El auge de la producción mantequera en la montaña leonesa (1915-1936)


El embrión de la moderna industria láctea y mantequera en la montaña leonesa se sitúa en los años finales del siglo XIX en la zona de Laciana, con las Escuelas Sierra-Pambley, como ya se señaló. Aunque la primera asociación cooperativa creada en 1896 fracasó debido a la competencia de la lechería de Villager, propiedad de un antiguo alumno de las Escuelas, Marcelino Arias, y a que los ganaderos no se comprometían a entregar leche durante los inviernos[1], en 1915 fue establecida de nuevo la Cooperativa mantequera, convirtiéndose la iniciativa en un éxito. De los 38 ganaderos que iniciaron la aventura cooperativa en 1915 aportando 65.000 pesetas de capital, se pasó a 246 asociados 5 años después (Alvarado, 1923: 9). No sólo en muy pocos años los ganaderos amortizaron los gastos de construcción e instalación de la fábrica sino que recibían un mejor precio de la leche; deducidos los gastos de instalación de la fábrica y de las estaciones de desnate, los ganaderos de la Cooperativa Lacianiega obtenían una remuneración neta por litro de leche de 18 céntimos, frente a los 14 céntimos que ofrecía el principal industrial local, Marcelino Rubio (Alvarado, 1923: 10). A raíz de esta iniciativa, la montaña leonesa se llenó de fábricas; así, hacía 1933 en León se contabilizaban más de 23 fábricas de manteca y queso, con 53 obreros y 4.600.000 litros de leche procesada, tal y como se aprecia en el siguiente cuadro:

Aunque las cifras son importantes, cabe notar que las estadísticas sobre producciones no son demasiado fiables al provenir de una fuente fiscal; podría haber ocultamiento, entre otras razones porque la elaboración de manteca era una actividad estacional. Sí que parece claro que las producciones alcanzaron sus niveles más altos a mediados de los años 20 del siglo pasado, dedicándose unos 6,1 millones de litros a la fabricación de manteca fabricándose un poco más de 300.000 kilogramos (Medina Bravo, 1930: 116; GEHR, 1991; Asociación General de Ganaderos, 1930). A la inexactitud de las estadísticas se añade que una parte de manteca o la leche producida en la montaña leonesa abastecía a los fabricantes asturianos[2]. Conviene puntualizar también que la industria mantequera estaba circunscrita a unos pocos municipios montañeses pudiendo las estadísticas y los datos agregados a nivel provincial despistar un poco. Si nos atenemos a ellos, se observa que mientras que en provincias como Guipúzcoa se ordeñaba el 57% de la población bovina o en Asturias el 42%, en la provincia de León únicamente el 16% de las vacas eran de ordeño, siendo la media nacional en España del 20,8% (Asociación General del Ganaderos, 1930). Igualmente a nivel agregado, la producción media de por cabeza de vacuno era muy baja en la provincia de León; 659 litros anuales por cabeza frente a los 3.027 de provincias limítrofes como Valladolid (Asociación General de Ganaderos, 1930: 35).

Atendiendo al Cuadro 2, llama la atención únicamente unos pocos productores aparezcan como cooperativas, siendo necesario realizar varias precisiones al respecto. Una es que cada cooperativa agrupaba a diversas localidades; así por ejemplo, la Cooperativa Lacianiega la fábrica estaba en Villablino, aunque en los pueblos aledaños había varias estaciones de desnate, que funcionaban de forma cooperativa. Otra es que, aunque los industriales fuesen particulares, los producción solía ser cooperativa[3]; en ocasiones, los industriales instalaban desnatadoras en casa de un ganadero donde entregaban la leche el resto de vecinos (Langreo, 1995: 300); en otros casos los vecinos elaboraban la manteca en lecherías comunales siendo vendida en bloques de 20 kilogramos a empresas que llevaban la producción a la capital de la provincia o a Madrid (Martín Galindo, 1961: 203). Una tercera precisión tiene que ver con las fuentes: por un lado, como ya señalé, se están manejando fuentes fiscales donde se supone hay ocultación; por otro, únicamente aparecen los “productores” existentes entre 1926 y 1928. Por diversos testimonios, como Martín Galindo (1961), sabemos que el cooperativismo recibió un fuerte impulso con la II República y la labor de las Juntas de Fomento Pecuario que a partir de 1933 “empezaron a propagar la colectivización”; así por ejemplo en 1932 en el municipio de Palacios del Sil fueron creadas 3 nuevas cooperativas en los pueblos de Matalavilla, Salentinos y Salientes y otras 3 en el municipio de Rodiezmo[4]; también en la zona de Valdeburón en 1936 había 2 cooperativas en las localidades de Acebedo y La Uña (Martín Galindo (1961: 203). Aunque siendo imposible saber el número exacto de cooperativas que funcionaban en la montaña leonesa, estos datos parece contradecir a la Asociación General de Ganaderos (1930: 69) que afirmaba que sobraban “dedos en las manos para contar las sociedades cooperativas dedicadas a la elaboración de productos lácticos”. Comparadas las cifras con otros países europeos, la industria mantequera podría parece algo anecdótico, sin embargo hay que tener en cuenta que estos cambios ocurrieron en poco más de 20 años, entre 1915 y 1936, y sin duda mejoraron el ingreso y el nivel de vida en estas comarcas montañesas, iniciándose con ellos la industrialización del sector lácteo en León.

Tanto el funcionamiento de las cooperativas como de las lecherías comunales era muy similar. En cada una de ellas había un empleado encargado de recibir la leche, que en presencia de uno de sus miembros, medía y analizaba la que llevan los socios, entregándoles un vale con el número de litros, porcentaje en grasa y precio. Cada vecino poseía un frasco numerado para los análisis pertinentes y una libreta en donde el dependiente apuntaba los litros entregados. Una vez obtenida la manteca, a cada socio le era devuelta diariamente la “debura” que le correspondía, la cual solía ser utilizada para alimentar los cerdos. A finales de mes, cuando las cooperativas recibían la liquidación de las ventas realizadas, la junta directiva liquidaba el importe de las ventas a cada uno de los socios (Martín Galindo, 1961).

Tal y como se aprecia en el Cuadro 2, el principal fabricante de manteca es Marcelino Rubio, el cual había heredado de su padre el oficio y la lechería y de su suegro una importante cantidad de manteca (Reguero, 2009 y 2011: 222-8). Un aspecto destacado de su biografía es fue alumno de las Escuelas Sierra-Pambley y recibió ayuda de los profesores de lechería para montar una lechería moderna, tal y como queda documentado en una de las memorias de la Escuela:

El hecho de la lechería de Villager nos llena de orgullo y es de tanta importancia para el país (…). Hace un año comenzó La Laceana trabajando 90 litros diarios y hoy trabaja 800 y pronto trabajará 1.500 ó 2.000. A los pocos meses de fundarse hubo que traer una mantequera mayor y hoy tiene instalada una nueva centrífuga o desnatadora que desnata 400 litros por hora. Toda la manteca que trabaja dicha fábrica la vende fresca a buen precio (…). El público está entusiasmado y llevan hoy leche á la fábrica gentes de Orallo, Caboalles de Abajo, Llamas y los Rabanales, todo el pueblo de Villager, de San Miguel y de Villablino, y además en caballerías ó carros va la de Sosas y Rioscuro recogida por lecheros pagados por la fábrica[5].

Este industrial, con negocios en Asturias (Langreo 1995: 332-4), siguió los métodos impulsados en las Escuelas Sierra-Pambley apostando por producciones de calidad. Para mejorar los procedimientos de fabricación envió a sus hijos a estudiar a Francia y se implicó en la mejora del ganado vacuno local y de la producción de manteca y queso como atestiguan los numerosos premios recibidos en los concursos de ganado y las medallas de Exposiciones Nacionales e Internacionales en las que participó (Reguero, 2009: 216 y 2011: 230; Langreo, 1995: 332-4). Comercializó quesos, mantecas y leche condensada bajo diversas marcas, y en los años 20 del siglo pasado instaló en Madrid un establecimiento llamado Mantequerías Leonesas donde vendía la manteca de Laciana (Reguero 2009: 221 y 2011); negocio continuado por sus hijos que llegaron a tener una treintena de establecimientos en las principales ciudades españolas. Junto con Marcelino Rubio destacan otros fabricantes de manteca, también industriales del sector lácteo, como Manuel Lorenzana o G. Martín Granizo, los cuales en 1945 se unieron con los herederos de Marcelino Rubio, bajo la razón social «Industrias Lácteas Leonesas S.A.» (ILLSA) la cual sería durante muchos años la principal industria láctea de la provincia (COCIL, 1957) con fábricas en León, Hospital de Órbigo (León), Cancienes (Asturias) y Reme (Lugo) y que en 1968 fue comprada por la multinacional americana Kraft Foods.

Decía Martín Galindo (1961: 202-3) que antes de la Guerra civil española (1936-1939) prácticamente había una cooperativa en cada pueblo de la montaña leonesa, y que a causa de la escasez de la guerra y la posguerra el movimiento cooperativo quedó casi totalmente paralizado; en cierta manera los cambios que se estaban dando se vieron estrangulado por los condicionantes energéticos impuestos, la vuelta de gente al campo o por las producciones orientadas al autoconsumo que implicaron a su vez cambios en la cabaña ganadera. Sin embargo hay testimonios que indican que durante los años de la autarquía se siguió produciendo manteca en abundancia, ya que por ejemplo en 1944 en el partido judicial de Murias de Paredes había 41 fábricas de manteca[6].

[1] AFSP, Legajo 5. “Memoria del año 1896-97”. Todos los avatares de la puesta en marcha de la Cooperativa y del funcionamiento de la escuela se pueden documentar en el Archivo de Fundación «Sierra Pambley», donde están depositadas las memorias anuales; véase también Cantón Mayo (1995: 263-267) y Reguero (2009).
[2] Este era el caso del fabricante asturiano Benigno Domínguez Gil que a principios del siglo XX poseía 2 fábricas en La Robla y Lillo (Langreo, 1995: 107) o la Mantequera Asturiana, SA que tenía una fábrica en Villamanín tal como se afirma en “Las industrias de la leche. Su progreso en España” publicado en La Industria Pecuaria en 1914, pp. 40-1.
[3] En el artículo publicado el 4 de septiembre de 1932 en La Semana Veterinaria (p. 609), aparece la reseña de un viaje de estudios donde se dice “visitamos la renombrada fábrica de manteca de don Marcelino Rubio Rodríguez, hombre que desde hace treinta y cuatro años que la puso, no ha cesado en tal empresa y en la actualidad dice que posee 46 más, habiendo creado por otra parte 60 Cooperativas mantequeras”.
[4] AHML, Secretaría (Inspección Industrial). Legajos 1.234 a 1245. “Estadística Industrial, 1924-1933”.
[5] AFSP, Legajo 7. “Memoria del curso de 1899 a 1900”.
[6] AHPL – Mapa de Abastecimientos y Transportes.

Texto reproducido con permiso del autor.

Los orígenes de la industria mantequera en la montaña leonesa (1850-1915)


A pesar de la calidad de la leche de las vacas de la montaña leonesa, a mediados del XIX los procedimientos de elaboración de quesos y mantecas eran muy rudimentarios (García de la Foz, 1857: 11). Quizás por influencia asturiana, a finales del siglo XIX en Laciana, Riaño y Lillo donde abundaban los pastos de calidad, la fabricación de manteca había ido adquiriendo importancia y fama, siendo conocida y exportada hacia el resto de España (Barthe 1902, 79); según la Dirección General de Agricultura, Industria y Comercio (1892), en las décadas finales del siglo XIX funcionaban varias mantequerías artesanales en la montaña leonesa, y la manteca procedente de Villablino y San Miguel se exportaba para los puertos de Galicia, y la de Vegamián, Lillo y Riaño para Asturias, y desde el puerto de Gijón para América. Hasta principios del siglo XX la producción de manteca que aparece en las estadísticas (Cuadro 1) es más bien modesta. No obstante, en las comarcas montañosas durante los veranos, y gracias a la abundancia de pastos, la crecida producción láctea del ganado era transformada en manteca o queso. Como veremos, esta tradición artesanal de fabricación de manteca fue, junto con el conocimiento “moderno” impulsado por dos profesores gallegos de Escuela «Sierra-Pambley» los pilares de la industria mantequera en León.

En 1886, Francisco Fernández-Blanco Sierra-Pambley, un hacendado leonés, junto con varios profesores de la Institución Libre de Enseñanza (Gumersindo de Azcárate, Francisco Giner de los Ríos y Manuel Bartolomé Cossío) ponía en marcha diversas Escuelas en la provincia de León dirigidas, entre ellas la Escuela «Sierra-Pambley» Mercantil y Agrícola de Villablino. El objetivo era doble: uno, perfeccionar los cultivos del país y desarrollar las industrias lácteas al ser la ganadería y agricultura el principal medio de vida de los lugareños; y dos, mejorar la formación comercial de los jóvenes al tratarse de una comarca con una fuerte tradición migratoria hacia ciudades como Madrid, La Habana o Buenos Aires (Alvarado 1911).

Desde la creación de la Escuela, y con vistas a mejorar la fabricación de quesos y manteca, los profesores eran enviados a Francia para recibir formación en la elaboración de quesos y mantecas (Reguero, 2009, Cantón Mayo, 1995). Uno de estos profesores, Ventura Alvarado, fue enviado entre 1895 y 1896 a la Escuela Nacional de Lechería de Mamirolle donde impartía clases el reconocido profesor Pierre Dornic, complementando su formación en otros centros como el de La Brosse[1]. Durante esta estancia en Francia, V. Alvarado adquirió unos sólidos conocimientos teóricos y prácticos, que a su vuelta a la Escuela «Sierra-Pambley» utilizó para la fabricación de diversos tipos de quesos (Camembert, Brie o Petit-Suisses) y manteca, difundiendo y divulgando los conocimientos adquiridos. En poco tiempo, esta escuela de Lechería se convertiría en “un verdadero modelo entre las de su clase y única en España” (Aragó 1909, 381), apareciendo incluso reseñada en los informes consulares de los EE.UU (Bureau of Foreign Commerce, 1902: 106):

At the village of Villablino, in the adjoining province of León, there is an advanced agricultural collage, where two practical and theoretical professors are established, having been trained in France, Switzerland, and Holland, at butter and cheese factories (…) The effects of the college are marked in every direction around the district, and some of the students, after terminating their courses, have formed a company and established in Villajed (sic) a butter manufactory upon the latest model, sending their products to Madrid and other important cities. This company also sends one of its partners to France or other advanced countries yearly to report on any improvements

A partir de ese momento, Ventura junto con su hermano Juan (director de la Escuela) serán los verdaderos impulsores de la modernización de la fabricación de quesos y mantecas en España. Para estar conocer los últimos avances en la materia, asistirán a diversos congresos de industrias lácteas celebrados en Europa, publicarán numerosos libros y artículos sobre la producción mantecas y quesos, la mejora de la producción lechera del ganado, o sobre cooperativas lecheras y mantequeras. En 1897 montaron una asociación cooperativa en Villablino que fracasó, si bien en 1915 crearon «La Cooperativa Lacianiega» que se convertiría en el modelo para muchas otras en León y en España, como la de la Seu d’Urgell (Lleida), o la de Infantes (Ciudad Real) creadas años después. En 1911, la Asociación General de Ganaderos creó el Servicio de Fomento de Industrias Lácteas nombrando para dirigirlos a Juan y Ventura Alvarado[2], quienes impartieron numerosos cursos prácticos sobre lechería a lo largo y ancho de la geografía nacional. En estas «semanas prácticas», V. Alvarado explicaba con máquinas a la vista la manera de trabajar la leche y cómo convertirla en quesos, manteca y requesón, cómo analizar la riqueza de la leche, a qué temperaturas convenía trabajarla, y otros muchos aspectos prácticos[3]. Asimismo con el objetivo de divulgar la fabricación de quesos y mantecas y estudiar cómo mejorar las producciones lácteas locales, llevaron a cabo diversos viajes a Cantabria (1911), al Alto Aragón (1913) o a las comarcas gallegas productoras de quesos (1920), de las que saldrían diversas publicaciones (Alvarado & Alvarado, 1911 y 1913) y una memoria sobre “Tecnología moderna para la fabricación de quesos españoles” titulada «La Mancha, Cabrales, Galicia» premiada en 1926 por la Asociación General del Ganaderos[4].

Los hermanos Alvarado también destacaron por impulsar los concursos de ganado para mejorar las razas vacunas autóctonas, y diversas iniciativas novedosas como de un consultorio de industrias de la leche a donde les llegaban consultas desde diversos lugares del España[5] o la constitución en 1907 de una Cooperativa de Seguros contra la mortalidad del ganado, la cual al comienzo del segundo año de funcionamiento tenía 312 asociados que aseguraban 2.550 reses vacunas por valor de 464.518,40 pesetas[6]. Otra idea innovadora fue la propuesta de ampliar la Escuela «Sierra-Pambley» para crear en una finca cercana a la capital de provincia –el «Monte de San Isidro»–, un centro donde hubiese un laboratorio de investigación láctea (química y bacteriología), y se pudiese mejorar el ganado por medio de la selección[7]; un aspecto que ilustra del carácter de los hermanos Alvarado, es que planteaban que este Centro estableciese becas para que pudiesen estudiar alumnos pobres.

[1] AFSP, Legajo 18. “Memoria del viaje de estudio hecho en Francia por Ventura Alvarado”.
[2] La Industria Pecuaria, 1911, 35-37.
[3] También se aprovechaban eventos como los concursos de ganado para difundir los métodos “modernos” de fabricación de queso y mantecas; por ejemplo en el Concurso Nacional de Ganados celebrado en León en 1926 la Fundación Sierra Pambley presentó una pequeña instalación “con el fin de mostrar que con muy pequeño capital podrían todos los pueblos tener su fábrica en la que obtendrían más y mejor manteca, y por tanto mayor ingreso, que elaborándola por los sistemas arcaicos que aún se emplean en muchos pueblos de esta provincia y de España” (Junta Provincial de Ganaderos de León 1926: 7).
[4] La Industria Pecuaria, 1926, p. 381.
[5] AFSP, Legajo 31. “Consultorio de Industrias de la Leche de la Fundación Sierra Pambley”.
[6] AFSP, Legajo 16. “Memoria del año 1908-1909”.
[7] APSP, Legajo 19. “Grandes líneas de un proyecto de ampliación de la Escuela Sierra Pambley, que propone al Patronato de la Fundación, Ventura Alvarado y Albó”.

Reproducido con permiso del autor. En este enlace encontrarás el documento original.

Pérdidas, desapariciones y olvidos: la mantequera leonesa (i)


Empezamos una nueva serie, y van… nosécuantas. Pero es que hay tantos y tantos temas que tratar que es inevitable abrir nuevos hilos. De todos modos, no se preocupen que hay cuerda para rato.

El primer post (doble) de esta serie va dedicado a una raza autóctona de vacuno hoy extinguida, la «mantequera leonesa», aunque hay quien duda de que haya existido esa raza como tal.

Espero disipar estas dudas y mostrar cómo el calificativo de «mantequera leonesa» que empezó a ser utilizado en las primeras décadas del siglo XX es adecuado para referirse a una raza «leonesa» de vacuno que destacaba por producir bastante leche de una gran riqueza en materia grasa.

Hasta principios del siglo XX, el vacuno que abundó en la mayoría de comarcas de León era el llamado «ganado del país» caracterizado por su rusticidad y adaptación al medio -especialmente a un régimen alimenticio abundante durante el verano y restricciones durante el invierno-, y por su triple aptitud: carne-leche-trabajo.

No obstante, este vacuno «del país» variaba de unas comarcas a otras; en 1902, Contreras y Barthe señalan: “En toda la parte montañosa en que los pastos son más sustanciosos y nutritivos predomina la raza de gran talla, huesuda, apropiada para el trabajo, que además proporciona abundante leche, que se dedica a la extracción de la manteca. Esta misma raza se encuentra en el llano aunque ya el fin principal es la recría para el trabajo, de los que se encuentran buenos ejemplares (…) La otra raza se encuentra en las zonas de la Cepeda y Cabrera, en donde el ganado es cretino, de escaso desarrollo, muy sobrio, en perfecta armonía con la pobreza del país, y cuyo principal y único destino es el arrastre de leña y carbón á los centros de consumo”.

Es decir, los agricultores habían ido seleccionando el vacuno de acuerdo a sus aptitudes productivas predominando en la mayoría de comarcas el ganado de labor de razas «berciana», tudanca o «del país» sin más, resultado de numerosos cruces con razas vecinas. Ahora bien, en la montaña los ganaderos también habían ido seleccionando un tipo de ganado de aptitud lechera como muestran estas líneas del Tratado del ganado vacuno de M. Prieto, aparecido a finales del siglo XIX:

«Por su importancia, por sus formas y por sus productos, no hemos de pasar en silencio las reses de la provincia de León, que se conocen por su elaboración de buena y abundante leche, relativamente hablando, encontrándose en algunos contornos, especialmente en Laceana, tipos de reses que son una esperanza en manos de ganaderos inteligentes, con haberes abundantes. En la provincia de León se registran tipos de ganado de labor fuertes, resistentes, de hueso y membrudos, así como reses fáciles de engordar, de no mucho hueso y hasta precoces para el cebo. Las vacas que pastan en los valles de la provincia son notables por su domesticidad, la anchura del tercio posterior, la pequeñez de la cabeza á veces, y lo pesado y caído de las ubres antes de ordeñarlas, siendo suaves al tacto, elásticas, y dando desarrollo notable. Estas reses producen, bien atendidas, hasta 12 y aún 16 litros diarios de leche cremosa y excelente; se dan ejemplares que elaboran 18 litros (…) Las reses leonesas se ceban fácilmente y producen carne sabrosa y tierna; los novillos y novillas, así como las vacas castradas, cobran anchuras y llegan á pesar á veces de 300 á 350 kilogramos (próximamente 24 ó 28 arrobas) y también más, cuando tienen a su disposición buenos pastos. (…) En Laceana se encuentran reses lecheras que producen leche y mejor manteca; también se encuentran en los valles de Santander, Asturias y Galicia; pero no son reses que sirvan para las dos cosas, que es para lo que debe valer el ganado vacuno de leche; primero para producir este líquido muy abundantemente; luego, para el matadero”.

Años más adelante, en 1909, Buenaventura Aragó en Fabricación de quesos y mantecas de todas clases con instrucciones prácticas para la cría, alimentación é higiene de las vacas, cabras y ovejas escribe: “Las vacas mantequeras, entre las que sobresale nuestra raza leonesa, no rinden en volúmen tanto líquido, y como el negocio se hace al litro y no á la cantidad [de grasa], de ahí que esta no reciba la atención debida” (Atención, porque en esta afirmación, está una de las causas de su posterior desaparición).

Como se puede ver, poco a poco van apareciendo referencias al vacuno leonés de orientación lechera, aunque por el momento no era considerado una raza como tal; así por ejemplo en 1914 en el “Estudio de los principales grupos indígenas del Norte de España” publicado en la Revista de Higiene y Sanidad Veterinaria del prestigioso veterinario Juan Rof Codina no aparece ninguna referencia a la “raza leonesa” de vacuno, aunque sí las razas gallega (tanto teixa como marela), asturiana, tudanca, lebaniega, campóo, pasiega, y pirenáica.

Lo que es innegable es que a principios del siglo XX en León, y más concretamente en la zona de Laciana, existía un tipo de vacuno autóctono que no podía encuadrarse en ninguno de los grupos raciales descritos por Rof Codina. Precisamente, este ganado de Laciana empezaría a cobrar una gran importancia a partir de 1915 al ser creada en la comarca una Cooperativa mantequera, impulsada por Juan y Ventura Alvarado y Albó.

En realidad esta historia de la cooperativa mantequera comenzó unos años atrás, concretamente en 1886. Ese año, junto con varios profesores de la Institución Libre de Enseñanza, el rico hacendado leonés Francisco Fernández-Blanco Sierra-Pambley ponía en marcha la Escuela «Sierra Pambley» Mercantil y Agrícola de Villablino. Visto el potencial de Laciana para las producciones ganaderas, y las excelentes cualidades del ganado local (o sea «del país») para la producción de leche, desde la Escuela «Sierra Pambley»  se plantearon como objetivo perfeccionar los cultivos del país y desarrollar las industrias lácteas, así como mejorar la formación comercial de los jóvenes, al tratarse de una comarca con una fuerte tradición migratoria hacia ciudades como Madrid o de América Latina.

Aunque en Laciana había una sólida tradición de fabricación de manteca de vaca, el Patronato de la Escuela envió profesores a Francia a formarse en la elaboración moderna de manteca y quesos. Uno de estos profesores fue Ventura Alvarado quien utilizó los sólidos conocimientos teóricos y prácticos adquiridos para la fabricación en Laciana de diversos tipos de quesos y perfeccionar la obtención de manteca de vaca. Tal es así, que en muy pocos años la escuela de Lechería de Villablino se convirtió en modelo para muchas otras de España, apareciendo incluso reseñada su labor en los informes consulares de los EEUU de 1902:

The effects of the college are marked in every direction around the district, and some of the students, after terminating their courses, have formed a company and established in Villajed (sic) a butter manufactory upon the latest model, sending their products to Madrid and other important cities. This company also sends one of its partners to France or other advanced countries yearly to report on any improvements

En esas primeras décadas del siglo XX, Ventura junto con su hermano Juan (director de la Escuela) impulsaron la modernización de la fabricación de quesos y mantecas en España. Por un lado, publicaron varios libros y numerosos artículos en la revista La Industria Pecuaria sobre la producción «moderna» de manteca y quesos, cómo mejorar la producción lechera del ganado, o cómo poner en marcha cooperativas lecheras y mantequeras. Por otro lado, como directores del Servicio de Fomento de Industrias Lácteas de la Asociación General de Ganaderos impartieron numerosos cursos prácticos sobre lechería a lo largo y ancho de la geografía nacional, explicando con máquinas a la vista cómo trabajar la leche y convertirla en quesos, manteca y requesón, analizando su riqueza o la temperatura así como otros muchos aspectos prácticos.

Volviendo al tema que nos ocupa: la raza mantequera leonesa, un aspecto destacado de la labor de Juan y Ventura Alvarado es que consideraban, y así se refleja en sus publicaciones, que ciertas razas autóctonas españolas eran ideales para la producción de manteca, mostrando un verdadero entusiasmo con el ganado de la comarca.

Tan convencidos estaban que en 1906 escriben: “Seguimos creyendo que el ganado vacuno de Laciana y Babia, y acaso de toda la montaña de León, es uno de los más notables del mundo por la riqueza de su leche en materia grasa” y que triunfaría en otros países como Canadá, los EEUU o Argentina el día que fuesen conocidas sus condiciones.

Precisamente para sacar partido a las «ventajas» de este ganado, en 1896 pusieron en marcha una asociación cooperativa que acabaría fracasando; no obstante, volverían de nuevo a la carga en 1915 estableciendo una Cooperativa mantequera, en un momento en el que los productos lácteos, como la manteca, alcanzaban una alta cotización en el mercado. En muy pocos años la montaña leonesa se pobló de mantequerías cooperativas (en 1933 en la provincia de León se contabilizaban más de 23 fábricas de manteca y queso, con 53 obreros y 4.600.000 litros de leche procesada).

A partir de ese momento, esas «ignoradas» vacas de raza leonesa que daban leche abundante y rica en materia grasa pasaron a tener una importancia capital en la economía de la montaña leonesa. Pero, el resto de esa historia te la cuento la semana que viene… (aquí el enlace de la 2ª parte) si quieres ser el primero en leer estas y otras historias, subscríbete al blog dejando tu dirección de correo.

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Juan Alvarado y Albó (i): otro desconocido defensor de lo rural.


Este año, concretamente el 8 de septiembre, se cumplen 100 años del fallecimiento de otro “leonés” ilustre, Juan Alvarado y Albo, que tampoco tiene calle dedicada en León ni entrada en la Wikipedia. En realidad, ya hemos ido viendo que en León los defensores de lo rural no tienen demasiado predicamento… Por cierto, Juan Alvarado nació en Lugo, lo cual no deja de ser más que una anécdota…

Juan Alvarado llegó en 1888 al valle de Laciana contratado como profesor de la Escuela Mercantil y Agrícola de Villablino. Allí, junto con su hermano Ventura, se estableció hasta su muerte en 1914, poniendo patas arriba la montaña leonesa con las cooperativas mantequeras y sus enseñanzas sobre la fabricación de quesos y manteca de vaca.

Como veremos en una nueva entrada, los hermanos Alvarado fueron pioneros en la aplicación de métodos científicos a la transformación de la leche y en la promoción de métodos industriales para elaborar quesos y mantecas. Si alguien quiere saber más sobre la labor de la Escuela Sierra Pambley puede consultar publicaciones como «Juan y Ventura Alvarado. La época que doró la manteca» de Victor del Reguero o «La fundación Sierra-Pambley: una institución educativa leonesa» de Isabel Cantón Mayo.  

Además de todo ello, Juan Alvarado se dedicó a recopilar diversos aspectos del folclore de las comarcas montañesas. De hecho, unos años después de su muerte, su hermano Ventura publicó «Colección de Cantares de Boda recogida en el Valle de Laciana, Babia y Alto Bierzo». Según reconoce éste en el prólogo, Juan habría dejado tres colecciones completas: “Un copioso vocabulario lacianiego y una colección de derecho consuetudinario, y la colección de cantares de boda, aunque los dos primeros no estaban en manos de su hermano”. En este enlace tenéis más detalles del tema.

En este enlace podéis descargar el libro original, aunque yo os recomiendo comprar la reedición hecha por Victor del Reguero y Piélago del Moro, ya que como dice Marta Prieto Sarro en esta reseña del Diario de León, este libro es una verdadera joya.

Poco más se puede añadir…

El club Xeitu ha anunciado a lo largo de 2014 una publicación sobre Juan Alvarado. La esperamos como agua de mayo…

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