En la entrada de la semana pasada indicábamos que los profesores de la Escuela Sierra Pambley de Villablino, Juan y Ventura Alvarado. consideraban ciertas razas autóctonas españolas eran ideales para la producción de manteca, mostrando un verdadero entusiasmo con las vacas de raza leonesa de Laciana y Babia.
Valorando que superaba en producciones a otras razas mantequeras foráneas como la Jersey, se implicaron seriamente en promover su mejora. En sus muchas publicaciones, y particularmente en la revista La Industria Pecuaria, sugieren cómo incrementar la producción lechera de las reses, promoviendo la selección de aquellas reses procedentes de padres productores.
Consideraban también que era preciso mejorar la alimentación del ganado y las condiciones higiénicas: del establo, del propio ganado y del ordeño. En lo referido al primer aspecto, los Alvarado entendían que para sacar ventaja a los mayores precios de la manteca en invierno, era necesario alimentar bien a las reses durante los meses más fríos; recordemos que este tipo de ganado era estabulado durante los meses de invierno con una ración alimentaria mínima.
Otro de los cimientos de la mejora del ganado vacuno fueron los concursos de ganado; impulsados por la Escuela Sierra Pambley fueron organizados numerosos concursos de ganados en la montaña leonesa y gracias a la influencia de Juan y Ventura Alvarado en el seno de la Asociación General de Ganaderos, se empezaron a instituir premios para vacas de raza leonesa que daban leche con una alta riqueza grasa.
El caso es que se constata que las reses presentadas a los concursos empezaron a ofrecer rendimientos cada vez más altos en manteca; tal y como detalla la Junta Provincial de Ganaderos de León: «Con motivo del concurso organizado en Riaño (…), las vacas montañesas causaron una gratísima sorpresa. Como reses de montaña se las suponían buenas mantequeras, pero la realidad se mostró muy por encima de lo esperado», como muestra el cuadro de análisis de la leche:
Tal y como se puede observar en el cuadro, la cantidad de leche, entre 9 y 14 litros no está nada mal, pero el porcentaje de manteca extraído era una barbaridad; como afirmaba la Junta Provincial de Ganaderos de León «Semejante porcentaje de manteca no se ha obtenido en ninguna otra provincia de España ni del extranjero”.
Aunque es muy difícil determinar en qué medida los concursos sirvieron para a mejorar la raza, un artículo publicado en la revista La Industria Pecuaria titulado “Las vacas leonesas y su producción láctea” nos da algunas pistas: “El precioso lote que presentó en el Concurso D. Marcelino Rubio, de Villager (León), y que justamente alcanzó el primer premio, prueba plenamente la posibilidad de hacer de la leonesa una raza de belleza zootécnica, si con inteligencia y tesón aquellos ganaderos emprenden la obra, en verdad patriótica de mejorar esa raza de ganado, aun poco conocida y susceptible de dar honra y provecho; lo primero, porque sería, en realidad, honroso poseer la raza de vacas más mantequera del mundo, y ello es posible; y lo segundo, porque hoy la calidad se aprecia y se paga como es justo que suceda, y más aún cuando, merced a una inteligente fabricación, se ofrece al comercio un producto irreprochable, como hace el Sr. Rubio«.
Precisamente, parece haber ayudado que algunos ganaderos muy respetados en la montaña, como Marcelino Rubio (antiguo alumno de las Escuelas Sierra Pambley y propietario de La Lacianiega y de Mantequerías Leonesas y de la que trataremos en alguna otra entrada) estuviesen implicados en la selección de un tipo de ganado con estas características mantequeras. Otro aspecto a tener muy en presente es que el «auge» de este tipo de vacuno coincidió con las cooperativas mantequeras que pagaban la leche en relación al porcentaje de grasa que contenía; por tanto interesaba seleccionar un ganado que diese abundante leche, y que además ésta fuese rica en grasa.
Por tanto, a partir de los años 30 del siglo XX en la montaña empieza a predominar el ganado vacuno autóctono de raza leonesa. Mientras que hasta ese momento se hablaba de «ganado del país», a partir de ese momento empieza a hablarse de ganado de raza leonesa o mantequera leonesa (como prefieran llamarla) que, según Benigno Rodríguez toda una autoridad en Veterinaria, era la única de las razas de la provincia que podría calificarse de autóctona.
En mi opinión, no es el que el ganado del país de otras comarcas como La Cepeda, Maragatería o La Cabrera no fuesen razas autóctonas. Lo eran, pero la diferencia era que en la montaña se había «logrado» un ganado con unas características productivas y morfológicas muy bien definidas. Tal y como se aprecia en la fotografía que acompaña este texto, son ejemplares de tamaño medio de capa oscura, oscilando entre el negro y el castaño, con un listón más claro a lo largo del lomo; tienen cuernos grandes y abiertos hacia afuera, en forma de lira; también es característico el tupé o flequillo, así como una orla clara alrededor del morro. En este sentido, si comparamos con la foto de la anterior entrada con la de esta, vemos se trata de un ejemplar mucho más estilizado y se podría incluso decir que mucho más hermoso.
El caso es que llegados al primer tercio del siglo XX, el incremento de la demanda de carne y leche con destino a los centros urbanos, hizo que las instituciones provinciales y nacionales pusiesen en marcha diversas iniciativas para la mejora del ganado vacuno como la promoción de la raza holandesa (frisona) como ganado de leche o el cruzamiento del ganado del país con el ganado suizo (la raza pardo alpina o Schwyz) como ganado de triple aptitud, leche-carne-trabajo; así por ejemplo en 1937 la Junta Regional de Fomento Pecuario, considerando que la vaca leonesa no formaba una raza como tal, aconsejaba el cruzamiento con la raza pardo alpina. A la postre, la introducción de esta última y su cruzamiento con las razas indígenas o autóctonas del país significó la práctica desaparición de éstas.
No obstante, pensar que el cruce con la pardo alpina extinguió la mantequera leonesa no es del todo exacto. En este caso se cumplió el refrán de que «entre todos la mataron y ella sola se murió…». Fueron diversos los factores que propiciaron su extinción. En primer lugar, los servicios veterinarios veían más adecuadas las razas frisona y la pardo alpina. Así, Benigno Rodríguez, Jefe Provincial de Ganadería de León, en el capítulo «Réquiem por las razas locales» de su libro Cómo mejorar el ganado vacuno, da todo un argumentario de por qué la pardo alpina acabaría sustituyendo al ganado del país. Aunque aconsejo su lectura, las razones eran de índole económica: con el ganado pardo se conseguiría producir más leche y más carne, que era lo que estaba demandando el mercado.
Justamente ahí está otra de las claves de su extinción: el mercado. En los años posteriores a la Guerra Civil, la demanda de manteca disminuyó y aumentó la de leche, pagándose el precio de ésta por litros y no de acuerdo a su riqueza grasa; en este sentido en las proximidades de los centros urbanos empezaron a aparecer explotaciones de ganado frisón con las reses estabuladas casi todo el año y alimentadas mediante piensos y forrajes; por otro lado el aumento del precio de la carne llevó a los ganaderos a decantarse por la raza parda, de una mayor productividad (los terneros crecían más y en menos tiempo); y en tercer lugar, aunque ya más hacia finales de los años 60, el ganado de trabajo empezó a ser sustituido por tractores y otra maquinaria.
Aún así a mediados de los años 60 todavía quedaban unos 40.000 ejemplares de raza leonesa que poco a poco fueron desapareciendo, en unos casos sustituidos por la frisona o asimilados por la pardo alpina, como ya señalamos. Aunque en 1990 la Guía de campo de las razas autóctonas de España de García Dory et al. afirmaba que quedaban «algunas decenas de ejemplares en las montañas próximas a Murias de Paredes, en la provincia de León, así como en el valle del Caurel y Ancares de Lugo«, la raza leonesa o mantequera leonesa ya no aparece en el Catálogo de Razas Autóctonas publicado en 1979 por Ministerio de Agricultura.
En fin. No les aburro más. Es posible que hasta hace unos pocos años quedasen ejemplares de vacas leonesas, pero seguramente la entrada en la Unión Europea y la debacle que supuso para la ganadería hayan acabado por extinguirla del todo. Y sí, desgraciadamente hoy en día esta raza está extinguida o extinta, como prefieran decirlo, y su recuperación se presenta harto complicada…
Como decían en mi pueblo: «Ora, gibraie’l rabu!»