La desamortización eclesiástica en León (y iii): quien parte y bien reparte…


Pasen y vean.

¿Creían que los chanchullos, los manejos y las componendas de los políticos para ‘desplumar’ al Estado, a las instituciones públicas y la los ciudadanos, es cosa de hoy?

Pues no, en la entrada de hoy veremos los manejos de 4 sinvergüenzas para quedarse a precio de saldo con las mejores fincas del clero. Y con la entrada de hoy, cerramos el (aburrido) tema de la desamortización.

En la entrada de la semana pasada veíamos como los cotos redondos, quiñones, dehesas, montes, y grandes fincas pertenecientes a la iglesia, quedaron fuera del alcance económico de los pequeños compradores y acabaron en muy pocas manos.

Afortunadamente, en el Archivo del Marqués de Montevirgen se conserva la fluida correspondencia mantenida entre los implicados (el propio marqués, el banquero madrileño Francisco de las Bárcenas, el intermediario Regino López y el funcionario ligado a las ventas Gabriel Balbuena) en una trama para quedarse ‘a precio de saldo’ con las mejores fincas de la provincia.

Veremos cómo el marqués adquirió el Coto de Valdelaguna y la Dehesa de Maudes, pertenecientes ambos al monasterio de San Benito de Sahagún, lo cual nos da una idea de cómo la oligarquía económica y política se ‘apropió’ de estas propiedades ‘arrebatadas’ por el Estado a la Iglesia y los pueblos. Y es que, tal y como le comentaba en una carta el susodicho marqués a sus representantes, el motivo de estas compras es que eran operaciones muy lucrativas: un ‘pelotazo’ que diríamos hoy en día.

La operación estaba clara: una vez hechos los cálculos, la venta de la madera cubría el precio de la tasación. Por tanto, lo primero era pedir la tasación de las fincas y luego intentar rematarlas por ese precio, sin que nadie participase en las pujas; el negocio estaba claro: en algunos casos la madera valía más que la propia tasación de la finca. Además, una vez talado el monte, se podía arrendar a los campesinos, asegurándose un ingreso anual.

Eso fue lo que ocurrió por ejemplo con el coto de Valsemana. Con motivo del interés del Marqués de Montevirgen por esta finca, éste se puso en contacto con Gabriel Balbuena para solicitar la tasación de varias fincas. Precisamente este malnacido lo informaba por carta de cómo estaba la situación, quién había pedido la tasación, cuánto le podía producir de rentas, y otros avatares.

De esta correspondencia se sospecha que el malicioso Gabriel Balbuena –juez y parte de la desamortización ya que ostentaba el cargo de Escribano Mayor de Rentas y Arbitrios de Amortización de la Provincia de León y uno de los principales compradores de bienes nacionales en la provincia–, no sólo proporcionaba información al Marqués de Montevirgen, sino que llevó a cabo numerosas irregularidades y manejos para que éste último se hiciese con las subastas de aquellos bienes en los que estaba interesado.

Antes de seguir con el relato conviene aclarar que el notario Gabriel Balbuena, marqués consorte de Inicio, responde al perfil de arribista sin escrúpulos que utilizó su influencia desde la Contaduría de Rentas para reunir una importante fortuna y para resultar elegido sucesivamente diputado provincial y parlamentario. La Milicia Nacional de León le acusó de realizar “toda clase de amaños y prevaricaciones” entre ellas el irregular arrendamiento de diezmos y la suplantación de firmas de labradores en documentos otorgados bajo su fe de escribano.

Así, ante el interés de los vecinos de Sahagún en la compra de las tierras del Coto de Valdelaguna, un problema para el marqués, utilizando los manejos de G. Balbuena acordaron pedir la tasación de fincas sueltas para satisfacer el interés de pequeños compradores. Lo explica en una carta: “Los de Sahagún están interesados en comprar las mejores posesiones del Coto por tenerlas a la puerta de casa. Para hacerles mudar de plan combendría pedir tasación de una porción de fincas sueltas que el Monasterio de Sahagún tenía fuera del Coto, de buena calidad y que compraron los bancos en tiempo de la Constitución. Publicándose la venta de éstas, estoy por asegurar que no se acordarían del coto. Ya se lo he acabado de hacer presente al amigo D. Gabriel”.

Más adelante ante el interés de las propias oligarquías locales o el propio alcalde de Sahagún que deseaba que las fincas ni fuesen vendidas y estaba entorpeciendo la labor de la tasación del Coto de Valdelagunas–, G. Balbuena sobornó a los peritos que debían hacer la tasación. Así se lo explica al marqués en una carta: “Me han molido: unas veces no parecía el Alcalde, otras se ocultaba el Procurador y otras en fin que se reunía un Perito y faltaba el otro. Éstos estaban bien prevenidos por los magnates y si quise combertirles y reducirles a mi opinión tube que dar tres duros a cada uno de los dos, y media onza al Escribano. Estos polvos surtieron los maravillosos efectos narcóticos del opio; y desde entonces se puso el camino tan llano que no dimos un sólo tropezón. La misma marcha debe seguir o adoptar cualquiera que quiera reducir a los otros a cumplir con su deber”.

Coincidirán conmigo que el párrafo anterior no tiene desperdicio.

El caso es que sobornados el Alcalde, el Procurador, y los peritos, el camino quedaba despejado para tasación y subasta posterior. El siguiente paso era, con el apoyo de Balbuena funcionario de ventas, controlar la subasta mediante pactos con el resto de los intermediarios. Las indicaciones del Marqués eran claras: “se manejará el Comisionado de manera que se haga el remate a favor de Bárcenas, que la comprará para ceder al Marqués”, como reconoce en una nota manuscrita enviada a los intermediarios. En esa misma nota les indicaba que pujasen por las fincas hasta obtener el remate, y hacía un especial hincapié en la adquisición de grandes fincas como el Coto de Valdelaguna.

De todos modos, parece que la jugada no le salió demasiado bien y que, al final, la Dehesa de Maudes o Coto de Valdelaguna, que había sido tasada en 560.000 reales, superó los 2.000.000 de reales en la subasta al intervenir otros compradores, como Lesmes Franco, diputado nacional por el distrito de Sahagún, el cual elevó la puja hasta unos límites altos.

Bien. El caso es que gracias a estos chanchullos, el Marqués de Montevirgen adquirió numerosas fincas como cotos redondos que los pueblos venían “aforando” a los monasterios, y trató de adquirir otros como el Coto de Trianos y el Coto de Valsemana.

Al margen de los manejos delictivos para adquirir estas fincas, como ya señalamos en la entrada de la pasada semana, la Administración dio facilidades, ya que el hecho de que fuesen superficies grandes hizo que las autoridades aceptasen la venta en conjunto, sin división en lotes. El precio de estas fincas era tan alto que únicamente podían acceder a ellas las personas que dispusiesen de grandes capitales; aún así, a pesar de su alto precio global, eran precios muy ventajosos.

En fin. Hemos visto que gran parte de estas compras fueron fruto de apaños, fraudes, y otras acciones ilegales por parte de personajes ligados al Comisionado de Ventas y a la política, ya que tanto Gabriel Balbuena como el Marqués de Montevirgen estaban ligados al Partido Conservador (de hecho, este último, uno de los principales propietarios de la provincia, fue presidente de este partido en León hasta su muerte).

El resultado de todo ello fue que muchas grandes fincas del clero, antes aprovechadas colectivamente por concejos y vecinos, fueron a parar a manos de particulares; especuladores y sinvergüenzas en la mayoría de los casos. Creo que no hace falta explicar mucho más: cada uno saque sus propias conclusiones.

Ya les adelanto que volveremos a tratar de Gabriel Balbuena, porque este tipejo aprovechando una ocasión en que un familiar estaba de Registrador interino en el Registro de la Propiedad inscribió el Coto de Villaverde de Sandoval a su nombre, ‘robándoselo’ al Estado y al pueblo de Villaverde lo cual desembocó en un importante conflicto como pueden ver en esta otra entrada.

La desamortización eclesiástica en León (ii): la venta de las grandes fincas arrendadas a los concejos


La entrada de hoy es de esas medio pesadas, que trata sobre cosas de historia. Y, ya saben ustedes de sobra, que los historiadores somos unos aburridos y unos ‘pesaos’ que nos gusta dar la lata con ‘nuestras’ cosas.

En la entrada de la semana pasada contábamos que hubo pueblos que, aprovechando la venta de los bienes de la Iglesia, compraron montes y otras propiedades que pasaron así a ser comunales. También en otra entrada nos referimos a dos ‘cosinas’ que conviene tener en cuenta; una es que a principios del siglo XIX una parte importante del territorio español estaba en las consideradas «manos muertas» (principalmente la Iglesia); la segunda ‘cosina’ a tener presente es que los concejos de vecinos arrendaban montes, cotos redondos o quiñones que eran explotados colectivamente por todos los vecinos.

Bien. La entrada de hoy va dedicada a las grandes fincas del clero sacadas a subasta; en este cuadro se ofrece un listado con alguna de esas grandes fincas:

Grandes fincas del clero

Aunque en el cuadro no están incluidas todas las grandes fincas, sí que salta a la vista la gran extensión de éstas y el ‘carácter’ comunal al que aludíamos; así por ejemplo, las 939,41 hectáreas de terreno pertenecientes al Monasterio de San Esteban de Nogales (397,02 hectáreas de «apréstamos», 157,8 has. de monte alto, y 101,45 hectáreas del despoblado de La Vizanica), eran aprovechadas de forma colectiva por los vecinos del pueblo (San Esteban de Nogales) bajo la forma de foro (posteriormente fue redimido por los vecinos, que de este modo pasaron a ser propietarios de las fincas).

Como dijimos, algunos concejos aprovecharon para comprar estas grandes propiedades del clero aunque la Administración del Estado les diese ninguna facilidad. En primer lugar no permitió la división de estas fincas en lotes más pequeños lo que claramente favorecía a los más ‘ricos’, a los que tuviesen grandes fortunas y no a los pequeños propietarios.

Además, como pueden imaginar, en el caso que un concejo quisiese hacerse con una de estas propiedades todo eran obstáculos: había que poner de acuerdo a todos los vecinos, había que buscar el dinero, había que buscar un intermediario que fuese a la subasta a Madrid, etc. En segundo lugar, como veremos en una próxima entrada, el poder económico y político se confabularon para quedarse con estas apetecibles propiedades. Pura especulación, ya que en algunos casos la venta de la madera ya cubría el precio de tasación de la finca y además esta se podía seguir arrendando a los vecinos que ya las venían explotando.

Estas grandes fincas despertaron muchísimo interés de los compradores de bienes desamortizados de este período; sin embargo, se desconoce qué paso con muchas de ellas, como por ejemplo la Dehesa de La Mata del Moral de unas 930 hectáreas. Aunque uno sepa quien fue el comprador queda saber qué pasó con los vecinos de los pueblos que explotaban estas fincas y las consecuencias de su ‘privatización’: ¿pasó el comprador a cultivarlas directamente y los vecinos fueron ‘desposeídos’ de la tierra que habían venido explotando durante siglos? ¿se mantuvieron las mismas condiciones económicas o fue aumentado el precio de los arriendos quedando excluidos los más pobres?

Lo que sí sabemos es que con motivo de las desamortizaciones se gestaron las grandes fortunas agrarias de la provincia de León; así por ejemplo, el Marqués de Astorga durante el Trienio Liberal adquirió en Astorga 287 fincas pertenecientes al Priorato de Villavicencio de los Caballeros; el Marqués de Montevirgen y el de San Isidro compraron fincas de los monasterios de San Marcos y de San Claudio de la ciudad de León; también Felipe de Sierra-Pambley compró varios puertos de en la zona de Laciana.

Precisamente, en una próxima entrada veremos los ‘chanchullos’ de los compradores (políticos y altos funcionarios del Estado) para quedarse con las mejores propiedades de la Iglesia.

 

 

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