Una pincelada de verde


A veces el progreso trae consecuencias colaterales dramáticas alguna de las cuales está empezando a mostrar una virulencia preocupante y hasta peligrosa, tanto que pueden llegar a hipotecar la vida en la Tierra. No parezcan catastrofistas o exageradas estas consideraciones porque la realidad, en este caso, supera las palabras e incluso las más sombrías expectativas.

Nos estamos refiriendo al envenenamiento masivo y progresivo del planeta por la contaminación más siniestra jamás imaginada: los plásticos. Tal vez el Apocalipsis del que habla la Biblia no sea una épica hecatombe nuclear o un cataclismo trágico de magnitudes cósmicas, tal vez sea final tan poco glorioso como perecer sepultados bajo la inmundicia de ingentes cantidades de plástico usado.

El plástico industrial, el que hoy conocemos, es un invento del siglo XX que no conoció su auge hasta finalizada la segunda guerra mundial, sufriendo desde entonces un desarrollo vertiginoso que llevó su producción al orden de millones de toneladas al año. Pocos objetos hoy son concebibles sin el concurso del plástico en su fabricación. Miles de años de civilización no llegaron a ocasionar un acumulo de desperdicios como el que ha producido este material en poco más de cincuenta años.

El mercantilismo salvaje ha llevado su uso hasta límites insospechados. Nada parece tentador a presentarse en el mercado si no va recubierto por varias capas de embalaje plástico, material de uso único y perfectamente prescindible, pero que el marketing y la voracidad comercial han impuesto con notable perjuicio para el medio ambiente.

Que los plásticos han supuesto portentosos avances para la humanidad es innegable, pero corremos el riesgo de que tambien pudiera acabar con ella en un plazo no muy lejano, y en este viaje al reino de Hades muchas otras especies, animales y vegetales, podrían acompañarnos. El gran inconveniente de este material es su prolongada vida media que se puede cifrar en algunos casos en cientos de años para plásticos muy resistentes.

Este producto lo está colonizando todo, no hay ambiente al que no haya llegado. Los ríos lucen plásticos pendiendo de las ramas en la vegetación ribereña incluso en su curso más alto. El mismo Everest acumula enormes cantidades, tierras de labor, cunetas, entornos urbanos y rurales, nadie escapa de su influjo. Playas y mares están atiborrándose de bolsas, botellas, envases, cabos y malla de redes. Se dice que el Pacífico tiene un acumulo de desperdicios plásticos con una extensión similar a la de España. Imágenes de países asiáticos con playas donde el agua desaparece bajo un manto plástico, resultan espeluznantes.

Más no se reduce el problema a la parte que podemos visualizar. Ya es frecuente ver grandes cetáceos muertos por la ingesta brutal de plástico a la deriva, solo apreciable en su necropsia. Item, los análisis de moluscos filtradores como mejillones, berberechos, almejas, etc ya muestran microplásticos en su organismo, paso previo a la ingesta por consumidores humanos como tú.

Hay geles de baño y dentífricos con nanopártículas de plástico que escurren por el desagüe de lavabos y bañeras. A mayor abundamiento, las inmundicias resultante de las lavadoras llevan además de detergente microfibras de plástico, componente de nuestra ropa habitual, basada en buena medida en tejidos plásticos como por ejemplo los forros polares.

El problema es tan grave que las distintas administraciones, excepción hecha de las negacionistas o países en vías de desarrollo que desprecian las posibles derivadas de su eclosión, empiezan a tomar conciencia del problema colosal que se nos ha presentado por la desidia y el desprecio a la naturaleza y que todo lo impregna. La Unión Europea quiere imponer severas restricciones a envases, utensilios y envoltorios de un solo uso en los dos próximos años.

León tiene una oportunidad magnífica de adelantarse a toda la Unión Europea en el combate frente a esta plaga del siglo XXI y demostrar así que somos acreedores de las más altas distinciones al ser un viejo país integrado en España pero con sus señas de identidad perennes y reconocibles, merecedores de una autonomía propia pendiente. Estamos en un momento de especial sensibilización en la opinión publica acerca de los problemas derivados del uso indiscriminado del plástico. ¿Que tal si fuéramos los pioneros en dejar nuestros ríos con sus orillas limpias de plásticos, así como cunetas, fincas, parajes humanizados, calles, ciudades? ¿Alguien conoce alguna propaganda mejor para León? Y sólo necesitamos del concurso de TODOS los leoneses, o la parte sensible de ellos.

Urbicum Fluminem, junio de 2019

Efemérides para meditar


El pasado mes de noviembre se cumplieron cien años desde el final de la I Guerra Mundial, un conflicto que implicó a los cinco continentes, si bien tuvo al europeo como el escenario de una carnicería de magnitudes desconocidas hasta el momento. Como consecuencia de la contienda conocieron su fin cuatro de los imperios clásicos, hubo un fabuloso derroche de recursos económicos que paralizaron durante años el desarrollo de vencedores y vencidos y Europa acabó hecha una escombrera. Pero si dramáticos pueden parecer estas cifras, la cifra de muertos, heridos y mutilados adquirió tintes trágicos. Diecisiete millones de muertos fue su espantoso saldo final.

Las causas de la guerra venían de muy atrás y eran la consecuencia de la disputa entre las potencias coloniales de la época que luchaban por la supremacía mundial. La economía por encima de todo. La Revolución Industrial, el más prodigioso avance de la humanidad desde el Paleolítico, trajo grandes avances tecnológicos en física y química y puso los nuevos ingenios mecánicos y eléctricos al servicio de unos países que se entregaron con macabra devoción a picar carne humana, por seguir la terminología de la época.

Con todo, un nuevo ángel exterminador vino a sumarse al aquelarre de muerte y desolación ya existente. Un nuevo jinete del Apocalipsis dejó tras de sí en los últimos tres meses de guerra, y en el mes siguiente a la firma de la paz, la escalofriante cifra de veinte millones de muertos. Cantidad esta que, según algunos autores, podría haber llegado a los cincuenta millones de víctimas, si se suman los fallecimientos acaecidos hasta el año 1920.

La mal llamada gripe española o Spanish influenza – se originó en Estados Unidos- diezmó la población española de la época en un uno por ciento, sucumbiendo más de doscientos mil españoles, algo así como si hoy borráramos del mapa la población de Soria y Segovia juntas. Se dice que hubo más de quinientos millones de afectados y que la población mundial se redujo en un tres por ciento. Tan sólo en China se estima que hubo cerca de treinta millones de muertos.

A la luz de estas listas de bajas se antojan varías reflexiones, algunas de las cuales, no todas, pasamos a referir:

Una sola enfermedad fue muchísimo más letal que toda la artillería pesada, ametralladoras, tanques, submarinos y gas mostaza que todas las naciones implicadas en la Gran guerra pusieron en acción. Es decir, la gripe del 18 sola causó más destrucción que toda la potencia militar del planeta. Por otro lado vino a recordar, otra vez más, que frente a las enfermedades no hay diferencias notables entre los hombres, que lo mismo pueden acabar con la vida de los grandes y los pequeños, ricos y pobres, débiles y poderosos, no hace distingos. Tan es así que incluso hasta dos de los tres pastorcillos a los que se les había aparecido la Virgen de Fátima perecieron a causa de esta pandemia en los dos años finales de este “andacio”.

Otra conclusión paradójica es que todos los países destinan sumas astronómicas a dotarse de poderosos ejércitos que puedan defenderlos de hipotéticos países agresores sin que por ello haya contestación social, sin embargo, en la lucha frente a estos otros enemigos conocidos e inmisericordes sólo se conocen recortes y más recortes. La política actual de los Estados Unidos es sin duda el mejor ejemplo. España, como el resto de países, lleva años haciendo otro tanto.

Por eso, cada vez que en León se reducen las prestaciones sanitarios en forma de menos días de atención en los centros de salud de los pueblos, menor número de médicos, retraso para realizar pruebas diagnósticas o intervenciones quirúrgicas, etc se está exponiendo alegremente nuestra integridad. Y todo ello lenta pero paulatinamente, ocultando la verdad en nombre de una regulación de la economía y silenciando las quejas de la ciudadanía en la medida de lo posible.

No podemos aspirar a vivir eternamente, pero tenga bien presente, ¡ amigo leonés ! que el ejercito que mejor puede defendernos de los adversarios más formidables de este mundo, no lleva uniforme caqui, viste batas blancas. No dejemos que nos lo arrebaten. Luchemos porque siga peleando a nuestro lado. ¡Puede irnos la vida en ello!

 

Urbicum Fluminem, diciembre 2018

 

 

Pérdidas, desapariciones y olvidos: guayalbas, barbos y truchas.


Todo ‘progreso’ tiene un coste. Así por ejemplo el pantano de Riaño permitió poner en regadío unas cuantas hectáreas de tierra en el sur de la provincia y aumentar la producción hidroeléctrica; el coste fue el anegamiento de todo un valle y la muerte ‘económica’ de toda una comarca. Un coste muy alto para los montañeses, todo sea dicho.

Igualmente en los años 80 la instalación del alcantarillado en muchos pueblos de la provincia supuso la muerte de la mayoría de pequeños ríos y arroyos de la provincia. Por lo general estas redes de alcantarillado vertían las aguas ‘servidas’ a pequeñas depuradoras construidas al lado de los cursos de agua. Las depuradoras básicamente lo que hacían era filtrar el agua que llegaba y evitar que los residuos fuesen directamente a los ríos, pero no trataban estas aguas residuales. En pocos años la mayor parte de las depuradoras dejaron de funcionar, por lo que la red de alcantarillado pasó a verter los desechos directamente en ríos y arroyos.

Con la contaminación, eutrofización y degradación de los ecosistemas fluviales poco a poco fueron desapareciendo diversas especies de peces como guayalbas (Squalius carolitertii), barbos (Barbus barbus), bogas (Pseudochondrostoma duriense), percas (Perca fluviatilis) o truchas; anfibios; o pequeños roedores como el ratón aguadero (Arvicola sapidus). Y es que es la extinción de unas especies conlleva la muerte de otras, como ocurrió con los mejillones o la almeja de río (Margaritifera auricularia) que desaparecieron casi en paralelo a las truchas (las larvas de estos mejillones se hospedan durante meses en las branquias de éstas).

También los cangrejos de río desaparecieron de gran parte de los ríos leoneses en los años 70 por efecto de una enfermedad (afamicosis) y la mala calidad de las aguas. Y antes habían desaparecido anguilas, relampreas (Lampetra fluviatilis) y otras especies como las nútrias (Lutra lutra), llundres en llionés. Es un suma y sigue…

En fin. No cabe duda de que gracias a las redes de alcantarillado los pueblos son más higiénicos, más limpios y más habitables, pero a cambio los ríos dan pena…


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Es miserable que se ayude a despoblar…


Este texto no es mío, sino de ‘Alguien’ que lo dejó en comentarios. Lo reproduzco acá ya que señala cosas muy interesantes:

 

«La despoblación es difícil de frenar pero lo que es miserable es que se ayude a despoblar.

No se puede pagar un 21% de IVA o el IRPF de un pequeño bar o cualquier negocio en un ayuntamiento con 400 habitantes o menos y distribuidos esos habitantes en 13 pueblos (pedanías). No se puede pagar el reciclaje o basura como un negocio cuando habría que considerarlo un servicio hacia los 4 vecinos que quedan y que van a echar la partida o tomarse un café o comprar unos huevos o un paquete de pan de molde por que se nos olvidó echarlo en la compra semanal del supermercado correspondiente que esta a 50 o 60 Km de distancia.

¿No es más normal y ayudar a que esos pocos negocios no tengan que cerrar y otra familia que se va a algún sitio donde ganar dinero y no estar sobreviviendo a base de penar? ¿Cómo puede ser que un autónomo pague lo mismo en una capital que en una pedanía de 3 habitantes?

¿Cuánto dinero costarían unas medidas como esas? Prácticamente nada para presupuestos millonarios que dilapida la CCAA y el Estado, incluso Diputaciones ( aunque es la única administración que da algo para los pequeños ayuntamientos y pedanías ). ¿Es tan difícil dar subvenciones reales y útiles para autoconstrucción de viviendas rurales? ¿Ayudas reales y sin hacer trampas para alquiler?

En las del 2018 de la JdCyL por poner un ejemplo : «d) Que los ingresos de las personas que tengan su domicilio habitual y permanente en la vivienda arrendada, consten o no como titulares del contrato de arrendamiento, sean iguales o inferiores a tres veces el Indicador Público de Renta de Efectos Múltiples«

Teniendo en cuenta que el IPREM de 2018 14 pagas = 7.519,59 € x 3 = 22.558,77 €, la realidad es que 1 persona 7.519,59 € y por cada persona que viva con él, 1/2 IPREM más. Cualquier chaval/chavala ganará más de 7.519,59€ y se largará y alquilará algo en cualquier otro sitio y formara su familia allí y así todo.

Hoy con una fibra decente y con unas comunicaciones decentes hay empresas que lo mismo les da estar en una ciudad que en un pueblo pequeño. Eso sin contar los problemas que tienen los ganaderos de extensivo, con los animalistas… con prohibiciones de caza… defendiendo lobos por encima de ganaderos tradicionales… o entrometiéndose en los manejos de tiempos inmemoriales… gente que lo único que sabe de ganado, comunales y vida rural es 0 patatero.

En fin que los pueblos no se mueren, los estamos matando».

 

¿Te parecen acertadas estas opiniones? Si tienes ganas y tiempo, deja tus comentarios al respecto. Todas las opiniones son bien recibidas…

Somos conservadores, ferozmente conservadores…


Estas interesantes reflexiones no son mías sino de Luis Ángel que vive en un pueblo y al respecto de la ‘muerte de los pueblos’ indica en uno de los comentarios:

 

«Pues a mi, cada vez que sale éste tema, me invade la melancolía.

Cierto que los motivos de la despoblación son muchos y muy complejos, pero yo quiero hacer especial hincapié en nuestras exclusivas responsabilidades, que no son las de los políticos o las de los industriales, ni las de los que, desde la capital, muchas veces después de abandonar su pueblo, claman ante la despoblación.

Yo sí vivo en un pueblo y sé de qué hablo. Hablo de la apatía de muchos pueblos, del acomodo que da una pensión en un lugar barato para vivir, del cainismo, del desprecio de los propios jóvenes (dónde los hay) a la vida en el pueblo, del conservadurismo casi feroz, de la cultura agraria que nos come. Las propias autoridades municipales de muchos pueblos, si les planteas el tema, se encogen de hombros y te preguntan qué pueden hacer y se abandonan a la apatía dedicándose a andar listos a las subvenciones limosneras de la Diputación, para renovar las farolas.

Después conozco casos de comunidades que tienen un problema para cada solución. Gentes que, en realidad disfrutan en su pueblo de una excelente calidad de vida y no están dispuestos a que ninguna idea revolucionaria, o no, les vaya a molestar o a incordiar su preciado buen vivir. Nada de traer gente de afuera, ni de cambiar ni la dirección de circulación de una calle, no sea que no pueda detenerse en ella para pegar la hebra con otro bienviviente, ni de disponer de bienes comunales, para otra cosa que no sea las de siempre.

Después está el caso del joven que ni se plantea en lo más remoto emprender nada en su “atrasado pueblo”.

Chavales que eligen universidad cuánto más lejos mejor, ni siquiera la de su provincia o las de su comunidad autónoma les vale y después prefieren Madrid o Barcelona para trabajar, o una ciudad que tenga playa y muchos “pafes”, escaparates y vida guay. ¿Seguro que no conocéis a ninguno de esos? Claro, que no hace falta tanto, con que prefieran la capital de provincia, hacen el mismo daño.

Por tanto, también somos conservadores, como dije antes, ferozmente conservadores. No nos debe de ir lo suficientemente mal, para que una vez y otra, se nos vea al votar, que no queremos movernos de la primera mitad del siglo XX. A las pruebas electorales me remito: a mayor despoblación, mayor conservadurismo»,

León miope


Recientemente, el periódico decano de nuestra provincia publicaba un articulo aparecido en su homólogo inglés The Guardian. El artículo recogía las impresiones de un periodista británico que se despachaba a cerca de León diciendo que era una ignominia que “La cuna del parlamentarismo en Europa” se vea ninguneada dentro de una autonomía que no siente rubor alguno en apropiarse de sus logros, no así de sus desavenencias con la región castellana. Ahí está el postigo bautizado de la traición en Zamora para que no nos olvidemos de la sumisión debida.

Pero León sigue con su miopía histórica con la vocación de alcanzar los mismos resultados que un mosquito lanzado contra el parabrisas de un coche. Y lo que nunca nos cansaremos de ponderar es el feo de nuestros procuradores que procuran suspendernos en el limbo de la historia, como corresponde a la bajeza del linaje de los leoneses. Proverbial es la humilde y humillante peregrinación de los políticos sin distinción de siglas que viajan a Valladolid como los musulmanes viajan a la Meca, a postrarse ante una piedra sagrada o ante las Cortes que surten con sus ubérrimas ubres la panza irredenta de representantes que no representan.

Esto, salvando las distancias zoológicas y ganaderas, esta actitud recuerda, y de que modo, a la técnica empleada para cruzar yeguas con asnos en Galicia cuando se criaban mulos – machos en León – para venderlos como animales de tiro a Castilla. El pobre semental asnal, llegado el momento de mostrar su virilidad, se mostraba reacio a prestar sus servicios a una yegua que no deja de ser una especie extraña a su condición pollina. Tal inconveniente se solventaba encontrando una burra que estuviera en celo y recogiendo un cubo de su orina, que, según cuentan los conocedores de esta técnica, excitaba los más bajos instintos del pobre semental fuera cual fuera la situación.

Así es que, debidamente pertrechados con este aromático licor, se le aplicaban al pobre asno una buena rociada de brocha gorda sobre el hocico y ya, confundido con aquel elixir, generoso se prestaba a la faena sin más objeción, aunque la compañera sentimental fuera la yegua que antes rechazaba. Tal parece que en Valladolid haya excedente de orina estrogénica para no pocos de nuestros compatriotas que se ven sólidamente impelidos a las amorosas demandas de la política pucelana.

Y mientras León, con su ciudadanía ajena a este tierno lance, sigue miope viendo como en Villalar se celebran grandes fastos donde se festeja algo que nos es totalmente ajeno. ¿Hay alguna cosa que festejar? Tenemos que poner más ópticas en León, no llega con las que hay.

León no acaba de ver el pozo en el que lo han metido y del que difícilmente puede salir

¿Para cuando una fiesta para León al margen de Villalar?

 

Urbicum Fluminem, abril 2018

 

Photo by jinterwas on Foter.com / CC BY

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