Reasilvestramiento: más allá del delirante retorno al Paleolítico…


Dice un refrán asturiano que «Cuando’l diañu nun tien que facer, garra la gocha pel rau y ponla a pacer«. Digo esto pensando en la votación habida la semana pasada en la que se aprobó prohibir la caza del lobo gracias al voto del Gobierno y de varias comunidades autónomas como Canarias, Baleares o Melilla donde no hay lobos; de hecho el 95% de los ejemplares están en Castilla y León, Galicia, Asturias y Cantabria que, obviamente, votaron en contra. Como es lógico, la medida fue ampliamente aplaudida por un público, pretendidamente conservacionista, que no tiene ni idea de lo que supone una medida así.

Salvando las distancias, también me viene a la cabeza el video de una turista que en el zoco de Tánger trataba de liberar unas gallinas. La señora pensó en las gallinas, pero no en el pobre hombre que trataba de llevar unos dírhams a casa vendiendo unas aves en el mercado.  A veces tengo la sensación  de que esta gente —los ecologistas de pacotilla— no son más que unos pobres diablos aburridos que no piensan —ni les importan— las consecuencias de sus acciones.

Todo esto del lobo parece responder a esa nueva moda que se ha venido a llamar ‘rewilding’, reasilvestramiento o reasalvajamiento en terminología más castiza. Por resumirlo mucho, básicamente lo que propone esta gente es un delirante retorno al Paleolítico, con animales salvajes —como los lobos— campando a sus anchas en plena naturaleza. Voy a tratar de explicar un poco mejor de qué va la cosa.

Esta corriente «conservacionista» se inspira en buena medida en una publicación de un autor americano, David Foreman que, en el  libro Rewilding North America,  argumenta que la mayor amenaza ecológica de nuestro tiempo es la extinción masiva de numerosas especies animales. Lo explica de forma creíble y además para evitarla propone un solución práctica y realizable. Propone una estrategia para reconectar, restaurar y ‘reasilvestrar»  el subcontinente norteamericano como solución al problema de la extinción.  Básicamente —y resumiendo mucho— habría dos enfoques: el resilvestramiento pasivo donde —poco a poco— las especies salvajes van ocupando el lugar que deja el hombre; y otro basado en la reintroducción de animales salvajes ya desaparecidos.

Sostienen los defensores del reasilvestramiento que el abandono de tierras, aunque es percibido negativamente, es una oportunidad única, y reasilvestrar grandes extensiones de tierra favorecería la biodiversidad y ayudaría a ‘conservar’ la naturaleza. Además, la presencia de fauna podría atraer turismo y otras actividades. Sin embargo, esta opción de manejo de la naturaleza plantea importantes desafíos, básicamente porque choca con la caza y con actividades tradicionales como la agricultura o la ganadería extensiva. Además son bien conocidas las consecuencias de la proliferación de especies salvajes como corzos, jabalíes y no digamos ya el oso o el lobo.

Bien. Como decía, el abandono de tierras ha sido visto como una oportunidad para el ‘reasilvestramiento’. En noviembre de 2010 fue lanzada oficialmente en Bruselas la iniciativa europea «Rewilding Europe» que tenía entre sus objetivos convertir el problema del abandono de tierras en una oportunidad y crear un nuevo modelo de ‘desarrollo rural’ basado en la naturaleza. Dicen —y lo pretenden demostrar— que introducir especies salvajes en un territorio podría ser más rentable económicamente que actividades tradicionales como la agricultura o la ganadería.

Ojito, porque ¡ahí es nada! Rewilding Europe tenía la meta inicial de reasilvestrar 1 millón de hectáreas en Europa para 2020, creando 10 áreas que sirviesen de ejemplo e inspiración. De hecho, a finales 2011 se empezó a trabajar con las cinco primeras áreas seleccionadas, entre ellas una denominada «Oeste ibérico» y que incluía zonas limítrofes entre España y Portugal.

Para alcanzar sus objetivos de crear las condiciones propicias y reactivar el funcionamiento natural de los ecosistemas en toda Europa, consideran que hay especies vitales como los grandes herbívoros y los superdepredadores (top predators, en inglés) ya que estas especies impulsarían los procesos ecológicos. En este sentido, el reasalvajamiento aceleraría su recuperación y ayudaría a restaurar en cascada las cadenas tróficas. Ahora bien, un problema que se encuentran los partidarios del «reasilvestramiento» es que en Europa muchos animales salvajes ‘originarios’ ya están extinguidos o extintos. Como indica uno de estos partidarios del ‘rewilding’ en su página web, son conscientes de que la realidad no es tan simple «No podemos ser tan ingenuos. Pero si reflexionas desapasionadamente sobre estas ideas yo diría que hay verdad en ellas (…) No se trata de regresar a las cavernas. Pero sí se trata de aprender de las actitudes de aquellos humanos del Paleolítico en su relación con la Naturaleza. Eso sí podemos hacerlo. Reflexionar sobre aquella época nos puede proporcionar las claves para cambiar todo lo que es necesario cambiar en nuestro comportamiento. Es decir, apoyar el rewilding, en realidad, es re-naturalizarnos a nosotros mismos. Es asomarnos al atardecer a la puerta de nuestra casa y contemplar tranquilas hordas de bisontes pastando en un paisaje de suaves colinas«.

«Conforme la renaturalización vaya ganando los corazones y los humanos abandonen actitudes de rapiña y de caza hacia la naturaleza, entonces esas grandes manadas de herbívoros podrán pastar ya en completa libertad» —continúa explicando— «Pero no sólo ellos (…) tras los grandes herbívoros, deben recuperarse los grandes carnívoros que se alimentaban de esos herbívoros para que el paisaje esté en «biodiversidad total» y equilibrio: tras los caballos y los bovinos salvajes deben seguir los lobos, los osos, los linces y… allá donde sea necesario, los leopardos (…) Llegará un futuro en que los lobos y los linces perseguirán caballos, toros y bisontes. Y los humanos observaremos respetuosamente sus interacciones. Entonces la re-naturalización habrá cumplido el sueño del Paleolítico»

¡Qué Dios nos coja confesados! El sueño del Paleolítico… Quien escribió esto no tiene ni idea de lo que era en realidad el Paleolítico. «Los humanos observaremos respetuosamente sus interacciones«, dice y aquí se está delatando. La naturaleza le interesa como espectáculo, como consumo para gente ociosa. Como si fuese un parque temático donde contemplar grandes carnívoros persiguiendo y despedazando a bisontes y otras presas… Yo, sinceramente, prefiero espectáculos más divertidos y con menos vísceras y sangre. Nunca me gustaron los documentales de animales salvajes de La 2…

Bien. Volviendo al hilo, en Europa ya se han ido haciendo algunos experimentos en países como Holanda —ya saben, ese país tan adelantado que no es otra cosa que un insolidario sumidero fiscal—. Allí, en uno de sus parques naturales introdujeron, entre otras especies, 32 vacunos de Heck —una raza bovina ‘creada’ por los nazis con el objetivo de recrear la forma salvaje de la cual se originaron las actuales razas de ganado bovino doméstico de Europa—, 18 caballos de Konik de Polonia, y 52 ciervos rojos de Escocia y Europa Central. Entre lo que pudieron encontrar, eligieron aquellas especies más cercanas a los herbívoros prehistóricos, esperando que el experimento sirviese de inspiración al resto de países europeos. La idea era ver que sucedía dejando los herbívoros a su aire sin ningún tipo de intervención humana. Ya les adelanto que, como pueden ver en esta noticia, en 2018, después un invierno duro, casi la mitad de los animales tuvieron que ser sacrificados para evitar que muriesen de hambre.

Lo de Holanda no es una excepción y hay proyectos todavía más delirantes como el Proyecto Taurus, en el que hay participación española. Este proyecto —como ya hicieron los nazis— pretende revivir al uro, de cuya descendencia surgieron las razas vacunas actuales. Consideran los defensores del rewilding que «los uros juegan un papel esencial dentro de los ecosistemas» y una vez ‘recuperados’ es necesario reintroducirlos en la naturaleza.

Sin embargo, lo peor de todo es que detrás de todos estos proyectos suele haber intereses más materiales, como ocurre por ejemplo en el parque Esteros del Iberá en Corrientes (Argentina) y denuncian en este artículo de la revista «Soberanía Alimentaria».  Impulsado por la Fundación Rewilding Argentina, en este parque natural han sido introducidas especies que hacía siglos que habían desaparecido de la zona, como el yaguareté, el guacamayo rojo, el venado de las Pampas, el pecarí de collar, el oso hormiguero, la chuña de patas rojas o la nutria gigante.

Aparentemente —desde el punto de vista de la recuperación de especies— la experiencia es exitosa, y en este caso el ‘reasilvestramiento’ ha contribuido a traer de vuelta la naturaleza y, además, la llegada de turistas se ha multiplicado. Pero ¿y la gente que vivía allí?. Los partidarios del rewilding le dirán que los que antes eran cazadores ahora son guías turísticos, bla, bla… Sin embargo, la realidad es más cruda y vulgar. En los últimos años más de 200 familias han sido expulsadas de sus tierras y han desaparecido pueblos enteros. Entre otras razones porque esas tierras han sido compradas por inversores privados como Douglas Tompkins dueño de las marcas de ropa ESPRIT y North Face, o George Soros que posee unas 80.000 hectáreas. Es decir, a través de la Fundación Conservation Land Trust (CLT) se pretende controlar un espacio que supera el 1,3 millones de hectáreas —casi la extensión de la provincia de León—.

Estamos en lo de siempre. Detrás del proyecto hay intereses que van más allá de la conservación, y como denuncian los pobladores del Iberá, aquí se oculta un fenómeno de desposesión y la promoción de un tipo de turismo incompatible con las actividades tradicionales de la zona.

Está muy bien lo de la conservación y la vuelta a la naturaleza, pero quizás para eso habría que fomentar modelos de consumo y turismo más sostenibles y modelos de conservación que no excluyan a nadie, y mucho menos a los que viven en el territorio. El «reasilvestramiento» no parece, por tanto, la mejor opción. Ya lo señaló certeramente Jaime Izquierdo:

«Reasalvajamiento… Algunos quieren repoblar nuestros montes de maleza y volvernos a la prehistoria, mientras ellos viven cómodamente instalados en las urbes hasta el fin de semana«.

Tanto si estás de acuerdo, como en desacuerdo, anímate a dejar tus comentarios…

¿Por qué hay que repoblar el campo?


Este texto no es mío sino de L. Álvarez que lo dejó en los comentarios a esta entrada sobre el turismo rural. Para mí es un delirio lo que plantea, pero no deja de ser un punto de vista que quizás es compartido por otra gente… 

¿Por qué hay que repoblar el campo?

Soy español y vivía en la montaña cerca de los Oscos en Asturias y siempre tuve mis dudas sobre el discurso de repoblar zonas rurales y el daño de los lobos, a pesar de perder varias gallinas y tener que cuidar mucho a mis caballos (hacía rutas).

Cuando emigré a Panamá y he vivido en las montañas y selvas de aquí, me he dado cuenta que no hace falta repoblar el campo. Poca gente de aquí vive en zonas salvajes, solo indios (pocos) y otra gente que tiene agricultura de subsistencia y caza y pesca su proteína.

Aquí no permiten la ganadería en espacios de mucha fauna y flora. Hay pumas, jaguares, tigrillos, y un sinfín de depredadores que no se meten con el ganado porque tienen muchas presas. Tampoco hay caza, a menos que sea por necesidad alimenticia, y hay gente que caza para comer pero es un número muy reducido. Si matas a un jaguar, te vas a la cárcel 20 años.

Déjalo que se haga bosque y vuelva a su forma natural si la ganadería no es viable sin ayudas de la Unión Europea. Tampoco pongas casas rurales por doquier. Déjalo que nuestro clima, nuestros ríos y nuestros animales se recuperen y los humanos que se atrevan, vivan ahí y los que no pues más cerquita de las ciudades.

Aquí en Panamá los puercos de monte y zaínos (dos tipos de jabalí) no se meten a la ciudad porque tienen mucho terreno virgen y porque se controlan en número gracias al puma y al jaguar. Nosotros tenemos lobos.

Estados Unidos tiene millones de hectáreas de zonas salvajes donde el ser humano es un invitado y así lo dicen y siempre va a quedar así (entiendo que es mucho mas grande pero yo abogo por hacerlo proporcional).

Sólo en Europa necesitamos que todo este invadido por el ser humano y desarrollar todo la tierra que haya.

¿Cuál es el problema que se despueble el campo y las montañas?

A la larga va a equilibrar ecosistemas, orgullecernos de nuestras zonas salvajes, normalizar el clima y mejorar la calidad del agua y el aire.

 

Mi pregunta es: Luis ¿qué hacemos con la gente que durante generaciones ha vivido en esos lugares? ¿Qué te parece si los metemos en jaulas y los exhibimos en Europa en circos? Que nadie se escandalice por esta idea, eso ya se hizo con los últimos pobladores originarios de la Patagonia…

Además no se trata de repoblar. Se trata de ofrecer los mismos servicios (educación, salud, etc) a todos los ciudadanos, vivan en el campo o en la ciudad y que cada uno elija dónde quiere vivir.

Volveremos sobre el tema…

Es miserable que se ayude a despoblar…


Este texto no es mío, sino de ‘Alguien’ que lo dejó en comentarios. Lo reproduzco acá ya que señala cosas muy interesantes:

 

«La despoblación es difícil de frenar pero lo que es miserable es que se ayude a despoblar.

No se puede pagar un 21% de IVA o el IRPF de un pequeño bar o cualquier negocio en un ayuntamiento con 400 habitantes o menos y distribuidos esos habitantes en 13 pueblos (pedanías). No se puede pagar el reciclaje o basura como un negocio cuando habría que considerarlo un servicio hacia los 4 vecinos que quedan y que van a echar la partida o tomarse un café o comprar unos huevos o un paquete de pan de molde por que se nos olvidó echarlo en la compra semanal del supermercado correspondiente que esta a 50 o 60 Km de distancia.

¿No es más normal y ayudar a que esos pocos negocios no tengan que cerrar y otra familia que se va a algún sitio donde ganar dinero y no estar sobreviviendo a base de penar? ¿Cómo puede ser que un autónomo pague lo mismo en una capital que en una pedanía de 3 habitantes?

¿Cuánto dinero costarían unas medidas como esas? Prácticamente nada para presupuestos millonarios que dilapida la CCAA y el Estado, incluso Diputaciones ( aunque es la única administración que da algo para los pequeños ayuntamientos y pedanías ). ¿Es tan difícil dar subvenciones reales y útiles para autoconstrucción de viviendas rurales? ¿Ayudas reales y sin hacer trampas para alquiler?

En las del 2018 de la JdCyL por poner un ejemplo : «d) Que los ingresos de las personas que tengan su domicilio habitual y permanente en la vivienda arrendada, consten o no como titulares del contrato de arrendamiento, sean iguales o inferiores a tres veces el Indicador Público de Renta de Efectos Múltiples«

Teniendo en cuenta que el IPREM de 2018 14 pagas = 7.519,59 € x 3 = 22.558,77 €, la realidad es que 1 persona 7.519,59 € y por cada persona que viva con él, 1/2 IPREM más. Cualquier chaval/chavala ganará más de 7.519,59€ y se largará y alquilará algo en cualquier otro sitio y formara su familia allí y así todo.

Hoy con una fibra decente y con unas comunicaciones decentes hay empresas que lo mismo les da estar en una ciudad que en un pueblo pequeño. Eso sin contar los problemas que tienen los ganaderos de extensivo, con los animalistas… con prohibiciones de caza… defendiendo lobos por encima de ganaderos tradicionales… o entrometiéndose en los manejos de tiempos inmemoriales… gente que lo único que sabe de ganado, comunales y vida rural es 0 patatero.

En fin que los pueblos no se mueren, los estamos matando».

 

¿Te parecen acertadas estas opiniones? Si tienes ganas y tiempo, deja tus comentarios al respecto. Todas las opiniones son bien recibidas…

Somos conservadores, ferozmente conservadores…


Estas interesantes reflexiones no son mías sino de Luis Ángel que vive en un pueblo y al respecto de la ‘muerte de los pueblos’ indica en uno de los comentarios:

 

«Pues a mi, cada vez que sale éste tema, me invade la melancolía.

Cierto que los motivos de la despoblación son muchos y muy complejos, pero yo quiero hacer especial hincapié en nuestras exclusivas responsabilidades, que no son las de los políticos o las de los industriales, ni las de los que, desde la capital, muchas veces después de abandonar su pueblo, claman ante la despoblación.

Yo sí vivo en un pueblo y sé de qué hablo. Hablo de la apatía de muchos pueblos, del acomodo que da una pensión en un lugar barato para vivir, del cainismo, del desprecio de los propios jóvenes (dónde los hay) a la vida en el pueblo, del conservadurismo casi feroz, de la cultura agraria que nos come. Las propias autoridades municipales de muchos pueblos, si les planteas el tema, se encogen de hombros y te preguntan qué pueden hacer y se abandonan a la apatía dedicándose a andar listos a las subvenciones limosneras de la Diputación, para renovar las farolas.

Después conozco casos de comunidades que tienen un problema para cada solución. Gentes que, en realidad disfrutan en su pueblo de una excelente calidad de vida y no están dispuestos a que ninguna idea revolucionaria, o no, les vaya a molestar o a incordiar su preciado buen vivir. Nada de traer gente de afuera, ni de cambiar ni la dirección de circulación de una calle, no sea que no pueda detenerse en ella para pegar la hebra con otro bienviviente, ni de disponer de bienes comunales, para otra cosa que no sea las de siempre.

Después está el caso del joven que ni se plantea en lo más remoto emprender nada en su “atrasado pueblo”.

Chavales que eligen universidad cuánto más lejos mejor, ni siquiera la de su provincia o las de su comunidad autónoma les vale y después prefieren Madrid o Barcelona para trabajar, o una ciudad que tenga playa y muchos “pafes”, escaparates y vida guay. ¿Seguro que no conocéis a ninguno de esos? Claro, que no hace falta tanto, con que prefieran la capital de provincia, hacen el mismo daño.

Por tanto, también somos conservadores, como dije antes, ferozmente conservadores. No nos debe de ir lo suficientemente mal, para que una vez y otra, se nos vea al votar, que no queremos movernos de la primera mitad del siglo XX. A las pruebas electorales me remito: a mayor despoblación, mayor conservadurismo»,

La inexorable muerte de los pueblos


Hubo una época en la que no había Estado, o éste no estaba muy presente. Hubo una época, posterior, en la que no se podía esperar nada del Estado más allá de impuestos y movilizaciones de los mozos para guerras. Por esta razón durante siglos los campesinos se organizaron comunitariamente para arreglar los caminos y las presas de riego, para tener escuela o médico, para dotarse de agua corriente y electricidad, etc.

Para ello se creó toda una economía colaborativa: hacenderas, veceras, derramas… y de esta manera poder salir adelante sumando esfuerzos y recursos. También crearon mecanismos solidarios para ayudarse unos a otros en casos de necesidad. Era la única manera de sobrevivir. Eran tiempos de mucha escasez.

Durante siglos nunca se esperó al Estado para que hiciese o no hiciese. Después, sí, vino el llamado ‘Estado del bienestar’ y las distintas administraciones del Estado se hicieron cargo de todo: carreteras, dotación de escuelas y médicos, agua corriente, electricidad, etc. Los vecinos ya no tenían que hacerse cargo de nada. Además ningún vecino necesitaba nada de nadie. Eran (y son) tiempos de abundancia.

De hecho, nos hemos acostumbrado a que el Estado provea. ¿Para qué organizarse para despejar un camino cortado por la nieve si hay una quitanieves del Ayuntamiento o la Diputación que lo harán? Y si no lo hacen, pues protestamos un rato y ya está. Pero nada de organizarse. Es obligación del Estado, la Diputación, o el Ayuntamiento, y punto.

Ahora bien, el Estado no es un ente abstracto que tiene vida propia. El Estado es ‘gestionado’ por el Gobierno surgido de las elecciones. No sé si lo empiezan a ver. Las elecciones se ganan con votos y el voto se concentra en las ciudades. Además hay todo un sistema clientelar que hace que todas la decisiones importantes se acaben tomando en las capitales. Los pueblos no dan votos y no interesan, aunque para mantener ese sistema clientelar / caciquil hay que hacer ver que se van haciendo cosas: una fuente acá, una plaza allá…

Mientras tanto los pueblos se quedan sin gente. Unos y otros culpan al gobierno central o al autonómico, pero se sigue votando a los mismos. Y sí, es obvio que las administraciones del Estado son también responsables de que la gente se vaya de los pueblos, pero cada vez está más claro que no van a hacer nada. Que no pueden hacer nada. Lo que hacen es poner tiritas aquí y allá, mientras el paciente se desangra…

No cabe duda que hay muchas medidas que ayudarían a ‘fijar’ población en las zonas rurales: incentivos fiscales, ayudas económicas, mejores servicios, etc. Pero que nadie se engañe, la gente joven ya no va a volver a los pueblos porque pongan banda ancha o mejoren las carreteras. Además la decisión de vivir a un pueblo no tiene únicamente que ver con que haya peores o mejores servicios o incentivos… En los pueblos sólo quedan los viejos, y los viejos, seamos sinceros, únicamente piensan en ellos. Se les pasó la vida, y a la mayoría de ellos ya ni siquiera les preocupa demasiado lo que venga…

Quizás el lector está esperando que dé alguna receta contra la despoblación. Lo cierto es que no sólo no se me ocurre nada, sino que soy muy pesimista. Creo que es la despoblación es un proceso irreversible que no se frenará porque, entre otras razones, se seguirán poniendo parches que nada remedian. Creo también que responde a la lógica de la Historia: el abandono del campo es síntoma de profundos cambios en la economía. Quizás algún día la gente regrese a los pueblos, pero lo que viene ahora es una lenta muerte.

Mejor hacerse a la idea…

¿Estás de acuerdo con estas opiniones? Pues, déjate de comentar en Facebook y deja aquí, más abajo, tus comentarios. Puedes comentar de forma anónima, no es necesario registrarse, ni dejar el correo, ni nombre, ni dato alguno.

Lecturas recomendadas: Super Flumina


Meses atrás leí una entrevista a un poeta leonés que me llamó mucho la atención. Ángel Fierro, el entrevistado, decía entre otras cosas: «(…) mis referencias son la inteligencia y la sensibilidad, la cultura y la ética, en todas sus manifestaciones. La sociedad no va ahora por este camino, sino que triunfa la vulgaridad más banal«.

Esas palabras me animaron a comprar el libro que, en aquella fecha, el poeta presentaba y hoy les recomiendo: «Super flumina. Las cabeceras de los ríos. Memorial de pérdidas«. Ya el propio título indica por dónde van los tiros. Super flumina son las palabras latinas con las que comienza uno de los salmos del Antiguo Testamento referido al destierro de los judíos en Babilonia. Como título, es una excelente metáfora de los tiempos presentes: vivimos cada vez más alejados de la tierra que nos vio nacer, prisioneros en una Babilonia rica, donde reina la confusión. Es el mismo autor quien, en la introducción del libro, indica que el desarraigo es el núcleo sobre el que pivotan estos relatos, con la despoblación y pérdida del acervo cultural como ejes.

Es un placer leer a Ángel Fierro porque utiliza un lenguaje cuidado, lleno de referencias a otras obras y autores; precisamente, esas citas las utiliza como refuerzo a sus argumentos y no como un alarde vacío de erudición. Muestra el autor que lo culto no está reñido con lo sencillo; es un libro de fácil lectura. Es una obviedad, pero lo que se revela es que lo culto está reñido con lo vulgar, con lo superficial. En este sentido, otro de los aspectos a destacar esta obra es la invitación que hace a la reflexión. Es el propio lector quien debe encontrar las conclusiones.

Otro motivo más para recomendar este libro es que compartimos una misma sensibilidad y preocupaciones. Desde aquí hemos venido alertando de la desaparición de los pueblos, recordando costumbres e historias, criticando el poco aprecio por la cultura y también el abandono por parte de los gobernantes. Alegra leer ciertas cosas escritas, porque uno siente que no esta solo. Así por ejemplo, hace años en una de las entradas de este mismo blog criticábamos que «la construcción de la presa [de Riaño], para satisfacer intereses de unos pocos, dejó tocado de muerte todo el valle«. Leemos acá:

«Faraónicas presas de la Dictadura anegaron vida y memoria, con el señuelo de un progreso que no alcanzamos a vislumbrar. La erradicación de los vecinos de de sus solares ancestrales se pretendió justificar por el superior argumento del bien común. Este endeble criterio nos llevaría a aceptar que el fin justifica los medios, pero hay que preguntarse si un supuesto beneficio económico es el único elemento para la toma de decisiones. ¿No ha de tener el bien común respeto alguno por los derechos de los individuos, aunque sean escasos, a seguir habitando el espacio elegido por ellos y sus familias desde generaciones? La respuesta de economistas y políticos es bien conocida. La ética exige exactamente lo contrario«.

Es sólo un detalle. Si leen el libro, que espero que así sea, verán que hay muchas cosas en común con este blog, lo cual nos hace sentir bien.

Acabada la lectura del libro, hay una cuestión no abordada abiertamente aunque intuida, y es la propia condición de emigrado. Creo que no es casual que al inicio del libro se cite aquella frase de Pessoa que decía que: ‘El lugar al que se vuelve es otro… ya no está la misma gente ni la misma luz‘. Para quienes somos emigrantes, y el autor lo es, no se oculta que esta condición modifica profundamente no sólo la mirada sino también el sentimiento hacia la tierra materna. Muchas veces hay dolor es esa relación. Tomás González, cuyos versos son reproducidos por el autor, lo explica perfectamente:

Por tus calles, tus ríos, tus montañas,
por todas partes hallo gente extraña
que acaso cuando niño conocí.

Nunca sufrí un dolor más verdadero
que el de sentirme solo y extranjero 
en este viejo pueblo en el que nací

Es por eso que intuyo que esa ‘Coda airada’ final además de un manifiesto contra la estupidez de los tiempos también es reflejo del dolor y la rabia de sentirse ‘exiliado’ en la propia tierra. En fin…

En este enlace pueden acceder a la entrevista a la que aludíamos al inicio.

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