Lectura recomendada: «Las armas de los débiles. Formas cotidianas de resistencia campesina»


La entrada de hoy viene a pagar una deuda que este blog arrastra desde hace mucho tiempo con James C. Scott, sociólogo estadounidense autor de numerosas publicaciones sobre formas de resistencia campesina.

Para los historiadores resulta complicado analizar / explicar las formas de protesta campesina ya que, comparadas otros tipo de protestas, no encajan en los modelos ‘clásicos ‘de movilización institucional, de clase, etc. Ello en parte se explica porque ese análisis se ha hecho desde una óptica industrial y urbana. No es que los campesinos no luchen o no se movilicen, sino que son otras las formas de movilización y las lógicas que subyacen detrás de estas luchas. Por otra parte, a diferencia de la protesta y movilización urbana centrada generalmente en la mejora de las condiciones de vida o de trabajo, lo que suele estar detrás de las protestas campesinas es una defensa de un modo de vida o de un territorio. En un análisis simplista parecen estar diciendo «No, no queremos el ‘progreso’. Queremos seguir viviendo como siempre (del trabajo de la tierra) y donde siempre hemos vivido».  Pero, no. Es todo más complejo. Como ya comentamos en otra entrada, tradicionalmente los campesinos se han movido por otras lógicas, resistiéndose por ejemplo a la mercantilización de las relaciones de producción, impulsada por la lógica liberal.

En todo caso, y respecto a las formas de protesta y resistencia campesina, historiadores como E.P. Thompson pusieron de manifiesto que la costumbre y la tradición jugaban un papel importante, creando el concepto de ‘economía moral’ como elemento  legitimador de ésta. Precisamente, el autor que hoy traemos a colación —James C. Scott— retomó este concepto y en 1976 publicó un libro titulado «La economía moral del campesinado: rebelión y subsistencia en el sudeste asiático» donde explica cómo los campesinos asiáticos se rebelaron contra las economías de mercado introducidas por el colonialismo.

Unos años más tarde, en 1985,  publicó el libro «Las armas de los débiles. Formas cotidianas de resistencia campesina» que daría un giro radical a los estudios sobre la protesta campesina. Sus “armas de los débiles” cambiaron el discurso dominante sobre la accionar del campesinado, creando una nueva narrativa. Scott puso de manifiesto que había ‘multiplicidad’ de formas de protesta y resistencia que estaban siendo ignoradas. En el artículo «Explotación normal, resistencia normal» y que podéis descargar aquí, el propio James C. Scott explica que poner el énfasis en la rebelión campesina era un error. Observa Scott que más importante era entender lo que denomina ‘formas cotidianas de resistencia campesina”; esto es la lucha prosaica pero constante entre el campesinado y aquellos que tratan de aprovecharse de ellos para extraer su trabajo, comida, impuestos, rentas e intereses.

Observa Scott que, estas formas de lucha distan mucho de ser una resistencia abierta y entre las armas utilizadas se incluyen actitud reticente, disimulo, falsa aceptación de las normas, hurto, ignorancia fingida, difamación, incendios provocados, o sabotaje. Por lo general, se trata de acciones individuales que requieren poca o ninguna coordinación ni planificación y que evitan cualquier tipo de confrontación simbólica directa con la autoridad o las normas de la élite. Son ‘resistencias’ cotidianas, pero —como bien dice Scott— son de gran utilidad para defender los intereses de quienes las utilizan, ya que estos ‘insignificantes’ actos de resistencia llevados a cabo por los campesinos pueden terminar por convertir en un completo desastre las políticas soñadas por los aspirantes a ser sus superiores en la capital. Ahora bien, uno de los problemas con estas formas de resistencia es que, dado que el historiador trabaja con registros escritos, resulta complicado identificar esta forma de lucha / resistencia anónima y silenciosa, la cual también es una lucha de clase.

Los estudios de Scott han abierto los ojos a muchos historiadores y han marcado tendencia en la historia rural y se ha pasado de ignorarla a etiquetar cualquier tipo de protesta campesina como ‘armas de los débiles’. Precisamente esta es una de las críticas que se le puede hacer a este enfoque, el cual parece ser válido para el Sudeste asiático, pero no tan adecuado para explicar la protesta / resistencia campesina en otros lugares, como por ejemplo el noroeste de España. Así por ejemplo en este artículo (en inglés) se explica que etiquetar como ‘armas de los pobres’ las infracciones forestales y las resistencias a la intervención del Estado en el monte es, como mínimo inexacto. La evidencia muestra que: (i) en numerosas ocasiones la confrontación entre los vecinos y el Estado era un desafío abierto a las normas y a los funcionarios forestales, no una lucha soterrada (que también se daba); (ii) no queda claro tampoco que los principales infractores fuesen los más pobres; es más, las denuncias forestales reflejan que los pobres acudían a los funcionarios del Estado (Guardia Civil y forestales) a denunciar los abusos de las oligarquías o de la propia administración forestal; y (iii) más que una confrontación entre las ‘clases subordinadas’ y las ‘élites’, en el noroeste de España parece haber habido una alianza interclasista en la defensa del monte ya que, de alguna manera, todos —ya fuesen ricos o pobres— sacaban provecho.

Aún así, las críticas al enfoque de Scott no invalidan sus valiosos aportes sobre la protesta campesina.

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En primera persona: el Campo de Tiro del Teleno


El pasado 23 de febrero hizo 40 años que el B.O.E publicaba la expropiación de 61 Km2 de tierras comunales perteneciente a los pueblos de Priaranza, Luyego, Quintanilla, Boisán y Filiel. En realidad en estos terrenos se venían haciendo prácticas de tiro desde los tiempos de la II República y se formalizaría esta relación en un convenio de uso que firmó el Ministerio del Ejército con las juntas vecinales en el año 1963.

Yo mismo pude comprobar in situ los inconvenientes que para las actividades de estos pueblos suponían las maniobras del ejército ya que, durante el servicio militar obligatorio, fui conductor de carros de combate y pasé una semana de maniobras en 1978 en Lagunas de Somoza. El paso de estos enormes vehículos por unas carreteras tan estrechas suponía unos daños considerables en las mismas y muy frecuentemente en los edificios colindantes a su paso por las poblaciones.

Pero el inconveniente mayor era, sin duda, las limitaciones que las actividades del ejército suponían para los usos agrarios y ganaderos del territorio.

En 1980 el Ministerio de Defensa anunció su ampliación. Esto suponía la expropiación de los comunales de las localidades antes mencionadas y de hecho la prohibición de uso de estos terrenos para actividades agrícolas y ganaderas.

La oposición de los pueblos de Maragatería a la expropiación fue generalizada. No hubo la misma respuesta por parte de la ciudad de Astorga cuyo alcalde era del partido del gobierno y, quizás, más preocupado por mantener el destacamento de Astorga, trataba de contrarrestar la contestación, resaltando las ventajas que supondría para los lugareños la ampliación de campo de Tiro.

En cambio, sí que hubo un apoyo destacado de la prensa local. El Faro Astorgano publicó una serie de artículos, entre los que cabe destacar los del profesor de Filosofía de la Universidad Autónoma de Madrid Tomás Pollán, natural de Valdespino de Somoza, que fueron demoledores. La limitada libertad de expresión que existía entonces desembocó en una condena de su autor por críticas al ejército. Hay que mencionar también la ola de solidaridad con Tomás Pollán desde distintos puntos de la geografía española.

A pesar de la oposición frontal al Campo de Tiro no sería hasta el 30 de agosto del mismo año cuando se llevó a cabo la primera gran manifestación en Astorga a la que acudieron, según la prensa local, más de 3.000 personas.

Pocos días después, el 11 de septiembre, se producían numerosas dimisiones de miembros de las corporaciones locales de Maragatería.

En febrero de 1982 volvieron otra vez las manifestaciones en Astorga pero con bastante menos gente. Existía una evidente desmoralización ante unos hechos que se daban por consumados y unos acontecimientos todavía recientes como fueron los del golpe de estado del 23-F que metieron a mucha gente el miedo en el cuerpo. Yo recuerdo una frase de un político de la época que dijo que era mejor aparcar las reivindicaciones porque “el horno no estaba para bollos”.

Como consecuencia de las expropiaciones del Campo de Tiro, la Diputación Provincial firmó un convenio de colaboración con las Juntas Vecinales de Luyego, Priaranza, Quintanilla y Boisán. En él se establecía la puesta en marcha de una Oficina de Desarrollo cuyo principal objetivo era movilizar los recursos derivados de las expropiaciones y los que las administraciones tuvieren destinados a poner en marcha iniciativas que reactivaran económicamente la zona.

La verdad es que la oficina nunca tuvo disponibilidad lógicamente sobre el dinero procedente de las expropiaciones que las Juntas Vecinales tenían depositados en las distintas entidades bancarias. Estos dineros, al menos durante el tiempo que estuve yo al frente de la oficina, estaban mayormente en cuentas a plazo fijo y los disponibles se dedicaron a mejoras de infraestructuras y servicios de los pueblos y también a jornales de los vecinos que acudían a los trabajos colectivos conocidos localmente como hacenderas.

La Oficina comarcal de Maragatería comenzó a funcionar en mayo de 1987. Estaba ubicada en las Escuelas de Luyego y disponía de dos personas; un gerente y un administrativo. Los gastos de mantenimiento de ésta corrían a partes iguales a cargo de Diputación y Juntas Vecinales.

Cuando se realizó la apertura de la oficina yo como responsable de la misma no partía de cero. Tenía una información exhaustiva y detallada de cómo estaba la zona ya que en 1984 la comarca de Maragatería y Cepeda fue declarada por el Consejo de Ministros Comarca de Acción Especial y yo había redactado el informe que sirvió de base para dicha declaración.

El contacto estrecho con los vecinos durante los primeros meses de funcionamiento nos permitieron crear las bases para la puesta en marcha de varios proyectos relacionados principalmente con el mundo cooperativo.

El tema del Campo de Tiro todavía coleaba. Las juntas vecinales mantenían sus diferencias con el ejército por los usos que hacía del territorio para realizar sus actividades. En un documento elaborado por las juntas vecinales el mes de junio exigían entre otras las siguiente medidas: restitución del uso ganadero y forestal, la limitación del horario de tiro, prohibición de que el trazado de los proyectiles discurriera por encima de los pueblos….

Por otra parte quedaban flecos de las indemnizaciones por cerrar. Yo asistí en el monte de Priaranza a la tasación de la madera que no había sido incluida en acuerdos anteriores. Aunque ya han pasado algunos años recuerdo muy bien la fuerte discusión que mantuvieron en pleno monte el militar encargado de la tasación de la madera y el Presidente de la Junta Vecinal de Priaranza. La oferta hecha por el militar era tan ridícula que el Presidente de la Junta Vecinal de Priaranza, que era maderista, amenazó con ir a casa por la escopeta.

Pero la relación con los militares, al menos durante los dos años que estuve al frente de la oficina, fue correcta.

Los daños producidos por los vehículos militares en casas o atropello de ganado fueron abonados.

Hechos más lamentables fueron los accidentes ocasionados por la manipulación de munición sin explosionar y los incendios producidos en 1998 y 2004 por las prácticas de tiro que quemaron miles de hectáreas de bosque y monte bajo. Al desastre ecológico derivado de los incendios hay que añadir las pérdidas en los usos forestales y la recogida de setas.

Ahora visto con perspectiva vemos que a Maragatería le faltó el apoyo a un plan de incentivos a la actividad económica como se ha hecho por ejemplo en las zonas mineras que compensara las limitaciones que imponía el campo de tiro. Pero a mí entonces me dio la impresión que me movía en un terreno contradictorio.

La oficina trabajaba para fijar la población a un territorio que a otros sectores le vendría mejor verlo despoblado.

En la misma contradicción incurrió la Diputación que después de dos años de poner en marcha la Oficina, de valorar muy positivamente sus actividades, de recibir el apoyo unánime de las Juntas Vecinales, terminó desmantelándola. La única razón que dio el Vicepresidente es que “no iba estar toda la vida”.

Las limitaciones impuestas por el Campo de Tiro no han sido las únicas que han contribuido a la despoblación de la Comarca, que tuvo un pasado prospero con el trasporte de mercancías de la Coruña a Madrid y una floreciente industria textil durante la primera mitad del siglo XX.

Pero igual que los arrieros no pudieron sobrevivir a la llegada del ferrocarril y prefirieron instalarse en Madrid comprando la mayor parte de las pescaderías de Mercamadrid, la industria textil tampoco pudo resistir a la deslocalización del sector que sucumbió ante la competencia de los países asiáticos por la globalización.

La Maragatería que siempre había sido tierra de emprendedores pero entró en una profunda decadencia a partir de los años sesenta ante el empuje de la actividad económica de las grandes ciudades, principalmente de Madrid.

Los cambios que se están produciendo actualmente en la sociedad tal vez supongan una oportunidad para que estos pueblos despoblados pongan en valor su rico patrimonio arquitectónico, su gastronomía, su potente tradición cultural que viene desde la época romana de la que se conservan numerosos yacimientos de la minería del oro, o el Camino de Santiago que atraviesa la parte alta de la comarca.

Autor del texto: Benito Álvarez González

La foto que acompaña esta entrada es de Carlos Rosillo / El País. A continuación se pueden ver fotos de autor del artículo durante el servicio militar; en una de ellas se puede ver al fondo El Teleno con nieve:

Notas para una historia de la infamia (ii): Colmeal (Portugal)


Todos los países, debajo de la alfombra de la historia, esconden vergonzosos episodios en los que campesinos son expulsados de sus tierras o, en el peor de los casos, masacrados por defenderlas o defender sus derechos. Son episodios vergonzosos que, intencionadamente o no, no suelen aparecen en los libros de texto y que el gran público ignora.

En muchos casos estos hechos se etiquetan con el eufemismo de ‘sucesos’, pero han sido historias ignominiosas, episodios infames contra personas inocentes que, en la mayoría de los casos, su único delito fue defender la tierra que trabajaban. Yeste, Casas Viejas, Colmeal, El Mozote, Napalpí, Panzós… son algunos de los casos que iremos viendo.

En esta entrada veremos lo ocurrido en la aldea portuguesa de Colmeal. Todo se remonta a principios de los años 60 del siglo pasado. Las 14 familias que vivían en Colmeal, al igual que ocurrían en otras miles de aldeas portuguesas (y españolas) pagaban algún tipo de foro. Se trataba de prestaciones señoriales que gravaban las tierras y otras propiedades de los vecinos de la aldea, pero quienes eran los legítimos propietarios de ellas eran los campesinos. En algún momento, amparándose en esos gravámenes sobre las tierras, parece ser que alguien acudió al Registro de la Propiedad y puso todas esas propiedades a su nombre (ya vimos en este blog que algo muy similar ocurrió en Villaverde de Sandoval en León).

Llegados a 1956, los campesinos se niegan a pagar los crecidos impuestos que les exigía la perceptora de las rentas. Ante esta negativa, Rosa Cunha e Silva la ’nueva heredera’ de esas prestaciones, con el pretexto de que los campesinos rechazaban pagarle, decide ‘recuperar’ la aldea, que considera una ‘finca (quinta)’ de su entera propiedad. Un juez así lo reconoce, porque entre otras razones, los vecinos no conocen los mecanismos judiciales y ni se defienden. Hay que tener en cuenta además que estamos en plena dictadura fascista de Salazar, y los jueces son propicios a fallar a favor de los grandes propietarios; también en España, en la Dictadura, gracias a los jueces, prestaciones señoriales que habían sido abolidas durante la II República fueron reconocidas de nuevo.

Fueron conminados a abandonar las tierras, las casas y todas las propiedades. Ante la negativa de éstos, el 8 de julio de 1957, se presentó en el pueblo un destacamento de la Guardia Nacional Republicana (GNR) fuertemente armado compuesto por 25 números y 3 oficiales. Ante la llegada de las fuerzas del orden, y viendo que no había negociación posible, la mayoría de los campesinos huyó al monte dejando atrás todas sus propiedades. El 10 de julio, la GNR intervino contra quienes se resistían y entró por la fuerza en las casas; se dice que hubo varias casas quemadas y unos cuantos muertos.

No se sabe a ciencia cierta lo que pasó porque no hay testimonios de quienes quedaron a defender sus propiedades. Y la prensa lusa no dedicó una sola línea a estos ’sucesos’. Lo que se sabe es que Colmeal pasó a ser una aldea ‘fantasma’. Durante muchos años, las ruinas de la aldea, incluyendo la iglesia del siglo XV, fueron prueba fehaciente de la infamia del Estado y la Justicia contra unos campesinos pobres.

 

Pero los tiempos cambian. Hoy en día, Colmeal está ‘ocupada’ por un hotel de lujo que se anuncia de la siguiente manera (permítanme marcarles en negrita algunas palabras):

«Numa quinta dispersa por mais de 650 hectares, fica a histórica e desabitada aldeia do Colmeal. A diversidade da sua herança cultural revela-se nas antigas habitações de xisto e granito dos pastores lusitanos, numa igreja do séc. XV e nas pinturas rupestres do período neolítico. Um cenário perfeito carregado de simbolismo e história”.

Todo muy aséptico, como pueden ver… una pena que la Historia nos enseñe a no olvidar y además nos muestre otra visión de la realidad, más hiriente.

 

 

 

 

La pervivencia del comunal en la transición a una economía capitalista, León (1800-1936)


 

Allá por 2006 o 2007 en uno de los los Boletines de la AEHE (Asociación Española de Historia Económica) en la sección de «Tesis recientes» aparecía publicado lo siguiente:

La pervivencia del comunal en la transición a una economía capitalista, León (1800-1936) – José Antonio Serrano Álvarez

El pasado día 13 de marzo en la Sala de Grados de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Autónoma de Barcelona fue defendida esta tesis doctoral dirigida por los Drs. Ramón Garrabou Segura (Universidad Autónoma de Barcelona) y José Ignacio Jiménez Blanco (Universidad Complutense de Madrid). El Tribunal presidido por el Dr. Ricardo Robledo Hernández y compuesto por los doctores José Antonio Sebastián Amarilla, Xesús L. Balboa López, Enric Tello Aragay y Carmen Sarasúa García, le otorgó la máxima calificación.

Esta tesis está centrada en el estudio de las propiedades comunales en León. En esta provincia del noroeste español, los comunales, especialmente los montes, sometidos a una estricta regulación tradicional y a variados aprovechamientos, eran la base sobre la que descansaba el sistema agrario.

El autor divide la tesis en tres partes. La primera de ellas (Capítulo 1) de carácter introductorio presenta una síntesis de las características ecológicas o ambientales del territorio leonés, la organización agraria en el siglo XIX (usos del suelo y orientaciones productivas) y la funcionalidad de comunales y montes en esta organización agraria. En la segunda parte (Capítulos 2, 3 y 4) se analizan las transformaciones ocurridas en torno a los comunales en el período 1800-1936; así el segundo capítulo se centra en la llegada del liberalismo, el aumento de la presión sobre los comunales, y la creación de un nuevo aparato administrativo para la gestión de los montes; el tercer capítulo gira sobre la desamortización de Madoz y la y los comienzos de una nueva política forestal; y el capítulo cuarto analiza lo ocurrido entre 1878 y 1936, poniendo la atención en la integración de los comunales en el mercado y la consolidación del control administrativo en los montes leoneses. Por último, en la parte final de la tesis (Capítulo 5) se presentan las principales conclusiones atendiendo a la intervención del Estado en los montes y la penetración de las relaciones capitalistas de producción en la agricultura.

Una de las conclusiones más importantes de esta tesis es que, a pesar de la presión del Estado por privatizar y gestionar estos espacios y a diferencia de lo ocurrido en otras partes de España, los pueblos no sólo conservaron (y en algunos casos aumentaron) sus propiedades colectivas, sino que se mantuvieron los usos tradicionales en el monte.

Uno de los factores que explicaría la pervivencia del comunal fueron las estrategias puestas en marcha por el campesinado para defender propiedades y usos comunales. Así detrás de las diversas formas de protesta, como la lucha legal contra la venta de montes, el rechazo a la Administración Forestal o la compra colectiva de montes que las comunidades vecinales habían venido utilizando, se constata la existencia de una “economía moral” que justificaba estas estrategias. Es decir, detrás de la defensa de los comunales estaba la defensa de un modo de reproducción económica y social que dependía de las propiedades colectivas y que el Estado hacía peligrar. Igualmente, el autor argumenta que los campesinos defendían un modo de vida y una “cultura” con lo cual a pesar de los esfuerzos del Estado por hacer de la propiedad el eje sobre el que habían de girar las relaciones sociales, en esta tesis se defiende que el capitalismo tardó en imponerse en la mayoría de comarcas leonesas porque fue duramente resistido.

¿Te interesa esta tesis? En este enlace puedes descargarla por capítulos y en este otro la puedes descargar entera en formato .pdf En los siguientes enlaces puedes descargar los distintos capítulos y anexos de la tesis:

Índice de contenidos [enlace]

0. Los comunales y su estudio: a modo de introducción [enlace]

Parte I. Las características ambientales del territorio leonés y la actividad agraria
Capítulo 1. Territorio y agricultura: un sistema basado en la utilización del monte [enlace]

Parte II. La evolución de los comunales leoneses: política, sociedad y mercado.
Capítulo 2. Presión sobre los comunales y llegada del liberalismo: el período anterior a 1855 [enlace]
Capítulo 3. La desamortización de Madoz y establecimiento de las bases de la política forestal contemporánea (1855-1877) [enlace]
Capítulo 4. La consolidación del control administrativo y la integración en el mercado de los montes leoneses (1878-1936) [enlace]

Parte III. Economía y sociedad: cambios y permanencias.
Capítulo 5. Los comunales en la transición a una economía capitalista [enlace]
A modo de cierre [enlace]

Parte IV. Bibliografía y fuentes impresas [enlace]

Apéndice 1. Nota sobre las fuentes para el estudio de los montes leoneses [enlace]
Apéndice 2. Comarcalización geográfica de la provincia de León por municipios [enlace]
Apéndice 3. La superficie de comunales y montes públicos en la provincia de León a mediados del siglo XIX [enlace]
Apéndice 4. Relación de bienes comunales de los pueblos que componen el municipio de Laguna de Negrillos (León), 1931 [enlace]
Apéndice 5. Instrucciones para los guardas forestales de la provincia de León, 1847 [enlace]
Apéndice 6. Relación de pueblos que no han satisfecho al Estado el 10 por 100 por los aprovechamientos forestales que vienen consignados en el plan dela año actual (León, 1882) [enlace]
Apéndice 7. Expedientes de rescate de comunales durante la II República en la provincia de León (IRA) [enlace]

 

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