La historia de las termas en la provincia de León es un relato que abarca más de dos milenios, desde la época romana hasta la actualidad, y refleja tanto la importancia de sus aguas mineromedicinales como los vaivenes sociales y económicos de la provincia.
Se podría decir que la tradición termal tiene su origen en la conquista y ocupación romana. Como sabe el lector, León fue un enclave fundamental en la Hispania romana, y bajo la actual Catedral de León se conservan restos de unas grandes termas legionarias, construidas a finales del siglo I o principios del II d.C., que servían tanto a la Legio VI Victrix como a la Legio VII Gémina. Estas instalaciones no solo cumplían funciones higiénicas, sino que eran centros de vida social, deportiva y cultural, siguiendo el modelo de las termas imperiales romanas. El nombre de la localidad de Caldas de Luna, por ejemplo, deriva del latín ‘aquae calidae’ (“aguas calientes”), reflejando la continuidad del uso termal desde la Antigüedad.
Parece ser que durante la Edad Media, muchas fuentes termales siguieron siendo utilizadas, a menudo vinculadas a monasterios y hospitales. Un ejemplo sería el balneario de San Adrián en La Losilla, cuyas aguas ya eran conocidas en época medieval y fueron donadas por la reina Urraca al monasterio de Eslonza en el siglo XI. Sin embargo, la documentación sobre el uso continuado de las termas en este periodo es escasa.
El verdadero auge de los balnearios en León llegó en la segunda mitad del siglo XIX, cuando la provincia llegó a contar con hasta veinte establecimientos termales, impulsados por el reconocimiento científico de las propiedades curativas de sus aguas y la moda del termalismo entre las clases acomodadas. Entre los más destacados estaban:
- Balneario de Caldas de Luna: Fundado oficialmente en 1917, es el único balneario natural en activo hoy en León. Sus aguas, que brotan a 28,5°C de los manantiales de Fuencaliente, han sido apreciadas desde época romana y están indicadas para dolencias reumáticas, respiratorias y de la piel.
- Balneario de Boñar: Inaugurado en 1912, con aguas a 26°C, fue uno de los más prestigiosos y frecuentados por la burguesía leonesa. Cerró en 1960, aunque recientemente se ha reconocido de nuevo el carácter termal de su manantial, abriendo la puerta a su posible recuperación.
- Balneario de Villanueva de la Tercia: Abierto en 1848 y célebre por las propiedades de sus aguas a 30°C, fue declarado de utilidad pública en 1928 y funcionó hasta 1990. Hoy está abandonado, aunque su manantial sigue siendo aprovechado por vecinos.
- Caldas de San Adrián (La Losilla): Sus aguas, a 31-32°C, fueron declaradas de utilidad pública en 1917. Aunque su uso se remonta al menos a la Edad Media, alcanzó su mayor esplendor a principios del siglo XX antes de decaer.
La Guerra Civil y los cambios sociales y sanitarios del siglo XX provocaron el cierre progresivo de la mayoría de los balnearios leoneses. Hoy, solo el Balneario de Caldas de Luna permanece en activo, modernizado y adaptado al turismo de salud y bienestar. Otros enclaves, como Boñar, han iniciado procesos para recuperar el uso termal y revalorizar su patrimonio histórico.
A pesar de todo, el termalismo sigue siendo un recurso de gran potencial para el desarrollo turístico y económico de León, con iniciativas para reabrir antiguos balnearios y poner en valor tanto sus aguas como su historia. Además, el legado romano y la tradición termal forman parte esencial de la identidad y el atractivo cultural de la provincia.
En resumen, la historia del termalismo en León es la de un patrimonio natural y cultural que ha atravesado siglos, adaptándose a cada época y manteniendo viva la fascinación por las aguas calientes y sus beneficios.
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