Algunos argumentos a favor del turismo responsable…


En un artículo publicado hace tiempo en este blog destapábamos las ‘mentiras’ del turismo rural y básicamente veníamos a decir que el turismo no es la panacea ni la solución a todos los males de las zonas rurales. Hubo quien se lo tomó a mal…

Pero ¡qué le vamos a hacer si el turismo es una actividad de bajo valor añadido! Eso es así, lo diga quien lo diga. «Lo diga Agamenón o su porquero» que dicen los instruidos. Además, con la epidemia de coronavirus ya vimos lo que pasó con las zonas que dependían del turismo y con el modelo de desarrollo seguido por España en los últimos años…

Aún así, podría reconocer que el anterior artículo no fui del todo ecuánime, porque sí, podría haber un tipo de turismo que sí tiene efectos positivos sobre las economías locales: el turismo ‘responsable’. Teniendo en cuenta que el turismo se basa en el consumo —y todo lo que implica— eso de ‘responsable’ suena a ‘oxímoron’ que como ustedes saben es una figura retórica de pensamiento que consiste en complementar una palabra con otra que tiene un significado contradictorio u opuesto.

Aún así, por intentarlo que no quede. De forma esquemática, este tipo de turismo rural ‘responsable’ sería aquel que cumple los siguientes requisitos:

1. Es compatible con las actividades tradicionales (ganadería, agricultura, etc) que se realizan en el medio rural. 

No sólo ha de ser compatible con… sino que hay que respetar. ¿Qué quiere decir? Pues muchas cosas y se pueden poner varios ejemplos para que los más ‘cortos’ lo entiendan. Por mucha prisa que tengas hay que respetar cuando el ganadero cambia las vacas de prado y van por la carretera… No se puede dejar el coche en cualquier sitio dificultando el paso de maquinaria o obstruyendo el paso a las fincas… No se puede entrar en las tierras sembradas ni en los praos. Tampoco se puede molestar al ganado, y mucho menos para hacer esa foto espectacular para el Instagram… Las fincas de frutales y los huertos tienen dueño, no son un autoservicio ‘gratuito’ de frutas o verduras…  Etc… etc… Creo que no es necesario seguir con la lista de prohibiciones, con aplicar el sentido común es suficiente.

Y sí, también hay que respetar las ‘costumbres y usos’ del país. Y sí, puede que estéticamente te parezca horrible, pero en el campo se reciclan bañeras y somieres, las primeras como abrevaderos del ganado y los segundos como cancillas o cierres de los praos. Eso, aunque no lo creas es reciclaje y una forma de resistencia… y también hay que respetarlo.

2. Es respetuoso con el medio ambiente

A diferencia de lo que mucha gente piensa, el medio ambiente no es sólo la naturaleza. El medio ambiente también incluye paisajes creados por el hombre. Sí, hijos míos. Esos prados y esos bosques espectaculares de los que disfrutáis extasiados especialmente en otoño, pues también son creaciones humanas. En muchos casos, conseguir unos paisajes así ha llevado siglos. Por tanto, hay que respetarlos. Eso de pasar ‘berrando’ con los quads o los 4×4 por los caminos rurales, pues como que no.

Otro punto importante a tener presente es que el monte no es de todos, por tanto eso de recoger setas, leñas o maderas, pues no. Lo que sí hay que recoger es la basura, porque esos restos pueden dañar a los animales, provocar incendios o qué se yo. Además, hasta el monte no llega el servicio de recogida de basuras… Y eso de hacer fogatas o lavar el coche en el río pues tampoco…

3. Consume productos locales.

Un aspecto positivo que puede tener el turismo rural es que puede ‘favorecer’ las economías locales. Pero hay que recordar que para eso no hay traerse el pan del Mercadona sino que hay que comprarlo al panadero del pueblo. Y así con todo…

Claro que las tiendas de los pueblos más caras que los supermercados de la ciudad, pero es que el tendero no puede vender ‘a pérdida’ como las grandes superficies ni puede realizar grandes compras que le suponen ahorros, ni los distribuidores le sirven los productos en casa, etc.

Hay que consumir productos locales —que en muchos casos están hechos de forma artesanal— y no me vengan con que son caros. Lo bueno, se paga, tanto en el campo como en la ciudad.

4. Se interesa por la cultura y por lo ‘rural’.

El turista ‘responsable’ se interesa por las artesanías locales, monumentos, etc. En los pueblos siempre hay cosas para descubrir: a veces hay ruinas, en otros casos molinos, hornos, museos, casas… También está la naturaleza, lagunas, ríos, bosques… Y, cada vez más, en los pueblos hay actividades culturales de diversa índole. Pues hay que apoyar…

Si se cumplen esos requisitos pues no cabe duda de que este tipo de turismo proporciona ingresos a las economías locales, contribuye a la creación de empleos en el medio rural y podría fomentar la creación de otros emprendimientos relacionados con el turismo.  Aunque me consta que en muchos casos ya lo hacen, estaría bien que los hoteles y casas rurales sean los primeros en promover un turismo respetuoso y que consuma productos locales.

En fin… Por si no les quedó claro, les dejamos con un decálogo que se publicó hace un tiempo:

 

Las mentiras del turismo rural


Hace semanas, en este mismo blog, veíamos como las políticas de los últimos 30 años han sido nefastas para el Norte y Noroeste de España. Intentaron acabar con la ganadería, con la agricultura, con la poca industria que había… Consiguieron cerrar las minas…

Lo curioso es que, después de todas estas fechorías, la gente se sorprenda que los pueblos queden sin gente.

Es curioso también que esos mismos ‘listos’ que han venido avalando y aplicando estas ‘antipolíticas’ crean tener la SOLUCIÓN a todos los males, y no es otra que, tatachán, tatachán… el turismo rural.

Políticos de uno y otro signo repiten como el ‘ora pro nobis’ (como un ‘mantra’, que dirían los modernos) que el turismo puede ser motor de desarrollo. Que si avistar lobos en la Sierra de la Culebra… que si las Reservas de la Biosfera… que si el Museo del Botijo Español (que, por cierto, en León siempre se llamó ‘barrila’)… que si una estación de esquí de fondo en Babia… que si una Cátedra de Turismo Rural y Desarrollo Sostenible…

Nada. Afirmar que el turismo es una ‘apuesta de futuro’ es una falacia. Parece más bien un discurso improvisado y dirigido a ingenuos o incautos votantes.

Cuando un político habla de la potencialidad del turismo para crear riqueza o como motor de desarrollo de una comarca, provincia o región, en realidad está disimulando su falta de ideas y demostrando que no sabe ni de economía, ni de desarrollo. Sí, sí. Suena bien aquello de ‘necesitamos desarrollar el potencial turístico de la provincia’, ‘tenemos que poner en valor el patrimonio’… Pero son generalidades. No deja de ser más que un discurso sin contenido. 

El turismo no es la panacea, y no porque lo diga yo. Lo dice también un economista llamado Miquel Puig que ha escrito varios libros y numerosos artículos criticando los modelos económicos basados en el desarrollo turístico. Además, sus teorías están sólidamente avaladas por datos; así por ejemplo Baleares que ha apostado por el turismo tiene una renta per cápita más baja y más paro que Lérida, y hace 30 años era al contrario. 

El turismo no crea apenas riqueza, porque es una actividad de bajo valor añadido y que paga salarios basura. A ello se añade que la demanda turística es elástica en relación al ingreso y los precios. Respecto al ingreso, pongamos por caso que alguien se queda sin trabajo, pues de lo que primero prescinde es de los gastos suntuarios (p.e., una escapada a una casa rural). Respecto a los precios, si un dueño de una casa rural decide subir los precios, la gente se va a otro lugar. En realidad para atraer a algo de turismo hay que ‘reventar’ los precios a la baja. Y cuanto menor poder adquisitivo tenga el turista, peor. Seamos sinceros, la mayoría de los turistas por lo general gastan poco, y muchos de los que van a las casas rurales llevan del supermercado de la capital hasta el pan. 

Por otro lado, también hay tener en cuenta las ‘externalidades’ que generan las actividades turísticas; así por ejemplo, dedicar el Parque Nacional de Picos de Europa a usos recreativos, como la caza o el turismo, tiene un coste muy alto para los ‘usuarios’ tradicionales de estos espacios que, en este caso, son los ganaderos. Sin embargo, nadie contabiliza esos costes, excepto quienes los sufren. No todo lo que trae el turismo es el maná; por ejemplo, proteger los lobos tiene un coste que va más allá del precio con el que la Administración indemniza al ganadero en caso de que pierda alguna res.

Además el tipo de modelo de turismo rural propuesto pretende convertir al campo en un ‘parque temático’ para consumo de la gente estresada de la ciudad. Todo idílico: naturaleza ‘salvaje’, ‘pajaritos’, prados verdes, sol… Los problemas se presentan cuando llueve en verano, te encuentras con ‘peligrosos’ perros ‘sin bozal’ al salir a pasear por el monte, en las calles hay ‘moñicas’ y ‘cagayas’, bañeras y somieres te ‘fastidian’ la foto del prado, los perros ladran por la noche y los gallos cantando al ser de día no te dejan dormir, etc, etc. Porque quizás ese turista desconoce que a veces llueve en verano lo cual, todo sea dicho, es una bendición para el campo, los mastines están para proteger los rebaños, las vacas beben mucha agua y no son como los gatos que las puedes enseñar a que vayan a cagar al arenero, los perros ladran y los gallos cantan así empieza a amanecer e incluso antes… etc, etc.   

Por último, hay que subrayar que la mayoría de inversiones públicas que se hacen para fomentar el turismo rural, y el caso de León es un muy buen ejemplo, son un despropósito y un despilfarro de dinero. La promoción turística ha sido una de las excusa de los políticos de turno para viajar por el mundo a costa de los contribuyentes. Para muestra, los viajes de Isabel Carrasco cuando estaba al frente de la Diputación; o del alcalde de León, Francisco Fernández, que gastándose un dineral fue a Nueva York, ni más ni menos, a promocionar los productos agroalimentarios de la provincia. ¡Qué Dios nos asista! ¡Nueva York! ¿Alguien sabe cuántos neoyorkinos nos han visitado desde entonces? ¿Alguien sabe cuántos kilos de chorizos leoneses o alubias se han exportado a Nueva York? Pregunto más que nada para saber cuántos siglos faltan para acabar de amortizar la ‘inversión’ realizada. Por favor, que dejen de tomarnos por idiotas… 

Para ir cerrando el artículo, y resumir de alguna manera lo dicho hasta ahora, les diría que el turismo es ‘pan para hoy y hambre para mañana’. Desengáñense de una vez: el turismo no es un motor de desarrollo. El turismo es un complemento, una ‘limosna’. De limosnas no se vive. En provincias como León hacen falta inversiones y que las instituciones públicas gasten el dinero en iniciativas para crear verdadera riqueza. Faltan personas comprometidas con la provincia, y sobran especuladores y vendedores de humo.

En fin… queda dicho: no crean a los charlatanes, y menos a aquellos que les presentan el turismo rural como la panacea y la solución a los graves problemas que padecen provincias como la de León.

¿Estás de acuerdo con estas opiniones? Pues, déjate de comentar en Facebook y deja aquí, más abajo, tus comentarios. Puedes comentar de forma anónima, no es necesario registrarse, ni dejar el correo, ni nombre, ni dato alguno.

 

Once motivos para ‘veranear’ en un pueblo


Llegó el verano y la gente huye de las ciudades. Muchos vuelven ‘al pueblo’, y es que son muchas los motivos para ir pasar el verano en el campo; aquí te damos once:

1. El descanso está garantizado

Por lo general, la vida en los pueblos transcurre de forma tranquila. No hay nada que altere los horarios y no hay coches, sirenas de ambulancias o ruidos estridentes. Eso sí, hay gallos que cantan o perros que ladran, pero eso forma parte del hilo musical.

2. Se come bien

En los pueblos la gente sigue produciendo buena parte de los alimentos que consume. Por lo general, si no eres un rata, los vecinos te regalan lechugas, patatas, tomates, huevos, judías verdes, chorizos, manzanas y otras cosas producidas por ellos. Ahora bien, esto suele funcionar gracias a unas reglas de reciprocidad no escritas (p.e. tu le sintonizas los canales en la tv a la vecina, y ella te lleva unas lechugas; pero has de tener en cuenta que si no das nada, no esperes nada)

Ah! También hay restaurantes….

3. Son sitios seguros

A diferencia de las playas y otros destinos turísticos, en los pueblos no acostumbra a haber delincuencia (la Guardia Civil suele tener muy controlados a los malhechores). Lejos quedan los tiempos en los que se dejaba la llave en la puerta e incluso las ventanas abiertas por mor del calor, pero nada que ver con lo que pasa en las ciudades

4. Todo es más barato

Por lo que te cuestan dos cervezas en el centro de cualquier capital, en un pueblo invitas a una ronda a los 8-10 paisanos que haya en el bar: pagando menos, quedas como un burgués…  Y cuando decimos que ‘todo’ es más barato, es ‘todo lo que habitualmente’ se puede comprar en los pueblos.

5. Te puedes olvidar del móvil…

…entre otras razones porque no hay cobertura. Si eres de un operador raro, lo lógico es que no haya cobertura. Si eres de un operador conocido, de esos que continuamente te estafan, pues te sentirás aún más estafado: o has ido a veranear a un pueblo que está en una ‘zona de sombra’ y no hay cobertura; y si la hay, las redes están saturadas. Por supuesto: olvídate del 3G, del wi-fi y de todas esas modernidades…

6. Cada día es fiesta en el pueblo de ‘al lado’

Desde el 24 de junio (San Juan) hasta mediados de septiembre hay fiesta en ‘el pueblo de al lado’; eso sí, hay que preguntar a los locales que son los que controlan el calendario.

7. Puedes volver a practicar deporte o aficiones que tenías abandonadas

Si has elegido ir a veranear al pueblo, es el momento de vivir ese momento indescriptible de ponerte las zapatillas y el pantalón de deporte, correr cien metros y tumbarte al lado del río a la sombra porque estás asfixiado… Y sí, también hay hobbies menos exigentes: pasear, recolectar mariposas, hacer fotos, leer un libro, seguir los corros de lucha leonesa…

8. Se respira aire puro…

Por lo general, y si no tienes una central térmica al lado, en los pueblos se respira aire puro.

9. Es el momento de ‘hacer sociales’

En el pueblo hay muchos espacios y momentos para conversar con los ‘indígenas’ y conocer otras formas de vida. Todo parece dado para la charla amigable; precisamente, una buena costumbre que aún se mantiene es, una vez oscurece, ‘salir al fresco’ y charlar con los vecinos.

10. En algunos pueblos queda naturaleza…

Eso. En el campo hay ríos, bosques, bichos, animales salvajes… lo peor es que a estos últimos te los puedes encontrar de noche cuando vienes con el coche de la fiesta del ‘pueblo de al lado’.

11. Puedes participar de costumbres y tradiciones milenarias.

Concejos, hacenderas, fiestas patronales… son tradiciones que tienen miles de años y que aún se conservan en los pueblos ¿no es increíble?

Si se te ocurre alguna razón más de por qué veranear en un pueblo no dudes en añadirla a los comentarios

La foto que acompaña el texto es de Joanbrebo on Foter.com / CC BY-NC

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