En primera persona: el Campo de Tiro del Teleno


El pasado 23 de febrero hizo 40 años que el B.O.E publicaba la expropiación de 61 Km2 de tierras comunales perteneciente a los pueblos de Priaranza, Luyego, Quintanilla, Boisán y Filiel. En realidad en estos terrenos se venían haciendo prácticas de tiro desde los tiempos de la II República y se formalizaría esta relación en un convenio de uso que firmó el Ministerio del Ejército con las juntas vecinales en el año 1963.

Yo mismo pude comprobar in situ los inconvenientes que para las actividades de estos pueblos suponían las maniobras del ejército ya que, durante el servicio militar obligatorio, fui conductor de carros de combate y pasé una semana de maniobras en 1978 en Lagunas de Somoza. El paso de estos enormes vehículos por unas carreteras tan estrechas suponía unos daños considerables en las mismas y muy frecuentemente en los edificios colindantes a su paso por las poblaciones.

Pero el inconveniente mayor era, sin duda, las limitaciones que las actividades del ejército suponían para los usos agrarios y ganaderos del territorio.

En 1980 el Ministerio de Defensa anunció su ampliación. Esto suponía la expropiación de los comunales de las localidades antes mencionadas y de hecho la prohibición de uso de estos terrenos para actividades agrícolas y ganaderas.

La oposición de los pueblos de Maragatería a la expropiación fue generalizada. No hubo la misma respuesta por parte de la ciudad de Astorga cuyo alcalde era del partido del gobierno y, quizás, más preocupado por mantener el destacamento de Astorga, trataba de contrarrestar la contestación, resaltando las ventajas que supondría para los lugareños la ampliación de campo de Tiro.

En cambio, sí que hubo un apoyo destacado de la prensa local. El Faro Astorgano publicó una serie de artículos, entre los que cabe destacar los del profesor de Filosofía de la Universidad Autónoma de Madrid Tomás Pollán, natural de Valdespino de Somoza, que fueron demoledores. La limitada libertad de expresión que existía entonces desembocó en una condena de su autor por críticas al ejército. Hay que mencionar también la ola de solidaridad con Tomás Pollán desde distintos puntos de la geografía española.

A pesar de la oposición frontal al Campo de Tiro no sería hasta el 30 de agosto del mismo año cuando se llevó a cabo la primera gran manifestación en Astorga a la que acudieron, según la prensa local, más de 3.000 personas.

Pocos días después, el 11 de septiembre, se producían numerosas dimisiones de miembros de las corporaciones locales de Maragatería.

En febrero de 1982 volvieron otra vez las manifestaciones en Astorga pero con bastante menos gente. Existía una evidente desmoralización ante unos hechos que se daban por consumados y unos acontecimientos todavía recientes como fueron los del golpe de estado del 23-F que metieron a mucha gente el miedo en el cuerpo. Yo recuerdo una frase de un político de la época que dijo que era mejor aparcar las reivindicaciones porque “el horno no estaba para bollos”.

Como consecuencia de las expropiaciones del Campo de Tiro, la Diputación Provincial firmó un convenio de colaboración con las Juntas Vecinales de Luyego, Priaranza, Quintanilla y Boisán. En él se establecía la puesta en marcha de una Oficina de Desarrollo cuyo principal objetivo era movilizar los recursos derivados de las expropiaciones y los que las administraciones tuvieren destinados a poner en marcha iniciativas que reactivaran económicamente la zona.

La verdad es que la oficina nunca tuvo disponibilidad lógicamente sobre el dinero procedente de las expropiaciones que las Juntas Vecinales tenían depositados en las distintas entidades bancarias. Estos dineros, al menos durante el tiempo que estuve yo al frente de la oficina, estaban mayormente en cuentas a plazo fijo y los disponibles se dedicaron a mejoras de infraestructuras y servicios de los pueblos y también a jornales de los vecinos que acudían a los trabajos colectivos conocidos localmente como hacenderas.

La Oficina comarcal de Maragatería comenzó a funcionar en mayo de 1987. Estaba ubicada en las Escuelas de Luyego y disponía de dos personas; un gerente y un administrativo. Los gastos de mantenimiento de ésta corrían a partes iguales a cargo de Diputación y Juntas Vecinales.

Cuando se realizó la apertura de la oficina yo como responsable de la misma no partía de cero. Tenía una información exhaustiva y detallada de cómo estaba la zona ya que en 1984 la comarca de Maragatería y Cepeda fue declarada por el Consejo de Ministros Comarca de Acción Especial y yo había redactado el informe que sirvió de base para dicha declaración.

El contacto estrecho con los vecinos durante los primeros meses de funcionamiento nos permitieron crear las bases para la puesta en marcha de varios proyectos relacionados principalmente con el mundo cooperativo.

El tema del Campo de Tiro todavía coleaba. Las juntas vecinales mantenían sus diferencias con el ejército por los usos que hacía del territorio para realizar sus actividades. En un documento elaborado por las juntas vecinales el mes de junio exigían entre otras las siguiente medidas: restitución del uso ganadero y forestal, la limitación del horario de tiro, prohibición de que el trazado de los proyectiles discurriera por encima de los pueblos….

Por otra parte quedaban flecos de las indemnizaciones por cerrar. Yo asistí en el monte de Priaranza a la tasación de la madera que no había sido incluida en acuerdos anteriores. Aunque ya han pasado algunos años recuerdo muy bien la fuerte discusión que mantuvieron en pleno monte el militar encargado de la tasación de la madera y el Presidente de la Junta Vecinal de Priaranza. La oferta hecha por el militar era tan ridícula que el Presidente de la Junta Vecinal de Priaranza, que era maderista, amenazó con ir a casa por la escopeta.

Pero la relación con los militares, al menos durante los dos años que estuve al frente de la oficina, fue correcta.

Los daños producidos por los vehículos militares en casas o atropello de ganado fueron abonados.

Hechos más lamentables fueron los accidentes ocasionados por la manipulación de munición sin explosionar y los incendios producidos en 1998 y 2004 por las prácticas de tiro que quemaron miles de hectáreas de bosque y monte bajo. Al desastre ecológico derivado de los incendios hay que añadir las pérdidas en los usos forestales y la recogida de setas.

Ahora visto con perspectiva vemos que a Maragatería le faltó el apoyo a un plan de incentivos a la actividad económica como se ha hecho por ejemplo en las zonas mineras que compensara las limitaciones que imponía el campo de tiro. Pero a mí entonces me dio la impresión que me movía en un terreno contradictorio.

La oficina trabajaba para fijar la población a un territorio que a otros sectores le vendría mejor verlo despoblado.

En la misma contradicción incurrió la Diputación que después de dos años de poner en marcha la Oficina, de valorar muy positivamente sus actividades, de recibir el apoyo unánime de las Juntas Vecinales, terminó desmantelándola. La única razón que dio el Vicepresidente es que “no iba estar toda la vida”.

Las limitaciones impuestas por el Campo de Tiro no han sido las únicas que han contribuido a la despoblación de la Comarca, que tuvo un pasado prospero con el trasporte de mercancías de la Coruña a Madrid y una floreciente industria textil durante la primera mitad del siglo XX.

Pero igual que los arrieros no pudieron sobrevivir a la llegada del ferrocarril y prefirieron instalarse en Madrid comprando la mayor parte de las pescaderías de Mercamadrid, la industria textil tampoco pudo resistir a la deslocalización del sector que sucumbió ante la competencia de los países asiáticos por la globalización.

La Maragatería que siempre había sido tierra de emprendedores pero entró en una profunda decadencia a partir de los años sesenta ante el empuje de la actividad económica de las grandes ciudades, principalmente de Madrid.

Los cambios que se están produciendo actualmente en la sociedad tal vez supongan una oportunidad para que estos pueblos despoblados pongan en valor su rico patrimonio arquitectónico, su gastronomía, su potente tradición cultural que viene desde la época romana de la que se conservan numerosos yacimientos de la minería del oro, o el Camino de Santiago que atraviesa la parte alta de la comarca.

Autor del texto: Benito Álvarez González

La foto que acompaña esta entrada es de Carlos Rosillo / El País. A continuación se pueden ver fotos de autor del artículo durante el servicio militar; en una de ellas se puede ver al fondo El Teleno con nieve:

Reasilvestramiento: más allá del delirante retorno al Paleolítico…


Dice un refrán asturiano que «Cuando’l diañu nun tien que facer, garra la gocha pel rau y ponla a pacer«. Digo esto pensando en la votación habida la semana pasada en la que se aprobó prohibir la caza del lobo gracias al voto del Gobierno y de varias comunidades autónomas como Canarias, Baleares o Melilla donde no hay lobos; de hecho el 95% de los ejemplares están en Castilla y León, Galicia, Asturias y Cantabria que, obviamente, votaron en contra. Como es lógico, la medida fue ampliamente aplaudida por un público, pretendidamente conservacionista, que no tiene ni idea de lo que supone una medida así.

Salvando las distancias, también me viene a la cabeza el video de una turista que en el zoco de Tánger trataba de liberar unas gallinas. La señora pensó en las gallinas, pero no en el pobre hombre que trataba de llevar unos dírhams a casa vendiendo unas aves en el mercado.  A veces tengo la sensación  de que esta gente —los ecologistas de pacotilla— no son más que unos pobres diablos aburridos que no piensan —ni les importan— las consecuencias de sus acciones.

Todo esto del lobo parece responder a esa nueva moda que se ha venido a llamar ‘rewilding’, reasilvestramiento o reasalvajamiento en terminología más castiza. Por resumirlo mucho, básicamente lo que propone esta gente es un delirante retorno al Paleolítico, con animales salvajes —como los lobos— campando a sus anchas en plena naturaleza. Voy a tratar de explicar un poco mejor de qué va la cosa.

Esta corriente «conservacionista» se inspira en buena medida en una publicación de un autor americano, David Foreman que, en el  libro Rewilding North America,  argumenta que la mayor amenaza ecológica de nuestro tiempo es la extinción masiva de numerosas especies animales. Lo explica de forma creíble y además para evitarla propone un solución práctica y realizable. Propone una estrategia para reconectar, restaurar y ‘reasilvestrar»  el subcontinente norteamericano como solución al problema de la extinción.  Básicamente —y resumiendo mucho— habría dos enfoques: el resilvestramiento pasivo donde —poco a poco— las especies salvajes van ocupando el lugar que deja el hombre; y otro basado en la reintroducción de animales salvajes ya desaparecidos.

Sostienen los defensores del reasilvestramiento que el abandono de tierras, aunque es percibido negativamente, es una oportunidad única, y reasilvestrar grandes extensiones de tierra favorecería la biodiversidad y ayudaría a ‘conservar’ la naturaleza. Además, la presencia de fauna podría atraer turismo y otras actividades. Sin embargo, esta opción de manejo de la naturaleza plantea importantes desafíos, básicamente porque choca con la caza y con actividades tradicionales como la agricultura o la ganadería extensiva. Además son bien conocidas las consecuencias de la proliferación de especies salvajes como corzos, jabalíes y no digamos ya el oso o el lobo.

Bien. Como decía, el abandono de tierras ha sido visto como una oportunidad para el ‘reasilvestramiento’. En noviembre de 2010 fue lanzada oficialmente en Bruselas la iniciativa europea «Rewilding Europe» que tenía entre sus objetivos convertir el problema del abandono de tierras en una oportunidad y crear un nuevo modelo de ‘desarrollo rural’ basado en la naturaleza. Dicen —y lo pretenden demostrar— que introducir especies salvajes en un territorio podría ser más rentable económicamente que actividades tradicionales como la agricultura o la ganadería.

Ojito, porque ¡ahí es nada! Rewilding Europe tenía la meta inicial de reasilvestrar 1 millón de hectáreas en Europa para 2020, creando 10 áreas que sirviesen de ejemplo e inspiración. De hecho, a finales 2011 se empezó a trabajar con las cinco primeras áreas seleccionadas, entre ellas una denominada «Oeste ibérico» y que incluía zonas limítrofes entre España y Portugal.

Para alcanzar sus objetivos de crear las condiciones propicias y reactivar el funcionamiento natural de los ecosistemas en toda Europa, consideran que hay especies vitales como los grandes herbívoros y los superdepredadores (top predators, en inglés) ya que estas especies impulsarían los procesos ecológicos. En este sentido, el reasalvajamiento aceleraría su recuperación y ayudaría a restaurar en cascada las cadenas tróficas. Ahora bien, un problema que se encuentran los partidarios del «reasilvestramiento» es que en Europa muchos animales salvajes ‘originarios’ ya están extinguidos o extintos. Como indica uno de estos partidarios del ‘rewilding’ en su página web, son conscientes de que la realidad no es tan simple «No podemos ser tan ingenuos. Pero si reflexionas desapasionadamente sobre estas ideas yo diría que hay verdad en ellas (…) No se trata de regresar a las cavernas. Pero sí se trata de aprender de las actitudes de aquellos humanos del Paleolítico en su relación con la Naturaleza. Eso sí podemos hacerlo. Reflexionar sobre aquella época nos puede proporcionar las claves para cambiar todo lo que es necesario cambiar en nuestro comportamiento. Es decir, apoyar el rewilding, en realidad, es re-naturalizarnos a nosotros mismos. Es asomarnos al atardecer a la puerta de nuestra casa y contemplar tranquilas hordas de bisontes pastando en un paisaje de suaves colinas«.

«Conforme la renaturalización vaya ganando los corazones y los humanos abandonen actitudes de rapiña y de caza hacia la naturaleza, entonces esas grandes manadas de herbívoros podrán pastar ya en completa libertad» —continúa explicando— «Pero no sólo ellos (…) tras los grandes herbívoros, deben recuperarse los grandes carnívoros que se alimentaban de esos herbívoros para que el paisaje esté en «biodiversidad total» y equilibrio: tras los caballos y los bovinos salvajes deben seguir los lobos, los osos, los linces y… allá donde sea necesario, los leopardos (…) Llegará un futuro en que los lobos y los linces perseguirán caballos, toros y bisontes. Y los humanos observaremos respetuosamente sus interacciones. Entonces la re-naturalización habrá cumplido el sueño del Paleolítico»

¡Qué Dios nos coja confesados! El sueño del Paleolítico… Quien escribió esto no tiene ni idea de lo que era en realidad el Paleolítico. «Los humanos observaremos respetuosamente sus interacciones«, dice y aquí se está delatando. La naturaleza le interesa como espectáculo, como consumo para gente ociosa. Como si fuese un parque temático donde contemplar grandes carnívoros persiguiendo y despedazando a bisontes y otras presas… Yo, sinceramente, prefiero espectáculos más divertidos y con menos vísceras y sangre. Nunca me gustaron los documentales de animales salvajes de La 2…

Bien. Volviendo al hilo, en Europa ya se han ido haciendo algunos experimentos en países como Holanda —ya saben, ese país tan adelantado que no es otra cosa que un insolidario sumidero fiscal—. Allí, en uno de sus parques naturales introdujeron, entre otras especies, 32 vacunos de Heck —una raza bovina ‘creada’ por los nazis con el objetivo de recrear la forma salvaje de la cual se originaron las actuales razas de ganado bovino doméstico de Europa—, 18 caballos de Konik de Polonia, y 52 ciervos rojos de Escocia y Europa Central. Entre lo que pudieron encontrar, eligieron aquellas especies más cercanas a los herbívoros prehistóricos, esperando que el experimento sirviese de inspiración al resto de países europeos. La idea era ver que sucedía dejando los herbívoros a su aire sin ningún tipo de intervención humana. Ya les adelanto que, como pueden ver en esta noticia, en 2018, después un invierno duro, casi la mitad de los animales tuvieron que ser sacrificados para evitar que muriesen de hambre.

Lo de Holanda no es una excepción y hay proyectos todavía más delirantes como el Proyecto Taurus, en el que hay participación española. Este proyecto —como ya hicieron los nazis— pretende revivir al uro, de cuya descendencia surgieron las razas vacunas actuales. Consideran los defensores del rewilding que «los uros juegan un papel esencial dentro de los ecosistemas» y una vez ‘recuperados’ es necesario reintroducirlos en la naturaleza.

Sin embargo, lo peor de todo es que detrás de todos estos proyectos suele haber intereses más materiales, como ocurre por ejemplo en el parque Esteros del Iberá en Corrientes (Argentina) y denuncian en este artículo de la revista «Soberanía Alimentaria».  Impulsado por la Fundación Rewilding Argentina, en este parque natural han sido introducidas especies que hacía siglos que habían desaparecido de la zona, como el yaguareté, el guacamayo rojo, el venado de las Pampas, el pecarí de collar, el oso hormiguero, la chuña de patas rojas o la nutria gigante.

Aparentemente —desde el punto de vista de la recuperación de especies— la experiencia es exitosa, y en este caso el ‘reasilvestramiento’ ha contribuido a traer de vuelta la naturaleza y, además, la llegada de turistas se ha multiplicado. Pero ¿y la gente que vivía allí?. Los partidarios del rewilding le dirán que los que antes eran cazadores ahora son guías turísticos, bla, bla… Sin embargo, la realidad es más cruda y vulgar. En los últimos años más de 200 familias han sido expulsadas de sus tierras y han desaparecido pueblos enteros. Entre otras razones porque esas tierras han sido compradas por inversores privados como Douglas Tompkins dueño de las marcas de ropa ESPRIT y North Face, o George Soros que posee unas 80.000 hectáreas. Es decir, a través de la Fundación Conservation Land Trust (CLT) se pretende controlar un espacio que supera el 1,3 millones de hectáreas —casi la extensión de la provincia de León—.

Estamos en lo de siempre. Detrás del proyecto hay intereses que van más allá de la conservación, y como denuncian los pobladores del Iberá, aquí se oculta un fenómeno de desposesión y la promoción de un tipo de turismo incompatible con las actividades tradicionales de la zona.

Está muy bien lo de la conservación y la vuelta a la naturaleza, pero quizás para eso habría que fomentar modelos de consumo y turismo más sostenibles y modelos de conservación que no excluyan a nadie, y mucho menos a los que viven en el territorio. El «reasilvestramiento» no parece, por tanto, la mejor opción. Ya lo señaló certeramente Jaime Izquierdo:

«Reasalvajamiento… Algunos quieren repoblar nuestros montes de maleza y volvernos a la prehistoria, mientras ellos viven cómodamente instalados en las urbes hasta el fin de semana«.

Tanto si estás de acuerdo, como en desacuerdo, anímate a dejar tus comentarios…

Cinco motivos por los que (de momento) no pienso regresar a vivir al pueblo…


Con esto del Covid-19 parece que un montón de gente se está planteando volver al pueblo. Fíjate que yo detesto la ciudad, pero no he necesitado pensar mucho para darme cuenta que, hoy por hoy, tengo claro que no voy a volverme al pueblo a vivir. Yo tengo mis motivos y acá se los cuento:

#1. La escuela del pueblo está cerrada

Hasta hace no mucho, en mi pueblo había una escuela donde iban todos los críos que allí vivían. Yo estudié en esa escuela. Lo habitual era levantarse un rato antes de las 9 y —una vez desayunado— salir corriendo hacia la escuela. Allí permanecíamos hasta la hora de comer cuando regresábamos de nuevo a casa. Y a la tarde, pues lo mismo. Hoy, los pocos críos que quedan en el pueblo, y no importa lo pequeños que sean, tienen que levantarse a las 7 de la mañana para ir al autobús que, después de 40-45 minutos de recorrido, los deja en un centro escolar que está a poco de más de 10 minutos en coche.

Bien, aunque esos pequeños —y pequeñas— tienen servicio de transporte y comedor gratis, el esfuerzo que tienen que hacer es grande. Además, esa es la única opción para las familias que viven en el pueblo. Y está situación es algo generalizado ya que en los últimos 20 años se han ido cerrando escuelas en casi todos los pueblos de la provincia. No me vengan con la despoblación y con que no hay alumnos…

¡Vaya cómo nos vendieron la moto! Ya hace muchos, muchos años que empezó la historia. Hace más de 40 años en algunos pueblos de La Cepeda cerraron la escuela y mandaron a los rapaces a estudiar ‘internos’ a Astorga y a otros lugares. En ese momento tenían que haber prendido fuego a la Delegación de Educación. Porque, poco a poco, utilizando criterios de racionalidad económica —imagino— se fueron cerrando las escuelas de los pueblos. Otro tanto ocurrió con los CRA (Centros Rurales Agrupados). En vez de dotar de medios a las escuelas rurales, fueron concentrando a los rapaces en los CRA. Con todo eso, hubo un momento en que la gente, aunque tuviese el trabajo en un pueblo, prefería irse a vivir a la capital o a un centro urbano. Era por el bien de los hijos. Con ello, más escuelas y más escuelas se fueron cerrando, y… de aquellos polvos, estos lodos. A mediados de los años 70 del siglo pasado, cada una de las 1.200 localidades de la provincia de León tenía su escuela. Hoy el 60-70% de los pueblos de la provincia, o más, tienen la escuela cerrada.

No tengo ni idea cómo se puede solucionar este problema. Lo que sí se, es que acá donde vivo, tengo el colegio a 5 minutos de casa. Mis hijos van y vienen caminando a la escuela. Obviamente, si viviese en un pueblo, querría lo mismo para mis hijos: una escuela de calidad a la que puedan ir y volver caminando.

#2. En mi pueblo NO es posible teletrabajar

Hoy nos venden el teletrabajo como la nueva realidad y nos dicen además que puedes ‘teletrabajar’ en el medio rural. ¡Qué poco conocen la realidad! Con lo del teletrabajo nos toman por tontos. Y a las pruebas me remito…

Este verano, en algunos pueblos de La Cepeda, durante el mes de agosto el 80% de los días no había manera de conectarse a internet —¡ni siquiera se descargaban los mensajes del Whatsapp!— y varios días tampoco hubo conexión telefónica. ¿Así quieren que hagamos teletrabajo? Estamos arreglados. Y es que el quid de la cuestión del teletrabajo es tener una conexión ‘decente’ a internet. No importa que en los últimos diez años hayamos escuchando eso de que el medio rural necesita banda ancha, que patatín, que patatán… Nos presentan la banda ancha como la panacea y la solución a todos los problemas del mundo rural, pero uno: la banda ancha no es la solución; y dos, la realidad es que la mayoría de pueblos pequeños de la provincia, y especialmente en algunas comarcas, las conexiones a internet o no existen o son de muy baja calidad.

#3. No hay transporte público en condiciones

Cuando yo era pequeño funcionaba un autobús o ‘coche de línea’ que permitía desplazarse a los mercados y a otras localidades. No es que fuera maravilloso, pero quien no tenía coche podía desplazarse a Astorga, a León o a cualquier otro sitio. Ahora creo que funciona ‘a demanda’. Llamas por teléfono y ese día pasa el coche de línea.

Bien. Yo no tengo problema y me podría comprar un coche, pero mi mujer —como otra mucha gente— no tiene carnet de conducir. No cabe duda, pues, que la falta de transporte es una limitación.

Y en el caso del transporte, pasó más o menos lo mismo que con las escuelas. Primero desmantelaron líneas de tren —la Ruta de la Plata, por ejemplo— argumentando que eran deficitarias. Después cerraron líneas de autobús. Y así todo…

#4. Los servicios sanitarios son escasos

Quien tiene hijos pequeños sabe que es fundamental tener el médico cerca. No es que los servicios sanitarios sean malos y debo decir que cada vez que, en vacaciones, hemos visitado las Urgencias Pediátricas del Hospital de León, la atención ha sido más que excelente. Pero, justamente, hemos tenido que acudir a León porque en los Centros de Salud no hay atención pediátrica. A todo ello se añade que la Junta de Castilla y León ha ido cerrando consultorios rurales, como se puede ver en esta noticia.

Como es lógico, uno se puede adaptar a todo, pero lo deseable sería que en el lugar donde uno vive, sea un pueblo o una ciudad, disponga de servicios públicos de calidad. O al menos disponga de unos servicios mínimos.

#5. En los pueblos no hay trabajo

Unos párrafos más atrás les comenté que yo podría trabajar desde cualquier lugar que disponga de conexión a internet. Pero, la realidad es que el trabajo lo tienes que llevar tú, porque no hay trabajo en algunos sectores. Es algo lógico que el trabajo en las zonas rurales esté ligado al sector primario, pero de nuevo se pone de manifiesto que la falta de empleos también es consecuencia de los procesos de abandono institucional. No tiene que ver únicamente con la despoblación.

¿Cómo va a haber trabajo en los pueblos si cerraron las escuelas, los centros médicos, las oficinas bancarias, las farmacias, los cuarteles de la Guardia Civil, las líneas de tren y la mayoría de servicios? Es de cajón… Antes, la gente que atendía esos servicios quedaba a vivir en los pueblos… Fue un verdadero proceso de desmantelamiento.

En fin… no les doy más la tabarra. Seguramente que, a pesar de todo, sigue habiendo muchos más motivos para irse a vivir al pueblo, pero en mi caso tendré que esperar a la jubilación para volver. La buena noticia es que cada vez me queda menos…

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