“El gobierno de los comunes” de E. Ostrom


Como ya señalamos en una anterior entrada, Ostrom fue la primera mujer en recibir el premio Nobel de Economía.

Quizás su obra más conocida sea «El gobierno de los bienes comunes. La evolución de las instituciones de acción colectiva». Básicamente en ella estudia cómo los individuos afrontan los problemas de actuar colectivamente en la gestión de los recursos comunes, y concretamente por qué individuos plenamente racionales toman decisiones que llevan a resultados irracionales.

Ostrom identifica tres modelos de acción colectiva, el de Hardin (la burra de todos la come el llobu, o lo que es del común es de ningún); el otro modelo es el llamado dilema del prisionero (dos detenidos sin información que piensan que sale más a cuenta denunciar al otro, con lo cual se acaban perjudicando los dos); y el tercero es el de M. Olson que sostiene que en grupos grandes donde no se puede excluir a quien no coopera, la acción más racional es la del gorrón que sin aportar nada, aprovecha el esfuerzo de los demás.

Frente a estas situaciones habría dos salidas para gestionar los recursos comunes: la privatización o que el Estado se haga cargo. Se supone que el interés individual, por la cuenta que le trae, vigilaría por la conservación del recurso, aunque la experiencia histórica muestra más bien que cuando un individuo compra un bosque generalmente no es para conservarlo sino para convertirlo en madera.

Por otro lado, el que el Estado asuma la gestión del recurso común no siempre tiene como resultado una mejor conservación. Así por ejemplo en el caso de los montes el leonés E. López Morán ya, a principios del siglo pasado, lo resumía muy bien: “Nunca, al menos en lo que yo conozco, estuvieron los montes más expuestos al descuaje y al arrasamiento, que cuando el poder central se encargó exclusivamente de su custodia (…) Precisamente ahora que el Estado tiene todo ese personal de ingenieros, ayudantes, capataces y guardia civil, es cuando los montes sufren más; y sufren porque los más directamente interesados en su conservación han sido privados de los medios eficaces de que antes disponían para procurarla y para conseguirla«.

La intervención del Estado supone por un lado quitar competencias a quienes dependen del recurso (y por tanto deberían estar interesados en su conservación) y por otro abrir las puertas a elementos ajenos a la comunidad como por ejemplo las empresas (movidas por la lógica del beneficio y que no les importa si el recurso se agota o no); incluso ante la posibilidad de sean «gente de fuera» la mayor beneficiada del recurso común, se opte por su destrucción (piense el lector por ejemplo en los incendios forestales).

Bien. El caso es que Elinor Ostrom observa que en los modelos de acción colectiva reseñados anteriormente no hay incentivos para la cooperación y parece haber una búsqueda de un beneficio inmediato por parte de los individuos. Ostrom acertadamente identifica que los problemas vienen por la ausencia de normas o instituciones, y muestra diversos casos en los que el manejo de los recursos comunes han sido exitosos.

Ostrom examina numerosos casos donde se da una cooperación exitosa e identifica 8 principios de diseño que caracterizarían a comunales bien gestionados.  En el siguiente cuadro tomado de un artículo de Aguilera Klink, al que se puede acceder clickando en este enlace, se muestran cuáles eran estas reglas:

Ostrom - Es decir, si se dan una serie de «condiciones» se puede  llevar a cabo gestión exitosa y duradera de los comunales; precisamente, en la provincia de León hay numerosos ejemplos de bienes comunales (puertos, montes, etc.) donde parecen haberse dado las condiciones establecidas por Ostrom. Ello pone relieve algo que parece de cajón pero no lo es; la mejor garantía de la conservación de los recursos comunales no es ni el individuo ni el Estado, sino la organización colectiva con reglas claras.

En resumen, lo interesante de esta obra de Ostrom es que arroja luz sobre la toma de decisiones, poniendo de relieve la importancia de las instituciones o reglas de juego y la gran diversidad de contextos y situaciones donde éstas se aplican. En fin… espero disculpen el rollo y se animen con la lectura de Ostrom.

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