Lecturas recomendadas: La organización de la unidad económica campesina


Vamos hoy con una recomendación potente: Chayanov y sus estudios sobre el campesinado.

Alexander Chayanov fue un agronomista / economista ruso que en este blog no podíamos pasar por alto. Purgado por el régimen comunista soviético, fue condenado 5 años a un campo de trabajo y posteriormente juzgado de nuevo y fusilado.

Hasta los 60 fue un autor bastante desconocido / ignorado por los economistas occidentales, si bien en pocos años sus ideas pasaron a ser fundamentales para entender el funcionamiento de las economías campesinas en sociedades precapitalistas. Su obra más importante es «La organización de la unidad económica campesina«. Escrita en 1925, sus observaciones sobre el campesinado ruso contribuyeron a renovar profundamente la historia económica, y especialmente, la historia agraria.

Uno de los principales aportes de Chayanov es mostrar la especificidad de la economía campesina. Entiende este autor que los conceptos de la economía clásica no son aplicables a una economía basada en el trabajo familiar y, en sentido estricto, no existen categorías como salario y beneficio. Argumenta Chayanov que las motivaciones de un campesino son diferentes a las de un capitalista o un obrero.

Una de las nociones centrales del pensamiento de Chayanov es que la actividad económica de la unidad económica familiar (sujeto económico) es resultado del balance entre la satisfacción de las necesidades familiares y el esfuerzo realizado por alcanzarlo. A su vez, la necesidades de consumo y la intensidad del trabajo vienen determinadas por la composición y tamaño de la familia.

De acuerdo a Chayanov, la familia campesina actúa de acuerdo a una evaluación subjetiva basada en su larga experiencia en la agricultura de la generación presente y las generaciones anteriores. La mayoría de las familias campesinas no deciden de acuerdo a una lógica o racionalidad capitalista (basada en el riesgo y el beneficio) sino que el campesino utiliza otros parámetros para decidir: las fatigas del trabajo y las necesidades de consumo. Por decirlo de manera sencilla, evaluará si le sale a cuenta trabajar y producir más teniendo en cuenta el esfuerzo que conlleva; por lo general, únicamente aumentará el grado de autoexplotación cuando aumenten las necesidades de consumo de la unidad familiar. Por contra, el campesino reducirá la intensidad del trabajo cuando unas mejores condiciones se lo permitan.  Además Chayanov se preocupa por el ingreso total de la unidad económica familiar, no sólo del ingreso obtenido de la agricultura; es decir, en ese ingreso se han de contabilizar lo proveniente de actividades artesanales y comerciales.

A partir de Chayanov,  los historiadores de la economía han pasado a considerar la singularidad de la economía campesina que puede coexistir sin problemas en un sistema económico capitalista. Ahora bien,  también hay críticas al modelo de Chayanov especialmente en lo referido a explicar los cambios, ya que las economías  sabemos que también responden o están moduladas por las dinámicas históricas.

En fin…

Unas notas para la historia del lúpulo en León (1/3)


Hace unas semanas escribí una pequeña historia del lino en la provincia de León que despertó bastante interés en los lectores del blog. Estaba ordenando los archivos del ordenador y encontré algunas cosinas sobre el cultivo del lúpulo. Visto lo del lino, no me resisto a compartir algunas notas y datos sobre el llamado ‘oro verde’ aunque quizás el lector ya conoce buena parte de la historia.

Imagino que la mayoría de ustedes sabe que el lúpulo es la planta que se utiliza para aromatizar la cerveza y que le da ese amargor característico. Dicen, aunque no está claro que haya sido así, que los primeros en utilizarlo para aromatizar las cerveza fueron los monjes checos allá por el siglo XIII. El caso es que el lúpulo se conoce desde antiguo y muestra de ello es aparece en algún grabado en piedra en la Catedral de León. Sin embargo en España hasta las primeras décadas del siglo XX se utilizó exclusivamente con fines medicinales. Aunque a finales del XIX el Jardín Botánico de Madrid y la Escuela Especial de Ingenieros Agrónomos en la Moncloa llevaron a cabo algunos ensayos de carácter científico, no fue hasta 1915 cuando se empezó a experimentar su cultivo y producción con fines industriales.

El impulsor del cultivo del lúpulo en España fue el cordobés Leopoldo Hernández Robredo, ingeniero agrónomo y director de la Granja Agrícola de la Coruña. En un viaje a Inglaterra, comisionado por el gobierno para la adquisición de ganado, el lúpulo llamó su atención. Ya de regreso a Coruña, y animado por la existencia de lúpulo silvestre en distintos puntos del Noroeste de España y viendo cierta analogía de clima y suelos entre Galicia y las zonas de cultivo en Inglaterra, decidió iniciar su cultivo.

Los primeros ensayos, iniciados en 1915 como ya dijimos, despertaron un gran interés ya que con motivo de la I Guerra Mundial los productores españoles de cerveza, que importaban de Austria y Alemania, quedaron desabastecidos. Hubieron de recurrir al lúpulo americano, mucho más caro. Esas pruebas demostraron que en España se podía producir lúpulo de forma competitiva en relación a otros países, si bien el final de la guerra y la reanudación de las importaciones paralizó estos intentos. Además el lúpulo que se producía en Galicia en aquel momento no estaba bien presentado y la calidad dejaba bastante que desear.

En su intento de divulgar el cultivo del lúpulo entre los agricultores, Hernández Robredo contó con la ayuda de algunos agricultores brigantinos y de J. Mª Rivera, propietario de la fábrica de cervezas “La Estrella de Galicia” (efectivamente, está pensando bien el lector, se trata de la conocida marca de cerveza). Y es que, con la intención de extender su cultivo y después de estos primeros intentos exitosos, Hernández Robredo contactó con las fábricas de cerveza preguntándoles precios y cantidades consumidas; trataba de averiguar si el cultivo era rentable. Convencido que Galicia podía abastecer de lúpulo a todas las fabricas españolas, y basándose en la buena calidad de los lúpulos gallegos el agrónomo publicó un folleto titulado “El Lúpulo y su cultivo” en el que daba indicaciones sobre el cultivo (descripción de la planta, producto utilizable, clima, terreno, situación, variedades, preparación del terreno, abonos, cuidados, enfermedades); recolección y preparación (recolección, desecación de los conos, rendimientos, embalaje, conservación de los conos, etc); datos económicos (producción, superficies de cultivo en el mundo, precio del lúpulo, o consumo mundial de lúpulo en 1911-12; en este sentido, en España se consumían anualmente unos 100.000 kilos anuales, cantidad anecdótica comparada con la producción de países como Gran Bretaña o Alemania.

Unos años más tarde, en 1928, Ricardo Escauriaza se hizo cargo de la Granja Agrícola de la Coruña, continuando con la labor de Hernández Robredo. Éste publicó diversos libros y artículos y a propuesta suya en 1937 fue creada la Sección de Fomento del Cultivo del Lúpulo en la Granja Agrícola de la Coruña. A partir de ese momento la Granja y su director Escauriaza emprendieron numerosas acciones de divulgación del cultivo en la zona de Betanzos. La Estación de Praticultura y Cultivos de Vega encargada de estos trabajos, entregó plantas a los agricultores y colaboró en el establecimiento de campos en otras regiones como Navarra, Guipúzcoa, Álava, Logroño, Vizcaya, Oviedo y Santander.

Con todo eso, llegamos a la Guerra Civil y la Dictadura. Como sabe el lector, la política económica del primer franquismo restringió las importaciones con numerosos controles y medidas intervencionistas. La distribución de los alimentos y las principales materias primas fue intervenida y pasó a organizarse, en teoría, a base de cupos y precios de tasa. El elevado nivel de protección arancelaria, y la voluntad del Estado de mediar entre industriales y productores agrarios, fue otro de los aspectos destacables. El lúpulo no fue una excepción, y a partir de ese momento se obligó a los productores de cerveza a comprar lúpulo nacional y el cultivo fue intervenido, siendo preciso la autorización del Servicio para efectuarlo. Al agricultor se le facilitaban gratuitamente renuevos (esquejes)  para hacer las plantaciones, concediéndole premios por planta enraizada. La cosecha, parcialmente desecada a la sombra, la recogía el Servicio que terminada su preparación, la enfardaba y entregabas a las fábricas; éstas, a su vez, estaban obligadas a pagarlo al precio fijado por la Dirección General de Agricultura, pudiendo importar el resto hasta cubrir sus necesidades. El cultivo se autorizó al principio en la provincia de La Coruña, extendiéndose después a las de Pontevedra, Lugo y Asturias.

La disposición fue muy bien acogida por los labradores y a fines de 1941 habían sido plantadas unas 50.000 plantas, obteniéndose una cosecha de 5.000 kilos de conos secos. Además en el Campo de Demostración Agrícola de Betanzos, instalado en el centro de la zona productora, se estableció un secadero de aire caliente y prensas eléctricas, para terminar la desecación del producto y enfardado en balotes de peso aproximado de 100 kilos, habiéndose llegado en estos últimos años a una presentación esmerada de un producto cada vez más perfecto.

La guerra mundial hizo que todos los productos agrícolas viesen aumentada su remuneración, lo que restó competitividad al cultivo del lúpulo, el cual además requería una importante inversión y gastos de instalación así como mucha mano de obra para la recogida de la flor. Poco a poco, el ritmo de plantación se estancó o disminuyó y las fábricas de cerveza tuvieron que recurrir de nuevo a las importaciones. A pesar de las restricciones, el lúpulo alemán llegó sin dificultad a España hasta junio de 1944, fecha en que cesó por completo.

Ahí empieza una nueva historia muy interesante para la provincia de León ya que… Continuará…

Para saber más:

  • Escauriaza, R. (1947): El cultivo del lúpulo. Madrid, Ministerio de Agricultura. Se puede descargar en este enlace.
  • Fernández Prieto, L. (1988): A Granxa Agrícola-Experimental da Coruña, 1888-1928. Contribución ao estudio da renovación técnica da agricultura galega. Xunta de Galicia. Conselleria da Presidencia e Administración Pública. Servizo Central de Publicacións. Disponible en este enlace.

 

Unas notas sobre el lino en León


Llevo años queriendo escribir una pequeña historia del lino en León. Después de semanas de buscar materiales sobre este tema, desisto. Estos temas ya no interesan a nadie, y sin la consulta de archivos no puedo ofrecer otra cosa que no sea un vulgar refrito que poco o nada aporte a lo ya conocido.

Me interesa el lino, porque creo que pocos cultivos han marcado tanto la historia agraria de la provincia y, a pesar de ello, hoy en día casi no quedan ni vestigios. Imagino que los que son de un pueblo, les suenan topónimos como llenar, llenarina, llenares, o llinar y han visto en los arcones sábanas, sayas y otras prendas de lino. También si uno indaga un poco en libros y fuentes es fácil encontrarse con numerosas referencias históricas a este cultivo[1].

Sin lugar a dudas, en los siglos XVIII y XIX el lino fue una de las bases de la economía de muchas comarcas leonesas. Cultivado en las tierras más fértiles (fondos de valles, sobretodo), en terrenos de marcada acidez y con abundante agua, el lino formaba parte del sistema agrario tanto su cultivo como su transformación. Aunque eran producciones de una alta exigencia en mano de obra, los campesinos aparte de cubrir las necesidades domésticas obtenían excedentes que eran vendidos en las ferias y mercados locales. Asimismo la fibra obtenida, mediante técnicas artesanales de cardado e hilado, era transformada en lienzos durante los períodos invernales por los propios campesinos, obteniendo de ello un pequeño ingreso. De hecho, esta industria textil artesanal alcanzó un notable desarrollo a partir del siglo XVI y sin temor a equivocarnos, se podría afirmar que en la segunda mitad del XIX los hilados de lino eran la principal industria del país.

Llegados a finales del siglo XIX, las manufacturas del lino, estancadas en sus procesos técnicos de producción, no pudieron competir con los tejidos catalanes de algodón y las importaciones de lino del Báltico. Incapaces de modernizarse y hacerse un hueco en el mercado español, poco a poco fueron desapareciendo. A ello se sumó la llegada de la remolacha azucarera que, bien remunerada, en muchas comarcas leonesas pasó a ocupar junto a la patata y las alubias la mayor parte de las tierras que antes ocupaba el lino. Los antiguos telares de lino fueron quedando arrinconados en desuso y quizás de ahí venga el significado de ‘telares’ para los leoneses, como término para referirse a trastos amontonados y sin una utilidad aparente, o de forma figurada a cuestiones embrolladas y confusas.

Aún así, a principios del siglo XX en algunas comarcas de León se seguía cultivando lino para uso y consumo doméstico. Los agricultores seguían dedicando una pequeña parte de sus tierras para abastecerse de fibra, estopa, aceite y harina de linaza para consumo propio. En 1915 según datos oficiales se cultivaban en la provincia unas 8.000 hectáreas de lino (una quinta parte de la superficie de regadío).

Ya en pleno siglo XX hubo un serio intento de industrializar las producciones de lino, y en 1930 fue construida por la Sociedad Linera del Órbigo SA una fábrica en Veguellina del Órbigo para la transformación del lino. Según informaciones que no he podido contrastar, detrás de esta iniciativa estaban los marqueses de La Felguera, descendientes de Pedro Duro, un industrial riojano fundador de la primera gran siderurgia española y actual empresa Duro Felguera, que frecuentaban Carrizo de la Ribera al estar emparentados con los marqueses de Santa María de Carrizo. No era su primera experiencia en la comarca, ya los marqueses de la Felguera habían instalado en 1900 en la misma localidad, Veguellina de Órbigo, la primera fábrica azucarera de la provincia, la Azucarera Leonesa, aunque dos años más tarde la vendieron a la Sociedad General Azucarera. Quizás el lector se pregunte por qué no eligieron Carrizo para establecer estas fábricas. La respuesta es muy sencilla: en Veguellina había estación de ferrocarril, y en Carrizo no.

En agosto de 1935 una chispa destruyó La Linera la cual fue comprada por la empresa catalana Hilaturas Caralt Pérez. El modo de funcionamiento era el siguiente: la fábrica firmaba un contrato con los agricultores en el que se fijaba el precio de pago por la paja de lino, se les facilitaba la simiente e incluso se adelantaban pequeñas cantidades de dinero para la compra de abonos o el cultivo. El agricultor recogía la paja de lino seca y la llevaba a la fábrica donde era pesada y amontonada en medas, facturándosele lo entregado descontando los adelantos recibidos. La fábrica pasó de comprar 150 Tn de paja de lino en 1936 a 1.400 Tn en 1940, lo cual es un volumen importante. Para abastecer a la fábrica se cultivaban unas 6.000 Has en las comarcas vecinas, pero especialmente en la ribera del Órbigo y en La Cepeda.

A partir de 1939, debido al desabastecimiento de algodón causado por la Segunda Guerra Mundial se pensó en el lino como fibra sustitutiva. Además, en 1942, en el marco de las políticas autárquicas de los primeros gobiernos de la Dictadura de Franco, con el objetivo «organizar y coordinar los trabajos relacionados con la racionalización y fomento de la producción de fibras textiles«, fue creado el Instituto de Fomento de la Producción de Fibras Textiles, instalándose en la ciudad de León el Servicio del Lino. Con todo ello el cultivo del lino recibió un fuerte impulso estableciéndose otros centros de procesamiento en la región.

Sin embargo, en el momento que desaparecieron las políticas autárquicas, el lino dejo de ser viable de nuevo y poco a poco se fue reduciendo la superficie cultivada hasta desaparecer del todo a finales de los años 60 del siglo pasado. En muchos pueblos de la ribera del Órbigo y La Cepeda las ‘llenares’ pasaron a ser ocupadas por el lúpulo, cultivo del que trataremos en otra entrada. Queda prometido…

¿Te gustaría añadir alguna cosa? Te invito a dejar aquí, un poco más abajo, tus comentarios. Puedes comentar de forma anónima, no es necesario registrarse, ni dejar el correo, ni nombre, ni dato alguno.

Para saber más:
– En el artículo «Recuerdos del lino» de Cristina Ibañez publicado en 1997 en «Tierras de León» se  detalla como era el cultivo tradicional del lino, su transformación y el vocabulario asociado
– También en el libro «O linho em Portugal» publicado en 1943 por el Ministério da Economia portugués se describe cómo se procesaba el lino en la fábrica establecida en Veguellina de Órbigo.

[1] Según el Censo de frutos y manufacturas de España é Islas adyacentes de 1799 en León 102.131 @ de lino. También en el Diccionario de Madoz de mediados del siglo XIX aparecen miles de referencias al cultivo del lino como una de las principales producciones de muchos pueblos, y los telares de lienzos o molinos de linaza como industrias destacadas de algunas localidades leonesas; sólo en la ciudad de León, indica Madoz, había instalados más de 300 telares. García de la Foz en su «Crónica de la provincia de León» (1867) escribe refiriéndose a la parte sur de la provincia:  «El cultivo del lino es costoso á los labradores; pero no deja de serles productivo. Venden lo que no necesitan para el gasto de casa en hebra después de espadado; y lo que pueden conservar lo hilan las mujeres en el invierno, lo dan á teger, y blanquean después el lienzo, y la estopa para las camisas y sábanas de que usan«.

 

El rescate de comunales en León durante la II República


 

Este mes de abril se cumplen 83 años de la proclamación de la Segunda República Española. Como ya comentamos en anteriores entradas, una de las medidas del primer gobierno republicano fue plantear una reforma agraria integral con tres objetivos: evitar el paro obrero, distribuir la tierra y racionalizar la economía agraria.

Comentábamos también que una de las medidas propuestas, y que afectó a la provincia de León, fue el rescate de los bienes comunales que habían sido usurpados o despojados a los pueblos durante el siglo XIX. Precisamente en el último número de abril de la revista científica Historia Agraria sale publicado el artículo ««Reviviendo el sueño de varias generaciones»: comunales y reforma agraria en la provincia de León durante la II República (1931-1936)».

Si estás interesado en consultar esta publicación, envíanos un correo o pídelo en los comentarios y te la enviamos sin problemas puedes descargarla en este enlace.

Resumen: Con la llegada de la II Republica el nuevo gobierno provisional impulsó un verdadera reforma agraria centrada en mejorar las condiciones del campesinado, con un programa que iba más allá de la expropiación y reparto de los grandes latifundios, al proponer la reforma de los contratos agrarios, del mercado de trabajo, la abolición de las prestaciones señoriales o el rescate de comunales. En la provincia de León el marco de la reforma agraria se autorizaron roturaciones en comunales y montes públicos sin socavar los derechos posesorios colectivos y se restituyeron a los pueblos derechos sobre los comunales de los cuales habían sido desposeídos en el siglo XIX. En este artículo se argumenta que el reformismo republicano colocó como protagonista al campesinado al plantear una revisión de la reforma agraria liberal, al tiempo que apostaba por la consolidación de la pequeña explotación campesina sin dejar de lado los reclamos populares sobre el reparto y acceso a la tierra. También se defiende que detrás de las reclamaciones de los pueblos para recuperar espacios que habían sido comunales hay una explicación de orden moral, relacionada con la defensa de un modo de vida y una cultura campesina.

Si te interesa el tema, son especialmente interesantes las publicaciones del historiador Ricardo Robledo, a las que puedes acceder haciendo click aquí.

José-Luis Martín Galindo: cuando los geógrafos sabían de historia


Hace unos cuantos años las carreras de Geografía e Historia estaban muy vinculadas. De hecho, no importaba la especialidad estudiada en los últimos años de la carrera, el título obtenido era Licenciado en Geografía e Historia

En parte era algo lógico: la Historia estudia al hombre en el tiempo y la Geografía estudia al hombre en el espacio. Ambas son ciencias humanas y comparten preocupaciones por el ser humano.

Aunque hoy en día a los geógrafos parece interesarles más bien poco el pasado, hace años no era así. Gente como José-Luis Martín Galindo, Angel Cabo, Jesús García Fernández o Valentín Cabero escribieron cosas muy interesantes desde el punto de vista histórico. Tenían clarísimo que el espacio se explica por su pasado histórico…

Precisamente, si queréis saber un poco de geografía pero también de historia de la provincia, os recomiendo que echéis un vistazo a las publicaciones de José Luis Martín Galindo; en este listado se muestran algunas de ellas:

Curiosamente José Luis Martín Galindo aunque fue uno de los primeros doctores en geografía con una tesis sobre Maragatería era archivero y bibliotecario.

Repito: es un autor que vale la pena consultar…

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