Notas para una historia de la infamia (iv): la masacre de El Mozote


Hace años transité por la carretera que une San Francisco Gotera y Perquín en El Salvador. Exuberantes bosques de coníferas tapizan los cerros que bordean la llamada ‘Ruta de Paz’ e invitan a la ensoñación. Sin embargo en esas montañas se esconde una terrible historia que merece un puesto de honor en la ‘historia universal de la infamia’.

Si uno va un poco atento a las señales de tráfico podrá ver que en sentido Perquín, a mano derecha, hay una señal que indica la salida a «El Mozote». No sé si el lector conoce la historia de lo ocurrido, pero se trata de la mayor matanza de campesinos en el hemisferio occidental de la época contemporánea; allí, en diciembre de 1981, militares del Batallón Atlácatl del Ejército salvadoreño asesinaron al menos a 986 personas indefensas, entre ellos 552 niños y 12 mujeres embarazadas.

Les resumo lo ocurrido, aunque en internet pueden encontrar abundante información al respecto. En una operación contra la guerrilla «Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN)», más de 1.200 soldados apoyados por bombardeos de la Fuerza Aérea, en diversos poblados, cantones y caseríos del Departamento de Morazán fueron reuniendo por la fuerza a los campesinos y sus familias para, después de torturarlos, asesinarlos de forma vil y cruel: numerosas mujeres jóvenes fueron violadas y muchos niños murieron degollados. También las viviendas y los animales fueron quemados, resultando totalmente arrasados los poblados de El Mozote, Ranchería, Los Toriles y Jocote Amarillo; los cantones de La Joya y Cerro Pando, y el sitio conocido como Cerro Ortiz. El ‘delito’ de estos campesinos era vivir en una zona rural limítrofe a la zona controlada por la guerrilla.

Rufina Amaya, la única superviviente de la matanza ocurrida en el poblado de El Mozote pasó varios días escondida en una cueva hasta que fue encontrada por guerrilleros que la condujeron a un campo de refugiados. Allí contó lo ocurrido a la emisora clandestina Radio Venceremos de la guerrilla. El Gobierno de El Salvador y la Embajada de los EEUU en el país negaron los hechos manifestando que era “propaganda izquierdista” proveniente de “fuentes no confiables”. Hubo también otros supervivientes en las aldeas vecinas los cuales, al ver los bombardeos, tuvieron tiempo de huir y días más tarde al regresar a sus viviendas se encontraron con las escenas de muerte y destrucción.

Sin embargo, el tema llegó a medios internacionales y a finales de enero de 1982, el The New York Times y The Washington Post publicaron sendos reportajes sobre El Mozote. La Casa Blanca negó la masacre y los periodistas que estaban detrás de las informaciones —Alma Guillermoprieto y Raymond Bonner— fueron denostados y acusados de mentir. No es extraño, ya que recientemente se ha sabido que los militares salvadoreños estuvieron apoyados por agentes estadounidenses. Como suele ocurrir en estos casos, los gobiernos salvadoreños de entre 1981 y 1989, apoyados por los EEUU, negaron la masacre señalando que se trataba de rumores propagados por periodistas de orientación comunista para perjudicar al país.

En 1990 fueron firmados los acuerdos de paz entre la guerrilla y el gobierno y algunos campesinos que habían perdido a su familia en esta masacre, apoyados por diversos organismos internacionales de derechos humanos, empezaron a denunciar ante la justicia de El Salvador.

En 1992, el Equipo Argentino de Antropología Forense que llevaba años trabajando en el país, empezó a hacer excavaciones en El Mozote, y recolectó 492 osamentas, la mitad de ellas de menores de edad. A partir de ahí ya no se podía seguir tapando el sol con la mano.

Aunque desde esa fecha los gobiernos de El Salvador ya no niegan la masacre, no han hecho nada para que se juzgue a sus responsables o incluso han obstaculizado la acción de la justicia bloqueando el acceso a las instalaciones militares o negando que existan archivos militares de aquella época; dicen que se han extraviado y por tanto es imposible establecer quién o quiénes ordenaron la  masacre. Es más, aunque los responsables fuesen identificados estarían amparados por la Ley de Amnistía General para la Consolidación de la Paz de 1993, y no podrían ser juzgados.

Aún así, en los últimos años ha habido pequeños avances, ya que por ejemplo la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIHD) considera que se trata de crímenes de lesa humanidad y ha acreditado la responsabilidad del Estado salvadoreño sobre los hechos ocurridos en El Mozote. A pesar de ello, el tiempo juega en contra: una buena parte de los campesinos supervivientes de esta masacre han muerto sin obtener justicia, como también han muerto sin ser juzgados y condenados 15 de los 28 oficiales militares mencionados en la acusación.

En fin. En diciembre de este año se cumplirán 40 años y los inocentes masacrados en El Mozote aún esperan justicia. Una verdadera infamia.

La foto que acompaña la entrada es de Susan Meiselas

Parques eólicos y solares: el gran pufo que se avecina…


Como pueden comprobar cada día en las noticias, casi en todas las comarcas montañosas y menos pobladas de nuestra geografía han surgido numerosos proyectos para la instalación de parques eólicos o fotovoltaicos. Basta con hacer una sencilla búsqueda en Google para comprobar que, en comunidades autónomas como Galicia, Cataluña, Aragón, Castilla y León o en Andalucía, se cuentan por cientos los proyectos que han sido aprobados o se están en tramitación. Más allá de la controversia que estos proyectos suscitan, se intuye que detrás de esta fiebre por las energías renovables se esconden otros intereses más espurios que la protección del medio ambiente y la lucha contra el cambio climático.

Bien. A diferencia de todos esos opinadores que trabajan para defender los intereses de las empresas energéticas, la mía es una opinión independiente. Además, aunque desgraciadamente los historiadores no tenemos capacidad de predecir el futuro, sí que podemos barruntar por dónde puede ir los tiros considerando experiencias pasadas. Y ya les adelanto que lo que se intuye es un gran PUFO.

Lo que está pasando se parece mucho a lo ocurrido en alguna otra época histórica y son muchos los casos que se podrían traer aquí a colación. Uno de los mejores ejemplos es la llamada ‘crisis del ferrocarril’ de mediados del siglo XIX. Yo me limitaré a dar unas pinceladas, pero si ustedes tienen inquietudes sobre el tema hay una amplia bibliografía disponible; entre otros, Jordi Nadal o Gabriel Tortella, prestigiosos historiadores de la economía, lo han tratado.

Todo se remonta a 1855, año en el que fue aprobada la Ley de Bases de los Ferrocarriles. Ya se contaba con la Ley de Desamortización de los comunales y en 1856 fue creado el Banco de España y promulgada y la Ley de Sociedades Anónimas de Crédito. Es decir, se disponía de una ley que impulsaba la construcción de líneas de ferrocarril y de leyes que facilitaban a las empresas el acceso a los capitales necesarios.

Dicho y hecho. Mientras en 1857 se contaba con 672 kilómetros de vías férreas, 10 años más tarde ya había más de 5.000 kilómetros construidos. Por todos los sitios surgieron compañías y proyectos ferroviarios ¿Les suena o ven algún paralelismo con la actualidad?

Pues bien. Seguimos. Antes de 1864 habían sido constituidas más de 22 sociedades y más de 1.500 millones de las pesetas de la época fueron invertidas en el ferrocarril. En cierta manera, se consideraba que los caminos de hierro eran la ‘panacea’ para modernizar el país y resolver de golpe todos los problemas económicos de España. Pero ya veremos que no sólo no fue así, sino que fue una ‘oportunidad perdida’ para fomentar la industria nacional; por un lado, se quitaron los aranceles a las importaciones ferroviarias con lo que todo el material rodante (maquinaria y vagones) era extranjero; incluso se importó el hierro para las vías por ser más barato que el producido en España y se llegó a traer de fuera maderas para las traviesas. Por supuesto: los ingenieros también eran extranjeros. Por otro lado, al destinarse ‘todas’ las inversiones al ferrocarril fueron desatendidos otros sectores económicos como la industria o la agricultura también necesitados de capitales.

El tren era la moda y todo el mundo quería invertir ahí. Como es lógico, las compañías ferroviarias veían cómo su cotización en la Bolsa subía, subía y subía…

Pero como ustedes saben, todo lo que sube, baja.

Y así fue en este caso. Enseguida se vio que los ingresos de las compañías ferroviarias no crecían o incluso caían. Se disponía de una red radial de ferrocarriles fabulosa, de las mejores de Europa, pero los trenes iban vacíos o casi vacíos. No había demanda para tanto tren. Poco a poco, se vio que el tren no era tan rentable y los inversores empezaron a retirarse, con lo que las acciones empezaron a bajar. Las compañías ferroviarias no podían pagar sus deudas y, junto con las sociedades de crédito, empezaron a quebrar. El Estado salió al rescate endeudándose, pero la bola era imparable. El malestar social era generalizado: los pequeños inversores habían perdido sus ahorros, los obreros no cobraban o habían perdido su trabajo y la desamortización había empeorado las condiciones de una gran mayoría de campesinos; además las malas cosechas de esos años provocaron diversas ‘crisis de subsistencias’. En 1868, un grupo de militares bajo el mando del almirante Topete y el general Prim se pronunciaron contra el Gobierno, culpando a la reina Isabel II de la situación. Unos días más tarde, la reina huyó a Francia —ya ven que lo de huir cuando la cosa se pone mal, no es nuevo— y se puso en marcha un intento de establecer un régimen político democrático.

¿Se preguntarán qué tiene que ver el ejemplo de los ferrocarriles con las renovables? Pues bien, vayamos por partes. En el caso del ferrocarril parece haber habido un exceso de inversión o al menos la incapacidad del Estado para gestionar de forma eficiente las inversiones realizadas. En el caso de las renovables se corre el riesgo que de la capacidad instalada supere la demanda de energía y que estos proyectos sean inversiones fallidas.

Respecto a la demanda de energía eléctrica es interesante la opinión de expertos como Antonio Turiel, responsable del blog The Oil Crash, autor del libro «Petrocalipsis» y que hace unos días compareció en el Senado delante de la Comisión para la Transición Ecológica. A. Turiel —que además es leonés—, en diversas entrevistas lo ha dejado bien claro; por ejemplo aquí, al ser preguntado si vistas las necesidades energéticas, era necesario construir más parques eólicos o huertos solares, contesta:

«La pregunta es para qué. En España tenemos ahora mismo 110 GW de potencia eléctrica instalada, mucha más de la que usamos. El máximo de consumo de electricidad fue de 45 GW, en julio del 2008, y desde entonces ha ido disminuyendo. Si instalamos más parques eólicos y solares, aumentaremos la capacidad de producir energía eléctrica; pero si no consumimos más electricidad, ¿para qué sirve? Este es el punto central del debate: se está haciendo creer que la cuestión gira entorno a la instalación de más sistemas de energías renovables, pero el hecho es que nosotros necesitamos fuentes de energía que no son eléctricas. La electricidad representa algo más del 20% de la energía final que consumimos, pero el resto [de energía que consumimos] no es eléctrica, y es muy difícil o imposible de electrificar. ¿Para qué queremos más electricidad?»

Más claro, agua. Como el propio Turiel explica en algún otro lugar, tampoco se prevé un fuerte incremento de la demanda de electricidad. Se habla del coche eléctrico, pero no se espera que, a corto plazo, éste sustituya al coche con motor de combustión: a pesar de todas las ayudas e incentivos, en 2019 fueron matriculados en España 5.452 coches eléctricos, un 0,8% del total de vehículos matriculados. Por otro lado, hay sectores como el transporte de mercancías por carretera o mar, o la aviación, en los que no se puede utilizar la energía eléctrica de forma eficiente. Y ese es otro tema: la eficiencia.

En relación a la eficiencia no me refiero a la captura de energía que, todo sea dicho, no está exenta de problemas (variabilidad por ejemplo, con periodos en los que no se puede producir energía), sino a la eficiencia económica, o ‘rentabilidad’ por llamarlo de alguna manera. Por una parte, parece que ambas —la eólica y la fotovoltaica— son energías ‘económicamente’ competitivas; en buena medida lo son porque se trata de un mercado oligopólico con una factura eléctrica abusiva. Por otro lado cabe notar que en los costes de producción de la energía eléctrica no se incluyen los costes ‘sociales’ o ‘ambientales’. Pues sí, aunque generalmente estos costos no se computan —ya que no los pagan las empresas ni los usuarios finales— habría que contabilizarlos y entonces el resultado sería otro y quizás estos proyectos no fuesen tan ‘rentables’. Y se podría poner como ejemplo Riaño —en la montaña leonesa— donde, para beneficio de una empresa y unos pocos regantes, se destruyó la vida económica de un valle entero.

En fin. Volviendo al tema. Al igual que sucedió con el ferrocarril, por un lado, se dispone de una ley que ‘incentivará’ estas inversiones —está en tramitación el proyecto de Ley de Cambio Climático y Transición Energética que impulsa la transición hacia una economía más eficiente y basada en tecnologías renovables en todos los sectores de la economía— y por otro se cuenta con abundantes fondos europeos, llámese Plan de Recuperación para Europa (Next Generation EU) o Pacto Verde Europeo (European Green Deal). El peligro es evidente…

Sería un burro si yo dudase de las bondades de las energías renovables. Pero esta proliferación de parques solares y eólicos no va de energías renovables sino de especulación. Si todo sigue así, muchas de estas instalaciones acabarán infrautilizadas en el mejor de los casos, como el ferrocarril en el siglo XIX; o abandonadas y la inversión perdida, como ocurrió en su momento en la provincia de León con la ferrería de San Blas en Sabero o la Azucarera Vasco-Leonesa de Boñar, de las que les hablaré en otro momento.

Es mucho dinero el que hay por el medio. Por eso no es extraño que las grandes eléctricas nos traten de vender las bondades de estos proyectos eólicos o fotovoltáicos. Sin embargo, el manejo de estos asuntos es muy turbio y ha habido una sospechosa connivencia entre políticos y empresas eléctricas con fraudes y delitos incluidos —acá una muestra— lo que añade aún más motivos para desconfiar.

Visto lo visto —y atendiendo a las experiencias del pasado— se intuye que lo de los parques eólicos y los huertos solares acabará siendo un gran pufo. No les voy a insistir, pero ya saben ustedes quien acaba pagando los platos rotos y los rescates si estos grandes proyectos quiebran… y ejemplos sobran: autopistas radiales, proyecto Castor, etc.

En fin. Avisados están…

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La foto que acompaña esta entrada es de Zé.Valdi on Foter.com

Lecturas recomendadas: La organización de la unidad económica campesina


Vamos hoy con una recomendación potente: Chayanov y sus estudios sobre el campesinado.

Alexander Chayanov fue un agronomista / economista ruso que en este blog no podíamos pasar por alto. Purgado por el régimen comunista soviético, fue condenado 5 años a un campo de trabajo y posteriormente juzgado de nuevo y fusilado.

Hasta los 60 fue un autor bastante desconocido / ignorado por los economistas occidentales, si bien en pocos años sus ideas pasaron a ser fundamentales para entender el funcionamiento de las economías campesinas en sociedades precapitalistas. Su obra más importante es «La organización de la unidad económica campesina«. Escrita en 1925, sus observaciones sobre el campesinado ruso contribuyeron a renovar profundamente la historia económica, y especialmente, la historia agraria.

Uno de los principales aportes de Chayanov es mostrar la especificidad de la economía campesina. Entiende este autor que los conceptos de la economía clásica no son aplicables a una economía basada en el trabajo familiar y, en sentido estricto, no existen categorías como salario y beneficio. Argumenta Chayanov que las motivaciones de un campesino son diferentes a las de un capitalista o un obrero.

Una de las nociones centrales del pensamiento de Chayanov es que la actividad económica de la unidad económica familiar (sujeto económico) es resultado del balance entre la satisfacción de las necesidades familiares y el esfuerzo realizado por alcanzarlo. A su vez, la necesidades de consumo y la intensidad del trabajo vienen determinadas por la composición y tamaño de la familia.

De acuerdo a Chayanov, la familia campesina actúa de acuerdo a una evaluación subjetiva basada en su larga experiencia en la agricultura de la generación presente y las generaciones anteriores. La mayoría de las familias campesinas no deciden de acuerdo a una lógica o racionalidad capitalista (basada en el riesgo y el beneficio) sino que el campesino utiliza otros parámetros para decidir: las fatigas del trabajo y las necesidades de consumo. Por decirlo de manera sencilla, evaluará si le sale a cuenta trabajar y producir más teniendo en cuenta el esfuerzo que conlleva; por lo general, únicamente aumentará el grado de autoexplotación cuando aumenten las necesidades de consumo de la unidad familiar. Por contra, el campesino reducirá la intensidad del trabajo cuando unas mejores condiciones se lo permitan.  Además Chayanov se preocupa por el ingreso total de la unidad económica familiar, no sólo del ingreso obtenido de la agricultura; es decir, en ese ingreso se han de contabilizar lo proveniente de actividades artesanales y comerciales.

A partir de Chayanov,  los historiadores de la economía han pasado a considerar la singularidad de la economía campesina que puede coexistir sin problemas en un sistema económico capitalista. Ahora bien,  también hay críticas al modelo de Chayanov especialmente en lo referido a explicar los cambios, ya que las economías  sabemos que también responden o están moduladas por las dinámicas históricas.

En fin…

Algunos argumentos a favor del turismo responsable…


En un artículo publicado hace tiempo en este blog destapábamos las ‘mentiras’ del turismo rural y básicamente veníamos a decir que el turismo no es la panacea ni la solución a todos los males de las zonas rurales. Hubo quien se lo tomó a mal…

Pero ¡qué le vamos a hacer si el turismo es una actividad de bajo valor añadido! Eso es así, lo diga quien lo diga. «Lo diga Agamenón o su porquero» que dicen los instruidos. Además, con la epidemia de coronavirus ya vimos lo que pasó con las zonas que dependían del turismo y con el modelo de desarrollo seguido por España en los últimos años…

Aún así, podría reconocer que el anterior artículo no fui del todo ecuánime, porque sí, podría haber un tipo de turismo que sí tiene efectos positivos sobre las economías locales: el turismo ‘responsable’. Teniendo en cuenta que el turismo se basa en el consumo —y todo lo que implica— eso de ‘responsable’ suena a ‘oxímoron’ que como ustedes saben es una figura retórica de pensamiento que consiste en complementar una palabra con otra que tiene un significado contradictorio u opuesto.

Aún así, por intentarlo que no quede. De forma esquemática, este tipo de turismo rural ‘responsable’ sería aquel que cumple los siguientes requisitos:

1. Es compatible con las actividades tradicionales (ganadería, agricultura, etc) que se realizan en el medio rural. 

No sólo ha de ser compatible con… sino que hay que respetar. ¿Qué quiere decir? Pues muchas cosas y se pueden poner varios ejemplos para que los más ‘cortos’ lo entiendan. Por mucha prisa que tengas hay que respetar cuando el ganadero cambia las vacas de prado y van por la carretera… No se puede dejar el coche en cualquier sitio dificultando el paso de maquinaria o obstruyendo el paso a las fincas… No se puede entrar en las tierras sembradas ni en los praos. Tampoco se puede molestar al ganado, y mucho menos para hacer esa foto espectacular para el Instagram… Las fincas de frutales y los huertos tienen dueño, no son un autoservicio ‘gratuito’ de frutas o verduras…  Etc… etc… Creo que no es necesario seguir con la lista de prohibiciones, con aplicar el sentido común es suficiente.

Y sí, también hay que respetar las ‘costumbres y usos’ del país. Y sí, puede que estéticamente te parezca horrible, pero en el campo se reciclan bañeras y somieres, las primeras como abrevaderos del ganado y los segundos como cancillas o cierres de los praos. Eso, aunque no lo creas es reciclaje y una forma de resistencia… y también hay que respetarlo.

2. Es respetuoso con el medio ambiente

A diferencia de lo que mucha gente piensa, el medio ambiente no es sólo la naturaleza. El medio ambiente también incluye paisajes creados por el hombre. Sí, hijos míos. Esos prados y esos bosques espectaculares de los que disfrutáis extasiados especialmente en otoño, pues también son creaciones humanas. En muchos casos, conseguir unos paisajes así ha llevado siglos. Por tanto, hay que respetarlos. Eso de pasar ‘berrando’ con los quads o los 4×4 por los caminos rurales, pues como que no.

Otro punto importante a tener presente es que el monte no es de todos, por tanto eso de recoger setas, leñas o maderas, pues no. Lo que sí hay que recoger es la basura, porque esos restos pueden dañar a los animales, provocar incendios o qué se yo. Además, hasta el monte no llega el servicio de recogida de basuras… Y eso de hacer fogatas o lavar el coche en el río pues tampoco…

3. Consume productos locales.

Un aspecto positivo que puede tener el turismo rural es que puede ‘favorecer’ las economías locales. Pero hay que recordar que para eso no hay traerse el pan del Mercadona sino que hay que comprarlo al panadero del pueblo. Y así con todo…

Claro que las tiendas de los pueblos más caras que los supermercados de la ciudad, pero es que el tendero no puede vender ‘a pérdida’ como las grandes superficies ni puede realizar grandes compras que le suponen ahorros, ni los distribuidores le sirven los productos en casa, etc.

Hay que consumir productos locales —que en muchos casos están hechos de forma artesanal— y no me vengan con que son caros. Lo bueno, se paga, tanto en el campo como en la ciudad.

4. Se interesa por la cultura y por lo ‘rural’.

El turista ‘responsable’ se interesa por las artesanías locales, monumentos, etc. En los pueblos siempre hay cosas para descubrir: a veces hay ruinas, en otros casos molinos, hornos, museos, casas… También está la naturaleza, lagunas, ríos, bosques… Y, cada vez más, en los pueblos hay actividades culturales de diversa índole. Pues hay que apoyar…

Si se cumplen esos requisitos pues no cabe duda de que este tipo de turismo proporciona ingresos a las economías locales, contribuye a la creación de empleos en el medio rural y podría fomentar la creación de otros emprendimientos relacionados con el turismo.  Aunque me consta que en muchos casos ya lo hacen, estaría bien que los hoteles y casas rurales sean los primeros en promover un turismo respetuoso y que consuma productos locales.

En fin… Por si no les quedó claro, les dejamos con un decálogo que se publicó hace un tiempo:

 

Reasilvestramiento: más allá del delirante retorno al Paleolítico…


Dice un refrán asturiano que «Cuando’l diañu nun tien que facer, garra la gocha pel rau y ponla a pacer«. Digo esto pensando en la votación habida la semana pasada en la que se aprobó prohibir la caza del lobo gracias al voto del Gobierno y de varias comunidades autónomas como Canarias, Baleares o Melilla donde no hay lobos; de hecho el 95% de los ejemplares están en Castilla y León, Galicia, Asturias y Cantabria que, obviamente, votaron en contra. Como es lógico, la medida fue ampliamente aplaudida por un público, pretendidamente conservacionista, que no tiene ni idea de lo que supone una medida así.

Salvando las distancias, también me viene a la cabeza el video de una turista que en el zoco de Tánger trataba de liberar unas gallinas. La señora pensó en las gallinas, pero no en el pobre hombre que trataba de llevar unos dírhams a casa vendiendo unas aves en el mercado.  A veces tengo la sensación  de que esta gente —los ecologistas de pacotilla— no son más que unos pobres diablos aburridos que no piensan —ni les importan— las consecuencias de sus acciones.

Todo esto del lobo parece responder a esa nueva moda que se ha venido a llamar ‘rewilding’, reasilvestramiento o reasalvajamiento en terminología más castiza. Por resumirlo mucho, básicamente lo que propone esta gente es un delirante retorno al Paleolítico, con animales salvajes —como los lobos— campando a sus anchas en plena naturaleza. Voy a tratar de explicar un poco mejor de qué va la cosa.

Esta corriente «conservacionista» se inspira en buena medida en una publicación de un autor americano, David Foreman que, en el  libro Rewilding North America,  argumenta que la mayor amenaza ecológica de nuestro tiempo es la extinción masiva de numerosas especies animales. Lo explica de forma creíble y además para evitarla propone un solución práctica y realizable. Propone una estrategia para reconectar, restaurar y ‘reasilvestrar»  el subcontinente norteamericano como solución al problema de la extinción.  Básicamente —y resumiendo mucho— habría dos enfoques: el resilvestramiento pasivo donde —poco a poco— las especies salvajes van ocupando el lugar que deja el hombre; y otro basado en la reintroducción de animales salvajes ya desaparecidos.

Sostienen los defensores del reasilvestramiento que el abandono de tierras, aunque es percibido negativamente, es una oportunidad única, y reasilvestrar grandes extensiones de tierra favorecería la biodiversidad y ayudaría a ‘conservar’ la naturaleza. Además, la presencia de fauna podría atraer turismo y otras actividades. Sin embargo, esta opción de manejo de la naturaleza plantea importantes desafíos, básicamente porque choca con la caza y con actividades tradicionales como la agricultura o la ganadería extensiva. Además son bien conocidas las consecuencias de la proliferación de especies salvajes como corzos, jabalíes y no digamos ya el oso o el lobo.

Bien. Como decía, el abandono de tierras ha sido visto como una oportunidad para el ‘reasilvestramiento’. En noviembre de 2010 fue lanzada oficialmente en Bruselas la iniciativa europea «Rewilding Europe» que tenía entre sus objetivos convertir el problema del abandono de tierras en una oportunidad y crear un nuevo modelo de ‘desarrollo rural’ basado en la naturaleza. Dicen —y lo pretenden demostrar— que introducir especies salvajes en un territorio podría ser más rentable económicamente que actividades tradicionales como la agricultura o la ganadería.

Ojito, porque ¡ahí es nada! Rewilding Europe tenía la meta inicial de reasilvestrar 1 millón de hectáreas en Europa para 2020, creando 10 áreas que sirviesen de ejemplo e inspiración. De hecho, a finales 2011 se empezó a trabajar con las cinco primeras áreas seleccionadas, entre ellas una denominada «Oeste ibérico» y que incluía zonas limítrofes entre España y Portugal.

Para alcanzar sus objetivos de crear las condiciones propicias y reactivar el funcionamiento natural de los ecosistemas en toda Europa, consideran que hay especies vitales como los grandes herbívoros y los superdepredadores (top predators, en inglés) ya que estas especies impulsarían los procesos ecológicos. En este sentido, el reasalvajamiento aceleraría su recuperación y ayudaría a restaurar en cascada las cadenas tróficas. Ahora bien, un problema que se encuentran los partidarios del «reasilvestramiento» es que en Europa muchos animales salvajes ‘originarios’ ya están extinguidos o extintos. Como indica uno de estos partidarios del ‘rewilding’ en su página web, son conscientes de que la realidad no es tan simple «No podemos ser tan ingenuos. Pero si reflexionas desapasionadamente sobre estas ideas yo diría que hay verdad en ellas (…) No se trata de regresar a las cavernas. Pero sí se trata de aprender de las actitudes de aquellos humanos del Paleolítico en su relación con la Naturaleza. Eso sí podemos hacerlo. Reflexionar sobre aquella época nos puede proporcionar las claves para cambiar todo lo que es necesario cambiar en nuestro comportamiento. Es decir, apoyar el rewilding, en realidad, es re-naturalizarnos a nosotros mismos. Es asomarnos al atardecer a la puerta de nuestra casa y contemplar tranquilas hordas de bisontes pastando en un paisaje de suaves colinas«.

«Conforme la renaturalización vaya ganando los corazones y los humanos abandonen actitudes de rapiña y de caza hacia la naturaleza, entonces esas grandes manadas de herbívoros podrán pastar ya en completa libertad» —continúa explicando— «Pero no sólo ellos (…) tras los grandes herbívoros, deben recuperarse los grandes carnívoros que se alimentaban de esos herbívoros para que el paisaje esté en «biodiversidad total» y equilibrio: tras los caballos y los bovinos salvajes deben seguir los lobos, los osos, los linces y… allá donde sea necesario, los leopardos (…) Llegará un futuro en que los lobos y los linces perseguirán caballos, toros y bisontes. Y los humanos observaremos respetuosamente sus interacciones. Entonces la re-naturalización habrá cumplido el sueño del Paleolítico»

¡Qué Dios nos coja confesados! El sueño del Paleolítico… Quien escribió esto no tiene ni idea de lo que era en realidad el Paleolítico. «Los humanos observaremos respetuosamente sus interacciones«, dice y aquí se está delatando. La naturaleza le interesa como espectáculo, como consumo para gente ociosa. Como si fuese un parque temático donde contemplar grandes carnívoros persiguiendo y despedazando a bisontes y otras presas… Yo, sinceramente, prefiero espectáculos más divertidos y con menos vísceras y sangre. Nunca me gustaron los documentales de animales salvajes de La 2…

Bien. Volviendo al hilo, en Europa ya se han ido haciendo algunos experimentos en países como Holanda —ya saben, ese país tan adelantado que no es otra cosa que un insolidario sumidero fiscal—. Allí, en uno de sus parques naturales introdujeron, entre otras especies, 32 vacunos de Heck —una raza bovina ‘creada’ por los nazis con el objetivo de recrear la forma salvaje de la cual se originaron las actuales razas de ganado bovino doméstico de Europa—, 18 caballos de Konik de Polonia, y 52 ciervos rojos de Escocia y Europa Central. Entre lo que pudieron encontrar, eligieron aquellas especies más cercanas a los herbívoros prehistóricos, esperando que el experimento sirviese de inspiración al resto de países europeos. La idea era ver que sucedía dejando los herbívoros a su aire sin ningún tipo de intervención humana. Ya les adelanto que, como pueden ver en esta noticia, en 2018, después un invierno duro, casi la mitad de los animales tuvieron que ser sacrificados para evitar que muriesen de hambre.

Lo de Holanda no es una excepción y hay proyectos todavía más delirantes como el Proyecto Taurus, en el que hay participación española. Este proyecto —como ya hicieron los nazis— pretende revivir al uro, de cuya descendencia surgieron las razas vacunas actuales. Consideran los defensores del rewilding que «los uros juegan un papel esencial dentro de los ecosistemas» y una vez ‘recuperados’ es necesario reintroducirlos en la naturaleza.

Sin embargo, lo peor de todo es que detrás de todos estos proyectos suele haber intereses más materiales, como ocurre por ejemplo en el parque Esteros del Iberá en Corrientes (Argentina) y denuncian en este artículo de la revista «Soberanía Alimentaria».  Impulsado por la Fundación Rewilding Argentina, en este parque natural han sido introducidas especies que hacía siglos que habían desaparecido de la zona, como el yaguareté, el guacamayo rojo, el venado de las Pampas, el pecarí de collar, el oso hormiguero, la chuña de patas rojas o la nutria gigante.

Aparentemente —desde el punto de vista de la recuperación de especies— la experiencia es exitosa, y en este caso el ‘reasilvestramiento’ ha contribuido a traer de vuelta la naturaleza y, además, la llegada de turistas se ha multiplicado. Pero ¿y la gente que vivía allí?. Los partidarios del rewilding le dirán que los que antes eran cazadores ahora son guías turísticos, bla, bla… Sin embargo, la realidad es más cruda y vulgar. En los últimos años más de 200 familias han sido expulsadas de sus tierras y han desaparecido pueblos enteros. Entre otras razones porque esas tierras han sido compradas por inversores privados como Douglas Tompkins dueño de las marcas de ropa ESPRIT y North Face, o George Soros que posee unas 80.000 hectáreas. Es decir, a través de la Fundación Conservation Land Trust (CLT) se pretende controlar un espacio que supera el 1,3 millones de hectáreas —casi la extensión de la provincia de León—.

Estamos en lo de siempre. Detrás del proyecto hay intereses que van más allá de la conservación, y como denuncian los pobladores del Iberá, aquí se oculta un fenómeno de desposesión y la promoción de un tipo de turismo incompatible con las actividades tradicionales de la zona.

Está muy bien lo de la conservación y la vuelta a la naturaleza, pero quizás para eso habría que fomentar modelos de consumo y turismo más sostenibles y modelos de conservación que no excluyan a nadie, y mucho menos a los que viven en el territorio. El «reasilvestramiento» no parece, por tanto, la mejor opción. Ya lo señaló certeramente Jaime Izquierdo:

«Reasalvajamiento… Algunos quieren repoblar nuestros montes de maleza y volvernos a la prehistoria, mientras ellos viven cómodamente instalados en las urbes hasta el fin de semana«.

Tanto si estás de acuerdo, como en desacuerdo, anímate a dejar tus comentarios…

Lecturas recomendadas: Gente del abismo


Hace unas semanas una popular plataforma de contenidos digitales en línea emitía una serie llamada «Los favoritos de Midas». La historia —decían— estaba basada en un cuento de Jack London.

Pues sí, Jack London es uno de mis escritores favoritos. Me parecen increíbles sus cuentos o sus historias sobre la fiebre del oro en el Yukón. Historias como «La llamada de lo salvaje» —de la cual se acaba de estrenar una película protagonizada por Harrison Ford— son espectaculares.

Pero lo que hoy quiero recomendarles acá es un libro que llegó a mis manos de casualidad y que se titula «Gente del abismo». Este libro surge de la experiencia del autor en Londres en el verano de 1902. Allí, el escritor pasó una temporada haciéndose pasar por un marinero estadounidense sin dinero mezclándose con vagabundos y otros ‘desheredados’. Su idea era documentarse para un libro que le habían encargado.

El libro es eso: un descenso a los abismos. A pesar de estar en el centro en un imperio que por esas fechas celebraba la coronación de Eduardo VII, hijo de la famosa reina Victoria, la pobreza lo inunda todo de forma hiriente.

Jack London muestra cómo la miseria estaba haciendo estragos entre la clase obrera de Londres  y cómo la policía perseguía sin descanso a los ‘sin techo’ que dormían en la calle o en los parques. Muestra cómo los obreros pagaban casi la mitad de su salario por habitaciones insalubres, cómo familias enteras se hacinaban en un único cuarto , o cómo en una pocas habitaciones dormían decenas de personas. Describe cómo, en ocasiones, las camas eran alquiladas por turnos de 8 horas a trabajadores cuya jornada laboral era de 12, 13 o 14 horas. Explica como la falta de luz y ventilación, la humedad, los gérmenes, la escasa higiene y la falta de privacidad acababa por arruinar física y moralmente a gente que no eran otra cosa que trabajadores decentes.

También en aquella época nos cuenta London cómo las culpas de la falta de vivienda y de los bajos salarios era atribuida a la inmigración extranjera, especialmente judíos polacos y rusos. Sin embargo, Jack London achaca esta ‘decadencia’ a la enorme desigualdad en la distribución de la riqueza: 500 personas —cuya riqueza ha sido heredada— poseían 1/5 de Inglaterra y derrochaban en lujo ‘como si no hubiese mañana’.

Defiende a mujeres ‘solas’ que sostienen a la familia realizando trabajos inhumanos a cambio de una miseria. Denuncia las enfermedades a las que los trabajadores y trabajadoras están expuestos como por ejemplo quienes pasan el día con los pies y la ropa mojada que se acaba traduciendo en  bronquitis, neumonía y reumatismo; o las enfermedades respiratorias de quienes están expuestos al polvo todo el día.

En fin… El texto de Jack London es de una gran actualidad. Las condiciones laborales han mejorado y mucho, pero vivimos una época en la que la distribución de la riqueza cada día es más desigual. Lo peor de todo es que, al igual que en la época en la que se escribió el libro, en estos tiempos se culpa a los pobres de sus propias desgracias. Ahí lo dejo.

Lean, lean, lean…

Por cierto, si buscan en internet encontrarán dónde descargarla gratis. Por ejemplo, acá.

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