Se ha escrito mucho sobre Oliegos y poco nuevo se puede añadir. Sin embargo, Oliegos merece un lugar en este blog.

Oliegos es un pueblo que quedó anegado por las aguas del pantano de Villameca. Oliegos es la historia de una pérdida, pero también de una infamia.

Contrariamente a lo que se suele creer, el embalse de Villameca fue planificado durante la Segunda República. Eso sí, lo inauguró el General Franco el 3 de octubre de 1946 y tal como en su día documentó el NO-DO, la gente de los pueblos acudió a aclamar al dictador que fue agasajado por las autoridades locales con una muestra de frutos de la tierra.

A la mayoría de las familias de Oliegos las metieron con los animales y enseres en un tren y los mandaron para Foncastín en Valladolid para que ‘colonizasen’ una hondonada palúdica que el Instituto Nacional de Colonización había comprado al Marqués de la Conquista.

Lo que vino después ya es conocido. Lo más destacable fue que al llegar al nuevo destino, no había ni pueblo ni nada y además los vecinos de Oliegos tuvieron que pagar durante 20 años las casas y las tierras que les habían entregado.

Sin embargo hay dos temas que al hablar de Oliegos nunca se abordan. Uno es los comunales y yo me pregunto si los vecinos fueron indemnizados por el monte que dejaban de utilizar. Ya hemos visto en otras entradas que los comunales eran fundamentales para todas las familias pero especialmente para los más pobres.

Otro tema del que se ha escrito poco es el paludismo y, como señalaba unas líneas más atrás, los vecinos fueron asentados en una zona endémica de paludismo (malaria).  Como indica un informe de la época: «Las aguas circundantes eran sucias, de curso lento y vegetación acuática que fácilmente albergaba larvas de Anopheles sp. Además contigua al pueblo existía una charca artificial que servía de abrevadero y que siempre contenía larvas de mosquitos transmisores del paludismo«.

Precisamente Foncastín fue elegido para llevar a cabo pruebas de lucha antipalúdica utilizando un nuevo producto para eliminar los mosquitos y sus larvas, el 666 de Industrias Cóndor. La desinsectación experimental fue dirigida por el Jefe Provincial de Sanidad de León y se llevó a cabo de febrero a septiembre de 1946. Son interesantes alguna de las observaciones que aparecen en el informe de dichas operaciones ya que dan idea por ejemplo de las duras condiciones de vida de los recién llegados a Foncastín y cómo soportaban toda adversidad. Se indica por ejemplo que en las viviendas vivían hacinados «seres humanos y animales, en gran promiscuidad a causa del poco espacio disponible, almacenando los productos alimenticios en las mismas habitaciones en que duermen las familias”.

Respecto a las operaciones dice el autor del informe que los habitantes del pueblo “toleraban perfectamente el olor a humedad que daba el producto, y que, muchos de ellos lo encontraban agradable por realizarlo con “olor a desinfectante”. A pesar de mis preguntas insistentes acerca de este extremo, no hubo ninguna queja por ello, mientras que mis familiares se quejaban de, ligero olor que llevaban nuestros trajes al volver de fiscalizar la marcha de la operación”. Incluso toleraban de buen grado que el desinsectante fuese aplicado sobre los alimentos ya que, tal y como relatan, no pudo “evitarse que en algunos locales se empleara el producto sobre las provisiones de boca de los habitantes (Jamones, tocino, etc (…) sin embargo no se tuvieron quejas tampoco de que hubieran quedado con mal sabor”.

El producto utilizado fue el HCH, esto es hexacloruro de benceno, conocido también con el nombre de lindano[1], que quizás les suene más. Es cierto que en esa época quizás no se conocían los efectos del HCH y desde los años 50 del siglo XX fue ampliamente utilizado en todo el mundo como insecticida de amplio espectro para fines agrícolas y no agrícolas. El caso es que, parece ser que la impregnación demostró ser eficaz y el pueblo se mantuvo libre de mosquitos, pero no conviene perder de vista que los vecinos de Oliegos fueron utilizados como ‘conejillos de indias’ para probar un producto que muchos años más tarde se demostró altamente contaminante.

[1] Desde 2008 todos los usos del lindano están prohibidos en la Unión Europea ya que el lindano y otros isómeros del HCH son persistentes en el medio ambiente, se bioacumulan en organismos vivos y son tóxicos para la salud humana y el medio ambiente.

Para saber más:

PRADA, J. de. “Ensayo de lucha antipalúdica por medio del –666- en Foncastín”. Revista de Sanidad e Higiene Pública. 1947. Tomo XXI. Pág.261-266.

3 comentarios en “Notas para una historia de la infamia (iii): Oliegos de Cepeda

  1. Yo ví pasar ese tren que los llevaba. Yo tenía 5 años pero lo recuerdo bien. Todo el pueblo dónde vivía mi familia, Vega-Magaz de Cepeda, salió a ver el tren que paró un rato en esa estación, no sé porque ni para qué. Con mis cinco años vi todo un pueblo en un tren que se alejaba de su tierra para ir a otra. Lo que me llemó la atención es que mientras los niños reían asomados a las ventanillas, los mayores, todos, iban llorando. Eso me impresionó. Creo que se lo dije a mi madre que me contestó algo así como. «Es que los niños no se dan cuenta de lo que pasa». Tengo la imagen en mi cabeza.

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