Meses atrás leí una entrevista a un poeta leonés que me llamó mucho la atención. Ángel Fierro, el entrevistado, decía entre otras cosas: «(…) mis referencias son la inteligencia y la sensibilidad, la cultura y la ética, en todas sus manifestaciones. La sociedad no va ahora por este camino, sino que triunfa la vulgaridad más banal«.
Esas palabras me animaron a comprar el libro que, en aquella fecha, el poeta presentaba y hoy les recomiendo: «Super flumina. Las cabeceras de los ríos. Memorial de pérdidas«. Ya el propio título indica por dónde van los tiros. Super flumina son las palabras latinas con las que comienza uno de los salmos del Antiguo Testamento referido al destierro de los judíos en Babilonia. Como título, es una excelente metáfora de los tiempos presentes: vivimos cada vez más alejados de la tierra que nos vio nacer, prisioneros en una Babilonia rica, donde reina la confusión. Es el mismo autor quien, en la introducción del libro, indica que el desarraigo es el núcleo sobre el que pivotan estos relatos, con la despoblación y pérdida del acervo cultural como ejes.
Es un placer leer a Ángel Fierro porque utiliza un lenguaje cuidado, lleno de referencias a otras obras y autores; precisamente, esas citas las utiliza como refuerzo a sus argumentos y no como un alarde vacío de erudición. Muestra el autor que lo culto no está reñido con lo sencillo; es un libro de fácil lectura. Es una obviedad, pero lo que se revela es que lo culto está reñido con lo vulgar, con lo superficial. En este sentido, otro de los aspectos a destacar esta obra es la invitación que hace a la reflexión. Es el propio lector quien debe encontrar las conclusiones.
Otro motivo más para recomendar este libro es que compartimos una misma sensibilidad y preocupaciones. Desde aquí hemos venido alertando de la desaparición de los pueblos, recordando costumbres e historias, criticando el poco aprecio por la cultura y también el abandono por parte de los gobernantes. Alegra leer ciertas cosas escritas, porque uno siente que no esta solo. Así por ejemplo, hace años en una de las entradas de este mismo blog criticábamos que «la construcción de la presa [de Riaño], para satisfacer intereses de unos pocos, dejó tocado de muerte todo el valle«. Leemos acá:
«Faraónicas presas de la Dictadura anegaron vida y memoria, con el señuelo de un progreso que no alcanzamos a vislumbrar. La erradicación de los vecinos de de sus solares ancestrales se pretendió justificar por el superior argumento del bien común. Este endeble criterio nos llevaría a aceptar que el fin justifica los medios, pero hay que preguntarse si un supuesto beneficio económico es el único elemento para la toma de decisiones. ¿No ha de tener el bien común respeto alguno por los derechos de los individuos, aunque sean escasos, a seguir habitando el espacio elegido por ellos y sus familias desde generaciones? La respuesta de economistas y políticos es bien conocida. La ética exige exactamente lo contrario«.
Es sólo un detalle. Si leen el libro, que espero que así sea, verán que hay muchas cosas en común con este blog, lo cual nos hace sentir bien.
Acabada la lectura del libro, hay una cuestión no abordada abiertamente aunque intuida, y es la propia condición de emigrado. Creo que no es casual que al inicio del libro se cite aquella frase de Pessoa que decía que: ‘El lugar al que se vuelve es otro… ya no está la misma gente ni la misma luz‘. Para quienes somos emigrantes, y el autor lo es, no se oculta que esta condición modifica profundamente no sólo la mirada sino también el sentimiento hacia la tierra materna. Muchas veces hay dolor es esa relación. Tomás González, cuyos versos son reproducidos por el autor, lo explica perfectamente:
‘Por tus calles, tus ríos, tus montañas,
por todas partes hallo gente extraña
que acaso cuando niño conocí.
Nunca sufrí un dolor más verdadero
que el de sentirme solo y extranjero
en este viejo pueblo en el que nací‘
Es por eso que intuyo que esa ‘Coda airada’ final además de un manifiesto contra la estupidez de los tiempos también es reflejo del dolor y la rabia de sentirse ‘exiliado’ en la propia tierra. En fin…
—
En este enlace pueden acceder a la entrevista a la que aludíamos al inicio.