Cinco motivos por los que (de momento) no pienso regresar a vivir al pueblo…


Con esto del Covid-19 parece que un montón de gente se está planteando volver al pueblo. Fíjate que yo detesto la ciudad, pero no he necesitado pensar mucho para darme cuenta que, hoy por hoy, tengo claro que no voy a volverme al pueblo a vivir. Yo tengo mis motivos y acá se los cuento:

#1. La escuela del pueblo está cerrada

Hasta hace no mucho, en mi pueblo había una escuela donde iban todos los críos que allí vivían. Yo estudié en esa escuela. Lo habitual era levantarse un rato antes de las 9 y —una vez desayunado— salir corriendo hacia la escuela. Allí permanecíamos hasta la hora de comer cuando regresábamos de nuevo a casa. Y a la tarde, pues lo mismo. Hoy, los pocos críos que quedan en el pueblo, y no importa lo pequeños que sean, tienen que levantarse a las 7 de la mañana para ir al autobús que, después de 40-45 minutos de recorrido, los deja en un centro escolar que está a poco de más de 10 minutos en coche.

Bien, aunque esos pequeños —y pequeñas— tienen servicio de transporte y comedor gratis, el esfuerzo que tienen que hacer es grande. Además, esa es la única opción para las familias que viven en el pueblo. Y está situación es algo generalizado ya que en los últimos 20 años se han ido cerrando escuelas en casi todos los pueblos de la provincia. No me vengan con la despoblación y con que no hay alumnos…

¡Vaya cómo nos vendieron la moto! Ya hace muchos, muchos años que empezó la historia. Hace más de 40 años en algunos pueblos de La Cepeda cerraron la escuela y mandaron a los rapaces a estudiar ‘internos’ a Astorga y a otros lugares. En ese momento tenían que haber prendido fuego a la Delegación de Educación. Porque, poco a poco, utilizando criterios de racionalidad económica —imagino— se fueron cerrando las escuelas de los pueblos. Otro tanto ocurrió con los CRA (Centros Rurales Agrupados). En vez de dotar de medios a las escuelas rurales, fueron concentrando a los rapaces en los CRA. Con todo eso, hubo un momento en que la gente, aunque tuviese el trabajo en un pueblo, prefería irse a vivir a la capital o a un centro urbano. Era por el bien de los hijos. Con ello, más escuelas y más escuelas se fueron cerrando, y… de aquellos polvos, estos lodos. A mediados de los años 70 del siglo pasado, cada una de las 1.200 localidades de la provincia de León tenía su escuela. Hoy el 60-70% de los pueblos de la provincia, o más, tienen la escuela cerrada.

No tengo ni idea cómo se puede solucionar este problema. Lo que sí se, es que acá donde vivo, tengo el colegio a 5 minutos de casa. Mis hijos van y vienen caminando a la escuela. Obviamente, si viviese en un pueblo, querría lo mismo para mis hijos: una escuela de calidad a la que puedan ir y volver caminando.

#2. En mi pueblo NO es posible teletrabajar

Hoy nos venden el teletrabajo como la nueva realidad y nos dicen además que puedes ‘teletrabajar’ en el medio rural. ¡Qué poco conocen la realidad! Con lo del teletrabajo nos toman por tontos. Y a las pruebas me remito…

Este verano, en algunos pueblos de La Cepeda, durante el mes de agosto el 80% de los días no había manera de conectarse a internet —¡ni siquiera se descargaban los mensajes del Whatsapp!— y varios días tampoco hubo conexión telefónica. ¿Así quieren que hagamos teletrabajo? Estamos arreglados. Y es que el quid de la cuestión del teletrabajo es tener una conexión ‘decente’ a internet. No importa que en los últimos diez años hayamos escuchando eso de que el medio rural necesita banda ancha, que patatín, que patatán… Nos presentan la banda ancha como la panacea y la solución a todos los problemas del mundo rural, pero uno: la banda ancha no es la solución; y dos, la realidad es que la mayoría de pueblos pequeños de la provincia, y especialmente en algunas comarcas, las conexiones a internet o no existen o son de muy baja calidad.

#3. No hay transporte público en condiciones

Cuando yo era pequeño funcionaba un autobús o ‘coche de línea’ que permitía desplazarse a los mercados y a otras localidades. No es que fuera maravilloso, pero quien no tenía coche podía desplazarse a Astorga, a León o a cualquier otro sitio. Ahora creo que funciona ‘a demanda’. Llamas por teléfono y ese día pasa el coche de línea.

Bien. Yo no tengo problema y me podría comprar un coche, pero mi mujer —como otra mucha gente— no tiene carnet de conducir. No cabe duda, pues, que la falta de transporte es una limitación.

Y en el caso del transporte, pasó más o menos lo mismo que con las escuelas. Primero desmantelaron líneas de tren —la Ruta de la Plata, por ejemplo— argumentando que eran deficitarias. Después cerraron líneas de autobús. Y así todo…

#4. Los servicios sanitarios son escasos

Quien tiene hijos pequeños sabe que es fundamental tener el médico cerca. No es que los servicios sanitarios sean malos y debo decir que cada vez que, en vacaciones, hemos visitado las Urgencias Pediátricas del Hospital de León, la atención ha sido más que excelente. Pero, justamente, hemos tenido que acudir a León porque en los Centros de Salud no hay atención pediátrica. A todo ello se añade que la Junta de Castilla y León ha ido cerrando consultorios rurales, como se puede ver en esta noticia.

Como es lógico, uno se puede adaptar a todo, pero lo deseable sería que en el lugar donde uno vive, sea un pueblo o una ciudad, disponga de servicios públicos de calidad. O al menos disponga de unos servicios mínimos.

#5. En los pueblos no hay trabajo

Unos párrafos más atrás les comenté que yo podría trabajar desde cualquier lugar que disponga de conexión a internet. Pero, la realidad es que el trabajo lo tienes que llevar tú, porque no hay trabajo en algunos sectores. Es algo lógico que el trabajo en las zonas rurales esté ligado al sector primario, pero de nuevo se pone de manifiesto que la falta de empleos también es consecuencia de los procesos de abandono institucional. No tiene que ver únicamente con la despoblación.

¿Cómo va a haber trabajo en los pueblos si cerraron las escuelas, los centros médicos, las oficinas bancarias, las farmacias, los cuarteles de la Guardia Civil, las líneas de tren y la mayoría de servicios? Es de cajón… Antes, la gente que atendía esos servicios quedaba a vivir en los pueblos… Fue un verdadero proceso de desmantelamiento.

En fin… no les doy más la tabarra. Seguramente que, a pesar de todo, sigue habiendo muchos más motivos para irse a vivir al pueblo, pero en mi caso tendré que esperar a la jubilación para volver. La buena noticia es que cada vez me queda menos…

Pérdidas, desapariciones y olvidos: Mantequerías Leonesas


Imagino que para mucha gente el año 2020 ha sido  un año ‘complicado’, por llamarlo de alguna manera. Suerte que ya queda poco para que acabe, aunque queda la parte más dura del año: las Navidades. Aunque la publicidad intenta vendernos aquello de paz, amor y felicidad, las fiestas navideñas son un asco…

Que nadie se ofenda, me refiero a que es un asco el consumo que todo lo invade y esas comidas familiares pantagruélicas.  Imagino que estamos todos de acuerdo que en estas fiestas la comida es muy importante. Relacionando Navidad y comida rica me viene a la cabeza las que fueron las primeras tiendas ‘gourmet’ de España: las Mantequerías Leonesas, fundadas por gente de Laciana.

Hay dos libros de Victor del Reguero que detallan bastante bien como surgió este empresa, motivo por el que no entraré en demasiados detalles. Un primer aspecto a destacar es que, aunque en la creación de Mantequerías Leonesas hubo diversas personas, el ‘alma mater’ de esta iniciativa fue Marcelino Rubio, de Villager de Laciana, quien había heredado de su padre el oficio y la lechería, y de su suegro una importante cantidad de manteca. Un aspecto a destacar de la biografía de M. Rubio es que fue alumno de las Escuelas Sierra-Pambley y recibió ayuda de los profesores Juan y Ventura Alvarado y Albó para montar una lechería moderna, tal y como queda documentado en una de las memorias de la Escuela:

El hecho de la lechería de Villager nos llena de orgullo y es de tanta importancia para el país (…). Hace un año comenzó La Laceana trabajando 90 litros diarios y hoy trabaja 800 y pronto trabajará 1.500 ó 2.000. A los pocos meses de fundarse hubo que traer una mantequera mayor y hoy tiene instalada una nueva centrífuga o desnatadora que desnata 400 litros por hora. Toda la manteca que trabaja dicha fábrica la vende fresca a buen precio (…). El público está entusiasmado y llevan hoy leche á la fábrica gentes de Orallo, Caboalles de Abajo, Llamas y los Rabanales, todo el pueblo de Villager, de San Miguel y de Villablino, y además en caballerías ó carros va la de Sosas y Rioscuro recogida por lecheros pagados por la fábrica

AFSP, Legajo 7. “Memoria del curso de 1899 a 1900”

Precisamente, unos años más tarde, en 1905, esta fábrica era todo un éxito tal y como explica Rivas Moreno en su libro «Lecherías y queserías cooperativas: seguro del ganado»:

Como al mismo tiempo, una persona del país que había residido unos años en Madrid, y practicado y estudiado en esta Escuela la fabricación de manteca, se proponía montar una pequeña fábrica, se desistió de la Cooperativa. La Escuela y su profesor de lechería, ayudaron desinteresadamente a dicho fabricante, y éste montó la industria. Empezó trabajando 80 litros diarios; al año amplió la fabricación hasta 200, y hoy no trabaja seguramente menos de 2.000 diarios por término medio al año, y su manteca es la que tiene mejor precio en el mercado, compitiendo con ventaja con la extranjera. El fabricante se llama Marcelino Rubio y tiene su fábrica en Villager (…)”.

Unos años más tarde, M. Rubio abrió un comercio en Madrid llamado La Laceaniega que, en 1920, trasladó a la calle Alcalá bajo la denominación de «Mantequerías Leonesas». Se trataba de un local grande y decorado con elegancia y buen gusto, tal y como se puede ver en este anuncio:

Precisamente esa fue una de las claves del éxito de las ‘Mantequerías Leonesas’: iban dirigidas a personas con un cierto poder adquisitivo —prueba de ello es la foto de Audrey Hepburn comprando en una de estos establecimientos y que pueden ver encabezando esta entrada—. Por esta razón, los locales de Mantequerías Leonesas solían estar situadas en las mejores zonas comerciales de ciudades como Madrid, Barcelona o Sevilla. Así por ejemplo en Barcelona tenía sucursales en la Rambla de Catalunya y en General Mitre con Balmes, en la zona del Putxet.

Además ofrecía productos de calidad y/o exclusivos / novedosos con una presentación muy cuidada; así por ejemplo, la manteca elaborada en Laciana se presentaba en cajas de hojalata de todas formas y tamaños. Otra de las producciones de la casa era el queso CRAMT —acrónimo que respondía a las iniciales de sus hijos: César, Rafael, Amílcar, Manuel y Tomás— que dicen que en nada envidiaba al Cabrales asturiano ni al Roquefort francés, o la Leche Condensada Los Mellizos, también fabricada en Villager, posiblemente la primera de este tipo que se elaboró en España. Además de productos lácteos de León, vendían embutidos y otros productos de la montaña leonesa.

En relación a lo anterior hay que destacar que otra de las claves del éxito de Marcelino Rubio es que, siguiendo los métodos de fabricación impulsados por las Escuelas Sierra-Pambley de Villablino, apostó por producciones de calidad. Para mejorar los procedimientos de fabricación envió a sus hijos a estudiar a Francia y se implicó en la mejora del ganado vacuno local y de la producción de manteca y queso, como atestiguan los numerosos premios recibidos en los concursos de ganado y las medallas de Exposiciones Nacionales e Internacionales en las que participó. En este sentido, la ‘mejora’ de la raza mantequera leonesa le debe mucho a este hombre.

Por otro lado, M. Rubio supo aprovechar mejoras tecnológicas como la desnatadora mecánica para producir manteca, pero también la llegada del camión como medio de transporte para recogida de la leche, o la difusión del frío industrial para la conservación de los alimentos. Además, las Mantequerías Leonesas fueron los primeros establecimientos en poner en práctica el concepto de ‘autoservicio’ con las cajas para pagar a la salida del negocio.

Finalmente hay que destacar que — tal y como detalla Alicia Langreo en «Historia de la industria láctea española: una aplicación a Asturias»—, M. Rubio además de las ‘Mantequerías Leonesas’ se asoció con otros productores lácteos en Galicia, Asturias, o León, entre ellos LARSA (Pontevedra), la Lechera de Cancienes (Asturias) o Industrias Lácteas Leonesas S.A. (ILLSA), siendo uno de los impulsores, a la vez que pionero, de las industrias lácteas en España.

Marcelino Rubio murió en la Guerra Civil. Aunque no se le conocía filiación política, por su condición de empresario fue encarcelado por elementos republicanos en Mieres, muriendo en un bombardeo franquista del centro de la ciudad. El negocio de ‘Mantequerías Leonesas’ fue continuado por sus hijos que llegaron a tener una treintena de establecimientos en las principales ciudades españolas.

Bien, para ir concluyendo esta entrada, destacar que en la postguerra las Mantequerías Leonesas bajo la dirección de su hijos César y Rafael tuvieron un auge espectacular. Y con todo ello, llegamos a 1982, año en el que Galerías Preciados —aquellos grandes almacenes fundados por Pepín Fernández, primo de Ramón Areces y competidores de El Corte Inglés— adquirió la firma. En realidad, Galerías formaba parte de RUMASA, el holding propiedad de Ruiz Mateos, que pagó por Mantequerías Leonesas 350 millones de pesetas, pagaderos en 5 años; la empresa creada por M. Rubio aportaba al grupo una red de 13 supermercados y 15 tiendas y una facturación anual de unos 3.300 millones de pesetas.

Justo un año más tarde, el 23 de febrero de 1983, RUMASA fue expropiada por el Gobierno español y las empresas que formaban parte del grupo fueron vendidas a diversos compradores. Mantequerías Leonesas, con 536 trabajadores y un volumen de ventas de 4.302 millones, fue adquirida por unos 600 millones de pesetas por la cooperativa sindical alemana Coop AG —principal accionista de Oscar Mayer SA— que acabaría quebrando y vendiéndola a los antiguos gestores, encabezados por Justo López-Tello.

En 1995, Mantequerías Leonesas —cuya suerte estaba ligada a la de Galerías Preciados—, acabó quebrando y las famosas tiendas desaparecieron o fueron ‘absorbidas’ por otras cadenas locales de supermercados como Froiz en Galicia o Caprabo en Cataluña.

Bien. Hasta aquí la historia. No deja de resultar paradójico que en ciudades como Madrid, Barcelona o Sevilla fuese más fácil conseguir productos leoneses en las primeras décadas del siglo XX que no en pleno siglo XXI.


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Campesino, un oficio peligroso…


Hace unos días leía que un campesino tucumano, Juan González había sido asesinado. Acá tienen la noticia, pero se la resumo.

Un martes a la mañana, este señor llamado ‘Cheta’ González se subió a su caballo y guió a sus vacas a una finca de su propiedad en la que su familia había trabajado toda la vida. Al llegar al predio se encontró con Carlos Flórez, un policía retirado que le franqueaba el paso. Le decía que no podía acceder más a esas tierras porque no le pertenecían. Se produjo una discusión, y el ex-policia sacó un arma y lo acribilló a tiros. El asesino, que ya tenía antecedentes penales por robos e intentos de homicidio, era un matón que trabajaba a sueldo para productores sojeros usurpando terrenos.

Esto que acabamos de ver es el pan nuestro de cada día en América Latina. En países como Colombia, Honduras, Guatemala, Brasil, Paraguay o incluso Nicaragua y Argentina, es bastante común que las ‘fuerzas del orden’ —militares y policía— trabajen como sicarios haciendo el trabajo sucio de las multinacionales o de los grandes propietarios de tierras. Recordará el lector el caso de Berta Cáceres, asesinada por defender el territorio y oponerse a un megaproyecto hidroeléctrico en Honduras. En este caso, el asesino fue un ex-militar pagado por la empresa involucrada en la construcción, pero la policía falsificó pruebas para tratar de presentarlo como un crimen pasional.

Hace ya un tiempo, a mediados de 2018, una ONG llamada Global Witness publicó un informe donde revelaba que durante 2017 al menos 207 personas, en su mayoría campesinos, fueron asesinados por defender sus hogares y comunidades de la minería, la agroindustria y otros negocios destructivos.

Como indicaba el documento, entre las muertes se incluían el asesinato de campesinos en Colombia por manifestarse contra plantaciones de palma aceitera y de banano en tierras robadas a su comunidad, la masacre por parte del ejercito filipino de ocho aldeanos que se oponían a una plantación de café en sus tierras, o ataques violentos por parte de finqueros brasileños, que usando machetes y rifles dejaron gravemente heridos a 22 integrantes del pueblo indígena de Gamela, algunos con las manos cortadas. Pero no sólo hay asesinatos en estos países, también Guatemala, El Salvador, Honduras o Argentina forman parte de este elenco.

Estas cifras se han quedado muy muy cortas ya que casi cada día siguen siendo asesinados campesinos en América Latina por defender la tierra frente a los grandes propietarios o empresas. Así por ejemplo, se comprueba que en lo que va de 2020 en Colombia han sido asesinados 251 líderes sociales, siendo las principales víctimas de este tipo de homicidios líderes comunales o campesinos que se han visto involucrados en reclamaciones de tierras y la implementación de la sustitución de cultivos. Acá tienen la noticia. Otro ejemplo podría ser Paraguay donde desde 1989 —año de caída de la dictadura— han sido asesinados 125 campesinos.

En la mayoría de los casos, detrás de estos crímenes no sólo están los intentos de silenciar a las personas defensoras de la tierra o el medio en el que viven. Muchos de estos campesinos han sido asesinados para arrebatarles sus tierras y producir soja, banano, palma africana o cualquier otro cultivo industrial. Esto, que recientemente se ha venido llamando ‘acaparamiento de tierras’ viene de muy lejos en el tiempo, aunque es un proceso histórico que tiende a acentuarse en los períodos de globalización económica. Es decir, no tiene tanto que ver con la producción de alimentos sino con otros fenómenos como los flujos internacionales de capitales, mercados internacionales, fondos de inversión, etc.

No los aburriré ahora con esos temas, simplemente destacar que lo peor de todo es la impunidad de quienes están detrás de estos delitos, generalmente empresas multinacionales que cuentan con el apoyo tácito o explícito de los gobiernos de estos países. Digo impunidad, ya que casi nunca se castiga a los autores de los crímenes. Y cuando lo hacen es debido a fuertes presiones internacionales. En este sentido, se debería ir un poco más allá y las empresas —y los consumidores deberían exigirlo— han de ser responsables y asegurar que no apoyan proyectos que desalojan a la gente de sus hogares ni devastan sus ecosistemas.

Y sí, también el lector debe saber que hay multinacionales españolas implicadas en esos procesos de desposesión… pero esa es otra historia sobre la que volveremos.  

La fotografía que acompaña el texto es de Mikael Wiström, un fotógrafo sueco y director de cine documental. 

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Plantaciones de caucho en la provincia de León


Seguramente se habrán sorprendido al leer el título de esta entrada. Imagino que ustedes saben que hasta el descubrimiento del caucho sintético, éste se obtenía mayoritariamente del Hevea brasiliensis también llamado ‘shiringa’ o ‘seringueira’ en portugués. Mediante incisiones en el tronco del árbol del caucho se obtiene una emulsión lechosa llamada latex que posteriormente es transformada en caucho. 

Lo que seguramente desconocen es que hay otras plantas de las que se puede obtener caucho, como por ejemplo el diente de león (Taraxacum officinalis) también conocida como ‘achicoria amarga’ o ‘meacamas’ y que aparece en la foto que ilustra este post. De hecho, en la actualidad se está volviendo a experimentar con un pariente ruso de esta planta y como pueden ver en esta noticia, el fabricante de neumáticos Continental ha producido neumáticos con caucho obtenido del diente de león ruso.

Aunque el fabricante de neumáticos ha querido ‘venderlo’ como algo nuevo, esta historia ya es muy vieja y se remonta a mediados del siglo pasado.

Los primeros ensayos para producir caucho del ‘diente de león’ empezaron en la Unión Soviética en los años 30 del siglo XX utilizando el Taraxacum Kok-Saghyz, hierba nativa de las repúblicas asiáticas de Kazajistán, Uzbekistán y Kirguizistán y pariente cercano del ‘meacamas’ que todos conocemos. Con motivo de la II Guerra Mundial, diversos factores hicieron que países como los EEUU o la URSS impulsasen el uso del caucho sintético y también el cultivo de ‘diente de león’ a gran escala para obtener caucho; la alta demanda de neumáticos para vehículos de guerra y el desabastecimiento del mercado estaban entre ellos. Y es que el Sudeste asiático, principal abastecedor de caucho natural del mercado mundial, estaba controlado por las potencias del Eje, o mejor dicho por Japón. También en Alemania, Reino Unido, Suecia o España se empezó a cultivar el diente de león ruso con la misma finalidad: abastecer el mercado doméstico sin depender de las importaciones. Poca broma, porque en esos años, EEUU llegó a obtener 110 kg de caucho por hectárea y la URSS unos 200 kg.

Sin embargo, con el fin de la II Guerra Mundial se recuperó la producción de caucho del Hevea brasiliensis que ofrecía rendimientos por hectárea 8-10 veces más altos y por tanto una materia prima mucho más barata. Por este motivo, la mayoría de programas para producir caucho de Taraxacum kok-saghyz cesaron. Y digo la mayoría, porque en España que estaba en plena autarquía económica, se siguió produciendo caucho de esta planta. Y aquí es donde entra la provincia de León.

De esta manera, en el año 1949-50, con el apoyo del Instituto Nacional de Investigaciones Agronómicas se inició en la zona de La Bañeza el cultivo experimental del Taraxacun Kok-Sagz con el fin de obtener caucho de sus raíces. Parece ser que se aclimató bastante bien, y en muy pocos años se lograron índices de rendimiento técnico que aconsejaban plantaciones masivas que de gran importancia económica. El caso es que seis años más tarde, en 1956 eran cultivadas 12 Has. en el triángulo conformado por Astorga, Veguellina de Órbigo y La Bañeza.

En 1958 se fabricaron las primeras cubiertas con caucho de León lo que hacía soñar a algunos con una nueva y próspera industria del caucho en León. Así por ejemplo, en 1961, el ABC publicaba un amplio artículo de M. Cayón en el que se decía que «La plantación de caucho en la provincia leonesa y sus buenos resultados viene acaparando la atención actual de nuestros agricultores, ya que ello supone una nueva etapa de transformación en la economía agraria. Sin embargo, su mayor interés está centrado en la industria española, ya que esta gran materia prima, tan cotizable, es una de las palancas más poderosas y eficaces de los tiempos modernos, máxime en España, donde, hasta ahora, es de forzosa importación«.

Destacaba el periodista los altos rendimientos por hectárea y con cierto optimismo y bastante desconocimiento del contexto, pronosticaba: «Estos éxitos iniciales abren, pues, un nuevo horizonte industrial para la vida leonesa y para España, significándose que un grupo financiero catalán mira con gran interés la producción masiva de caucho es nuestra tierra. Asimismo, de fuente oficiosa procede la noticia de que una importante Compañía, que tiene la central en Londres, ha comprado en exclusiva, la producción de caucho leonés. Los técnicos se encuentran esperanzados ante la gran perspectiva que ofrece esta nueva planta industrial de nuestra tierra, verdaderamente trascendente para la manufacturas nacionales. Cuando se acometa la selección de la planta y su cultivo masivo es fácil que la industria nacional se libere de su forzosa importación«.

A esas alturas, en los años 60, la producción de caucho sintético obtenido del petróleo superaba a la de caucho natural. Durante la II Guerra Mundial los EEUU habían lanzado un programa secreto para mejorar la producción de caucho sintético y en 1944 ya funcionaban en el país más de 50 fábricas. Empezaba entonces, la era del petróleo abundante y barato. Mientras tanto en España, y en León, se quería competir produciendo caucho con ‘diente de león’. En fin…

Con esta entrada dejamos el blog unas semanas de fuelga… En septiembre volvemos con nuevos contenidos. …mientras tanto pueden seguirnos redes sociales como Facebook o Twitter

Doce tipos de veraneantes que te vas a encontrar este año en tu pueblo…


Se acerca agosto y, a pesar del Covid-19, cual golondrinas los veraneantes van, poco a poco, regresando al pueblo.

Como diría mi madre «Que bien están los veraneantes cuando están lejos«. Y es que, a veces, quienes cada año regresan al pueblo a pasar las vacaciones pueden ser un incordio… y no lo digo únicamente por los virus que este año puedan traer.

Acá, en clave de humor, te presentamos una tipología de personajes que acostumbran a aparecer por los pueblos en estas fechas.

1. Los devotos de la Virgen del Puño

Estos veraneantes nunca fallan con su cita con el pueblo, aunque parecen olvidar la cartera en su lugar de residencia habitual. Y es que nunca tienen dinero a mano a la hora de pagar una ronda en el bar, por ejemplo. O salieron de casa sin la cartera, o no tienen suelto o cuando la encuentran alguien ya pagó. «La próxima la pago yo«, dicen. Pero nunca hay próxima vez, porque siempre encuentran una excusa. «Uy, se me hace tarde para ir a comer. Marcho pa’ casa. Mañana pago yo«. Sí, mañana, mañana, tomorrow… Ese día que nunca llega.

Este tipo de veraneante ‘rácano’ conoce donde se celebran todas las fiestas de los pueblos donde dan comida gratis y manejan una agenda llena de eventos. Esta noche, sopas de trucha no se dónde… mañana, paella popular en el otro lado… el sábado, chocolatada en… Es un sinvivir. No descansan. Lo malo es cuando se le juntan dos fiestas en pueblos diferentes en las que dan ‘papeo’ gratis…

Les encanta que la gente del pueblo les regalen huevos, lechugas, patatas. «¡Qué buena pinta que tienen esas lechugas! ¿Ya son nuevas esas patatas?» le dicen a la paisanina que regresa de la huerta con el caldero lleno de verduras. Se saben todos los trucos para dorar la píldora…

En fin. Es gente que vuelve al pueblo a veranear para ahorrar.

2. El ‘aviador’

Así le llaman en un pueblo de la ribera del Porma a los veraneantes que que empiezan la mayoría de las frases por «Había que…«. «Había que limpiar las zarzas del camino al cementerio» «Había que poner una señal en…» «Había que, había que, había que…» Lo peor es que se lo dicen a la gente del pueblo, que ya bastantes ocupaciones tiene.

¿Había que limpiar el cementerio? Pues sí, que coge una hoz y una forca y ponte a ello, porque siendo veraneante, tiempo no te falta. Mucho «Había que, había que…«, pero no te preocupes, que nunca los verás echar mano a nada.

3. El ‘cuzo’

‘Cuzo’ en leonés es fisgón / oledor. A este tipo de de veraneantes les gusta enterarse de todo. Es de esta gente que se encuentra con un ganadero del pueblo y antes de saludarlo ya lo sometió a un interrogatorio cual inspector de la Agencia Tributaria: «¿Cuántas vacas tienes? ¿Cuánto vale una vaca? ¿Cuánto te dan de ayuda por la PAC?«. Con cualquiera que se encuentran hacen lo mismo. Preguntas y más preguntas. Lo peor es que se hacen los tontos y detrás de esas preguntas, inocentes en apariencia, hay mala intención.

La gente ya los conoce y, a veces, los saca malpareciendo «Pero vamos a ver, no seas ‘cuzo’ ¿te pregunto yo a tí lo que ganas y lo que tienes?«. Otra opción es contarles una bola para tomarles el pelo.

4. Los raterillos

A este tipo de veraneantes no les dedicaremos mucho tiempo. Son los típicos que salen a pasear y cuando pasan al lado de una huerta o unos frutales aprovechan para aprovisionarse. También les encanta quedarse con herramientas ‘olvidadas’…

Pero alma cándida, pide las cosas, pídelas. No las robes. ¿Quién te va a negar una lechuga o media docena de pimientos? Y déjate de robar las herramientas que los paisanos dejan por ahí.

5. El ‘abogao’ de secano

Este tipo de veraneante, aunque no tiene estudios y trabaja en cualquier trabajucho no cualificado en Barcelona o Madrid, conoce todas las leyes. Es un ‘abogao’ de secano. Le fascina hacerse el entendido delante de los paisanos del pueblo. No suele tener ni idea de nada pero opina, opina y opina, mentando leyes y normas para que la gente vea que tiene razón y que la su opinión está bien fundamentada.

Lo malo de esta gente es cuando, después de estar todo el año fuera, se inmiscuyen en los asuntos del pueblo participando, por ejemplo, en el concejo de vecinos de agosto. Ahí opina de todo lo que no le compete: que si el reparto de quiñones… que si el monte… que si la reparación de la iglesia…

6. El resentido

Este tipo de veraneante es el que hace bueno aquel refrán que dice «Nunca sirvas a quien sirvió y debas a quien debió«. A veces, estos veraneantes eran los más arrastrados antes de marchar del pueblo pero vuelven de vacaciones y no hay quien les tosa. Parece que todo el mundo le debe favores. Además les molesta todo, las vacas, los perros, los gallos… Siempre van vestidos de punta en blanco y ‘caminan siempre tan erguidos que parece que les hubieran metido un palo por el c__ Por lo general, se limitan a saludar a otros veraneantes, y parecen no conocer a la gente del pueblo.

Uno se pregunta porque este tipo de veraneante regresa al pueblo, si tanto lo odia. Pero en realidad es gente que se odia a sí misma… que odian sus orígenes y tienen un tremendo complejo de inferioridad, pero allá cada uno con sus traumas.

7. El/la mosca muerta

Estos no suelen ser del pueblo, sino que suelen estar casados/as con alguien del pueblo. Es gente que parece que no ha roto un plato en su vida. Siempre tan educados, tan discretos ellos, tan… Pero, ay, cuando salen de fiesta sin el respectivo cónyuge. Beben dos cubatas y aparece del Dr. Jekyll. O bien le tiran los tejos a cualquiera que tenga dos patas o se enloquecen buscando sustancias estupefacientes. Y ahí se descubre el tomate. «Madre mía, madre mía… Vaya con el/la mosca muerta«.

8. El/la cotilla

A excepción del mes de agosto que están en el pueblo, el resto del año este tipo de veraneantes vive a miles del kilómetros, sin embargo están al día de todos los cotilleos o ‘chismes’ del pueblo. A veces, muchas veces, saben cosas que ni la propia gente del pueblo sabe. Saben quien se enfermó de esto o de lo otro. Distribuyen los ‘chismes’ y cuando no los inventan…

¿Cómo se enteran de todo? Pues muy fácil, trabajan en red con los/as cotillas del pueblo; es decir, tan pronto como les llega algún rumor, el WhatsApp y el teléfono móvil empiezan a trabajar hasta que la batería ‘echa humo’. Llaman a unos y a otros hasta que se enteran de todos los detalles del suceso.

9. El ‘alabancioso’

Este tipo de veraneante está en vías de extinción, pero alguno queda. Suele tener un trabajo de mier… en la capital pero cuando regresa al pueblo le gusta ‘aparentar’ que no se priva de nada y que es un sibarita en cuanto a gustos. Cuando entra al bar por la mañana no pide un vino como el resto de los paisanos, exige que sea un Rioja o un Ribera del Duero. Dice que el vino ‘corriente’ le da ardor. Y a la tarde en vez de tomar cerveza como cualquiera, pide un gintonic con mucho hielo y una rodaja de limón, pero tiene que ser de Tankeray, Beefeter o alguna marca rara. Al final se acaba conformando con el Larios, aunque regatea los dos euros y medio que le cobran por el cubata. El domingo pide vermú y le encanta presumir delante de los paisanos del pueblo de lo que pagó por una mariscada que comió en tal o cual ocasión. Presume de móvil caro y con prestaciones. También se vanagloria de ir de vacaciones a no sé dónde…

Lo malo es que todo el mundo sabe que es un ‘arrastrao’, que hoy un móvil caro lo tiene cualquiera, que una mariscada está al alcance de cualquiera, que un vino de Rioja lo puede beber hasta el más hortera…

10. El reportero / camarógrafo

A estos hace años era más fácil identificarlos, hoy con los móviles van camino a la desaparición. Antes, siempre llevaban en la mano una cámara de video y lo iban grabando todo. En la procesión en vez de ir detrás del Santísimo, como todos los mortales, se colocaban en cabeza grabando. En el baile nunca los veías bailar, siempre dando ‘pol saco’ cámara en mano…

Una característica de este tipo de ‘veraneantes’ es que son unos pesaos. Primero, sin permiso, te meten la cámara encima de las narices y además les hace gracia cuando les dices: «Que no me grabes más tontalián, que te suelto una host… en los morros«. Suele ser gente que ‘tortura’ a la familia pasándoles vídeos de varias horas de duración sobre la fiesta de tal o cual sitio, o del partido de fútbol de solteros contra casados.

Como les decía, ahora con los móviles la cosa empieza a cambiar ya que lo comparten todo por Whatsapp o en las redes sociales. Suelen manejar rudimentarios programas de edición de video y una vez grabado el video, le ponen una canción lo más ñoña posible y ¡ya está listo para ser compartido!

Pesaos, que sois unos pesaos. Que no, que no nos interesan lo más mínimo los vuestros patéticos vídeos…

11. El morugo

El veraneante ‘morugo’ es el que llega al pueblo y no saluda a nadie. No sale al bar, ni se relaciona con nadie. No sé sabe si está de vacaciones o de fin de semana. En realidad, de este tipo de veraneantes no se sabe casi nada. En ocasiones, son gente que nació en alguna ciudad y compró casa en el pueblo para veranear, y la gente y las cosas del pueblo no les interesa lo más mínimo. En fin, ¡allá ellos!

12. El que no se entera de nada.

Este es un tipo de veraneante que no se entera de nada. Le gustan los bares y ‘alternar’ con unos y otros. No le interesa casi nada del pueblo o muy pocas cosas. Va a pasar las vacaciones al pueblo porque tiene familia allí y además le gusta el pueblo.

Acostumbra a meter la pata en comentarios que hace, aunque no se lo suelen tener en cuenta. Es de estos que pregunta a alguien por su mujer cuando acaba de enviudar… No pregunta con mala intención, pero a veces parece que se crió en Marte. «Pero, ¿no sabías que…?» le suelen decir. Y la respuesta es casi siempre la misma: «Pero yo ¿qué voy a saber?, ¡si estoy todo el año fuera!«.

Seguro que eres veraneante y no entras en ninguna de esas categorías, así que no seas morugo/a y, si tienes algo que decir o criticar, comenta acá y no en el Facebook…

Lecturas recomendadas: El vuelo de Martín


Ya hace un tiempo que leí este libro que hoy les recomiendo. Y hace también bastante tiempo que escribí estas líneas.

Pensarán que quizás el libro no tiene mucho que ver con el blog. Pues sí y no, como diría aquel gallego.

Me podrían decir que el libro no tiene mucho que ver con los temas que generalmente tratamos en el blog; en esta novela básicamente se narra la historia de un muchacho argentino que se instala con su madre en Madrid. Y sí, debo darles la razón porque esta es una historia urbana… nada que ver con campesinos, cultura rural, etc.

Antes de seguir, hago un paréntesis para aclarar al lector que esto son recomendaciones, no reseñas literarias.

Ahora bien, este libro y su autora se merecen estar acá por muchas razones. Una de ellas es porque Sol Gómez Arteaga ha colaborado con varios cuentos / relatos en este blog. Ese ya podría ser un motivo suficiente. Además, estarán de acuerdo conmigo que esta autora escribe muy bien. Otro motivo para recomendar esta novela es que las problemáticas en las que está centrada, como el desarraigo o la dureza de la emigración, no nos son ajenas… Una tercera razón más para sugerirles esta obra es que, como diría un amigo mío, Sol Gómez Arteaga pace en los mismos praos que nosotros pacemos. Tadeo, por ejemplo, es de los nuestros… Finalmente, un motivo más que avala la recomendación de hoy es que en este blog tenemos querencia por Argentina y sus gentes, y el protagonista es Martín, un chaval argentino.

En fin… ¿Qué más les puedo decir? Pues que es una lectura que vale la pena.

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