Ahora que van a empezar las vacaciones, como experto en el tema, te ofrezco —totalmente gratis— 9 trucos que convertirán en un auténtico veraneante. Si sigues estos consejos al dedillo, jamás de los jamases te confundirán con un paisano. ¿Tienes papel y bolígrafo? Anota que ahí van:
#1 – Las bermudas y el pantalón de tergal: elementos clave del vestuario.
El elemento que distingue a un veraneante de un paisano del pueblo son las bermudas. Nunca, nunca, nunca verás a un verdadero paisano con ‘bermudas’. Puedo jura por lo más sagrado que yo en mis 50 y tantos años de vida todavía no he visto a un ‘paisano’ en pantalón corto o bermudas. Si un paisano necesita hacer algún trabajo que no precise de pantalones, pues se los sacan y punto. Bermudas, jamás.
Bien. Tomen nota. Las bermudas tienen que ser tipo ‘pirata’; es decir, deben quedar un poco por debajo de las rodillas. No importa lo cortas que tengas las patas y lo grande que sea la barriga. No importa que con ese tipo de bermudas parezcas un sapo. Tú, tranquilo. Ese es el ‘coste’ que hay que pagar para que todo el mundo sepa que tú eres un veraneante, no un paisano. Ah! también es fundamental que las bermudas tengan muchos bolsillos. Cuantos más mejor.
Si no te encuentras cómodo con las bermudas pues nada: pantalón de tergal de toda la vida.
#2 – El cinto siempre de cuero y a la altura correcta.
De la misma manera que el largo de las bermudas siempre debe estar por debajo de la rodilla, el cinturón del pantalón siempre ha de estar por encima del ombligo, un poco por debajo del pecho. Quiero decir, el cinto tiene que estar bien alto. Y nunca, nunca, nunca —y nunca es nunca— uses una cuerda de alpaca como cinto. Si un ‘veraneante’ utiliza una cuerda de alpaca como cinto, automáticamente pierde la categoría: mejor enseñar la ‘hucha’ llena de pelos que utilizar una cuerda como cinto.
#3 – Los zapatos de rejilla, elemento de distinción.
También es muy importante el calzado. No, no, no se puede calzar cualquier cosa. El zapato es una parte fundamental del vestuario.
Para empezar, los domingos y festivos son de uso obligado los zapatos de rejilla. Sí, sí, me refiero a esos zapatos que te compraste con el primer sueldo, allá a principios de los años 70 del siglo pasado. Son esos mismos que tu mujer, todos todos los veranos desde hace 15 años, te dice de tirar a la basura. Pero ¿por qué vas a tirar unos zapatos que están ‘nuevos’ y además son cómodos? Una pena que no puedas dejarlos en testamento a uno de tus hijos o a tus nietos, porque yo también estoy seguro que un día no muy lejano ese tipo de zapatos volverá a ponerse de moda.
El resto de días unas sandalias o unos zapatos de tela. Sí, son esos zapatos de toda la vida, de tela gruesa con unos elásticos en los laterales. Son una prenda obligada del auténtico veraneante porque —salvo en domingo— nunca verás a un paisano del pueblo con esos zapatos. ¿Cómo va a poner un paisano unos zapatos con los que no puedes entrar a la cuadra o a una huerta? Tampoco verás a un paisano con sandalias. Y nada de sandalias caras ni de cuero. Con unas sandalias de plástico y velcro ya vas bien.
#5 – Cualquier trabajo, hasta el más insignificante, requiere guantes y gafas de protección.
En lo que al calzado se refiere, bajo ningún concepto se te ocurra ponerte unas botas de trabajo salvo que vayas a podar el seto que rodea tu casa. Pero si, por causas de ‘fuerza mayor’, decides ponerte botas es fundamental utilizar también guantes y gafas de protección. Los guantes han de ser de cuero y cuanto más grandes mejor. Los mejores, son los del tipo soldador de altos hornos. Las gafas también procura que sean bastante aparatosas. De esta manera, nadie te va a confundir con un paisano del pueblo. La gente de pueblo maneja la radial, la desbrozadora y lo que sea, pero sin guantes… y, en muchos casos, sin gafas.
#6 – No sin mis gafas de sol.
Y ya que hablamos de gafas, pues otro complemento imprescindible son las gafas de sol. Aquí, el problema de nuevo es que te confundan con un turista y tú, tú eres veraneante. El secreto es llevarlas colgando del bolso de la camisa o colgadas en medio del pecho. Es lo más cómodo, porque —en realidad— el verdadero veraneante las gafas las lleva de adorno. Es más, le molestan porque no está acostumbrado a utilizarlas. ¿Quién utiliza gafas de sol en una fábrica, en un almacén o en una oficina? En fin…
#7 – La cartera y el dinero.
Un complemento obligado es la cartera que debe contener un monedero con cremallera en uno de los laterales. En la cartera los billetes tienen que estar bien dobladines y siempre que pagues en el bar con un billete de 50 euros hay que hacer el gesto de levantar el brazo y agitar el billete como si fuese una banderola antes de preguntar lo que se debe. Nunca, nunca dejes nada a deber en el bar. La frase «te lo pago luego» únicamente la pueden pronunciar los paisanos de pueblo o los extraterrestres.
#8 – La cabeza siempre cubierta, pero nunca con boina.
Una parte fundamental del atuendo del veraneante es el sombrero. Pero, ojo aquí, que se pueden cometer errores. Bajo ninguna circunstancia se pueden utilizar sombreros tipo ‘Panamá’ de paja toquilla. Esos, únicamente los utilizan los turistas o los que se las dan de intelectuales. Lo mejor de lo mejor son esos sombreros de mediano tamaño, de paja, y con una cinta roja o verde donde se pueda leer «XVI Fiesta Comarcal de La Cepeda» o «XXIX Fiesta Campesina UGAL-UPA». Hace años te hubiese recomendado llevar una gorra verde de la Caja Rural con el logo amarillo de la espiga, pero se han puesto tan de moda que te podrían confundir un hipster, un bicho raro. Lo del sombrero es ‘jugar sobre seguro’ pero si tu eres más de gorras, pues te recomiendo utilizar alguna que ponga «Cerveza San Miguel» o algo así. Pero ni se te ocurra ponerte una boina, esa prenda tan odiosa propia de paisanos del pueblo o bohemios. Tú no eres ni una cosa ni mucho menos la otra.
#9. El parasol y la funda del coche y otros complementos menores.
Si miras el coche de cualquiera de los paisanos del pueblo verás un frasco de medicinas por aquí, una herramienta por allá… y polvo, puixa o barro por todos los lados. Es normal, el coche es una ‘herramienta de trabajo’ más. En cambio, el coche del veraneante ha de estar impoluto por dentro y por fuera. La guantera sin una mota de polvo. Y para que el coche se mantenga así pues hay que lavarlo a menudo y protegerlo. Un veraneante con un coche sin parasol no es un veraneante. Y es que la radiación ultravioleta es muy peligrosa… Si daña la piel ¿cómo no va a dañar la pintura del coche? Pues eso, el coche siempre a la sombra y con parasol. Y si ha de estar varios días sin moverse, hay que tirar de funda.
En fin… Eso sería todo lo más importante. Es posible que se me queden algunos consejos en el tintero ya que —por ejemplo— no he dicho nada de la vara, que es lo que da el aire distinguido a un veraneante. Ni un paisano sin navajina, ni un veraneante sin vara, que dice el refrán… pero esto ya se está alargando mucho así si crees que falta algo, puedes añadirlo en los comentarios.
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