Cencerradas en León ¿disciplinamiento social o folclore?


Hace tiempo que llevo dándole vueltas a un tema que son las formas públicas de reprobación social en sociedades tradicionales; es decir, cómo se escarnecía públicamente a quienes contravenían las ‘buenas’ costumbres. En el caso de la provincia de León más allá de las transgresiones típicas del Carnaval o las cencerradas no he podido encontrar gran cosa.

Indica Caro Baroja que las cencerradas era algo común en diversas comarcas del antiguo Reino de León en las bodas de viudos. Indica que los que participaban en ellas «se disfrazaban como en Carnaval y llevaban bajo palio unas figuras grotescas ante las que agitaban incensarios ridículos compuestos por pucheros en los que quemaban pimienta picante y sustancias malolientes«. En otros casos, como en Sayago (Zamora) indica que «durante las vísperas de las amonestaciones de viudos, los mozos recorrían el pueblo tocando cencerros y cuernos y a la salida de la misa de boda, esperaban a los cónyuges vestidos de modo grotesco, les montaban en un carro tirado por asnos cubiertos de andrajos y llenos de esquilas y les llevaban a su casa, si bien no les dejaban en paz hasta que no soltaban dos o tres pesetas para vino».

Parece ser que en diversas localidades leonesas estas cencerradas se mantuvieron hasta bien entrado el siglo XX tal y como se detalla en este artículo de Alonso Ponga.

Es posible que en la Edad Moderna, estos alborotos conocidos en otras partes de Europa como ‘charivari’ pudiesen servir de escarnio a quienes contravenían la moral tradicional. No sólo los matrimonios grotescos eran sometidos al escarnio público sino que en ocasiones las cencerradas servían para ‘vituperar’ a personas que estaban amancebadas, cometían adulterio o maltrataban a miembros de su familia.

Todo este interés mío por el tema viene de la lectura del historiador británico E.P. Thompson quien en su libro ‘Costumbres en común’ analiza este tipo de ‘alborotos’ (rough music, lo llama) que tenían como finalidad ‘reprobar’ la conducta de quienes contravenían la moral establecida.

Ahora bien, en el siglo XIX y en el XX, en León las cencerradas parecen haber perdido ya ese sentido de disciplinamiento moral y quedaban en foclore como un poso, un residuo de otros tiempos…

 

Nota final

Lo interesante y uno de los aportes de E.P. Thompson es mostrar que ese tipo de protestas (‘rough music’ / charivari) surgieron de la cultura popular como una forma de justicia. Haciendo sonar lo que tenía a mano, la plebe expresaba su rechazo o ‘condenaba’ ciertas actitudes o comportamientos. Es por ello que ciertas formas o maneras de protestar más actuales como las caceroladas remiten a formas de protesta más antiguas y populares como son las cencerradas.

Es preciso que un gran número de personas sean ignorantes además de pobres…


 

Hace días escribí una entrada sobre E.P. Thompson y, aunque no tiene mucho que ver con la temática del blog, no me resisto a reproducir aquí unas frases de Bernard de Mandeville a las que el autor alude en el libro «Costumbres en común» .

Decía Mandeville:

Para que la sociedad sea feliz y la gente se sienta cómoda bajo las peores circunstancias, es preciso que gran número de personas sean ignorantes además de pobres. El conocimiento aumenta y a la vez multiplica nuestros deseos (…).

Por tanto, el bienestar y la felicidad de todo Estado o reino exige que los conocimientos de la clase pobre trabajadora se limiten a la esfera de sus ocupaciones y que nunca se extiendan, respecto a las cosas visibles, más allá de lo que se relaciona con su profesión. Cuando más sepa del mundo y de las cosas ajenas a su trabajo o empleo un pastor, un labrador o cualquiera otro campesino, más difícil le será soportar las fatigas y penalidades de su oficio con alegría y satisfacción (…)

Así como combatiendo la pobreza con artificio y constancia podréis instar al pobre al trabajo sin violencia, también, criándolo en la ignorancia, podréis acostumbrarlo a los trabajos realmente penosos, sin que se percate de que lo son (…) su conocimiento debe confinarse dentro de la esfera de sus ocupaciones».

Escrito a finales del siglo XVII, en una época en la que se estaban poniendo las bases del liberalismo clásico, es muy sugerente ¿no?

Foto de la película «Los santos inocentes» dirigida por Mario Camus y basada en la novela de Miguel Delibes

E.P. Thompson, el historiador necesario


La entrada de hoy es un poco especial; trataremos sobre E.P. Thompson, un prolífico historiador inglés, al que ya hemos hecho referencia en alguna otra parte del blog. Concretamente al tratar sobre ordenanzas concejiles y costumbre afirmábamos que la costumbre no era algo fijo e inmóvil, sino más bien un espacio donde intereses opuestos hacían reclamaciones contrarias.

Tratar de resumir las aportaciones de E.P. Thompson en una entrada de un blog es como tratar de resumir El Quijote de la Mancha en los 140 caracteres de un ‘tweet’. No obstante, intentaremos destacar las principales aportaciones de este autor, ya que además de ser de una gran vigencia, alguna de sus obras son fundamentales para entender el funcionamiento de las sociedades tradicionales y el régimen comunal.

Quizás la obra más conocida de Thompson sea ‘La formación de la clase obrera en Inglaterra’ publicada en 1963. En ella el autor estudia como el incipiente movimiento obrero inglés se nutrió de ideas religiosas, políticas, culturales de procedencia muy diversa. A pesar de esta heterogeneidad, los intereses comunes entre diversos grupos de trabajadores (obreros fabriles, artesanos, peones rurales, etc.) facilitaron el surgimiento de una conciencia o una identidad de ‘clase’, en tanto que opuesta a los intereses de otras clases. Uno de los méritos de Thompson es mostrar que la ‘clase’ no viene determinada por factores económicos, sino también culturales; en este sentido, la clase obrera se hizo a si misma partiendo de la experiencia e inspirándose también de la tradición y de los derechos consuetudinarios que estaban siendo abolidos.

Si quieren que se les caiga el alma a los pies, lean esta obra y comparen las resistencias y solidaridades de los trabajadores del siglo XIX con lo que está pasando hoy en día.

Otra obra de Thompson de una gran vigencia es ‘Whigs and Hunters. The origins of the Black Act’ (no está publicada en España, sí en Argentina como ‘Los orígenes de la Ley Negra’) en la que se detalla como la oligarquía política creó leyes severísimas y opresivas para acabar con la caza furtiva en los bosques reales. Thompson muestra por un lado, que estas leyes fueron creadas para servir los intereses de unos pocos, sometiendo a los jueces a la influencia política y convirtiendo la justicia en una farsa (¿les suena?, miren lo del rescate a los bancos, lo de las preferentes, los desahucios, y otras medidas, y ya me dirán). También explica Thompson que cuando se quería dar un ‘escarmiento’ o el Estado quería dar un ejemplo de miedo aplicaba la ley con todo el rigor posible (imagino que han leído que robar en supermercados pasará de falta a delito en el nuevo Código Penal, ¿curioso, no? ¿entienden ahora por qué se quieren criminalizar las protestas?).

Bien, yendo al grano, desde mi punto de vista sin lugar a dudas la obra más importante de Thompson es ‘Costumbres en común’ en la que describe en detalle la compleja ‘cultura’ surgida en torno a la clase obrera inglesa en el siglo XIX y cómo ésta se inspira en las tradiciones, en la costumbre y en los ideales comunitarios. Una de las aportaciones de Thompson es mostrar la sustitución gradual de una economía tradicional por una ‘nueva economía de mercado’ donde las relaciones quedaban definitivamente sometidas a los imperativos del dinero y del mercado.

Por un lado, muestra Thompson como alguno de estos cambios, como los cerramientos de tierras (enclosures) convirtieron a los pobres en extraños en sus propias tierras y lo que eran derechos tradicionales (como por ejemplo la caza o el espigueo) pasaron a ser consideraros delitos; por otro lado, Thompson constata que estos cambios fueron resistidos ya que, (en León lo sabemos muy bien) en las sociedades tradicionales no todo era el mercado también habían solidaridades vecinales e imperativos morales.

Precisamente, otra de las aportaciones de Thompson es el concepto de ‘economía moral’. Básicamente, y resumiendo mucho, lo que viene a decir el autor es que en las sociedades tradicionales el comportamiento económico estaba sometido a los valores morales, y había una noción legitimadora o ‘economía moral’ que determinaba lo que estaba bien o mal. En este sentido, por ejemplo se entendía que el derecho a la subsistencia estaba por encima de las leyes de Estado.

Espero que hayan disculpado la extensión de esta entrada, pero no cabe duda de que, como hemos visto, E.P. Thompson es de una gran actualidad no sólo por los paralelismos que uno pueda encontrar entre la Inglaterra decimonónica y la actualidad. Thompson está vigente porque muestra que los resultados históricos son algo construido, no algo inevitable; que la destrucción social del siglo XIX se hizo para provecho de unos pocos.

De igual manera, medidas como el rescate bancario, el tarifazo eléctrico, la deflación salarial o la subida de impuestos no son algo inevitable sino que han sido hechas para beneficiar a unos pocos. Al igual que en el siglo XIX las élites, sin el menor pudor, siguen utilizando las leyes y las instituciones del Estado en beneficio propio.

En fin…

Lo dicho: lean a E.P. Thompson. Vale la pena.

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