo ya. Eso sí sería un verdadero amor por la tierra y la cultura leonesa.

¿Cómo está este tema este en el municipio donde resides? Cualquier comentario al respecto es bienvenido…

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