Tengo un amigo que lee mucho y además sabe mucho de libros (y de otras cosas). Llevaba meses diciéndome que leyese este libro y, aunque sus recomendaciones siempre han sido acertadas, nunca le hice demasiado caso. Ante su insistencia compré el libro y lo leí. Pues bien, cuando crees que nada te puede sorprender, descubres que no es así. Que siempre hay un libro que te puede emocionar. Y este es el caso de la recomendación de hoy: «Fantasmas de piedra. Cuando una aldea era el mundo» del italiano Mauro Corona.
Ya el título lo dice todo o casi todo: ‘cuando una aldea era el mundo…’ Todos fuimos pequeños y nuestro mundo era el pueblín y este libro nos devuelve a la infancia en la aldea. Además Mauro Corona escribe bien y narra con maestría esas historias, leyendas y vivencias en los pueblos. Es por ello que, además de emocionar, es entretenido de leer. Sin embargo, este libro es pura literatura, es la historia de un mundo que se extingue. Ese mundo al que uno pertenece y que, de alguna manera, se te quedó ahí dentro; en este párrafo lo expresa de manera soberbia:
«Después del Vajont se fueron a vivir a la ciudad y han creado allí una familia. Entre tanto sus padres se han muerto o son ya muy viejos. Ninguno ha vuelto a abrir aquellas puertas, ni a airear las habitaciones, ni a encender el fuego. Ha sido, sin embargo, una traición forzosa. Por ese motivo el recuerdo de la casa donde ha transcurrido su infancia se les ha quedado metido a algunos de ellos como un clavo en un tronco. Año tras año, el árbol crece, envuelve al clavo, lo acepta haciéndolo parte de sí mismo, casi como una rama que le hubiera crecido dentro. Pero el acero no es madera, es un cuerpo extraño, un huésped que no es admitido de buen grado. Cada tanto su punta hace daño. Y entonces es cuando alguno de estos amigos, furtivamente, como si se avergonzase, aparece por el pueblo y va a ver a escondidas su casa abandonada. Vuelve al nido donde ha crecido, donde ha visto sucederse las estaciones y donde se ha curtido la piel. He sorprendido a alguno de estos ‘peregrinos por afecto’, solitarios viandantes de la memoria. Miran al pasado con los ojos melancólicos de quien tiene la certeza de que aquellos tiempos no volverán y se contenta con ver de nuevo los lugares. Aquel pasado, materialmente barrido por los años y la ruina, se ha petrificado para siempre en el recuerdo«.
Resumiéndolo en pocas líneas, te recomendamos este libro porque «es un libro esencial para entender la vida en los pueblos» y porque «hay libros que tienen ese poder de despertar en uno lo que está dormido dentro, lo que habías olvidado, libros que te transforman y te mejoran», como dice su traductora al castellano —la leonesa Álida Ares—.