Pérdidas, desapariciones y olvidos: los velorios


Odio los tanatorios.

Una de las peores cosas que la ‘modernidad’ ha traído a los pueblos, son los modernos tanatorios. Es todo tan aséptico, tan frío, tan distante, tan limpio, tan puntual que da un poquitín de asco.

El lector se preguntará que qué veo de malo. En primer lugar, el moderno tanatorio cierra a las 10 de la noche, y el difunto se queda solo toda la noche. ¿Se imaginan lo duro que debe ser para el muerto pasar toda la noche sólo? Se debe hacer eterno…

Bueno, al margen de ironías y chistes malos, creo que todo tiene que ver con una modernidad mal entendida. A ver cómo lo explico. El hombre es un ser social y toda la vida viene marcada por ritos sociales como son el bautismo, la boda, el entierro por ejemplo; es decir los acontecimientos más importantes de la vida de las personas (llegada de un nuevo miembro a la familia, la unión de dos familias, o la despedida final) se acompañan de ritos y celebraciones. El problema es que ahora nos hemos vuelto tan ‘modernos’ que no se celebra nada, y así nos va.

Aunque no lo crean, los ritos y todo lo simbólico es muy importante. Entre otras razones, porque forman parte de la cultura; cada celebración no sólo es la fiesta en sí, sino el sentirse acompañado de la familia y los amigos. En el caso de los velorios y los entierros estamos ‘celebrando’ una despedida, el cierre de una etapa… Por algo las ordenanzas concejiles obligaban asistir a los funerales de los convecinos. De hecho, para la gente de los pueblos asistir a los entierros es algo sagrado, una norma que se sigue a rajatabla.

Bien. A lo que íbamos. En los pueblos a los muertos siempre se los veló en casa: en el comedor, en la cocina, en una habitación… El féretro se ponía en el medio y alrededor se colocaban sillas. La gente iba llegando y daba el pésame a los familiares y se los ‘acompañaba’ en ese momento. De la tristeza de los momentos iniciales de la tarde-noche marcada por el rezo de de los preceptivos rosarios, se pasaba en la madrugada a la charla distendida, incluso algún chiste o anécdotas divertidas del finado. Como la vida misma…

También relacionado con el velorio del muerto esta todo el tema del duelo. Y no me refiero a esa costumbre de vestir de riguroso negro durante un año, sino al proceso de adaptación emocional ante la pérdida de un ser querido. Quizás el velorio ayudaba a la elaboración del duelo…

Por último, no se oculta que detrás de los tanatorios hay una gran negocio. Nos hemos dejado vender la moto, pero… Nadie se quiere complicar y en los tanatorios te lo dan todo ‘frito y migao’, pero…

En fin. No les aburro más. Da un poco de pena que en aras de una modernidad mal entendida se vayan perdiendo algunas costumbres.

Si no estás de acuerdo con las cosas que se dicen aquí, siéntete libre de dejar tu comentario. Valoramos (mucho) las opiniones discrepantes…

La foto es del gran fotógrafo gallego Virxilio Viéitez

E.P. Thompson, el historiador necesario


La entrada de hoy es un poco especial; trataremos sobre E.P. Thompson, un prolífico historiador inglés, al que ya hemos hecho referencia en alguna otra parte del blog. Concretamente al tratar sobre ordenanzas concejiles y costumbre afirmábamos que la costumbre no era algo fijo e inmóvil, sino más bien un espacio donde intereses opuestos hacían reclamaciones contrarias.

Tratar de resumir las aportaciones de E.P. Thompson en una entrada de un blog es como tratar de resumir El Quijote de la Mancha en los 140 caracteres de un ‘tweet’. No obstante, intentaremos destacar las principales aportaciones de este autor, ya que además de ser de una gran vigencia, alguna de sus obras son fundamentales para entender el funcionamiento de las sociedades tradicionales y el régimen comunal.

Quizás la obra más conocida de Thompson sea ‘La formación de la clase obrera en Inglaterra’ publicada en 1963. En ella el autor estudia como el incipiente movimiento obrero inglés se nutrió de ideas religiosas, políticas, culturales de procedencia muy diversa. A pesar de esta heterogeneidad, los intereses comunes entre diversos grupos de trabajadores (obreros fabriles, artesanos, peones rurales, etc.) facilitaron el surgimiento de una conciencia o una identidad de ‘clase’, en tanto que opuesta a los intereses de otras clases. Uno de los méritos de Thompson es mostrar que la ‘clase’ no viene determinada por factores económicos, sino también culturales; en este sentido, la clase obrera se hizo a si misma partiendo de la experiencia e inspirándose también de la tradición y de los derechos consuetudinarios que estaban siendo abolidos.

Si quieren que se les caiga el alma a los pies, lean esta obra y comparen las resistencias y solidaridades de los trabajadores del siglo XIX con lo que está pasando hoy en día.

Otra obra de Thompson de una gran vigencia es ‘Whigs and Hunters. The origins of the Black Act’ (no está publicada en España, sí en Argentina como ‘Los orígenes de la Ley Negra’) en la que se detalla como la oligarquía política creó leyes severísimas y opresivas para acabar con la caza furtiva en los bosques reales. Thompson muestra por un lado, que estas leyes fueron creadas para servir los intereses de unos pocos, sometiendo a los jueces a la influencia política y convirtiendo la justicia en una farsa (¿les suena?, miren lo del rescate a los bancos, lo de las preferentes, los desahucios, y otras medidas, y ya me dirán). También explica Thompson que cuando se quería dar un ‘escarmiento’ o el Estado quería dar un ejemplo de miedo aplicaba la ley con todo el rigor posible (imagino que han leído que robar en supermercados pasará de falta a delito en el nuevo Código Penal, ¿curioso, no? ¿entienden ahora por qué se quieren criminalizar las protestas?).

Bien, yendo al grano, desde mi punto de vista sin lugar a dudas la obra más importante de Thompson es ‘Costumbres en común’ en la que describe en detalle la compleja ‘cultura’ surgida en torno a la clase obrera inglesa en el siglo XIX y cómo ésta se inspira en las tradiciones, en la costumbre y en los ideales comunitarios. Una de las aportaciones de Thompson es mostrar la sustitución gradual de una economía tradicional por una ‘nueva economía de mercado’ donde las relaciones quedaban definitivamente sometidas a los imperativos del dinero y del mercado.

Por un lado, muestra Thompson como alguno de estos cambios, como los cerramientos de tierras (enclosures) convirtieron a los pobres en extraños en sus propias tierras y lo que eran derechos tradicionales (como por ejemplo la caza o el espigueo) pasaron a ser consideraros delitos; por otro lado, Thompson constata que estos cambios fueron resistidos ya que, (en León lo sabemos muy bien) en las sociedades tradicionales no todo era el mercado también habían solidaridades vecinales e imperativos morales.

Precisamente, otra de las aportaciones de Thompson es el concepto de ‘economía moral’. Básicamente, y resumiendo mucho, lo que viene a decir el autor es que en las sociedades tradicionales el comportamiento económico estaba sometido a los valores morales, y había una noción legitimadora o ‘economía moral’ que determinaba lo que estaba bien o mal. En este sentido, por ejemplo se entendía que el derecho a la subsistencia estaba por encima de las leyes de Estado.

Espero que hayan disculpado la extensión de esta entrada, pero no cabe duda de que, como hemos visto, E.P. Thompson es de una gran actualidad no sólo por los paralelismos que uno pueda encontrar entre la Inglaterra decimonónica y la actualidad. Thompson está vigente porque muestra que los resultados históricos son algo construido, no algo inevitable; que la destrucción social del siglo XIX se hizo para provecho de unos pocos.

De igual manera, medidas como el rescate bancario, el tarifazo eléctrico, la deflación salarial o la subida de impuestos no son algo inevitable sino que han sido hechas para beneficiar a unos pocos. Al igual que en el siglo XIX las élites, sin el menor pudor, siguen utilizando las leyes y las instituciones del Estado en beneficio propio.

En fin…

Lo dicho: lean a E.P. Thompson. Vale la pena.

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