Todos los países, debajo de la alfombra de la historia, esconden vergonzosos episodios en los que campesinos son expulsados de sus tierras o, en el peor de los casos, masacrados por defenderlas o defender sus derechos. Son episodios vergonzosos que, intencionadamente o no, no suelen aparecen en los libros de texto y que el gran público ignora.
En muchos casos estos hechos se etiquetan con el eufemismo de ‘sucesos’, pero han sido historias ignominiosas, episodios infames contra personas inocentes que, en la mayoría de los casos, su único delito fue defender la tierra que trabajaban. Yeste, Casas Viejas, Colmeal, El Mozote, Napalpí, Panzós… son algunos de los casos que iremos viendo.
En esta entrada veremos lo ocurrido en la aldea portuguesa de Colmeal. Todo se remonta a principios de los años 60 del siglo pasado. Las 14 familias que vivían en Colmeal, al igual que ocurrían en otras miles de aldeas portuguesas (y españolas) pagaban algún tipo de foro. Se trataba de prestaciones señoriales que gravaban las tierras y otras propiedades de los vecinos de la aldea, pero quienes eran los legítimos propietarios de ellas eran los campesinos. En algún momento, amparándose en esos gravámenes sobre las tierras, parece ser que alguien acudió al Registro de la Propiedad y puso todas esas propiedades a su nombre (ya vimos en este blog que algo muy similar ocurrió en Villaverde de Sandoval en León).
Llegados a 1956, los campesinos se niegan a pagar los crecidos impuestos que les exigía la perceptora de las rentas. Ante esta negativa, Rosa Cunha e Silva la ’nueva heredera’ de esas prestaciones, con el pretexto de que los campesinos rechazaban pagarle, decide ‘recuperar’ la aldea, que considera una ‘finca (quinta)’ de su entera propiedad. Un juez así lo reconoce, porque entre otras razones, los vecinos no conocen los mecanismos judiciales y ni se defienden. Hay que tener en cuenta además que estamos en plena dictadura fascista de Salazar, y los jueces son propicios a fallar a favor de los grandes propietarios; también en España, en la Dictadura, gracias a los jueces, prestaciones señoriales que habían sido abolidas durante la II República fueron reconocidas de nuevo.
Fueron conminados a abandonar las tierras, las casas y todas las propiedades. Ante la negativa de éstos, el 8 de julio de 1957, se presentó en el pueblo un destacamento de la Guardia Nacional Republicana (GNR) fuertemente armado compuesto por 25 números y 3 oficiales. Ante la llegada de las fuerzas del orden, y viendo que no había negociación posible, la mayoría de los campesinos huyó al monte dejando atrás todas sus propiedades. El 10 de julio, la GNR intervino contra quienes se resistían y entró por la fuerza en las casas; se dice que hubo varias casas quemadas y unos cuantos muertos.
No se sabe a ciencia cierta lo que pasó porque no hay testimonios de quienes quedaron a defender sus propiedades. Y la prensa lusa no dedicó una sola línea a estos ’sucesos’. Lo que se sabe es que Colmeal pasó a ser una aldea ‘fantasma’. Durante muchos años, las ruinas de la aldea, incluyendo la iglesia del siglo XV, fueron prueba fehaciente de la infamia del Estado y la Justicia contra unos campesinos pobres.
Pero los tiempos cambian. Hoy en día, Colmeal está ‘ocupada’ por un hotel de lujo que se anuncia de la siguiente manera (permítanme marcarles en negrita algunas palabras):
«Numa quinta dispersa por mais de 650 hectares, fica a histórica e desabitada aldeia do Colmeal. A diversidade da sua herança cultural revela-se nas antigas habitações de xisto e granito dos pastores lusitanos, numa igreja do séc. XV e nas pinturas rupestres do período neolítico. Um cenário perfeito carregado de simbolismo e história”.
Todo muy aséptico, como pueden ver… una pena que la Historia nos enseñe a no olvidar y además nos muestre otra visión de la realidad, más hiriente.