Reasilvestramiento: más allá del delirante retorno al Paleolítico…


Dice un refrán asturiano que «Cuando’l diañu nun tien que facer, garra la gocha pel rau y ponla a pacer«. Digo esto pensando en la votación habida la semana pasada en la que se aprobó prohibir la caza del lobo gracias al voto del Gobierno y de varias comunidades autónomas como Canarias, Baleares o Melilla donde no hay lobos; de hecho el 95% de los ejemplares están en Castilla y León, Galicia, Asturias y Cantabria que, obviamente, votaron en contra. Como es lógico, la medida fue ampliamente aplaudida por un público, pretendidamente conservacionista, que no tiene ni idea de lo que supone una medida así.

Salvando las distancias, también me viene a la cabeza el video de una turista que en el zoco de Tánger trataba de liberar unas gallinas. La señora pensó en las gallinas, pero no en el pobre hombre que trataba de llevar unos dírhams a casa vendiendo unas aves en el mercado.  A veces tengo la sensación  de que esta gente —los ecologistas de pacotilla— no son más que unos pobres diablos aburridos que no piensan —ni les importan— las consecuencias de sus acciones.

Todo esto del lobo parece responder a esa nueva moda que se ha venido a llamar ‘rewilding’, reasilvestramiento o reasalvajamiento en terminología más castiza. Por resumirlo mucho, básicamente lo que propone esta gente es un delirante retorno al Paleolítico, con animales salvajes —como los lobos— campando a sus anchas en plena naturaleza. Voy a tratar de explicar un poco mejor de qué va la cosa.

Esta corriente «conservacionista» se inspira en buena medida en una publicación de un autor americano, David Foreman que, en el  libro Rewilding North America,  argumenta que la mayor amenaza ecológica de nuestro tiempo es la extinción masiva de numerosas especies animales. Lo explica de forma creíble y además para evitarla propone un solución práctica y realizable. Propone una estrategia para reconectar, restaurar y ‘reasilvestrar»  el subcontinente norteamericano como solución al problema de la extinción.  Básicamente —y resumiendo mucho— habría dos enfoques: el resilvestramiento pasivo donde —poco a poco— las especies salvajes van ocupando el lugar que deja el hombre; y otro basado en la reintroducción de animales salvajes ya desaparecidos.

Sostienen los defensores del reasilvestramiento que el abandono de tierras, aunque es percibido negativamente, es una oportunidad única, y reasilvestrar grandes extensiones de tierra favorecería la biodiversidad y ayudaría a ‘conservar’ la naturaleza. Además, la presencia de fauna podría atraer turismo y otras actividades. Sin embargo, esta opción de manejo de la naturaleza plantea importantes desafíos, básicamente porque choca con la caza y con actividades tradicionales como la agricultura o la ganadería extensiva. Además son bien conocidas las consecuencias de la proliferación de especies salvajes como corzos, jabalíes y no digamos ya el oso o el lobo.

Bien. Como decía, el abandono de tierras ha sido visto como una oportunidad para el ‘reasilvestramiento’. En noviembre de 2010 fue lanzada oficialmente en Bruselas la iniciativa europea «Rewilding Europe» que tenía entre sus objetivos convertir el problema del abandono de tierras en una oportunidad y crear un nuevo modelo de ‘desarrollo rural’ basado en la naturaleza. Dicen —y lo pretenden demostrar— que introducir especies salvajes en un territorio podría ser más rentable económicamente que actividades tradicionales como la agricultura o la ganadería.

Ojito, porque ¡ahí es nada! Rewilding Europe tenía la meta inicial de reasilvestrar 1 millón de hectáreas en Europa para 2020, creando 10 áreas que sirviesen de ejemplo e inspiración. De hecho, a finales 2011 se empezó a trabajar con las cinco primeras áreas seleccionadas, entre ellas una denominada «Oeste ibérico» y que incluía zonas limítrofes entre España y Portugal.

Para alcanzar sus objetivos de crear las condiciones propicias y reactivar el funcionamiento natural de los ecosistemas en toda Europa, consideran que hay especies vitales como los grandes herbívoros y los superdepredadores (top predators, en inglés) ya que estas especies impulsarían los procesos ecológicos. En este sentido, el reasalvajamiento aceleraría su recuperación y ayudaría a restaurar en cascada las cadenas tróficas. Ahora bien, un problema que se encuentran los partidarios del «reasilvestramiento» es que en Europa muchos animales salvajes ‘originarios’ ya están extinguidos o extintos. Como indica uno de estos partidarios del ‘rewilding’ en su página web, son conscientes de que la realidad no es tan simple «No podemos ser tan ingenuos. Pero si reflexionas desapasionadamente sobre estas ideas yo diría que hay verdad en ellas (…) No se trata de regresar a las cavernas. Pero sí se trata de aprender de las actitudes de aquellos humanos del Paleolítico en su relación con la Naturaleza. Eso sí podemos hacerlo. Reflexionar sobre aquella época nos puede proporcionar las claves para cambiar todo lo que es necesario cambiar en nuestro comportamiento. Es decir, apoyar el rewilding, en realidad, es re-naturalizarnos a nosotros mismos. Es asomarnos al atardecer a la puerta de nuestra casa y contemplar tranquilas hordas de bisontes pastando en un paisaje de suaves colinas«.

«Conforme la renaturalización vaya ganando los corazones y los humanos abandonen actitudes de rapiña y de caza hacia la naturaleza, entonces esas grandes manadas de herbívoros podrán pastar ya en completa libertad» —continúa explicando— «Pero no sólo ellos (…) tras los grandes herbívoros, deben recuperarse los grandes carnívoros que se alimentaban de esos herbívoros para que el paisaje esté en «biodiversidad total» y equilibrio: tras los caballos y los bovinos salvajes deben seguir los lobos, los osos, los linces y… allá donde sea necesario, los leopardos (…) Llegará un futuro en que los lobos y los linces perseguirán caballos, toros y bisontes. Y los humanos observaremos respetuosamente sus interacciones. Entonces la re-naturalización habrá cumplido el sueño del Paleolítico»

¡Qué Dios nos coja confesados! El sueño del Paleolítico… Quien escribió esto no tiene ni idea de lo que era en realidad el Paleolítico. «Los humanos observaremos respetuosamente sus interacciones«, dice y aquí se está delatando. La naturaleza le interesa como espectáculo, como consumo para gente ociosa. Como si fuese un parque temático donde contemplar grandes carnívoros persiguiendo y despedazando a bisontes y otras presas… Yo, sinceramente, prefiero espectáculos más divertidos y con menos vísceras y sangre. Nunca me gustaron los documentales de animales salvajes de La 2…

Bien. Volviendo al hilo, en Europa ya se han ido haciendo algunos experimentos en países como Holanda —ya saben, ese país tan adelantado que no es otra cosa que un insolidario sumidero fiscal—. Allí, en uno de sus parques naturales introdujeron, entre otras especies, 32 vacunos de Heck —una raza bovina ‘creada’ por los nazis con el objetivo de recrear la forma salvaje de la cual se originaron las actuales razas de ganado bovino doméstico de Europa—, 18 caballos de Konik de Polonia, y 52 ciervos rojos de Escocia y Europa Central. Entre lo que pudieron encontrar, eligieron aquellas especies más cercanas a los herbívoros prehistóricos, esperando que el experimento sirviese de inspiración al resto de países europeos. La idea era ver que sucedía dejando los herbívoros a su aire sin ningún tipo de intervención humana. Ya les adelanto que, como pueden ver en esta noticia, en 2018, después un invierno duro, casi la mitad de los animales tuvieron que ser sacrificados para evitar que muriesen de hambre.

Lo de Holanda no es una excepción y hay proyectos todavía más delirantes como el Proyecto Taurus, en el que hay participación española. Este proyecto —como ya hicieron los nazis— pretende revivir al uro, de cuya descendencia surgieron las razas vacunas actuales. Consideran los defensores del rewilding que «los uros juegan un papel esencial dentro de los ecosistemas» y una vez ‘recuperados’ es necesario reintroducirlos en la naturaleza.

Sin embargo, lo peor de todo es que detrás de todos estos proyectos suele haber intereses más materiales, como ocurre por ejemplo en el parque Esteros del Iberá en Corrientes (Argentina) y denuncian en este artículo de la revista «Soberanía Alimentaria».  Impulsado por la Fundación Rewilding Argentina, en este parque natural han sido introducidas especies que hacía siglos que habían desaparecido de la zona, como el yaguareté, el guacamayo rojo, el venado de las Pampas, el pecarí de collar, el oso hormiguero, la chuña de patas rojas o la nutria gigante.

Aparentemente —desde el punto de vista de la recuperación de especies— la experiencia es exitosa, y en este caso el ‘reasilvestramiento’ ha contribuido a traer de vuelta la naturaleza y, además, la llegada de turistas se ha multiplicado. Pero ¿y la gente que vivía allí?. Los partidarios del rewilding le dirán que los que antes eran cazadores ahora son guías turísticos, bla, bla… Sin embargo, la realidad es más cruda y vulgar. En los últimos años más de 200 familias han sido expulsadas de sus tierras y han desaparecido pueblos enteros. Entre otras razones porque esas tierras han sido compradas por inversores privados como Douglas Tompkins dueño de las marcas de ropa ESPRIT y North Face, o George Soros que posee unas 80.000 hectáreas. Es decir, a través de la Fundación Conservation Land Trust (CLT) se pretende controlar un espacio que supera el 1,3 millones de hectáreas —casi la extensión de la provincia de León—.

Estamos en lo de siempre. Detrás del proyecto hay intereses que van más allá de la conservación, y como denuncian los pobladores del Iberá, aquí se oculta un fenómeno de desposesión y la promoción de un tipo de turismo incompatible con las actividades tradicionales de la zona.

Está muy bien lo de la conservación y la vuelta a la naturaleza, pero quizás para eso habría que fomentar modelos de consumo y turismo más sostenibles y modelos de conservación que no excluyan a nadie, y mucho menos a los que viven en el territorio. El «reasilvestramiento» no parece, por tanto, la mejor opción. Ya lo señaló certeramente Jaime Izquierdo:

«Reasalvajamiento… Algunos quieren repoblar nuestros montes de maleza y volvernos a la prehistoria, mientras ellos viven cómodamente instalados en las urbes hasta el fin de semana«.

Tanto si estás de acuerdo, como en desacuerdo, anímate a dejar tus comentarios…

Lecturas recomendadas: El vuelo de Martín


Ya hace un tiempo que leí este libro que hoy les recomiendo. Y hace también bastante tiempo que escribí estas líneas.

Pensarán que quizás el libro no tiene mucho que ver con el blog. Pues sí y no, como diría aquel gallego.

Me podrían decir que el libro no tiene mucho que ver con los temas que generalmente tratamos en el blog; en esta novela básicamente se narra la historia de un muchacho argentino que se instala con su madre en Madrid. Y sí, debo darles la razón porque esta es una historia urbana… nada que ver con campesinos, cultura rural, etc.

Antes de seguir, hago un paréntesis para aclarar al lector que esto son recomendaciones, no reseñas literarias.

Ahora bien, este libro y su autora se merecen estar acá por muchas razones. Una de ellas es porque Sol Gómez Arteaga ha colaborado con varios cuentos / relatos en este blog. Ese ya podría ser un motivo suficiente. Además, estarán de acuerdo conmigo que esta autora escribe muy bien. Otro motivo para recomendar esta novela es que las problemáticas en las que está centrada, como el desarraigo o la dureza de la emigración, no nos son ajenas… Una tercera razón más para sugerirles esta obra es que, como diría un amigo mío, Sol Gómez Arteaga pace en los mismos praos que nosotros pacemos. Tadeo, por ejemplo, es de los nuestros… Finalmente, un motivo más que avala la recomendación de hoy es que en este blog tenemos querencia por Argentina y sus gentes, y el protagonista es Martín, un chaval argentino.

En fin… ¿Qué más les puedo decir? Pues que es una lectura que vale la pena.

Lecturas recomendadas: La lluvia amarilla


 

Este año pasado leí dos libros ‘Fantamas de Piedra’ de Mauro Corona y ‘La España Vacía’ de Sergio del Molino y ambos autores confiesan tener como referente a la ‘Lluvia amarilla’. Es por ello que me animé a leer, o quizá a releer, la obra hoy recomendada.

‘La lluvia amarilla’ del escritor leonés Julio Llamazares es ya un clásico de la literatura. Como el lector sabe, o imagino que debería saber, el protagonista de la historia es Andrés, el último habitante de Ainielle, una aldea del Pirineo oscense.

Es una novela, como el autor reconoce en el prólogo, muy particular. Andrés va narrando en primera persona sus últimos días y, en ese sentido, donde otros ven poesía, lirismo o amor a la naturaleza, yo veo soledad, angustia y tristeza. Hay momentos en los que la narración es tan depresiva que te dan ganas de tirar el libro por la ventana o que el protagonista se muera de una puta vez por todas.

Y si uno no abandona la lectura del libro es porque Llamazares es un genio de la escritura. Su manera de narrar engancha y, de alguna manera, uno acaba empatizando con los sentimientos del pobre Andrés.

Como les decía, es una historia dura, de soledades, abandonos, muertes. Una metáfora exacta de lo que está pasando con muchas áreas rurales en España. Por esa misma razón, por la temática que aborda, es una lectura que recomendamos vivamente. Y si no les interesa lo más mínimo lo rural, pues también se la recomendamos porque es un libro de referencia, y la temática es lo de menos. Los sentimientos son universales y seguro disfrutarán con la lectura.

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